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martes, 12 de marzo de 2024

ENTRE MÁQUINAS DE FELICIDAD Y MALIGNAS: SURGE LA VIDA EX MÁQUINA



 

Por Carlos Valdés Martín

 

Máquina de la felicidad (alegría) infinita

Lo que se repite de manera automatizada durante cierto tiempo lo llamamos máquina; bastando que unos cuantos dispositivos naturales se acoplen correctamente y se muevan ciclos repetidos, para que veamos una máquina funcional. Un grupo humano, por pequeño que sea, forma el modelo de la máquina antes de que los sabios tecnólogos inventaran las máquinas técnicas. En su origen la palabra “máquina” designó cualquier dispositivo ingenioso o sorprendente. El término resulta extraño, pero lo han utilizado filósofos como Deleuze y Guattari para denominar las estructuras psíquicas y sociales en su interacción con lo propio de otra naturaleza (cuerpos, signos lingüísticos), como “máquinas deseantes”[1]. En ocasiones se descubren asombrosas referencias a la sociedad como una fábrica, así lo hace la economía clásica, cuando integra al conjunto humano como un ciclo de producción-distribución-consumo[2].

Si el conjunto se describe a modo de una fábrica (dominio materialista de las relaciones de producción sobre el ciclo entero) entonces las partes agrupadas son máquinas de diferentes tipos. En este texto, agrupo las organizaciones como máquinas, comenzando con la más sencilla en la pareja, mientras me centro en las modalidades de las grandes máquinas clave de la modernidad: empresas, concentraciones, ejércitos, Estados, etc.

El teatro antiguo un lema era Deus ex machina (Dios sale de la máquina), para referirse a un desplante de ingenio que protagoniza una escena o desenlace, en especial, cuando se usaba una grúa para bajar a un personaje que representaba a un dios o un salvador[3]. La llegada de una divinidad bajando de los cielos para culminar una obra de teatro antigua es la anticipación de lo más emotivo que se encierra en el término “show”, entendido como mostrar lo maravilloso y extraordinario. En este punto no es relevante la calidad artística de drama teatral, sino el efecto (maquinal) de provocar la emoción feliz (la algarabía, el entusiasmo, el asombro…) en el espectador; traspasando el umbral desde lo ordinario hasta la fantasía extraordinaria, ofreciendo un modo de agenciamiento feliz[4].

En algún punto de la evolución se descubrió que bastaban dos personas para generar una relación (incluso por fricción maquinal) que fuera tan perfecta que les provocara una alegría continuada, incluso brotara ese infinito dinamismo placentero que llamamos amor[5]. La rareza de que bastara dos personas para provocar estados alegres y hasta eufóricos repetitivos (con aspiración a eternizarse) fue retratada explicaciones míticas y raras en el Banquete de Platón, con eso de los humanos originales como seres dobles que desafiaban a los dioses. La institución del matrimonio, en algunos puntos del tiempo y en regiones diversas, estableció que la máquina de la felicidad (maqfel)[6] basada en parejas era la vía más deseable, fuente legítima de las alegrías ilimitadas[7].  

En la niebla de los primeros tiempos, las parejas se juntaban primero y después se generaba el ritual del matrimonio. Así, sucedía hasta en la antigua iglesia cristiana donde se consagraba una unión preexistente. Es cierto, que muchos pueblos antiguos recelaban un tanto de la vida de pareja exclusiva y que los gobernantes coleccionaban a cientos de mujeres en su exclusivo harén, o también había culturas más fluidas que transitaban en formas de homofilias o de transiciones entre preferencias sexuales como en los griegos clásicos, al atribuir a la poetisa Safo la ambigüedad amorosa[8]. El harén fue una institución común entre pueblos antiguos donde la máquina de la felicidad de pareja se concentraba y multiplicaba para los gobernantes[9].

Adelante señalaré que, para el filósofo de la naturaleza, Aristóteles, la coherencia del cosmos exigía comenzar con un maquinismo peculiar. Y ese argumento de un primer motor convenció al teólogo católico durante miles de años. La teoría aristotélica del motor inmóvil apunta hacia un deslizamiento hacia la metafísica del concepto de máquina.

Máquina por el movimiento y no desde la simplicidad

Hay quien objeta que lo maquinal implica un nivel de simplicidad, mientras que la vida o el espíritu son sistemas complejos. Esto es dejarse llevar por la superficie, pues en la máquina hay niveles desde lo sencillo, con las 6 formas clásicas de la máquina simple, hasta la máquina más propiamente como el sistema complejo con sus procesos de energía con transmisión de movimiento, su motor, mecanismos de transmisión, soportes estructurantes, las herramientas integradas (a veces un conjunto muy complejo en la máquina herramienta desarrollada) y sus procesos de control. Aunque lo que nos permite mirar y distinguir a la máquina es su continuidad en la transformación, por tanto, mostrar un proceso estable, ya sea en un acto único (la grúa elevando y bajando el objeto pesado) o un proceso continuo (el motor girando rápidamente).

Desde su comienzo la máquina subraya su artificialidad, por tanto, los antiguos desconfiaban de ella y Dédalo era visto como una especie de estafador trágico[10]. La utilización en el teatro fue la demostración de esa artificialidad de la máquina entre los antiguos: la exageración, sobre una fantasía[11]. Las dos imágenes más memorables del tecnólogo mítico Dédalos son problemáticas: un laberinto para el Minotauro y unas alas pegadas con cera que provocan el accidente de su hijo Ícaro[12].

La importancia del concepto de máquina, lo muestra el empleo teológico de una idea de Aristóteles, la definición de que la divinidad original es aquélla que genera un “motor inmóvil”, para crear el primer impulso del mundo[13]. Sabemos que, durante milenios, la palabra motor se refería a un simple movimiento o a esa idea teológica, mientras que el motor mecánico es una maravilla moderna, propia de la industrialización.

Resumen previo de posibilidades

Cuando nos referimos más a la “máquina humana”, infinitamente más compleja y con tan disímiles posibilidades, porque la “nuestra” (en sentido de toda la humanidad pasada y por venir) es mayor a la pura suma de metales y mecanismos de una máquina cósica. Hablando de lo producido en esas interacciones repetidas tras lo maquínico, de entre tantos matices resultantes, hay que formalizar entre las clásicas tres posibilidades: negativa, neutral y positiva. Si toda máquina estuviese signada por su carácter maligno, la inferencia es pesimista y la humanidad está condenada, bajo los panópticos y sus variaciones distópicas. La pesadilla de Orwell es una máquina distópica que combina, la máquina de comunicación (la proyección del Gran Hermano), con otras muchas maquinaciones dedicadas a la guerra y la persecución de sus personajes; al final, es forman una enorme máquina, convertida en aparato[14]. Organizaciones de infelicidad, ajustadas a un gran aparato-Estado que devora todo, hasta el pasado que reescribe. Existe una fácil manera de comprender a la máquina como neutral según se mostrará adelante. Y también aparece la máquina de felicidad y, en suma, redentora. La ventaja que tiene el optimismo es que las máquinas tanto materiales como humano-materiales han presentado sus efectos desde positivos hasta gloriosos[15], que siguen presentes. La irrupción de la escritura como fenómeno de memoria, expansión de la comunicación a través de los milenios, fortalecimiento del intelecto también posee una correspondiente maquinaria que combina las fases de la repetición.

