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lunes, 27 de julio de 2009

EFECTO DE LA INCERTIDUMBRE Y DE LA PARADOJA EN EL CONCEPTO DE TOTALIDAD





Por Carlos Valdés Martín

Parménides y la esfera del Ser
Uno de los primeros filósofos griegos afirma con claridad: el único objeto del conocimiento corresponde al Ser, el cual es único, completo, entero y sin partes. Al Ser lo define como una esfera gigante y perfecta. Esta única esfera es la totalidad y no se tocará jamás, solamente se logra contemplar a la distancia. Una esfera ofrece la mejor metáfora para revelar lo completo o indicarnos el ejemplo extremo de una totalidad, la cual erige ya una totalidad total. La esfera perfecta contiene completamente a sus partes, sin ofrecer fisuras, no permite que nada escape de su Ser. La esfera simboliza una cerradura geométrica, la cual no está abierta en ningún sitio, no contiene fisuras, no se le distinguen partes. Esa esfera perfecta imaginada por Parménides entrega la metáfora apropiada del universo cerrado. La imagen básica del universo entre los antiguos no se aleja de esta visión de una esfera, aunque los demás creían en una articulación de partes llamada “cosmos”. Lo peculiar de Parménides es su insistencia en el carácter cerrado de la única esfera, una definición donde el Ser queda ajeno al movimiento y la apertura, así, el movimiento y su contradicción resultan inaccesibles a esta definición del Ser. Tanta perfección esférica no facilita las descripciones, y nos mantiene alejado, simplemente como espectadores incrédulos ante una metáfora redonda.

Teoría del fondo y de la percepción sintética a priori
Frente a la redondez esplendorosa del todo esférico, como lo miró Parménides, las partes resultan una ilusión. Las partes, tan minimizadas, ya no ofrecerían la forma adecuada al conocimiento mismo. Ahora bien, dejando de lado el argumento de la esfera, diversos pensadores han quedado inquietos con la “parte” al percibir su carácter limitado. Esta limitación de las partes para conocerse yace en que cada parte remite a la siguiente y esa remisión a más partes resulta infinita. Una uña remite al dedo, el dedo lleva a la mano, y la mano regresa a los cinco dedos, a su vez los dedos remiten a las yemas de los dedos, y éstas indican las huellas digitales, las cuales se remiten a la identificación de las personas, etc. Este proceso de remisión continua de partes integra una propiedad esencial del conocimiento, el cual en cada parte encuentra una conexión.

Esta remisión a una cadena infinita nos llama la atención por el aspecto del tiempo. El pensamiento fácilmente se extravía en su sucesión temporal, pensando cuantos eventos anteceden a cualquier posterior. La cadena de las causas en el tiempo y en el espacio simplemente nos indica que la parte está remitiendo hacia el todo, pero como si fuera impotente para alcanzarlo. Bajo esta perspectiva nada se conoce aislado, pues para conocer verdaderamente una parte el único camino describe el viaje hacia el todo.

La concepción del “fondo” en la fenomenología de Sartre[1] revela la posición frente a la totalidad, pues cada parte singular adquiere significado por su posición en un fondo. Por ejemplo, el actor sobre el escenario declama una línea de Hamlet, y el público permanece callado y expectante. El acto aislado es una serie de frases de una persona, pero el fondo ya es el escenario, y la existencia de una obra consagrada desde siglos antes, y también el público que permanece callado, en complicidad de silencio y admiración para disfrutar de una obra de teatro. El mismo actor y diciendo lo mismo pero sin el grupo de espectadores nos revela otra perspectiva, pues describimos ahora un ensayo y no una representación teatral. Esta diferencia entre el ensayo y la presentación revela el fondo, la circunstancia completa, aunque el actor y el párrafo recitado sean idénticos.

Incluso cada concepto aislado ya es un conjunto, que desde su percepción misma estamos indicándole como integrado. Sin embargo, por momentos creemos en las partes aisladas, en los hechos cerrados, alejados de la totalidad, como un absoluto (aunque mínimo). Bien nos podemos imaginar algo funcionando como un grado cero del conocimiento. La parte aislada que operaría como una percepción en el aquí y ahora. Este aislamiento del hecho permite un conocimiento, aunque sea incompleto y sea precisamente parcial. Quizá existe el error de parcialización, de falta de remisión hacia el conjunto y de ignorancia de la totalidad. Podría ser un error de apreciación de momento, de provisional creencia de que una parte subsiste por sí misma, pero igualmente nos equivocamos cuando levantamos la mirada al fondo. No basta relativizar a la parte y apelar a un fondo o a una totalidad para alcanzar el saber, el fondo o impresión de totalidad también resultan engañosos[2]. Es como confiar en el actor representando a Hamlet, cuando hechizados por el momento, creemos que ese actor es el personaje y que el discurso está naciendo como inventado de sus hábiles labios.

Para Kant las categorías básicas del pensamiento (espacio y tiempo) se percibían directamente, sin una remisión infinita pues estaban en la conciencia sintéticamente y a priori, porque la remisión infinita de causas y de relaciones materiales (por otro lado evidente) a nada nos llevaría, sino a un cansancio infinito y a una parálisis, a la manera del ciempiés racionalista, cuando ya no podía caminar porque antes deseaba saber el movimiento angular de cada uno de sus múltiples pies.

