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lunes, 21 de diciembre de 2009

LA DESESPERACIÓN DE LOS PRÍNCIPES MONGOLES



Por Carlos Valdés Martín

Dicen las crónicas de los reyes mongoles hindúes, que dichos reyes eran demasiado longevos para las aspiraciones de sus hijos, los príncipes. A lo largo de cada reinado floreciente de los mongoles, el único grande y verdadero problema fue que los reyes vivían demasiado para el gusto de los hijos.
“Si se contempla globalmente la historia dinástica del imperio Mongol, se percibe un cuadro sorprendentemente uniforme. El tiempo de su esplendor dura 150 años; en ese periodo no gobiernan más que cuatro emperadores, uno hijo del otro, cada uno de ellos tenaz y longevo y prendido con todas las fibras de su corazón al poder. Sus periodos de gobierno son de notable duración: Akbar gobernó 45 años, su hijo 22, su nieto 30 y su bisnieto 50 años. Comenzando por Akbar ninguno de los hijos aguanta el tiempo de espera, cada uno de los que más tarde llega a ser emperador se levanta como príncipe contra su padre. Estos levantamientos terminan de diversas maneras, Yahanguir y Shah Yahán son derrotados y agraciados por sus padres. Aurangzeb toma preso a su padre y lo depone. Su propio hijo más tarde muere sin éxito en el exilio. Con la muerte de Aurangzeb mismo el poder del Imperio Mongol desaparece. En esta longeva dinastía todo hijo se levantó contra su padre y todo padre hizo la guerra contra su hijo” .

El asunto resulta completamente desconcertante desde el punto de vista histórico, pues esta regularidad de las sublevaciones principescas no había existido en otras latitudes. A favor de los sicólogos freudianos viene una apelación al complejo de Edipo, que como leyenda fundacional del psicoanálisis ya implica el parricidio. El parricidio existe en el inconsciente como una tendencia, una emanación de la competencia del amor del niño por la madre, desplazado a un plano simbólico; pero el parricidio real o la lucha a muerte entre progenitor y vástago son sumamente poco frecuentes. Por un lado se acepta la universalidad afirmada para este complejo psicológico, pero hay pocos eventos sangrientos resultado de este antagonismo mental entre padres e hijos.
El tema particular adquiere un cariz más extraño si recordamos que uno de estos emperadores Shah Yahan es el patrocinador de la maravilla del mundo denominada Taj Mahal. Ese maravilloso mausoleo es un monumento a la mujer del rey mongol, Mumtaz, prematuramente fallecida. Pero la inversión de una fortuna y de años de titánicos esfuerzos en su construcción, también encierra una clave secreta. El Taj Mahal está diseñado en base a una fórmula secreta para ascender al cielo, plasmada en un bello poema sufí, que contiene dicho secreto. En la arquitectura está integrado el diseño celestial, acorde a la cultura árabe madura, y contiene las ecuaciones para abrir las puertas del cielo. La leyenda histórica indica que el celo del rey era tal extremo con esta su magna obra, que cegó o mató a los arquitectos conforme avanzaba la obra para que no fuera posible repetir sus secretos de confección en ningún otro lado.

Cualquier desesperación es cruel, pero la ansiedad por acceder al poder absoluto debe quemar más que cualquiera. Conocedores de lo difícil que es la espera, incluso, por mera precaución, se sabe que algunos reyes antiguos evitaban tener hijos y hasta los mataban en la cuna, de ahí la legendaria matanza de los infantes promovida por Herodes.

Desesperación principesca
Esta clase de impaciencia debe ser muy singular, porque el príncipe es un convidado del cielo terrestre que armaban los reyes a su alrededor. Estos grandes reyes mongoles, por ejemplo, eran sublimes enamorados de los lujos, procurándose un manjar distinto cada día; trayendo para sus gustos las más finas ropas, los perfumes y las joyas disponibles de reino entero, y hasta de los reinos vecinos. Esta vida del gran lujo se extiende a la corte y, más todavía a la familia real. El conjunto de privilegiados que rodeaban al rey eran tratados como dioses vivientes, y tenían a su disposición los recursos del reino para su concupiscencia, sus mínimos gustos se debían cumplir.
El mimo y los lujos para la familia real son más que sobrados, demarcando un círculo selecto donde resulta imposible acceder a los simples mortales. ¿De dónde nace el malestar de los príncipes, de una forma tan extrema para osar el desafío ante los padres? Mientras Edipo, además de ignorar su genealogía, era un extranjero completamente excluido quien desafía y mata a un extraño, pero aquí encontramos a príncipes privilegiados, disfrutando de un reino a sus pies, y también saben perfectamente quién es su padre. La situación parece difícil de explicar en términos de riesgo y beneficio, siendo extremos los riesgos, mientras el beneficio no resulta tan significativo, aunque un trono, siempre atrae con su imán.
Podríamos pensar en los príncipes excluidos, cuando el rey tiene muchos hijos y solamente habrá un sucesor, quedando los demás hijos fuera del gran premio. Sin embargo, resulta difícil imaginar que los demás sucesores serían perdedores absolutos ante un hermano. En ese caso, también podrían entrar otras consideraciones, como el caso de príncipes de segundo rango, como el caso de las múltiples concubinas del emperador celeste de China, donde estos príncipes secundarios quedaban demasiado marginados del verdadero poder y esplendor cortesano. Este no es el caso, pues los sublevados mongoles son los sucesores naturales, simplemente ya impacientados por la longevidad del padre. Debemos aceptar una simple hipótesis de que la exclusión hace la pérdida enorme y el ansia de obtener el poder completo. En lo más íntimo del círculo del poder las motivaciones de Edipo se pueden agigantar, aunque no hubiera un interés directo. La paciencia desaparece, la sucesión no se corona por simple efecto del tiempo.