Las posibilidades de la máquina al presentarse extremas, se vuelven paradójicas, de ahí el temor de que los robots se vuelvan tan idénticos a los humanos, que sean indistinguibles, como lo advirtió Philip K. Dick[16].

¿Tenemos derecho a ser optimistas pensando que la máquina positiva terminará por convertirse en la figura exclusiva en algún lejano futuro o, al menos, tan predominante que represente una perpetuación alegre de la humanidad? Antes de resolver cualquier pregunta debemos tener la valentía de Kant para plantearla[17].

 

Antes de ver la máquina: animales y proyectiles

La máquina requiere ser percibida, pues aquello imperceptible escapa a la conciencia y a nadie le importaría tal “cosa en sí” (según la crítica de Kant). Hay que percibir un movimiento que, además, permanezca en identidad, y se convierta en la cosa (dura) en movimiento. Antes hubo animales veloces desplazándose (bestias, reptiles, caballos) o también proyectiles, la piedra de la honda o la flecha del arco. La percepción de la máquina avanzó lentamente. La simple piedra volando y golpeando al “gigante Goliat” revela una impresión fundacional para la máquina; es el efecto letal del viaje veloz y la dureza. Esa impresión ancestral que temblaba o gritaba de alegría ante el proyectil se repetía de maneras más finas, como cuando una flecha alcanzó el único punto débil del guerrero imbatible, Aquiles, en la Ilíada. Esa sorpresa y algarabía ante un proyectil arrojadizo anticipa la fascinación por la velocidad de las máquinas, el gozo por la velocidad y el desplazamiento que brindan las máquinas, de ahí un Manifiesto Futurista, que adora a la velocidad misma[18]. La velocidad irresistible ya se había experimentado en la cabalgata, integrándose el jinete, para pasar al caballero como el brazo armado de la velocidad irresistible.

Cuando la rejilla mental de Descartes estaba afinada, ya era sencillo observar a los animales siendo máquinas y al propio cuerpo como un mecanismo[19]. Con el avance de la ilustración y la “explosión” del maquinismo, también quedó más clara la diferencia entre el ser biológico frente al ser del maquinismo[20], identificándose el primero con los tejidos vivos y el segundo con la integración de metales, espacio de lo inerte[21]. En especial, el “maquinismo” durante los siglos XVII y XIX adquirió una materialidad prolífica generando las grandes fábricas, los medios de comunicación mecanizados y un sinfín de dispositivos que poblaron las grandes ciudades.

Larga preparación de las máquinas materiales y su explosión terrorífica

La fabricación de máquinas materiales eficientes tomó milenios en desarrollarse. Los logros espectaculares de los antiguos no alcanzaron a elaborar diseños tan indispensables como el “motor de combustión interna” que fuera eficiente. Por lo mismo, la transición de las máquinas del siglo XVIII al XIX provocó tremendas convulsiones, que revolucionaron a las sociedades, comenzando por Europa y Norteamérica hasta abarcar el planeta entero.

Sin escatimar elogios por las máquinas antiguas, cabe señalar que los logros de la antigüedad estuvieron más centrados en esfuerzos militares y en actividades inusualmente productivas, como los molinos, minería y navegación. En la antigüedad predomina el taller artesanal y la fábrica multitudinaria dotada de maquinaria no existe o resulta una rareza[22]. El genio de Leonardo Da Vinci anuncia la llegada de una época de máquinas, pero él no ve cumplidos sus diseños, que no pasan de juguetes y artificios transitorios.

A partir de la explosiva aplicación de la nueva ciencia a fines prácticos, la irrupción de máquinas fue incontenible. Los efectos negativos también llegaron con esa tremenda fuerza de irrupción de las máquinas. En sí misma, la máquina no es negativa, pero la novedosa fuerza que arrastra, con facilidad genera conflictos humanos de todo tipo. Aquí, nos interesa el problema de la producción, cuando simultáneamente crece la productividad de trabajo como nunca antes, acompañada de una patología productiva amplísima: jornadas agotadoras, ritmos de trabajo enloquecedores, enfermedades laborales, accidentes laborales terribles, etc. La máquina fue utilizada perversamente mientras se experimentaba cómo incrementar la productividad con ellas. A ese complejo fenómeno de irrupción de las nuevas máquinas en la producción y su integración en grandes fábricas se llamó la “revolución industrial”. De ese periodo se generó la visión de la gran fábrica, como una mega-máquina con designio de maldad. Incluso hubo movimientos populares violentos destinados a destruir las máquinas como la fuente de la miseria —siendo llamado “ludismo”, designado así por un personaje el “capitán Lud”— sucedidos en Inglaterra entre 1811 y 1816. Asumo, que transitoriamente la gran industria se podía identificar como una máquina de maldad.

Descanso: la jerarquía entre herramienta, máquina y aparato (de Estado, de sociedad)

Son tres evidentes pasos de complejidad indispensables para marcar el crecimiento de la complejidad. Las herramientas son la materialización de una mediación desde la mano hacia el mundo y viceversa. La complejidad e integración dan paso a la máquina, aunque en el nivel más simple pueden confundirse las 6 máquinas sencillas, con las herramientas. La palanca simple se cree que es herramienta, pero comienza a ser máquina, tal como lo muestra el agregado de complejidad de Arquímedes que debe agregar una ecuación para relacionar la distancia con la efectividad del manejo del peso. En el nivel superior está un aparato, aunque no siempre hay una diferencia tan clara con este paso escalado. Un ejército fuerte, visto como máquina de guerra, es capaz de asaltar y destruir a un aparato de Estado; asimismo, el Estado integra un conjunto de maquinarias, para definirse y ser robusto. El Estado puede abarcar a la sociedad, pero en estricto sentido, la sociedad es el límite más complejo. El gran avance de Adam Smith es mostrar con claridad que la economía forma un sistema, un espacio de relaciones con sus propias leyes. Al último nivel se le van a colocar los diversos rótulos, como economía, sociedad, mundo, planeta… El conector final que cierra o redondea el argumento cuando estamos hablando de algo.

Para Deleuze es muy clara la hostilidad entre la guerra vista como máquina, frente al Estado visto como aparato[23]. Curiosamente la hostilidad contra la empresa también es consistente con una ideología típica del aparato de Estado.