Luego nihilización de los conceptos aislados, por tanto referencia a la totalidad... siempre
Cada concepto particular debe remitir a otro como su referente, su parte relativizadora, de tal manera que su aislamiento respecto de una totalidad conceptual es una ilusión. Una de las fórmulas más antiguas conocidas donde se sistematizó tal conciencia de la mutua determinación de los conceptos está en la determinación de los opuestos, en la teoría oriental taoísta, que sistematiza la relación entre antagónicos aparentes, conformando un sistema en armonía de contrarios. De esta manera, para la visión taoísta, el día y la noche, el frío y el calor, lo negro y lo blanco, lo masculino y lo femenino, el ying y el yang son complementos, y no se pueden entender separados; de hecho el conjunto de los conceptos de tal sistema taoísta son oposiciones que se complementan y que forman un conjunto polar, gobernado por la interacción dialéctica entre el ying y el yang, los principios universales.
El concepto aislado se disuelve progresivamente al carecer de sus referencias, incluso cualquier concepto científico, como una ley también es su marco de referencia y/o su condición de posibilidad. La ciencia occidental en principio ha buscado puntos absolutos por los cuales guiarse, de tal manera, que Newton buscaba una referencia universal en un espacio para todos los cuerpos y un tiempo para todos los movimientos. Precisamente el tiempo sería tal absoluto porque la ausencia de movimiento de los demás cuerpos indicaría que todavía transcurre el tiempo, sin embargo, esto debió de relativizarse y la física relativista llega a la conclusión de que el tiempo depende también del movimiento general de los objetos del universo, pues mientras más rápido es el viaje resulta que el tiempo avanza más lento. El espacio tampoco está tan quieto, no integra una medida invariable que siempre podamos medir con ayuda de distancias convenidas, sino que también está moviéndose, como lo indica la visión de un universo en expansión. En base a lo anterior, las leyes determinadas como la gravitación que establece una relación constante entre la masa, la fuerza de atracción y la distancia también debe remitirse a otros parámetros, no se puede quedar en su aislamiento; para el caso anterior, depende también de la situación del espacio y del tiempo, y viceversa también la masa del universo afecta al espacio y al tiempo.
Tratando de sintetizar con radicalismo, debo decir que el concepto que no se remite hacia su relativización y hacia los demás conceptos queda anulado por la falta de conexión con la totalidad. Claro que la conexión de cada concepto con la totalidad no es inmediata, no trae la gracia del cielo descendiendo, sino una relación particular, de concepto a concepto en un denso tejido de saberes; por lo mismo, dejó muy claro Hegel el campo de los conceptos cuando indicó que verdad es sujeto, el concepto es movimiento y la verdad es sistema y únicamente sistema. A primera vista, tales afirmaciones parecen arbitrarias, pero observándolas detenidamente comprendemos la conexión sujeto-concepto-verdad-sistema, porque nos describe el camino filosófico para alcanzar una totalidad de conocimiento.

La paradoja aritmética de la cantidad de variables necesarias para conocer la totalidad: todos más uno
Existe una paradoja matemática sobre la probable imposibilidad de conocer la totalidad, en el caso de que el conocimiento se defina como una variable (un hecho adicional) más del conjunto universal. Supongamos por un momento (una hipótesis simplificadora y práctica) que la totalidad por conocer no es infinita, sino posee una naturaleza finita, por ese lado se podría suponer que para cada hecho exigiría aplicar una variable de conocimiento, así estableciendo una especie relación de uno a uno en teoría de conjuntos: por cada hecho una única variable del conocimiento. Dada una totalidad finita entonces usaríamos conjunto finito de variables para definirla; para proponer un ejemplo simple ahora suponer que nuestra totalidad la integran siete hechos entonces necesitamos siete variables para definirlos. Si somos ingenuos con siete variables creemos que ya conocimos el conjunto, pero entonces surge el efecto de fuga, porque también el conocimiento agrega un hecho y luego se requiere de una octava variable-idea para captarlo y agrupar a la totalidad incrementada; sin embargo, esta octava variable-idea también implica un hecho y entonces para completar el conocimiento deberemos realizar una siguiente reflexión, generando una novena variable-idea para conocer a la octava, pero entonces el camino jamás termina, porque ya se agregó otro hecho al conjunto. Esto encierra una paradoja, mediante la cual cada paso de conocimiento se queda a un paso del conocimiento del conjunto. Claro, esta paradoja implica aceptar un modelo del conocimiento, básicamente del tipo analítico-racionalista al modo de Descartes, el cual sigue un “camino largo” para el conocimiento, deteniéndose en cada parte para avanzar. Esta visión resulta armónica con las ciencias naturales que avanzan por medio del estudio de los fenómenos particulares, donde la experiencia y sus hechos parecen reinar completamente. Las visiones más organicistas y dialécticas no tomarán demasiado en serio esta paradoja, porque se arman sobre conjuntos, y pueden creer en el milagro de un conjunto clave la de totalidad del mundo que se autodefine, como Dios (por ejemplo Hegel) o el proletariado revolucionario (por ejemplo Marx[3]),y un conjunto que se autodefine lo podemos denominar como un Absoluto.