La cruel guerra familiar
La guerra nos lleva a la confrontación absoluta, entonces el único desenlace es la ruina del padre o del hijo. La sangre que se derramará en este tipo de guerra, en última instancia, es la más próxima. En este conflicto nos encontramos ante unos de los interdictos más severos de las civilización, el derramamiento de la sangre de al familia. La desesperación de los príncipes causa el derramamiento de la sangre de la familia, el asesinato final entre los más cercanos. Pocas cosas pueden ser tan aborrecibles ante el sentido espontáneo de la moral, difícil suponer conflagración más horrible. Estamos en el terreno de las más agudas representaciones de la tragedia humana, donde cada triunfo desemboca en una derrota moral. Puestos en el trance de la lucha entre padres e hijos al final el reino completo temblará en sus cimientos morales, y ante cualquier resultado siempre estará implícita la derrota ética. Para des-dramatizar un poco, en esta historia particular, algunos hijos triunfadores no mataron a sus padres, sino que los sometieron bajo un arresto benigno, como hace Aurangzeb, con su padre el constructor del Taj Mahal. Y también, los padres que derrotaban a los hijos llegaron a perdonarlos, para que postreramente obtuvieran el trono.

La rueda de la vida
De un príncipe emerge un rey, de éste un príncipe. Nos encontramos en el movimiento de una rueda, donde de un rebelde exitoso se hace un gobernante y de éste un rebelde. La rebelión armada, reiteradamente, resulta fuente de poder, y este dibuja un esquema de historia social. Pero aquí lo encontramos convertido en una historia familiar, pues el círculo resulta mínimo: el círculo de la familia gobernante. A cada rey le siguió un vástago sublevado y cada nuevo gobernante resulta fruto de un levantamiento. Entonces como la rueda gira demasiado rápido el reino debe terminar con prontitud. Son cuatro generaciones para el ocaso: de Akbar a Aurangzeb. El paso del abuelo al nieto ya marca el recorrido completo del esplendor de los mongoles en la India, para acceder a su decadencia final. ¿Tuvo importancia esta cadena de sublevaciones para que los reinados mongoles languidecieran de debilidad y arribara el dominio de los ingleses? Ciertamente, el reino mongol se hundió alentado por las guerras intestinas, como un anochecer irreversible. Quizá los príncipes se desesperaban porque sentían que su reino se hundiría pronto en el olvido, por eso intrigaban urgidos de un esplendor absoluto, tan soberbio como el brillo del más grande de los diamantes sobre una corona reflejando el última rayo de sol durante el ocaso. Su desesperación evoca la tristeza del Taj Mahal, el esplendor de un mausoleo único. 

lunes, 14 de diciembre de 2009

LITERATURA CREANDO NACIONES. 5a Parte y Final



Nota aclaratoria: Esta es la 5a. y última parte del ensayo originalmente titulado COMO UNA PAMPA: LA LITERATURA PARA LAS NACIONES, pero como el tema argentino es escaso, preferí cambiar el título electrónico. Esta es la única parte que sí retoma la literatura gauchesca.

Por Carlos Valdés Martín

El proletariado irreal de La madre en la formación de la comunidad proletaria (la URSS: el espejo para el discurso del “deber ser” comunitario en la creación del modelo soviético, luego convertido en discurso de Estado)