 

Máquinas de maldad (Maqmal)

Conforme irrumpió una época de opresión y maltrato dentro de la fábrica dickensiana del siglo XIX, entonces los espíritus sensibles de hoy, como millones de personas entonces se horrorizaron con el agravio a los obreros. Millones de lectores se indignaron por lo que denunciaban las novelas de Dickens y los otros medios impresos, justo con la masificación de los escritos[24]. Millones de personas a lo largo del siglo XIX denunciaron y intentaron generar una vacuna social contra tal operación dantesca. Algunos de los que denunciaron y buscaron alternativas se recuerdan como por su liderazgo filosófico como Marx y otros muchos de las tendencias liberales, socialistas, anarquistas o reformista lamentaron lo que acontecía en las fábricas y tomaron acción[25]. La miseria y horror alrededor de las fábricas del siglo XIX desencadenó protestas y hasta alzamientos revolucionarios, ejemplificados en las revoluciones de 1848 y la famosa Comuna de París[26]; pero también empujaron un poderosísimo movimiento de reformas que en unas décadas cambió la faz de las metrópolis europeas y, al voltear el s. XX, la faz del mundo industrial en todo el planeta.

Sin embargo, la “máquina del maltrato” no fue un invento capitalista, al contrario, la fábrica capitalista fue un invento de una empresa de transformación neutral (en el sentido ético[27]) en su proceso y de utilidad económica en su resultado.

La máquina del maltrato (maqmal) funciona bajo cualquier situación de poder desequilibrado dominada por alguna mentalidad enfermiza de su jefe. El campo de concentración nazi se convirtió en el modelo extremo más conocido de esa maqmal, pero no fue una invención exclusiva, y existen modelo simultáneos y casi idénticos: el gulag soviético; las prisiones opresivas; las galeras de marineros antiguos; las plantaciones de esclavos; las minas de encierro; los lazaretos de enfermos incurables; encierros de constructores para una muralla china (cualquier obra faraónica única y exigida desde una autoridad absoluta e inaccesible); etc. Conforme un poder incuestionable tiene la autoridad para concentrar masas humanas y someterlas a un designio irresistible, se abre la posibilidad de una maqmal. En la época victoriana (el siglo XIX) de Inglaterra se combinaron circunstancias que permitían a personas con suficiente dinero de disponer de trabajadores bastantes, para someterlos a designios de empleo, que funcionaban como maqmal. Un error de Marx y otros teóricos fue creer que la concentración de poder en una maqmal en las fábricas representaba la esencia de un proceso más abstracto que identificaron como una relación capital-trabajo. Bastaron unas décadas de luchas sociales y auto-contención moral en las élites inglesas para modificar los modelos y convertir las fábricas en sitios más productivos, menos opresivos y con resultados ajenos a lo que eran esas maqmal, de tal manera que la clase obrera inglesa se aburguesó y entró a una era de bienestar jamás antes conocida.

La mayor parte de la historia previa las maqmal fueron predominantemente ejércitos y agrupaciones de agricultores. Los ejércitos durante milenios se mostraron como evidentes destructores de los vecinos, muestra de maqmal para el contrario y una fuente de beneficios tremendos para el bando ganador.

Máquina neutral

Por su propia naturaleza la fábrica capitalista no es una maqmal, pues su objetivo sistemático es la obtención de un beneficio económico. Aunque dos tendencias creen que la fábrica capitalista contiene maldad intrínseca: la socialista radical afín a la noción de Marx de que el “hambre de ganancias” siempre espolea al capitalista hacia el abuso y la religiosa metafísica (algunas tendencias cristianas y anarquistas lo representan) que señala que todo interés material posee un pecado o una inmoralidad en sí misma[28].

De hecho, la historia económica muestra una rápida transición de la fábrica capitalista impulsada por la productividad creciente, acorde a un mecanismo favorecido por los mercados. La fábrica capitalista se muestra como moralmente neutral, ya que sus fines están perfectamente enfocados a la obtención de ganancia.

Las agrupaciones de trabajo no requieren tener tales compulsiones que se conviertan en maqmal, pues hay situaciones diferentes. El despertar de la humanidad, tan fácilmente idealizado, con las tribus de cazadores, merecería ser clasificado como una máquina neutral. El sencillo mecanismo de la división del trabajo, cuando los hombres salían a cazar de madrugada para atrapar animales esquivos, mientras ellos recorrían distancias a pie y empleaban rudimentarios arcos y flechas. La tribu cazadora de los bosquimanos todavía se encontraba operando después de miles de años con su mismo modelo tradicional. Mientras la “partida de cacería” típica de varones salía a enfrentar los peligros de la estepa o la selva para obtener carne y pieles; la organización hogareña de las mujeres, integraba un conjunto de actividades para garantizar la sobrevivencia de la tribu y, en especial, de los niños. A la tribu que sobrevive con sus costumbres transmitiéndose sin cambios de una generación a otra, se le puede considerar una máquina neutral (maqneu) o una buena por excelencia (maqbue) por excelencia del “buen salvaje”[29] de Rousseau, un “comunismo primitivo”, etc[30].  

Contrario a las ideas de “naturaleza esencial”, “eterno retorno”, “redención”, “milenarismo” y “renacimiento”, en Occidente se aceleró el tiempo histórico y adquirió protagonismo el concepto de Progreso, desde el discurso de Turgot[31]. Se requiere un sentido de avance de los tiempos, para sorprenderse que otros pueblos transitaran por los milenios sin cambial sus formas de vida[32]. A los europeos modernos, en algún punto de su itinerario histórico, sorprendió que las tribus siguieran semidesnudas en África y, desde la misma distancia, maravilló que los antiguos reinos se mantuvieran inmutables durante milenios. Autores tan diversos como Montesquieu, Hegel o Marx miraban al “asiatismo” como inmóvil en el calendario de siglos, con reinos paralíticos ante el viento del progreso. Por su parte, Marx imaginó un “modo de producción asiático”, como el secreto del inmovilismo oriental contrapuesto al dinámico europeo.

En el extremo de ese “inmovilismo asiático” (palabra simplificadora y prejuiciosa en este caso[33]) está el “sistema de castas” con el cual los hijos están condenados a repetir los oficios de los padres, de tal manera que por ley religiosa los puestos en una división social del trabajo se fijan inamovibles. En este sistema, el perpetuarse igual es el objetivo, de tal manera que la asociación colectiva entera deja de tener esa imagen vital cambiante, para tener el maquinismo fijo, más propio de lo inorgánico. Este ejemplo de dimensiones colosales en el sistema de castas, implica que la neutralidad dentro de un sistema se puede mirar como lo óptimo, de tal manera que la auto-perpetuación idéntica sea la ley.

Cuando una situación humana funciona (por los motivos que sea) la pregunta sería ¿para qué cambiarla? Las costumbres se hacen leyes, ese es un principio jurídico que ha funcionado a lo largo y ancho de la historia. Una máquina humana que funciona, con facilidad tiende a perpetuarse, conforme las costumbres se hacen leyes. Cuando la “máquina neutral” funciona tiende a consagrarse con las leyes y aparece su perpetuación.