La hipótesis de encapsulamiento de Pascal: Dios conoce todas las variables desde el inicio de los tiempos.
Si buscáramos una solución teológica a la anterior paradoja, podríamos suponer que Dios representa la inteligencia conocedora de todas las variables del universo, y así lo supuso Pascal, quien creía que Dios conocía el conjunto completo de las variables desde el inicio de los tiempos, por eso siempre los acontecimientos posteriores eran previamente conocidos desde antes del principio por la inteligencia divina. Este atributo de conocer completamente, en cada detalle desde el inicio hasta el final del universo, solamente se imagina como un atributo divino, y no ofrece una solución a la paradoja, simplemente, supone no existe tal paradoja para Dios.
El argumento de Pascal es llamado por Hegel la “hipótesis de encapsulamiento”, la visión de que lo nuevo está completamente contenido en lo viejo, de tal manera unas premisas contienen enteramente a los resultados, el resultado no agrega novedad, simplemente sucede después de las premisas. Esta idea de movimiento encapsulado aparece muy acorde con la física clásica de la mecánica, la cual supone que el movimiento (y todo lo material) se conserva íntegramente en una especie de inercia (no creo tan casual que entre los fundamentos de la física mecánica se encuentre la idea de Galileo de la inercia: conservación de la cantidad y calidad dirección del movimiento lineal cuando no encuentra oposición). Mediante la inercia una causa se convierte completamente en el efecto, la única diferencia reside en el tiempo transcurrido; así, por mecánica inercial el presente está encerrado completamente desde el primer momento del universo, y el impulso inicial marca el curso completo hasta el momento final, el cual no termina porque las causas siempre se convierten en efectos y éstos también son causas, así en una cadena infinita. Hegel estaba en contra de la hipótesis de encapsulamiento, aunque quizá la compartía parcialmente, pues la lógica hegeliana ejemplifica el desenvolvimiento de la Idea (con mayúscula pues también es Dios) desde su unidad más simple. El encapsulamiento atrae y repele al pensamiento con la misma fuerza ¿dónde está la novedad, la existencia del hoy? ¿de esta manera podemos olvidarnos de la fugacidad y su amenaza, mediante una visión del encadenamiento infinito?

Comparando la visión de Pascal contra el problema del autoconocimiento humano: la autodeterminación reflexiva es insuficiente cuando se radicaliza con la incertidumbre. Para la mentalidad de Pascal, y en general para la religión, imaginar un Dios conociendo todo de todo, de principio a final, no produce problemas, porque la definición de Dios no indica una existencia particular, pero el problema del conocimiento humano sí representa un saber particular, que brota de personas concretas. La paradoja de variables conocidas que terminan captadas todas menos una para permanecer a la orilla del conocimiento completo, incluso dibuja una paradoja bondadosa con la capacidad humana de conocimiento, porque existen otras fronteras interesantes al respecto. El conocimiento de algo y el conocimiento del acto del conocimiento son eventos diferentes, por lo mismo la auto-conciencia no implica sabiduría. La sabiduría la entendemos en el sentido iluminado: conocimiento instantáneo de las cosas, cuando la verdad en el momento de invocarse obtenemos. El conocer emplea como objeto algo externo, el autoconocimiento contiene el elemento interno, pero el autoconocimiento no abarca su propio acto y seguir caminando por el mundo, porque eso sería como atrapar la sombra. Por desgracia nuestro acto de pensamiento solamente cumple con una cosa a la vez, por eso no conoce y se auto-conoce simultáneamente, no toma conciencia del mundo y de sí en la misma intensión pensante[4]. Esta afirmación la comprueba radicalmente la teoría física de la incertidumbre. La visión de la incertidumbre física implica una radicalización: se desconoce el primer elemento, ni la partícula más ínfima del universo se deja atrapar por la mente, no se llega al conocimiento “concreto” ni de la partícula más elemental. La teoría de la incertidumbre física indica que no podemos saber concreta y simultáneamente la posición y el “momento” (fuerza y movimiento) de ninguna partícula del universo; entonces  sabemos solamente una de las dos cosas (posición o “momento”). Así, hasta la mínima partícula no se deja definir simultáneamente en su “aquí y ahora”, su ser particular o concreto escapa a la observación. Por descuido se puede creer que lo anterior cumple una rareza muy propia de las partículas elementales, las cuales que por su dimensión tan pequeña permanecen difíciles de observar, ya que en tamaños tan mínimos una intervención del observador afecta por su intervención a la partícula. Resulta correcto indicar que la observación de partículas atómicas hizo evidente que el proceso de observación afecta al experimento siempre. Pero este resultado se traslada a cualquier escala: el observador siempre afecta a lo observado. En una escala mayor se conserva esta regla: observar es afectar. Esto siempre ocurre pero en escalas mayores de observación por sentido común despreciamos el efecto del observador, pues no lo notamos o lo ignoramos, y además suponemos que las cosas del mundo ocurren de igual modo con o sin presencia de los observadores distantes[5].

Otra manera de introducir la incertidumbre dentro del terreno del conocimiento, está en el renacimiento de la visión dialéctica entre el productor y el producto, donde la mutua determinación genera un mayor grado de incertidumbre posible. En su práctica, el ser humano despliega un doble movimiento recíproco desde el productor al producto (la cosa terminada, el hecho, la economía, la institución) y desde el producto al productor[6], existe mutua determinación, sin embargo, las visiones sociales tienden a establecer la acción de uno solo de esto polos, preferentemente desde el polo del producto (la situación terminada, lo hecho, la estructura, el poder, la institución), pero si ponemos acento en alguno de los polos deberá recaer en el principio activo, el productor. Sin embargo, el marxismo ha tendido a poner el acento en el lado estructuralista, el predominio del producto sobre el productor, excepto en el discurso político práctico, como opción revolucionaria (el productor proletario) actuando sobre una realidad obsoleta (producto social previo).