El vínculo más estrecho imaginable, luego desemboca en esa pasmosa separación de la madre perdiendo a su hijo. La ruptura del vínculo más estrecho existente, del lazo de la sangre filial, sirve de pretexto para la anécdota donde Gorki ofrece su más agudo perfil como ideólogo comunista. ¿Existe un vínculo más estrecho y superior al maternal? ¿Se presenta de manera más aguda este vínculo cuando aparece la perdida, el arrancar desalmado del hijo por causa de la injusticia? Estas preguntas, y su continuación, me resultan directamente escalofriantes, quizá arrancarle a una madre su hijo resulta más cruel que desarraigarle la vida misma. Así, el vínculo entre las personas adquiere una nueva categoría, precisamente durante una época de disgregación de lazos sociales. Ciertamente, el comunismo como tendencia emotiva implica combatir egoísmo y desunión propugnados por el capitalismo y el mercantilismo, el comunismo se plantea como la opción ideológica más radical para restaurar el milenio de la fraternidad humana, el arribo a una estrecha comunidad de convivencia armónica. Así visto el comunismo parce encarnar la resistencia feroz a la separación de los humanos, combate decidido al aislamiento materialistas del frío capitalismo económico. La nación, ya ofrece un cobijo para reunir a una comunidad, proporciona un marco para la reconciliación y el encuentro, pero el comunismo (más radicalmente, pero también otros matices de ideologías socialistas, anarquistas e incluso hasta los fascistas) ofrece rescatar la unidad social a un nivel más profundo y primordial. Superar el individualismo explica el grito (el emocional, pues el coro político no se reduce a este único lema) de batalla del comunismo. Entonces resulta una fortuna circunstancial que la sensibilidad de Gorki descubra la situación fundamental para animar y alimentar la emoción comunista. El comunismo, busca recuperar la madre-sociedad, bajo las metamorfosis polivalentes de la madre-masa, la madre-patria, la madre-internacional, la madre-camaradería, etc. La novela de La madre pone el personaje adecuado para esa emoción, y ofrece un engranaje simple, pero suficiente: ante la injusticia de la captura por la policía, entonces la causa de la rebelión se engrandece y se justifica. Y en mitad de esta situación de encarcelamiento del hijo y denuncia de la madre, entonces desaparece el egoísmo, emerge una solidaridad esencial como el resorte contagioso. El hijo militante no actúa para su beneficio, sino para el bien de sus prójimos, la madre defendiendo al hijo no pretende su interés, sino rescatar al hijo y a la masa proletaria, la masa proletaria no pretende un ideal egoísta, sino una redención de justicia y verdad. Parece un círculo de desintereses, que intenta conmover y tambalear al egoísmo cotidiano del lector. Entonces en el círculo del desinterés mutuo se desvanece (éticamente, pero no dramáticamente) la figura individual para crear un nosotros de renovados bríos. A través del círculo del desinterés se ofrece un nuevo protagonista mediante el nosotros social, encarnado por la masa desheredada de las grandes ciudades. Entonces, mediante el drama individual del dúo (madre-hijo) trasciende hacia el nosotros social, a diferencia del drama de parejas, donde el círculo termina en los individuos, el terreno del juego se desplaza hacia el nosotros, hacia la entidad social ascendente de los marginados. Ahora bien, este “nosotros” comunitario ocupa una posición completamente paralela (incluso idéntica) al nosotros nacional, ya que integra el conjunto efectivo de los individuos actuando, pero ofrece la diferencia de tinte ideológico de una trascendencia hacia un nosotros mundial, una humanidad de marginados en proceso de sublevación. Entonces, este drama del dúo catapulta la dimensión social, para otorgarle una densidad insospechada.
Esta obra ofrece un modelo ético de acción redentora, en sí ya inmersa en una realidad política y social candente. Esta obra literaria muestra la situación de una creación desde dentro, completamente inmersa. En efecto, descubrimos el contexto preciso de Máximo Gorki en 1907, fecha de publicación de La madre, para entonces la revolución desde 1905 ha cimbrado a Rusia, y un episodio revolucionario más importante espera por venir en 1917. En ese sentido, la literatura ofrece el espejo de una realidad social, expresa la crisis de la sociedad zarista, y la llegada de una nueva sensibilidad, la cual propone el potencial revolucionario del proletariado.
Ahora bien, por regla general el curso de los acontecimiento no genera un colectivo “nosotros” internacional, entonces lo que prevalece es la aparición de un nosotros nacional, y de esa manera sucede la historia de la URSS, donde una gruesa capa de ideología internacionalista, recubrió una absoluta práctica de nacionalismo[1]. Esto significa que el internacionalismo ideológico se convirtió en máscara para un nacionalismo práctico durante las décadas del comunismo en la URSS. En ese país (y luego se ha repetido el esquema) el matiz internacionalista de la ideología devino en máscara ideológica para cubrir una práctica estatal crudamente nacionalista; tal como lo justificó en su momento la línea de acción de “construcción del socialismo en un solo país” o la defensa de la “patria socialista” identificada exclusivamente como la misma URSS.
Si en un primer instante pareciera que Gorki propone una literatura colocada más allá de matriz nacional, se revela como autor de una forja nacional, una red de palabras integrando un nuevo proyecto de nación, bajo un matiz novedoso. Una consecuencia lógica de este fenómeno de nacionalismo recubierto ideológicamente de internacionalismo, es que el proletariado como sujeto social trascendente queda suspendido, y su integración como comunidad, permanece irreal. Así, el proletariado propuesto literariamente por Gorki permanece en un terreno de irrealidad, sin embargo emerge otra comunidad menos sutil y menos trascendente, pero apegada a un nosotros cotidiano, una variedad de nacionalismo “socialista”