 

Maquinas raras de los reinos antiguos

En un lejano pasado hubo fábricas que no tenían ningún objetivo de obtener ganancia. ¿Cómo fue esto? Cuando los grandes Estados antiguos tenían algún objetivo, debían también reunir hombres y mujeres para trabajar centralizados, separados de los demás, por sus objetivos: establecían sus maquinarias colectivas de trabajo. Dependiendo de la productividad, cultura, religión, etc. de esos antiguos reinos, las agrupaciones podían ser maquinarias colectivas. Lo usual fue que se reunieran grandes masas para construir edificaciones, obras hidráulicas, etc.

Conforme existió algún nivel de poder absoluto de monarcas, faraones o emperadores, las grandes agrupaciones de personas en dispositivos maquinales surgieron entre las texturas de los pueblos antiguos. Se mantuvieron como confinamientos aislados, sin modificar el ambiente de esas épocas, quedando aisladas grandes manufacturas, minas[34], concentraciones palaciegas[35] y, en especial, grandes concentraciones militares.

Un ejemplo peculiar de tales maquinaciones raras sucede con el harén como institución de los reyes antiguos. La ingenua (o imposible) pretensión de acumular el placer al servicio de un rey, se convierte en una agrupación de matrimonios y queridas, que además requiere de una protección extraña (el eunuco como equilibrio frente al exceso de placer dedicado a una persona única[36]). El diseño del harén es un fenómeno tendencialmente único para el reino, pues corresponde a una concentración de poder en una sola persona; aunque, se pueda copiar en pequeña escala (en las casas de los aristócratas y magnates con sus pequeños serrallos, más o menos ilegales o permitidos), y se reproduzca en la imaginación, al menos desde el punto de vista de la fantasía machista. Aunque el harén haya perdido su institucionalidad, a nivel de fantasía psíquica, se mantiene una leyenda popular del gobernante-amante sin límites.

El comer en común resulta una máquina universal, como la parte por donde escapa la alimentación de manera ordenada. La máquina consumidora nos permite desligarnos de un exceso productivista. La existencia entera funciona porque hay un consumo funcional y ordenado, donde la alimentación es uno de sus escenarios centrales. Platón le dio un papel importante al banquete en común para edificar una ciudad perfecta, siguiendo el caso de los espartanos, que afirmó era su ejemplo realista. El filósofo encontraba enormes ventajas a ese comer comunitario, donde explícitamente se disfruta simultáneamente lo que se ha ganado en producciones dispares. El restaurante es una derivación comercial del banquete, esa comunión mediante alimentos, y en ese sitio, se hace más evidente la operación mecanizada[37], con su paroxismo en la comida rápida.

 

Paradoja de la tradición marxista: paso de la maqmal a una máquina celestial en la industrialización soviética

Bajo la fantasía de una revolución que metamorfoseara en un acto dramático el carácter de las sociedades, el ala radical del marxismo se imaginó capaz de acelerar la historia, y que a golpe de velocidad revolucionaria serían capaces de convertir la pesadilla de la gran industria del siglo XIX en el paraíso socialista.

De la lectura directa de los revolucionarios rusos resulta palpable su ilusión sobre la transformación de los proletarios en ángeles dentro del ambiente de las grandes fábricas. Para los entusiastas bolcheviques —Lenin, Trotsky, Stalin, etcétera— las fábricas, mientras más grandes eran evaluadas mejores. El ambiente de metales engranados y agitación locomotiva fueron alabados como la incubadora el proletariado auténticamente revolucionario, en cambio las pequeñas explotaciones estaban ligadas a la pequeñoburguesía decadente[38]. Para dar nacimiento a un proletariado ficcional con las mejores cualidades la élite revolucionaria bolchevique esperaba sinceramente que las grandes fábricas parieran a obreros con una auténtica (o milagrosa) consciencia de clase, que conduciría a la URSS hacia un paraíso comunista[39]. En poco tiempo, esa idea se mostró insensata y los propios obreros soviéticos se rebelaban contra el Partido Comunista dirigente, por lo que fueron reprimidos violentamente y, para continuar controlándolos, se levantó un enorme aparato burocrático y represivo para controlar al país. En lugar de entregar las fábricas a la clase revolucionaria, los medios de producción se concentraron en las manos de dirigentes dóciles al gobernante en turno y acosadores de los obreros. Sin embargo, el apetito gubernamental por las obras industriales colosales terminó muchos años después de la muerte de Stalin. Durante décadas, los Planes Quinquenales que dirigían la economía de la URSS se esforzaban con levantar grandes industrias: acererías, minas, hidroeléctricas, etc. El panorama industrial terminó siendo parte de la competencia contra el entorno extranjero capitalista y elemento clave de la propaganda. La URSS buscó ser la mayor potencia industrial del planeta lo más pronto posible, movilizando el esfuerzo de la nación; recurriendo a la esclavización estricta de una parte del proletariado, mediante el sistema de campos de concentración y trabajo forzado, llamados gulags, que abarcaron hasta un décimo de la fuerza laboral del país[40]. En este argumento vemos, que bajo la utopía de “fabricar” o incubar a la clase obrera revolucionaria mediante una gran industria celestial, se seguía reproduciendo un modelo trágico y perverso de maqmal, una concentración de maquinarias frenéticas que atropellaba a las personas, mientras la presionaba para producir hasta el límite de sus fuerzas, hasta la orilla de la muerte. Pocos marxistas se preguntaron sinceramente el por qué tras reeditar un sistema fabril del siglo XIX, de él no salía el “hombre nuevo” liberado de cadenas, sino que resurgía el famélico proletario explotado[41]. El sistema soviético clásico terminó colapsado ante un Occidente capitalista que había crecido más y mejor en su economía. Aconteció el límite del derrumbe de 1989.

 

Entre reformismo, protestas y creciente productividad se fue disolviendo la maqmal empleada por el capital en Occidente.

La época clásica de la maqmal empresarial en las metrópolis europeas fue el siglo XIX, el cual rápidamente generó oleadas de protestas sociales. Aunque comienza antes, desde el siglo XVII anuncia una tendencia explosiva hacia la revolución industrial[42]. La introducción masiva y variada de maquinarias provoca más riqueza material junto con tremenda pobreza entre las masas. Esa era la primera época cuando la miseria dejaba de ser resultado directo de la pobreza productiva y la falta directa de productos naturales, para levantar una miseria artificial, cuando el aparato productivo generaba riqueza a manos llenas de una manera que jamás se había visto. Resultaba muy lógico que esa pobreza artificial provocara agitaciones sociales crecientes. En ese ambiente surgen las revoluciones sociales de 1848, que son el fermento de las ideas radicales de Marx y Engels. En ese ambiente su formó la Liga de los Justos que se convirtió en la Liga Comunista, que dio acceso a los jóvenes filósofos para actuar y consolidarse como políticos radicales[43].