El problema del Plan Quinquenal, contra la paradoja aritmética y el derecho de cada quien a decidir sobre su propia necesidad.
Ya indicamos que el conocimiento agregado mediante partes de la totalidad es un imposible debido a una curiosa paradoja matemática, porque el conocimiento mismo representa un elemento más de la totalidad, por eso se debe agregar una variable adicional al conjunto de las variables en el proceso de conocimiento. De por sí ya se representa como una tarea formidable o infinita el proceso de conocimiento de la totalidad para el ser humano. Cada acto del conocimiento también es una nueva variable para la apreciación del conjunto, en especial si tomamos la totalidad como un conocimiento vivo, con detalles y no como una vaga sombra, entonces cada acto del saber también agrega un dato nuevo. Al conocimiento de esta pantalla de computadora frente a mí se debe agregar el mismo hecho de que la conozco, entonces también debo aumentarle ese saber sobre lo que yo estoy sabiendo de la pantalla, y también a esa variable reflexiva le tengo que aumentar una siguiente reflexión, y así estamos operando por un camino de infinitos.
Pero lo que parecería mera paradoja del saber, también contiene sus implicaciones políticas interesantes, porque la visión estalinista de un Estado centralizado acaparando la capacidad rectora para organizar la totalidad de la economía mediante un Plan Quinquenal posee una clara conexión con la interpretación del saber y su círculo. Esta Plan pilotaba una línea política de desarrollo económico la cual intentaba integrar a cada una de las unidades productivas de la nación en base a objetivos específicos y metas de producción, de tal manera que se generaran los productos suficientes para cubrir las necesidades de la población y la misma producción. Dentro de este Plan Quinquenal destinado a procurar esa producción global coordinada se exige conocer de inicio las condiciones previas de producción y las necesidades existentes de la población. Pero temas tales como potencias y carencias no contabilizan meros hechos desnudos, también son valoraciones de los hechos, de tal modo cada el conocimiento del hecho altera el mismo hecho, además del saber existe ya un círculo de condiciones, donde el conocimiento del hecho se refuerza con una valoración del hecho. Para mostrar esta cuestión en su plano más radical, también debemos considerar que cada “hecho” conocido en este Plan se convertía inmediatamente en una obligación de la dictadura política; porque lo determinado en el Plan se obligaba a cumplir inflexiblemente, de tal manera que la producción y necesidades durante el curso ulterior del Plan debían de adaptarse a los supuestos originales. Insisto, en condiciones de dictadura el Plan siempre de cumplía, o al menos así se determinaba en la ficción del discurso político dictatorial.
En ese sentido el Plan Quinquenal institucionalizaba una “cama de Procusto”, personaje legendario de los antiguos griegos quien recibía en su casa a los viajeros del camino, luego los acostaba en una cama y los amarraba mientras dormían; si la longitud del cuerpo del viajero resultada larga les cortaba lo que sobraba de sus pies y si la longitud del cuerpo quedaba corta entonces los estiraba en un potro hasta desmenbrarlos. Una falla lógica nace de suponer en el Plan que lo conocido inicialmente (por la élite dirigente de la dictadura) es ya la totalidad real y entonces la realidad en curso se debe adaptar a un conocimiento suficiente de la misma. Por desgracia el conocimiento sintético inicial sobre el cual se pudiera establecer en un Plan es insuficiente, pero la arrogancia de la dictadura supone que posee el conocimiento de la totalidad económica, al mismo tiempo dicho el Plan Quinquenal sustituye políticamente a la verdadera totalidad porque la población soviética (la verdadera totalidad de sujetos vivos) debía de someter sus necesidades y capacidades a lo predeterminado en el Plan. Además formulado por seres humanos de capacidades intelectuales limitadas, en caso de una falla conceptual en la formulación de un Plan (que además falla forzosamente porque no refleja completamente a la totalidad móvil de una sociedad porque esa es una operación intelectual de naturaleza infinita), después la falla de política económica crece hasta ser enorme. La falla inicial se magnifica y queda enorme, porque viene la justificación del Estado dictatorial, que se impone a sus ciudadanos en la determinación de sus necesidades vitales. Por ejemplo, el Plan se supone resultado de la agregación e inclusión del conjunto de las necesidades básicas de la población, pero cada individuo particular es quien vive su necesidad, y entonces si el Plan determina que la necesidad de vestirse se satisface con la confección de chamarras moradas, entonces cada individuo particular debe reprimir su necesidad particular de vestirse diferente para usar alguna de las chamarras moradas que fabricaron durante la operación del Plan[7]. El individuo como particularidad es una parte verdadera e irreductible de la totalidad social, su supresión por medios políticos es una simulación conceptual y una tragedia política.