El Martín Fierro y el gauchismo en la forja Argentina

La creación de jardines edénicos, espacios cerrados subsistentes en su propia utopía confiadamente imposible, es una de las funciones de la literatura nacional y nacionalizadora. Esta paradoja de establecer un espacio de atracción e identificación de la comunidad, al mismo tiempo que constituye un espacio imposible de transitar, es la creación de un trasmundo, funcionando tanto para identificar como para alejar. El gaucho y su pampa, en la forja de la Argentina, ofrece tanto el referente como el imposible, y conforme se consagra el ideal campirano del gaucho nómada también ya desapareció su modelo carnal, pues la relevancia práctica del gaucho va feneciendo. Cuando se consolida el canto del gaucho independiente está prácticamente desaparecido de la realidad social agraria argentina; sin embargo, un gaucho independiente (el vaquero vagabundo de la pampa) resulta revitalizado y glorificado por los poemas del Martín Fierro, hasta un nivel apoteótico. Esta revitalización del gaucho propuesta por José Hernández impera en el imaginario, mas no en la vida social, donde el gaucho asalariado sustituye al gaucho nómada; claro que en el poema, la situación se dramatiza por la “leva” forzosa, donde el gaucho libre queda temporalmente convertido en recluta contra su voluntad y encerrado en una disciplina que dramatiza la pérdida de la inocencia y del aire libre, así, la pampa ya aparece como un paraíso perdido. La derrota de los movimientos sociales denominados “montoneros” de la argentina del siglo XIX está relacionada con la declinación definitiva del gaucho independiente, dando paso al predominio de los hacendados territoriales y a la nueva existencia del gaucho asalariado[2].
A contrapelo de los acontecimientos sociales, el gaucho nómada ofrece una potencia inusitada de evocación, de expandir el sentimiento, y expandir la imaginación sobre llanuras inmensas, donde la existencia no encuentra limitaciones. La pampa se convierte en la metáfora de lo ilimitado, la aspiración humana profunda, y el vagar del gaucho ofrece el movimiento continuo de la imaginación que avanza sin rumbo, arropada por horizontes sin freno. La pampa de la literatura gauchesca ofrece un mundo sin fronteras, basta el cobijo del cielo y el sostén de la tierra para que los jinetes gauchos avancen sin detenerse. Representa tanto un canto de individualismo como oferta de comunión, entre el ser humano y el paisaje, la naturaleza plena, ideales de libertad que buscan reconquistarse.
La extensión de la pampa ofrece un ideal de nación, con extensión y generosidad, ofreciendo una libertad natural para sus hijos. Estas cualidades literarias de la pampa sirven de fundamento para integrar la imaginación de una república generosa, con una generosidad hasta los límites de lo inimaginable. En esta literatura queda establecido un par, entre el individuo libérrimo (el nómada rural) y la tierra extensísima. El superlativo del individualismo libre corresponde con el superlativo de las planicies sobre las que se mueve. El movimiento físico establece una metáfora material para la libertad anhelada. Las planicies superlativas que permiten moverse ofrecen una metáfora de la nación fructífera permitiendo la existencia libre de sus ciudadanos, la plataforma de una comunidad idealizada, e idílicamente rural.
Ahora bien, el lenguaje popular deslumbra al convertirse en poesía, y ahí radica el talento desplegado en Martín Fierro (caso ejemplar, pero no solitario sino acompañado de una pléyade de obras). El “territorio” expandido es el habla popular elevándose a lenguaje literario, y precisamente sobre este tipo de hazaña se sustenta (a este nivel que no es el único) la construcción de las naciones modernas[3], porque el habla popular (cotidiana) estableciéndose como lengua literaria, amplía su potencial de vínculo, construyendo un puente más firme entre los pobladores. Esto significa que el idioma “español” se argentiniza mediante la poesía gauchesca, y esta habla levanta un gran territorio, plataforma esencial para la convivencia nacional, ya que la comunicación estructura un puente esencial para la coincidencia. El lenguaje gauchesco rescatado y desarrollado por Martín Fierro ofrece un extenso territorio de significados, crea una verdadera pampa para la lengua (unida al pensar y la hacer), que permite la forja independiente de la nación argentina, la cual descubre una pampa sobre la cual moverse, diferenciándose del resto de los territorios con idioma español oficial. Esta independencia del habla gauchesca no se convierte en un rompimiento completo, pues los lectores de las demás regiones hispanohablantes lo entienden y disfrutan, más no lo comprenden a la perfección, entonces el sentido completo se reserva para los argentinos y los amantes del habla gauchesca, quienes descubren un tesoro de sentidos dentro de palabras y oraciones. Aparece una dialéctica compleja entre el habla popular espontánea, la recreación literaria en la novela, la reapropiación en la lectura, y su efecto hacia el conjunto nacional. El género literario de recreación de una lengua local, no siempre se vale de personajes populares y de “hablar popular”, y en este caso sí coincide, por lo que el género implica “costumbrismo” (nacionalismo) también en el contenido de la trama. En este contenido es donde el autor ofrece una materia de ocaso, el gaucho independiente que está en trance de desaparecer como categoría social. No por el hecho de que el gaucho independiente esté desapareciendo resulta menos efectiva su prédica, ahora se mantiene como un emblema que los argentinos urbanos recrean en su imaginación, ayudándolos a fortalecer el vínculo nacional. El habla del país entero se nutre con los modismos locales del campo argentino, el habla gauchesca convertida en la sangre corriendo por las venas del entero cuerpo del lenguaje nacional. Entonces la contribución de una figura de ocaso (un poema de enorme lamento de las glorias perdidas) resulta colosal para la consolidación de una plataforma nacional del idioma; así como los exploradores ganaban nuevas tierras a las agrestes selvas, el escritor gana el habla gauchesca para integrarla al territorio de la comunicación nacional.