En esa misma época hubo una efervescencia reformista de diferentes signos que colaboró muy activamente para detener los abusos de explotación cometidos. Y no es asunto menor señalar que fueron empresarios capitalistas quienes llegaron a encabezar el afán reformista para detener los abusos y la increíble miseria en las fábricas, representado en la figura reformista y filantrópica de Sir Robert Peel, quien impulsó las primeras Factory Acts y su hijo las amplió notablemente[44]. Los grupos políticos, incluso los más conservadores, se fueron sensibilizando ante el sufrimiento y las protestas de los obreros, por lo que fueron generándose leyes laborales y normas protectoras que mejoraron progresivamente las condiciones de los obreros y sus familias.

De hecho, las investigaciones de El capital de Marx están documentadas por las reformas e investigaciones in situ impulsada desde el gobierno inglés, para aligerar los padecimientos proletarios. En esa época, Londres y sus alrededores se había convertido en la ciudad más poblada del mundo, con más de un millón de almas. Las problemáticas sociales acumuladas en esa urbe eran impresionantes hasta en detalles como las fallas colosales del sistema de alcantarillado, incapaz de contener los olores y miasmas del detritus urbano[45].

Cuando Marx envejece, está despechado por el cambio en la clase obrera inglesa, que disfruta de un rápido aburguesamiento. El sujeto clase obrera real contrarió los anhelos del teórico, para que el desarrollo capitalista conduzca hacía un cambio de modelo social, encabezado por los obreros. En lo particular, el filósofo alemán traslada su esperanza hacia los demás países con economías menos avanzadas y con mayor potencial de crisis[46].

 

Ganancias: ¿Son buenas o malas?

Para el marxismo la fuente de la malignidad de la empresa provenía de su generación de ganancias, ya que Marx la explicó surgiendo de una explotación como un mecanismo compulsivo, donde el capital debe valorizarse mediante el empleo de mano de obra asalariada, que resulta un proceso forzoso e ineludible, que además presionará a “sacar máximo” provecho del empleado, con secuelas desastrosas. En ese modelo de ganancia están implicados los bajos salarios, aunque la teoría no excluye alguna coyuntura de alza salarial. La parte revolucionaria del marxismo tiene a un pronóstico catastrofista, pues la crisis es y será inevitable, así como las caídas del nivel de vida de los obreros, lo cual los empujará hacia la revolución social[47].

En este concepto marxista, el ganar harto dinero y la perversidad van de la mano, porque predomina un esquema mental de ganar-perder radical. Incluso, Marx cita explícitamente un dicho que señalaba que tras toda gran fortuna debe esconderse un horrible crimen[48]. En tal esquema de Marx, todo lo que gane el capitalista lo pierde el obrero bajo el concepto de plusvalía, por tanto, con una explotación laboral. Además, hay un viceversa: mientras más gane el obrero menos gana el capitalista, y Marx los mira como una máquina para la explotación al límite[49]. Otro agravante señala que el obrero permanecerá siempre como desposeído de los medios de producción y ahí surge el resorte de lo que Marx esperaba una “revolución racial”, por la ausencia total de propiedad entre los obreros[50].

El esquema de Marx de ganar-perder radical surge de una serie de errores teóricos importantes, que casi nunca se ocuparon de refutar sus adversarios. Los defensores del capitalismo se contentaron con agitar principios (libertad, propiedad privada, orden social) y echar en cara los malos resultados de las revoluciones sociales. La refutación de los errores requiere de un texto completo.

Desde un punto de vista práctico y elemental, las ganancias son positivas pues junto con ellas surge todo el circuito de distribución de riqueza y de bienes. Lo cual no implica que las ganancias proporcionen bienestar por sí mismas, como si generaran en automático justicia para el otro grupo productivo que no son los dueños del capital. La no ganancia marca un problema: la empresa no genera un valor excedente, queda como una pirinola girando en su mismo punto sin expandirse. La pérdida de la empresa, marca un problema mayor: indica que la empresa se debilita y tiende a morir. Por lo anterior, la ganancia es importante, su ausencia es la falta de pulso vital de la empresa y su suma en la macroeconomía se llama crisis. Curioso que los marxistas asuman que el crecimiento económico es un beneficio, pero imaginen que las ganancias generan una catástrofe perpetua.  

 

Continuo crecimiento, siglo XX-XXI

El crecimiento industrial terminó por facilitar un ascenso salarial y “moral” de la clase obrera en los países europeos, Norteamérica y otros polos. El mayor problema en el siglo XX permaneció en los conflictos bélicos y las dictaduras, que opacaron el problema social. El potencial revolucionario se desplazó hacia naciones atrasadas y hacia los grupos menos productivos, como las masas campesinas y los desempleados. En alguna medida, China repitió la experiencia de la URSS, pero en el país más poblado del planeta. Tras décadas de experimentos económicos fracasados de Mao, el gigante oriental reencausó hacia una transición al capitalismo controlado por el Partido Comunista[51].

Sin entrar en otros aspectos, ese siglo fue marcando el paso de la maqmal (negativ) hacia una maqneu (neutralidad); es decir, transición de un concepto de malignidad intrínseca de la empresa maquinal (maqmal) hacia una visión más neutral de la misma, sin tanta carga moral.

El molde inicial de la máquina buena

Con la aparición del modelo sedentario se transita de la trashumancia al asentamiento fijo, y ahí está el primer modelo de la máquina buena, bien apegada a los progenitores, en especial, a las madres. El sedentarismo se refleja en la casa, más que como simple construcción, como hogar, alrededor del fuego, reuniendo a lo generador con su generación en un vínculo estrecho. El signo proviene desde el mamífero, con el apego al pecho y la lentitud del periodo lactante, cuando las crías requieren de protección de los mayores. El manejo del fuego es clave para centrarse en un tipo de cubierta más confortable que la caverna, separada de las inclemencias.

Aunque el nómada posee un gran atractivo romántico y representa una forma de vida digna (o hasta un ideal[52]), eso no menoscaba que la fijeza al hogar revolucionó la condición humana; al contrario, al volverse inusual el nomadismo se potenciaron sus valoraciones positivas (gaucho, vagabundo de Chaplin) y negativas (forajido, pirata[53]). Desde tiempos inmemoriales los “sin techo” son parias de las sociedades, incluso los vagabundos son gente tan antagónica, que las leyes medievales prescribían el cazarlos.