La imposibilidad del conocimiento como suma de variables aisladas: el tema del grano de sal de Sagan.
El conocimiento vivo, hasta donde sabemos solamente se presenta en la cabeza de personas vivas, pero la suma de variables durante el pensamiento es limitada aunque sea muy grande, mientras el cúmulo del universo se nos ofrece como un infinito. Incluso si deseásemos conocer completamente conjuntos más acotados como la historia de un país también estaríamos antes cúmulos de información tan grandes que los estimaríamos infinitos. Por fortuna existen elementos de generalización o de síntesis integrando el conocimiento que nos permite abarcar mucho aunque no apretemos tanto. Para recibir un concepto adecuado del átomo no es indispensable conocer todos y cada uno de los átomos existentes en el universo en su particularidad; para integrar tal concepto del átomo hacemos una serie de generalizaciones, que nos permiten establecer la interpretación más próxima a su comportamiento íntimo. El conocimiento humano por la vía de la suma de las particularidades aisladas es sencillamente imposible, y Carl Sagan[8] presentó una sencilla metáfora, mediante la cual nos dice que el número de átomos enlazados de cloro y sodio en un grano de sal es semejante a la cantidad de conexiones neuronales del cerebro, base fisiológica posible de la cantidad máxima de información que pudiésemos procesar, por lo tanto se requeriría del cerebro completo para “conocer” un grano de sal, átomo por átomo. Esto significa que un método ingenuo de simple agregación de información nunca alcanzará para conocer ni siquiera un grano de sal. Afortunadamente existe la capacidad de síntesis y para nuestra interpretación del universo nos basta una definición más lejana de un grano de sal, sin incluir cada una de sus conexiones internas, por lo eso nos conformamos satisfechos con saber sobre el tipo de átomos que lo conforman (cloro y sodio), cómo operan sus enlaces químicos, sus propiedades químicas básicas (se disuelve en el agua), sus cualidades gastronómicas como saborizante (agregar una pizca en los alimentos), su efecto en el cuerpo humano (no excederse en el consumo de sal), una descripción de su forma, su situación en el mundo (el grano está en el salero), su situación económica (se produce en tales lugares, cuesta tanto), su utilidad posible (usos industriales), etc. El conjunto de informaciones relativas pertinentes o interesantes (lo que nos podría interesar) no resultan abrumadoras ni infinitas, la síntesis resulta viable, incluso el mismo término “sal” fue empleado como sinónimo de la esencia[9], entonces que el grano de sal nos sirva como recordatorio para alcanzar lo esencial.
Sin embargo, el grano de sal ejemplifica a un objeto externo el cual no nos interesa tan radicalmente como otros argumentos, por lo que la interpretación no exige tanta minuciosidad y especificación. Una sugestión indica: el salto de la cantidad a la calidad están en la interioridad, porque cada enlace entre el cloro y el sodio a nuestra distancia exterior humana nos parece idéntico, pero esa identidad indiferente no se aplicaría a un matrimonio. Mientras con el cloro y el sodio nos parece que “en la noche todos los gatos son pardos” bastándonos saber lo básico, resultando indiferente si este o aquel átomo de cloro se juntó con este o aquel átomo de sodio. En temas cercanos no aceptamos el mismo criterio para la relación marital. Para uno mismo jamás concluye el mismo desenlace con esta o aquella pareja. Además no nos parecería suficiente para la vida de pareja saber lo relativo a los enlaces químicos, las propiedades atómicas, y demás. El conocimiento relevante de la sal y el conocimiento de una pareja son de naturaleza completamente distinta. A partir de la “interioridad”, de nuestro involucramiento en el conocimiento, cualquier detalle se va a convertir en lo más significativo.
Para el conocimiento externo del tipo “grano de sal” podemos “ahorrar variables” y nos basta con un conocimiento externo para estar satisfechos con la captación del fenómeno. El resultado del “efecto paradoja” donde el conocimiento humano agrega una variable más al conocimiento será poco relevante para este tipo de saber. El efecto de la incertidumbre, mediante el cual la existencia del observador afecta al objeto, también nos parece poco relevante para el grano de sal, y aunque sea muy significativo este efecto lo dejamos como suspendido, como entre paréntesis, porque estamos demasiado acostumbrados a ese efecto del observador.