A manera de conclusión: las apropiaciones-creaciones nacionales desde la letra perpetuada

Develamos una serie de apropiaciones ofrecida por la literatura en sus vertientes diversas. Esta literatura se remonta hasta los periodos heroicos donde solamente los poemas de los bardos se cantaban de boca a oído, para sobrevivir a los naufragios de la memoria y alcanzar el puerto de la palabra escrita. Antes de la escritura literaria ya la palabra poética ofreció una narración gloriosa y/o gozosa para recordarse por comunidades enteras, atravesando las distancias de embravecidos mares, y crear una plataforma para las mentes que se coaligaban. Las palabras entretejieron versos para vencer al olvido, y ofrecer a los griegos un universo imaginario en el cual reflejarse. Ahí, los griegos sintieron agrado por rasgos propios con los cuales se regocijaron o avergonzaron, cierta astucia recurriendo al engaño salva a los héroes y gana las batallas. Ese mosaico de pueblos separados por montañas y mares peligrosísimos ¿se reuniría lo suficiente para identificarse como una unidad sin sus fenómenos literarios? Seguramente, la intención del poeta homérico no fue “crear patria”, sin embargo, colaboró intensamente para realizar la forja de los metales separados, integrando un único pueblo. El mismo, escritor al hacer sus balances se preguntó ¿hasta dónde alcanza este pueblo y sigue siendo el mismo? Herodoto discrimina a los escitas (los rústicos griegos del norte), pero no adivinaba el advenimiento de Alejandro Magno (un griego del norte). En efecto, el literato y el investigador se equivocan a menudo, pero ofrecen una plataforma de unión de cada población. En el caso griego me enfoqué a un rasgo de carácter aparentemente anecdótico, pero ¿la misma literatura no es también una astucia, un engaño tejido sobre la apariencia, un recurso para convocar a la belleza elusiva?
La apropiación del tiempo simultáneo, por la simple solidaridad de existir como contemporáneos resulta trascendente para integrar naciones. En ese caso, no se cuestiona la belleza del mensaje, basta la convicción de que viajamos montados sobre el barco de un presente común. De ahí la importancia de la institución del periódico. Ahora bien, si de tiempo se trata, las naciones poseen un hambre de inmortalidad, pues no desean perecer. Entonces las profecías escritas donde se establece la sobrevivencia de las comunidades nacionales resultan un elemento básico de unificación. Los Libros Sibilinos posible garantía de una Roma eterna se perdieron, sin embargo la Biblia ha servido como elemento de convicción para conservar la identidad de otro pueblo. Pocos pueblos presumen que un texto les marca un derecho divino, conservado para la eternidad.
La escritura apela a los extremos de la razón o la pasión. La Enciclopedia, apela a la razón y crea una plataforma para una comunidad que rebasa particularismos, pero su primera premisa igualitaria ofrece la mejor oportunidad para imaginar una república. De hecho el enciclopedismo define un fundamento del republicanismo. El otro extremo aparece en la pasión, que existe en estado espontáneo, pero también se logra educar. La literatura ha ofrecido una enorme labor de sensibilización y modificación de las emociones, como lo demuestra la reacción social ante la miseria social nacida durante la Revolución Industrial. Este fenómeno de modificación de sensibilidades también aparece en el movimiento socialista, donde una nueva ideología propone un proletariado ideal para desplazar a la comunidad nacional previa, colocando a una comunidad proletaria.
Por último, la literatura artística puede crear al país mismo, como espacio imaginario, y además integrar una lengua nacional, mediante la fusión del habla popular con el idioma recibido. Este último procedimiento ha sido trascendente para la creación de las lenguas nacionales, donde descubrimos uno de los indicadores más certeros para la emergencia de nuevas naciones. De tal manera la literatura permite una reapropiación de fenómeno nacional, extendiendo sus fronteras interiores, y ofreciendo una especie de radicalización del fenómeno nacional, convirtiendo en más densa la comunicación y la identidad dentro de cada comunidad nacional, tal como lo realizó la poseía gauchesca con la Argentina.

NOTAS:
[1] Para la mirada superficial, las declaraciones de internacionalismo soviético resultaban suficientes, pero la crítica desde la izquierda reveló, casi desde el inicio, que la práctica nacionalista del gobierno soviético se cubría de discurso internacionalista. Cf. TROTSKY, León, La revolución traicionada.
[2] GALEANO, Eduardo, Las venas abiertas de América Latina, Siglo XXI editores.
[3] Coinciden, cada cual en su propio marco conceptual, en la importancia del lenguaje como sustento de las naciones: Kautsky (esquema lengua-nación), Engels (la lengua literaria), Benedict Anderson, Chabod (La idea de nación) y Deutch (Las naciones en crisis).