El periodo del bronce facilitó que el hogar fuera más confortable: los muros de piedra lo hicieron más seguro; los textiles contribuyeron a hacerlo acogedor; las cosechas abundantes lo proveyeron; la cerámica lo dotó de provisiones y líquidos; una hoguera perpetua mitigaba el frío nocturno; las puertas y ventanas enrejadas o tapiadas vetaban a las fieras; etcétera. El domus de los griegos se volvió una maravilla para apegarse a la polis y defenderla de los imperios descomunales, como el de Ciro y Jerjes. Las pequeñas ciudades-Estado griegas se defendieron de enemigos mayores, hasta que cambió la correlación de fuerzas alrededor del Mediterráneo.

 

Las máquinas buenas

Las maqbue no requieren de serlo por completo, pues su calificación dependerá de a quién sirven y a quien perjudican, sus contextos y texturas, etc. Los astutos griegos despertaron al arte literario comprendiendo perfectamente esa ambigüedad con un “Caballo de Troya” resolviendo a su favor una guerra que se había estancado. Anoto que los antiguos griegos mantuvieron una desconfianza básica ante las máquinas tecnológicas, pero su apasionado avance en la astucia y el saber racional se acompañó de una proliferación de los principios maquinales.

Con ellos la ciudad adquirió nuevos sentidos y fue más habitable, colocando a la “máquina de imaginación” del teatro en el corazón de las ciudades resignificadas por la cultura griega. Gracias al texto escrito, la obra de teatro resulta reproducible y repite sus efectos, reuniendo a personas fijas con sus equipos (la troupe teatral) enfrentando a un auditorio siempre variable.

La aplicación de sus ingenios griegos también es paradójica, concretándose en una máquina de guerra eficiente, que condujo hasta la conquista del orbe conocido por Alejandro Magno; recordemos que la peor de las máquinas guerreras resulta angelical para los ganadores, además, que el desenlace de las guerras termina siendo una pacificación. Así, los romanos presumieron su “pax romana”, al redondear sus conquistas que convirtieron al Mediterráneo en su posesión exclusiva.

La contraparte de producir dolor y muerte está en el proyecto médico, también marcado por los antiguos griegos, que recopilaron saberes de la salud de manera sistemática, dando origen a una sapiencia de la medicina, desde Hipócrates. Hay que señalar que ese efecto de “máquina” de la medicina tardó en consolidarse. Hubo hospitales militares entre griegos y romanos, pero no una proliferación de hospitales como centros de salud, sino que unos pocos templos servían a esa función.

La expansión del cristianismo sí generó sus “hospitales”, sin embargo, quizá estaban más ligados a una visión de la piedad religiosa, que a prácticas curativas. De hecho, el hospital cristiano era una mezcla de “caridades” sin especialización definitiva. Anoto que al ignorarse lo básico en causas y transmisión de enfermedades, el juntar enfermos facilitaba la expansión de plaga, de ahí las grandes tragedias medievales de la peste negra y demás.

Hasta la modernidad que se estabilizan los hospitales y sus protocolos básicos asépticos y de cuidados. Quizá fue un problema de desconocimiento básico, pues al ignorarse la naturaleza de los patógenos básicos, como las bacterias, la medicina se mantuvo dentro de un espacio individual y casi mágico, limitado a la acción del médico.  

Ese fue un enfoque médico que tardó milenios en ser superado.

La aplicación de los saberes trajo la sistematicidad de la filosofía y la asociación en la forma de la academia y el liceo: organizaciones virtuosas para el saber, con lo cual aparece una máquina buena por los cuatro costados, modelo que revive en los sistemas educativos y universitarios.

 

Optimismo por las máquinas del futuro

La transición hacia el predominio de la máquina buena (una “maqbue”), prometida ingenuamente por los revolucionarios comunistas y vislumbrada por Aristóteles en el “motor inmóvil” sigue sin perfeccionarse. Hay nuevas indicaciones de arribo de una “maqbue” (tercer momento de la máquina) en la ficción optimista de una ciber-salvación y en teóricos como Alvin Toffler en su Tercera Ola, que atisba una tecno-estructura productiva, pletórica de posibilidades humanas. Toffler entiende a fondo a Marx y le ha trascendido de manera sorprendente, suponiendo que, si las fuerzas productivas cambian de naturaleza desde dentro del capitalismo, entonces una reconfiguración armónica y ética logrará el sueño utópico de reconciliación de los contrarios. La promesa de la “Tercera Ola” fue la irrupción benéfica de la ciencia y tecnología reconfigurando economía y sociedad, con más velocidad que la Revolución Industrial, con mejores resultados que la Revolución Socialista.

Algunas ideas de lo que sucede con las transformaciones industriales hacia un predominio de los servicios, han advertido la aparición de una tendencia angelical en las nuevas empresas. Quizá vuelve el mito soviético sobre la gran industria, aquí como el ensueño de Toffler sobre la gran empresa tecnoindustrial. En algún momento Apple coqueteó con adquirir ese papel de una corporación de nuevo modelo, con enormes beneficios hacia sus propios empleados en todos los niveles. La propia competencia capitalista, genera frenos para tales tendencias.

La genialidad de Asimov señaló algo tan básico al proponer que bastaban 3 simples reglas robóticas para reinventar a la máquina perfecta. Asimov utiliza la ficción, mientras exige muy en serio 3 sencillas leyes para la robótica, para que las máquinas futuras sean fuente de la alegría humana, tal como se muestran en “Yo robot”: “1. Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, dejar que un ser humano sufra daño. 2. Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un ser humano, excepto cuando estas órdenes están en oposición con la primera Ley. 3. Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta protección no esté en conflicto con la primera o segunda Leyes.”[54] Lo que se desprende de esas leyes es que habrá de predominar una “máquina de máquinas” —el gobierno del nuevo Salomón o el rey filósofo[55]— que totalice el proceso en sentido por completo positivo, reflejada en un conjunto —una utopía, una “Jerusalén celeste”[56]— que permita la sobrevivencia de la humanidad retada por sí mismo y sus efectos en el entorno natural.

La presencia de un tercer momento argumental, a manera de la sucesión tesis-antítesis-síntesis proporciona una redondez estética a este análisis de la maquinaria tecnológica en relación con la humanidad. Si bien, el inicio del siglo XXI marca una tendencia optimista basada en el crecimiento económico, las tensiones sociales y económicas siguen siendo intensas, como demostró la pandemia de Covid. Afirmar un repunte tecnológico de matriz positiva tampoco significa ignorarla fragilidad de las sociedades actuales. Bastó un nuevo virus letal para dar jaque al mundo y vino una clausura mundial por pandemia. La tecnología no se mostró disminuida, entonces el reto fue superado con asombrosa rapidez por la máquina-farmacéutica, una industria que en la imaginación popular desata temores.

Algunas modas intelectuales, como el llamado transhumanismo, al igual que muchas tendencias políticas, se basan en un optimismo tecnológico. La integración de sistemas de cómputo miniaturizados en chips dentro de la producción y la vida cotidiana es imparable. De su consistente conversión en máquinas positivas depende la vida misma de la humanidad futura.