La totalidad concreta como ideal de método. La paradoja de la incertidumbre interroga este ideal. Pero la totalidad es clave de la existencia material: casos de partículas polares y de inercia.
Ahora bien, recordando lo mejor de la teoría de la “totalidad concreta” tal como la expone la versión elegante de Karel Kosik[10], la interpretación de la exigencia intelectual de la “totalidad concreta” no es pretender un conocimiento de la suma de todas las partes, o sea, no implica saber “todo de todo”, porque eso ya constituye una imposibilidad. Precisamente, uno de los temas favoritos es la existencia de la totalidad misma como perspectiva diferente de la suma de las partes, y esto porque (tal como se comentó desde el inicio de este escrito) siempre se piensa mediante conjuntos, y por lo mismo el saber suena a cáscara vacía si ignoramos el conjunto, donde radica la vitalidad el horizonte completo. Este asunto del conjunto también se presta a paradojas, porque el conjunto sin parte es nulo, es ficción y por ello Kosik debate en contra de la falsa totalidad, la totalidad “hipostasiada” supuestamente a la manera de Hegel (aunque el filósofo alemán no pertenece estrictamente a tal definición), porque la totalidad ahí se opone a las partes como su condición absoluta, a la manera de un Espíritu Absoluto opuesto a sus partes. En este sentido la “totalidad concreta” aporta más que un dato adicional a la colección de datos del saber, sino que ofrece su clave de interpretación, porque la “totalidad concreta” incluye una generalidad articuladora de las partes, digamos cartesianamente: emana la luz de la razón. En sí la integración de la “totalidad concreta” es un conjunto articulado de conocimiento de la realidad, que permite enfocar “concretando” a las partes; esa es la armonía conceptual ofrecida a las partes, su hogar auténtico. A la vez, que la “totalidad concreta” parecería proporcionar una solución a la paradoja del “dato adicional” también es un reforzamiento de la misma paradoja, pues si para saber concretamente debo de articular una totalidad, esta articulación ya de suyo parece una tarea prácticamente infinita. Es una tarea infinita, porque el saber de las partes altera el marco total, y exige una labor deductiva; después el camino inverso también se presenta como infinito porque después estamos interpretando a las partes desde el universo para formar la “totalidad concreta”. Entonces al reconstruir los segmentos desde el conjunto resulta que también estamos en otro camino infinito, pero luego se debe reciclar este camino circular, al menos, por cada reconsideración de partes significativas que agreguen densidad relevante al campo del saber.
Bajo tales consideraciones el camino del saber parece un infinito, pero falta todavía agregar el elemento final disolvente. Si las particularidades fueran una colección de cosas claras y distintas que conocemos precisamente aunque su número sea enorme de cualquier manera el desafío para la interpretación es simplemente un asunto de cantidad. Ahora bien, la partícula elemental del lado “concreto” de la “totalidad concreta” es demasiado huidiza; el tema de la incertidumbre, agrega una limitación al saber muy peculiar, vale decir, hasta una limitación radical. La incertidumbre física sobre la determinación “concreta” de cada partícula agrega un grado de indeterminación tan radical, que concluye en este callejón de indefiniciones: cada partícula puede hacer “casi cualquier cosa”, incluso alcanza a desaparecer brevemente del universo conocido y reaparecer desde la nada. En ese sentido la existencia particular de cada fracción infinitesimal de la materia, se ahoga en una indefinición, por eso el saber del mundo material ya no inicia desde algo “concreto”, sino como una aproximación hacia un enjambre incierto basado en las impresiones. Además la partícula no existe ahí bajo la vista y permaneciendo indiferente a la existencia del observador, porque su comportamiento de partícula será radicalmente diferente según quede observada o pierda esa mirada externa. Si la partícula misma no existe estable y definida en el fondo material, la construcción de una “realidad objetiva” resulta una ilusión peculiar, que defino así: la ilusión de creer que lo visto permanece como realidad cuando deja de mirarse. Bajo esta definición, materialismo-realismo significa confianza en la conservación del entorno; materialismo consiste en la fe de que mientras dormimos el universo espera plácidamente e inalterado hasta nuestro despertar, y materialismo es creer que al morir las estrellas conservan íntegra su trayectoria luminosa hacia el lugar donde estuvieron abiertos nuestros ojos.
Dadas las anteriores consideraciones, la “totalidad concreta” indica más una intención científica que la estructura del mundo, porque la presuposición de objetos reales inalterados, trabados establemente en su conjunto total no resulta tan cierta. Sin embargo, posee un curioso mérito, porque la integración total del mundo existe más arraigada que lo indicado por las visiones empiristas; por eso la teoría de la “totalidad concreta” indica una línea crucial de investigación. Para una interpretación más empirista solamente se enlaza lo que efectivamente se toca y así obtiene una interrelación efectiva. Sin embargo, la materia del universo “sabe” de la existencia del resto del universo, de una forma que parece desconcertante. Esto lo encuentro argumentado por el libro de Gribbin[11] en dos pasajes interesantes. En el primer pasaje, está una revelación de una propiedad sorprendente de los fotones, que cuando nacen en pares polarizados y se lanzan a distancias, la pareja reacciona a los cambios enormemente distantes de su par; esta propiedad de la operación de los fotones nacidos en par, implica una conexión constante a la distancia que supera la velocidad de la luz, el límite teórico de interrelación particular en el universo. En suma una partícula puede quedar conectada a distancia con otra por medio de un mecanismo que desconocemos completamente y cuya interpretación desafía las visiones de conexión mecánica. El segundo, se encuentra en una reflexión de sorpresa respecto de una de las primeras y más viejas leyes físicas, la inercia anunciada por Galileo, quien asentó que una fuerza aplicada a una materia tenderá a mantenerse en un movimiento rectilíneo si no encuentra fuerzas opuestas que alteren su camino. Siendo esta afirmación la más próxima a la evidencia inmediata de los impulsos inerciales como los movimientos de proyectiles luego no cuestionamos que la inercia marque una relación extraña, precisamente, porque al moverse en línea recta inercial la materia “sabe” cuál es la posición del resto del universo, como si tuviera determinado un espacio absoluto, cuando sabemos que el conjunto de sus marcos de referencia materiales, como son las masas gravitatorias de los planetas, sistemas solares y galaxias están en un continuo movimiento curvo por el universo. También en este caso la partícula material está percibiendo su relación con el universo, aquí respecto del espacio absoluto circundando su entorno.
En estos dos ejemplos de la física destaca la importancia enorme de la relación del conjunto respecto de las partes, donde el comportamiento particular, empíricamente concreto, parece absolutamente inexistente sin su relación con el conjunto, su determinación de la totalidad. En ese sentido, claro que soy un partidario espontáneo de la referencia a la “totalidad concreta”, y que se mantenga un ideal científico de comprensión de los conjuntos, pero eso también exige definir la relatividad de los conceptos que suponemos integran la totalidad misma. La interpretación radical de la incertidumbre ataca más duramente al “principio de realidad” que al de totalidad, pero de alguna manera ambos principios han crecido históricamente juntos, y en la intuición los mantenemos unidos.