LITERATURA CREANDO NACIONES 4a. Parte



Nota aclaratoria: Esta es la 4a. parte del ensayo titulado COMO UNA PAMPA: LA LITERATURA PARA LAS NACIONES, pero como el título es engañoso ya que solamente la parte final se refiere a Argentina, decidí cambiar el título en esta versión electrónica.

Por Carlos Valdés Martín

Dickens en la sensibilización ante la revolución industrial (reformas laboristas y siglo XIX)

Cuando una nación sufre la hondura abismal de una división es una nación en peligro de extinción, es una sociedad al borde de la ruina. En ese sentido, cada proyecto de reconciliación nacional, sea por vía reformista, conservadora o revolucionaria lanza un dramático grito de salvación nacional. El inicio radica en determinar la situación insoportable, adquisición del estado de conciencia sobre lo insoportable. Este inicio está íntimamente ligado con la literatura como estado de ánimo y revelación de una herida o diagnóstico certero de un dolor, aprehensión esencial de los conflictos sociales que amenazan con estallar. Resultan especialmente interesantes los escritores que han moldeado la sensibilidad social a cerca de los delicados temas sociales, como la moldearon Charles Dickens en una vertiente reformadora y Máximo Gorki en una vertiente revolucionaria. En ambos casos, la educación de las sensibilidades anuncia el advenimiento de grandes transformaciones.
Sin considerarme especialista en Dickens conviene indicar que él utiliza el nuevo mundo de la comunicación de masas, empleando ampliamente el periódico y la difusión masiva de los textos. De hecho, él representa un ejemplo clásico de la novela por entregas, una obra enviada por los periódicos para el consumo de una masa de lectores, estableciendo una nueva fase ascendente de la república literaria, porque ahora el destinatario es potencialmente una nación, porque antes la escritura se destina a las élites, intelectuales, aristocráticas o sacerdotales. En este periodo de Dickens, los periódicos están expandiendo el fenómeno de la lectura como nunca antes; el periódico entrega una versión de lectura cotidiana, dedicada a acercar las letras al trajín diario, pegándose al instante del día y ofreciendo el milagro de una simultaneidad social.
No interesa la política personal de Dickens, sino la sensibilidad que recibe y despierta, cuando escribe amplificando el escándalo por la miseria industrial. La miseria industrial del amanecer inglés del siglo XIX implica una manifestación completa de la “miseria artificial”, mientras durante el completo periodo previo de la evolución histórica, la miseria predominante emanaba de una falta absoluta de recursos, ahora sucedía una nueva paradoja. La revolución industrial crea un entorno artificial, emanado de recursos crecientes, aplicaciones técnicas y científicas, alimentado por un comercio mundial pujante, y en ese contexto de riquezas crecientes emerge una miseria atroz. Un nuevo sentido de lo atroz de la miseria emerge al descubrirse con alarma que no viene con la sequía enviada por la Naturaleza o Dios, sino nace de un evento cultivado por las acciones de los seres humanos. Por primera vez queda claro que pudiendo existir muchos satisfactores y riquezas, el reparto injusto crea una nueva miseria, la artificiosa miseria alentada por el desprecio por los productores y los pobres. Esta nueva sensibilidad crea la percepción del problema social moderno y funda las políticas reformistas o radicales desde esa época industrial.
El cuadro de la miseria social inserta la enorme urbe artificial no solamente es telón, sino motivo esencial de esta literatura. Para contraste y conmoción los personajes más significativos resultan ser niños. En esta oposición entre el universo artificial y la naturalidad infantil encuentra Dickens un medio eficiente para desplegar su arte literario, y cautivar una nueva sensibilidad. Esta sensibilidad denuncia la división social entre ricos y pobres de una manera que ofrece la posibilidad de una nueva plataforma, una comunidad en ciernes. Si esa división se alcanza a superar, entonces renacerá la nación. En esta posibilidad (y realidad contemporánea) del nacimiento de una nación moderna se encuentra un medio en la palabra bella, y una sustancia en la emoción noble del lector, redescubriendo un mundo inmediato, sin embargo oculto por la cotidianeidad. Aquí sucede algo apasionante, el lector es contemporáneo o semi-contemporáneo (porque algunos de los rasgos más odiosos de la explotación infantil estaban en retirada durante la vida del propio Dickens) de los eventos relatados, y mediante el relato novelado su propia sociedad es redescubierta, porque acontece la auto-referencia a la Inglaterra contemporánea, y el sentimiento despierto por la novela, ofrece una distancia y acercamiento del lector con su nación, generando tanto una crisis como un descubrimiento. El corazón de Inglaterra, mediante Dickens se reeduca para detestar la explotación infantil y la miseria sin sentido de las grandes ciudades. Esta reeducación sentimental crea una doble posibilidad, abriéndose las vías tanto para una reconciliación posterior o hacia una crisis de ruptura, en términos políticos se abre un periodo de dilema entre reforma o revolución. La posibilidad queda abierta mientras la herida de la miseria social perdure.