 

 NOTAS:

 

 



[1] Deleuze y Guattari, El anti-Edipo y Mil mesetas. Jugando: “Escribir, hacer rizoma, ampliar nuestro territorio por desterritorialización, ex-tender la línea de fuga hasta lograr que englobe todo el plan de consistencia en una máquina abstracta.” Mil mesetas, p. 17.

[2] Por ejemplo, Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx, este último, desde su Contribución a la crítica de la economía política, para priorizar a la producción como el “secreto”, del “modo de producción”. Baudrillard intenta invertir ese ciclo al proponer una base desde el consumo, con una “sociedad de consumo”, centrada en manejo de signos (necesidades sociales), desde Economía política del signo y otras.

[3] Eurípides popularizó el medio mecánico para colocar un dios en el escenario. El concepto se amplió para el recurso artístico que resuelve un final difícil o una escena, donde la salida planteada resulta artificiosa o forzada.

[4] Deleuze, emplea el término “agenciamiento” para señalar que la clave es la unión básica de lo diverso, que genera efectos y arrastra, dando el fundamento secreto de las prácticas. En Mil mesetas.

[5] Hay un error curioso el creer que el “amor de pareja” se inventó en Occidente en alguna época, aunque se deriva, a veces, de una estructura ideológica. Por ejemplo, Denis de Rougemont, Amor y Occidente y Friedrich Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.

[6] En sentido estricto, aquí estamos hablando más de alegría como gozo que de felicidad; sin embargo, la palabra felicidad subraya la intensidad y prolongación de la alegría. La palabra alegría posee un tono más superficial y pasajero, mientras que la felicidad indica más la permanencia. En un sentido más estricto, la felicidad es un meta-estado trascendente, que no se limita al gozo y al bienestar.

[7] Hay antropólogos que argumentan en favor de una modalidad previa, mediante relaciones más laxas, menos integradas como parejas, suponiendo una especie de “comunidad sexual” previa. Engels lo imagina como complemento de una comunidad primitiva, en El origen… Pero hay mucho qué discutir. Wilhelm Reich intentó sacar conclusiones muy radicales y vincularlo a un “carácter orgásmico” no reprimido, en La irrupción de la moral sexual y otras obras.

[8] Safo de Lesbos reconocida como enamorada en los diferentes sentidos.

[9] En “Masa y poder”, Canetti relaciona el harén como un atributo asutoridad común entre los reinos antiguos.

[10] Veraza, Jorge, Marx desde la perspectiva de la vida, señala la desconfianza de los antiguos ante la tecnología.

[11] Platón en Cratilo, comenta Sócrates: “semejanza de los autores de tragedias, que en sus conflictos recurren a máquinas y hacen aparecer los dioses”.

[12] Esta leyenda refleja en la imaginación la época cuando la máquina resulta una excepción y su manufactura depende de un artesanado que no permite su reproducción. Los objetos son únicos e irrepetibles como una profecía de Delfos o un Caballo de Troya. Ese proceso lento de formación de las bases del maquinismo material lo describe Marx a detalle en El capital, hasta culminar en el capítulo XIII de la Gran Industria, como base tecnológica autónoma del sistema capitalista industrial.

[13] Santo Tomás en Suma Teológica, remite un esquema clásico de Aristóteles como sostén de varios niveles de sus teorías.

[14] El 1984 de Orwell ha mantenido su vigencia, y destaca entre tantas ficciones distópicas.

[15] La teología bíblica implica una graduación de máquinas cada vez más sofisticadas, comenzando por una “Tablas de la Ley” fijadas en piedra (casi, una simple herramienta moral en diez preceptos); un Arca de la Alianza, un arcón adornado con querubines capaz de arrojar la presencia divina como un rayo durante las guerras; un Templo de Salomón que funciona como habitación para Dios, por tanto, una “máquina” para repetir la presencia divina constantemente (en Crónicas y Reyes de La Biblia. Por más que el concepto de “milagro” si se toma con seriedad rompe con toda la naturaleza maquínica, por lo que es mejor que con el racionalismo Dios sea un supremo relojero, al menos un supremo arquitecto, que diseñó tan bien su Cosmos, que no requiera meter la mano ante consecuencias indeseadas de sus postulados. Véase Descartes sus Reflexiones metafísicas.

[16] Aunque el clásico de esa posibilidad

[17] Atreverse a saber es la clave de la Ilustración, desde la irrupción de Emmanuel Kant.

[18] Manifiesto Futurista de Marinetti adorando a la velocidad como un ímpetu casi divino.

[19] Descartes, Discurso del método y otros textos. Pronto se mira al corazón como motor, al brazo como palanca, al músculo como resorte, la nervio como línea de transmisión… La máquina aparece en el fragmento del cielo caído a la tierra.

[20] Aunque, en el juego conceptual se interprete al organismo vivo como una peculiar máquina química, que gana las cualidades para alimentarse, reproducirse, auto-moverse, etc. Véase a Monod.

[21] Algo del lamento sobre la enajenación, lo desplaza Sartre hacia lo inerte, incluso cuando el mundo material se resiste contra la actividad humana. Véase la Crítica de la razón dialéctica de Sartre.

[22] Quizá la ciudad de Naucratis, colonia griega en Delta del Nilo en Egipto, contaba con fábricas. Habrá que esperar estudios más detallados. Herodoto, Historias.

[23] Mil mesetas, capítulo Tratado de nomadología: la máquina de guerra. “pues la exterioridad de la máquina de guerra respecto al aparato de Estado aparece en todas partes, pero sigue siendo difícil de pensar.” Pp. 362.

[24] Benedict Anderson lo llama el “capitalismo impreso” como fundamento del nacionalismo clásico de los siglos XVIII al XX, en Comunidades imaginadas.

[25] Cole, Historia del pensamiento socialista, muestra las muchas corrientes de reforma práctica para mejorar la vida de los obreros (mujeres, hombres, niños) en las fábricas.

[26] Fernando Claudín, Marx, Engels y la revolución de 1848.

[27] La creación de las empresas no se basa en una motivación ética explícita, a diferencia de las instituciones religiosas, como los monasterios. La neutralidad de la empresa favorece su eficacia y eficiencia, permitiendo también sus abusos. La neutralidad se puede problematizar, pero no hay que falsificar la empresa bajo una obligación moral que no contiene. Horkhaimer, Dialéctica de la ilustración.

[28] Alguna variante del ecologismo forma una especie de religión-moral contra la tecnología.

[29] JJ Rousseau, Discurso sobre el origen de la desigualdad. Asimismo, este modelo supone que la naturaleza completa es una casa-máquina gigante que proveer con generosidad todo lo que requiera el salvaje; matriz para la visión de la ecología como una ciencia de la gran casa común.