Lukács ataca a la totalidad hegeliana ¿pero la suya supera la totalidad hipostática? La paradoja del espejo-libro de Ende
El objetivo de adquirir el punto de vista de la “totalidad concreta” resulta plausible, pero su enunciado tan pretencioso puede ahogar el pensamiento, como lo demuestra el mismo Lukács, en sus interpretaciones de la literatura de vanguardia, cuando pretende criticar y desacreditar a los autores de la llamada vanguardia literaria como Kafka y Musil, oponiéndolos al estilo del realismo crítico de Thomas Mann. A Lukács la vanguardia literaria le parece personificando simplemente un “carnaval de la consciencia fetichizada”, y en ese gran saco de papas mete a una abigarrada colección de autores sin afinidades recíprocas, ni visos mínimos de integrar una unidad literaria. En el término “vanguardia” notamos que ahí se reunía una colección variada de nuevos estilos, rupturas formales, nuevas preocupaciones, paradigmas de un individualismo sicológico más radicalizado, ataques de incoherencia, rebeldía ante lo establecido, contestatarios con imaginación, etc. En general, a Lukács le parece que el denominador común de la “vanguardia” literaria es un individualismo que se desgarra de su contexto y ese desgarrón respecto del contexto lo traslada de las categorías filosóficas (escapar de las exigencias de la “totalidad concreta”) hasta los criterios estéticos; él solamente acepta (como estética y políticamente correcto) al individuo ubicado en su contexto, para dibujar su libertad como “posibilidad concreta”, para lo cual el individuo se debe mantener dentro del horizonte de una totalidad realista, manteniendo una función cognoscitiva de la estética (una literatura que conoce lo real). Así, para Lukács, únicamente, es válida la literatura cuando mantiene al personaje realista engarzado claramente en su contexto, de tal manera establece el canon de la percepción de lo real, una imagen viva y refleja de lo que el científico social procura hacer con la “totalidad concreta”. El análisis de Lukács no solamente es infortunado por su fusión y confusión entre saber teórico y literatura. Además también implicó una ausencia de sensibilidad ante las contribuciones críticas de un autor notable como Kafka, quien le parece a Lukács encerrado en el pobre horizonte de lo particular, por la imposibilidad de integración de una “totalidad concreta”. En la preocupación de Lukács gravitaba una consideración política, pues le parecía que el individuo aislado se condenaba a la impotencia, por tanto también planteaba la exigencia de integrarlo en una totalidad, su engarce en lo concreto.
Dando uno salto hacia lo biográfico, recordamos con Mészaros, que la totalidad de la historia no se aferra directamente y así el individuo recurre a una mediación, y esa mediación se convierte en su representación por excelencia de la totalidad. Reitero, para el individuo histórico una “mediación” (término en el que puede caber un partido, una iglesia, un lider, un Estado, un país…) le parece como la encarnación directa de la totalidad. Recordemos que en su vida Georg Lukács, repetidamente, tuvo que luchar primero y adaptarse luego al estalinismo, someterse a ridículas autocríticas por la radicalidad de sus ideas filosóficas, adaptarse a un entorno político “comunista” que él creía representante único de la totalidad en curso (la llegada del socialismo proletario). La paradoja teórica implica que Lukács se somete a la totalidad hipostasiada por excelencia, al Estado dictatorial, cuando pretende que su método filosófico marxista ha superado esta antinomia hegeliana. Por desgracia, en la práctica, él se demuestra más “hegeliano que Hegel” en su sometimiento a una totalidad cosificada, bajo la figura del Estado cosificado sustituyendo al proletariado revolucionario. Dada la brillantez de Lukács debemos acotar la facilidad con la que la exigencia de una “totalidad concreta” se convierte en su contrario directo: la totalidad hipostasiada, donde una falsificación del Todo somete a lo particular, y esto ocurre en muchas dimensiones: Estado somete a individuo, pasado somete a presente y este presente somete a futuro, relación cosificada somete a praxis histórica, ley somete a ímpetu revolucionario, etc.
Sin embargo, la paralización de la vida por medio de una totalidad preconcebida del Estado también cae en una empresa absurda, por la misma operación intrínseca de delimitación de la totalidad, porque se debe constituir un círculo para atraparse la cola. Si el estalinismo en nombre del futuro libre se dedicaba a esclavizar el presente, su operación conservadora (o reaccionaria) no poseía la sencillez de las sociedades agrícolas conservadoras, sino que tenía el problema profundo de la detención de un ímpetu indetenible, porque la operación misma de frenado ya es un movimiento hacia adelante. En términos marxistas la dictadura estalinista es una operación de freno de las fuerzas productivas en curso, pero de tal manera baldada para paralizar completamente el curso, so pena de su aniquilación. Una metáfora literaria refleja este tipo de imposibilidades, cuando en la Historia sin fin de Michael Ende describe el encuentro del personaje con un libro mágico, que le indicaba en su lectura que el personaje leía su lectura en un libro que describía su asombro por estar siendo leído en un libro que describía su asombro... y así continuada describe el reflejo de espejos cuando regresan las imágenes. En cierto sentido, la empresa política de capturar la totalidad, de antemano está destinada al fracaso porque la totalidad no se deja atrapar por una parte, especialmente, por una minúscula camarilla política encumbrada. La captura de la totalidad implica la empresa dictatorial, y por cada medida dictatorial también está obligada a reforzarla, por lo que su cadena nunca encuentra término, sino que termina siempre en su propia aniquilación por la totalidad viva (los ciudadanos vivos, ansiosos de más libertad) la cual no se deja atrapar jamás.