El pueblo de Germinal como microcosmos nacional (siglo XIX)La obra literaria de gran aliento se convierte (porqué no) en un espejo de microcosmos nacional, opera como una nación completa agitándose apretada dentro de una simple novela. Algunos de los autores naturalistas y realistas aceptaron el reto de encerrar a una nación contradictoria dentro de los estrechos límites de una narración novelesca, y un método adecuado consiste en acotarse al confín de un único y solitario pueblo. Bajo ese esquema un único pueblo se convierte simultáneamente en microscopio y telescopio de una nación entera. Este enfoque triunfa en la novela naturalista de Emilio Zolá, por ejemplo en su Germinal[1]. En esa narración dibuja el conjunto de habitantes de un pueblo alrededor de una mina de carbón, y aparecen enteras las clases sociales (locales representando a las nacionales), y hasta los hilos económicos y de gobierno municipal entrelazados con los lejanos centros de poder nacionales. La parcela de espacio de imaginación dentro del pueblo minero de Germinal incluye un microscopio donde se observa entera a la Francia contemporánea del siglo XIX. Esa sociedad-pueblo aparece detalle a detalle, trozo a trozo, con cada característica profesional, familiar, generacional, económica, hasta armar el cuadro de conjunto apretado, donde se enmarcan las posibilidades de acción para las personalidades concretas. En este esquema se forja un realismo de situación donde las posibilidades concretas de acción del individuo se acotan con una precisión pasmosa, se establecen las pautas psicológicas y los resultados en la acción, por lo que cada personaje aparece con una veracidad sorprendente. Lo que funciona con cada personaje, también funciona con el conjunto, el pueblo entero opera bajo pautas sociales perfectamente definidas, y ofrecen un tramado creíble al momento de divertirse en una taberna o de acudir a una lavandería, desplegando las instituciones sociales a nivel particular, como gobierno local, sindicato local, lavandería local, etc.
Pero lo que interesa de una nación vital es su imagen de conjunto, así que Germinal ofrece el panorama entero de una tragedia en progreso. Un mal día la mina de carbón se derrumba, los trabajadores mineros quedan atrapados, abriendo un capítulo dramático de cárcel subterránea y peligro inminente. El signo siniestro de la naturaleza maltratada por la ambición humana pone su cuota de mortandad, y entonces la crisis toca fondo. El conflicto se desenvuelve en torno al tema de vida-o-muerte, de tal manera que el dilema entre sobrevivir o hundirse emerge y permanece presente. La naturaleza hostil puede justificar las desgracias, pero un excelente autor como Zolá supera esa perspectiva, para mantenerse en el cuadro de las relaciones personales y sociales, el drama no lo crea directamente la naturaleza y se eleva de tono con la aparición de una huelga la cual tensa las fuerzas del pueblo hasta el paroxismo. Entonces el conflicto esencial no emerge de la naturaleza sino de las disposiciones humanas: pasiones individuales e instituciones sociales entrelazándose.
Ahora bien, la continuidad de existencia para una comunidad se integra con muchos olvidos y un camino que continúa, el proceso de la existencia avanzando a pesar de las injusticias y las atrocidades. Ante tal “estado de cosas” salpicado de “injusticias y atrocidades” también se educa otro aspecto de la sensibilidad evidente en el lector: interés por la intervención. En ese ambiente enrarecido del pueblo minero, las posibilidades de una intervención política, y la acción humana en múltiples niveles son evidentes, mientras en un macrocosmos (la Nación) las oportunidades de transformación parecen canceladas por la inmensidad de la tarea, en un microcosmos (el Pueblo, la nacioncita) las posibilidades de transformación desesperan precisamente porque no aparecen canceladas por la pequeñez de su escala, sino como “al alcance de la mano”. Mientras la gran escala invita a la resignación, la pequeña escala desafía a la acción; invita al paso desde imposible a realizable. Aparece una metáfora directa, entre las desesperación del encierro bajo tierra sufrido por los mineros, evocando las posibilidades de la vida procurando emerger, mientras están atrapadas en un drama humano. La lucha política se muestra en un gran calibre humano, porque la pugna de los mineros y sus familias solicita condiciones mínimas de existencia; la gravedad de la situación justifica el descontento de los desposeídos y anuncia un gran movimiento social. Estamos ya en el terreno de una nación dividida por intereses, sin embargo, queda abrazada dentro de una integración suprema, casi al modo de una fatalidad o destino. El mismo discurso de esta novela, indica un desplazamiento hacia espacios mayores, el personaje central Esteban, sale del pueblo para dirigirse a la capital, a París para darle un sentido superior a sus aspiraciones, demostrando la continuidad de una división para desplegarse en un teatro superior, el escenario de la gran sociedad.
El germinar de Germinal: brotar desde la entraña terrestre aprisionada hasta alcanzar angustiosamente el pleno aire de la existencia. La entera metáfora de esta novela indica el movimiento desde la oscuridad hacia una claridad, desde la negra noche y la honda boca de mina, hasta perseguir las extensiones de las praderas, y sin que esto implique un nacionalismo estrecho del autor, señala un tipo de movimiento, un desplazamiento hacia espacios superiores.