[30] Que la máquina resulta calificada como buena, mala o neutral tiene mucho que ver con el enfoque del tiempo. Los antiguos creían que el pasado era la Edad dorada; los modernos adoran al presente y los revolucionarios idolatran la Utopía. Véase Mircea Eliade, Tratado de historia de las religiones.

[31] Fruto maduro de la Ilustración, el protagonismo del ideal de Progreso se convirtió en eje de las novedosas teorías sociales. Augusto Comte es el adalid del progreso como la cura a todos los males; mientras Marx metamorfosea ese avances del progreso, en una locomotora que llama “revolución”, a modo de una intención de aceleración.

[32] THOMPSON, Kenneth, Augusto Comte.

[33] Transiciones de la Antigüedad al Feudalismo, de Perry Anderson. El libro muestra el prejuicio de creer que lo asiático nunca crece, lo cual ha sido falso. Grandes periodos de crecimiento han sido protagonizados en los países asiáticos, como China, India y Japón antes del siglo XX; pero la mirada europea no lo captaba.

[34] La importancia de la minería con las complicaciones técnicas y hasta de salud que aparejaba, dio impulso al confinamiento y reglas separadas para grandes minas, donde se encerraban poblaciones con reglas separadas. DG hacen una interesante interpretación de las minas antiguas en relación con la contraposición de la máquina de guerra frente al Estado.

[35] La denominación “Ciudad prohibida” para el conjunto de edificaciones privadas del Emperador de China y su corte refiere a esa “maquinaria del poder”, que forma un ambiente cerrado. La idea de lo inaccesible de la cúspide de poder está interpretada en Kafka de variadas maneras como la novela El castillo y un cuento sobre China.

[36] Masa y poder de Canetti lo analiza como uno de los pliegues del discurso y fantasías del poder mismo.

[37] Virginia Wolf lo observa con perspicacia en Las olas.

[38] Trotsky en Historia de la Revolución Rusa, La revolución permanente, etc. Lenin: Obras escogidas en tres tomos, en especial, El imperialismo fase superior del capitalismo, Lecciones de octubre, etc.

[39] Las ilusiones de Lenin, Trotsky y demás son escandalosamente candorosas, por ejemplo, Historia de la Revolución Rusa de Trotksy. Véase Isaac Deutscher, Trotsky, el profeta armado y el profeta desarmado.

[40] Las estimaciones son muy variadas debido a la destrucción de documentos y a las obligaciones de la propaganda soviética. Anne Applebaum, Red famine: the Stalin`s war vs. Ukraine.

[41] Algunos sí lo llegaron a preguntar. Sartre miró un regreso de la enajenación de lo práctico inerte encabezado por el aparato burocrático, en su Crítica de la razón dialéctica. Marcuse descifró la permanencia de una “civilización industrial” sometida a una moral “tanática” (perversa) que imponía una producción insensata, en “El marxismo soviético”.

[42] Hobsbawm indica: “máquinas de vapor de Savery y Newcomen, que se remontan a los comienzos del siglo XVII podían ser y fueron utilizadas para una variedad de fines industriales mucho más amplia de lo que se pensaba” En torno a los orígenes de la revolución industrial.” P. 95. La más antigua es la máquina para bombear agua de minas de Savery, patentada en el lejano 1698.  

[43] Véase al admirador Franz Mehring en su monumental biografía, que propende a atribuir más al genio de Marx que a cualquier circunstancia. Deja en claro, el ambiente de ebullición político-social de 1848 que arrastra a los personajes en su ruta única.

[44] El padre conocido más como riquísimo industrial textil y filántropo, y el hijo del mismo nombre, Robert Peel, exitoso político, que alcanzó el puesto de Primer Ministro repetidamente.

[45] Poe enamorado del lado ominoso de Londres, lanza a un “hombre de la multitud” para aventurarse entre calles delirantes y ensoñadoras. Allan Poe, “El hombre de la multitud”. Cuentos completos, trad. Julio Cortázar.

[46] Marx-Engels, Correspondencia. Ruta mental que culmina con el giro de Lenin, donde la operación del partido agitando y aprovechando el descontento, sustituye por completo a la “clase revolucionaria·” y establece el predominio de los funcionarios, al mando de un Estado dictatorial con aspiraciones “comunistas”.

[47] Rosa Luxemburgo reclamaba a Kautsky la falta de consecuencia para mirar cómo llegaría el derrumbe del capitalismo, siendo que ella imaginaba que al desaparecer el “espacio exterior” al capital creciente, se caería el sistema. Por ejemplo, en La acumulación de capital y la polémica entre Luxemburgo y Kautsky en Reforma o revolución.

[48] Marx, El capital, tomo I.

[49] La historia concreta de países y empresas no señala hacia el extremo que planteaba Marx, ya sea por freno moral de los empresarios o por presiones del Estado, el sistema no se ha movido hacia mínimos salariales posibles.

[50] La repetición masiva de esta posición (el proletario como fuente de un movimiento de avance radical), ha opacado que resulte una afirmación tan paradójica. La paradoja que lo atrasado encierre lo avanzado. El último periodo revolucionario fueron las llamadas revoluciones burguesas, donde los ciudadanos (burgueses) que avanzaron más que los aristócratas, entonces sí impusieron cambios de adelanto. La relación fue clases avanzadas buscan cambios avanzados. En los periodos anteriores, las masas atrasadas apuntaban a seguir con el atraso de sus sociedades. En la historia precedente los más pobres no tenían porqué ser los más “radicales y avanzados”, sino las presas más fáciles de los líderes ambiciosos y del fanatismo religioso. El ala más reformista del marxismo dejó de creer en el “potencial revolucionario” de la clase obrera. Bernstein se terminó llamando revisionista y su obra central fue Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia de 1899.

[51] Esta confluencia está definiendo un extremo de la “sociedad de control” en China, modelo donde el Estado cuida permanentemente incansablemente al ciudadano. Lo que algunos teóricos comenzaron a cuestionar del capitalismo liberal se adelanta en China.

[52] Curiosamente, en el Antiguo Testamento, los pastores semi-nómadas (la estirpe de Abraham) son sistemáticamente más confiables que los pueblos agricultores (cananeos, egipcios). El romanticismo por el nómada se conserva intacto durante siglos, como en el Martín Fierro de José Hernández y toda la saga de gauchos.

[53] En la formación de la nacionalidad véase el espejo romantizado de los pueblos indígenas en sus variedades, en Bartra, La jaula de la melancolía.

[54] Esas leyes básicas se presentaron efectivamente en esa serie de cuentos, “Yo, robot”. Después Asimov agregaría una Ley 0, que se refiere al no daño de la humanidad entera.

[55] Platón lo señala a modo de argumentación, pero todas las tradiciones lo buscan. A contrasentido, la neutralidad amoral del gobernante en El príncipe, incrementa la eficacia, pero destila maldad.

[56] El pasaje de la Apocalipsis de San Juan que posee un sentido por entero positivo.