Conclusiones
El conocimiento no puede avanzar sin la existencia de problemas, porque el pensamiento se paraliza sin el desafío del misterio y de lo desconocido. El descubrimiento de la importancia de la referencia constante hacia la totalidad es una aportación crucial de la filosofía, y ha tenido una significación especial en las obras filosóficas cumbre del marxismo. Será de gran importancia reexaminar a filósofos como Hegel y Lukács. Sin embargo, la importancia de un tema no permite la paralización dentro de resultados agradables y herencias de abolengo. En lo precedente he querido jugar al ácido corrosivo de los problemas. Espero que haya quedado suficientemente claro la importancia metodológica de las interpretaciones de la totalidad concreta, y la sofisticación de su interpretación. Pero el materialismo en general y la interpretación de la totalidad concreta en especial merecen ser desafiadas a duelo por algunos problemas intelectuales.
El efecto de la paradoja donde el conocimiento humano agrega un elemento más es importante en ciertos campos, sobre todo, cuando se pretende cerrar el conocimiento y la acción. El caso del Plan Quinquenal es el tipo de caso donde es completamente relevante, por cuanto el conocimiento de elementos adicionales a un plan total puede alterar radicalmente el horizonte y hacer fallar el sentido mismo del plan. La paradoja de un elemento más exigiría que se contara con un Plan del Plan, y después con un Plan de Plan del Plan.
El tema más desconcertante es el cuestionamiento al “principio de realidad” implicado en la incertidumbre y en la cuántica emanadas de la microfísica. Como el tema ataca demasiado las convicciones ordinarias se corre el riesgo de caer en demasiados tecnicismos explicativos. La incertidumbre cuestiona ciertos supuestos de materialismo espontáneo, y en esa medida, cuestiona a la “totalidad concreta”.
La unidad del efecto paradoja y de la incertidumbre implica una acotación de límites a la certeza intelectual, pero también creo que son un importante estímulo para el desarrollo de las investigaciones, precisamente, para revelar la naturaleza general del conocimiento humano y las posibilidades del método.

NOTAS:


[1] SARTRE, Jean Paul, El ser y la nada.
[2] KOSIK, Karen, Dialéctica de lo concreto. No basta una percepción de totalidad, además hay que perfeccionarla y realizar una investigación correcta de cada parte.
[3] Las consecuencias filosóficas puras las extrae Lúkacs en su visión de que el marxismo establece la identidad del sujeto-objeto con el proletariado revolucionario. Cf. Historia y conciencia de clase.
[4] De forma lateral, por efecto de las referencias y del no-aislamiento de las ideas, sí hay tal relación, cuando conoces afuera encuentras lo de adentro, el autoconocimiento, y viceversa. En ciertos campos, como en la sicología, cuando el Dr. Freud analiza a Ana, descubre algo valedero consigo mismo, y viceversa. Pero no confundamos los momentos.
[5]Estas aseveraciones permiten alcanzar hasta interpretaciones tan fuertes como negar la “hipótesis realista” de la estructura del mundo. De tal modo, sin la existencia de observadores no se obtiene ninguna conclusión sobre la estructura del mundo. Cf. GRIBBIN, John, En busca del gato de Schröedinger.
[6] KOSIK, Karel, Dialéctica de lo concreto, p. 75
[7]Solamente, se puede suponer una forma de operación racional de un Plan económico del conjunto de una sociedad, a condición de contar con mecanismos de corrección constantes, que respondan a los movimientos de la población que aplica ese Plan, es decir, solamente puede haber un Plan económico racional a condición de que existe una enorme y efectiva democracia, que puede integrar el conocimiento desde las partes.
[8] SAGAN, Carl, Cosmos.
[9] BACHELARD, Gastón, La tierra y los ensueños de la voluntad. . Incluso los alquimistas identifican la sal con la quintaesencia, creen que la esencia misma posee naturaleza salina. Paracelso la ubica como el principio de cohesión, los lazos del cuerpo. La sal fue reputada como el centro de la materia, igual a lo esencial. Además representa también lo infinitamente pequeño, una esencia minúscula que rige cada cuerpo. La sal alquímica es un principio de purificación, o principio de conservación (asociado a la sal como medio de conservación práctico). Imaginada como la esencia, entonces privar a la tierra de su sal implicaría hacerla tan ligera que “el viento más leve la arrasaría como polvo”, p. 296.
[10]KOSIK, Karel, Dialéctica de lo concreto.
[11]GRIBBIN, John, En busca del gato de Schröedinger.