NOTAS:
[1] ZOLA, Emilio, Germinal, Ed. Guernica

LITERATURA CREANDO NACIONES. 3a Parte



Nota aclaratoria: Esta es la tercera parte del ensayo titulado COMO UNA PAMPA: LA LITERATURA PARA LAS NACIONES, donde se aborda el tema del Antiguo Testamento y la Enciclopedia, como modalidades de cohesión nacional muy diferentes.


Por Carlos Valdés Martín


Del Éxodo a la recuperación de Israel
El caso más conocido de maridaje perfecto entre un texto sagrado y un pueblo aparece en la relación de los judíos con sus libros sagrados. Particularmente en el Antiguo Testamento la narración desde el Génesis la Éxodo implica una épica acta de nacimiento de un pueblo. Esta acta de nacimiento implica la sobrevivencia como acto heroico colectivo, bajo el mandato de un Dios y la guía de un profeta. Dejando de lado el contenido religioso, me interesa destacar que un pueblo cuando “atraviesa el mar y el desierto” destaca como una vocación de sobrevida entera, configurando la colectividad de sobrevivientes. El mar atravesado recuerda el nacimiento, especialmente tratándose de un Mar Rojo como la sangre. El desierto implica cruzar por la frontera de la muerte, porque desierto implica una tierra muerta, o al menos bajo la amenaza constante de muerte. La tercera fase de las travesías conduce hacia una “tierra prometida”, que implica el sustento material entero, la tierra comprendida como el conjunto de elementos necesarios para la vida, con los cuales un pueblo florece y se reproduce. La tierra además se debe entender como el conjunto del fundamento económico material del pueblo para mantenerse vivo, corresponde con el cimiento de la existencia productiva.
Sin embargo, claramente, el pueblo judío queda expuesto a los avatares de la historia, expulsado de una región clave, precisamente zona clave por representar una encrucijada de civilizaciones y una ruta comercial significativa; de tal modo que la unidad entre el pueblo (su vinculo de existencia contigua) y su fundamento terrestre (su economía fundamental) permanecen rotos, durante siglos incluso. Esta separación hacia regiones lejanísimas y entre poblaciones diversas, solamente se remonta mediante una unidad cultural-religiosa, que mantiene vitales los lazos entre los judíos. En esa diáspora, el sostén de los libros sagrados manteniendo sus tradiciones religiosas para ellos, y su recuerdo en una historia dramática, han sido un lazo esencial de existencia. Sin sus convicciones y la escritura que los alió durante siglos, el pueblo judío podía disolverse entre las comunidades que los asilaron transitoriamente durante el rodar de los siglos. En este caso, los libros establecen un vínculo evidente y de potencia extraordinaria, para el sostenimiento de una nacionalidad, atravesando dificultades y el riesgo de su disolución. Sin embargo, en este caso particular la importancia de los libros resulta tan enorme, que rebasa la estimación típica de la importancia de la literatura para la forja de naciones, ya que son textos asumidos como sagrados por una comunidad. En este caso, la creencia entrega suficiente testimonio para indicar la trascendencia del libro hacia la integración de una comunidad. Interesa redondear la visión, dirigiéndonos hacia relaciones menos trascendentales, que no impliquen el tema religioso, para establecer el vínculo regular entre la literatura y las naciones.

La Enciclopedia, el discurso ilustrado y el proyecto Republicano.
La Enciclopedia propone un nuevo tipo de literatura, aunque existen tentativas enciclopédicas anteriores, encontrándose ejemplos medievales. Las diferencias también son notables, pues con el proyecto de la Enciclopedia se propone una república de la razón, un encuentro de las mentes iluminadas de los confines europeos, poniendo al alcance del pueblo lector las conquistas del saber. Antes de esta tentativa de Ilustración, la regla fue esconder el saber dentro de cada grupo que lo poseía, como tesoro inaccesible. Así, el saber prefirió confinarse a claustros, a círculos escondidos y casi místicos, alejados del vulgo; significativamente los curas se encerraban tras el dominio exclusivo del latín, renuentes a comunicarse con la plebe; los alquimistas con sus fórmulas esotéricas resultaban incomprensibles, incluso para la mayoría de ellos mismos; los gremios de cada oficio encerraban su saber técnico, convirtiéndolo en secreto profesional. En fin, incluso con el avance renacentista de difusión de las artes y oficios, el pensamiento científico siguió siendo escaso y poco difundido. La Enciclopedia se convierte en un emblema tanto científico como político, representa un momento claro cuando el avance del saber queda hermanado con las proclamas políticas, ya que el proyecto mismo sirve como el fermento del liberalismo político ascendente del siglo XIX. La integración de los enciclopedistas como Diderot y D’Alambert a la distancia nos alcanzaría a parecer superficialmente un evento fortuito, por el resultado de una empresa comercial particular, pero va más allá y trasciende la anécdota: encierra el sentido de los tiempos, el paso de una época hacia la siguiente. En este fenómeno se cumple el criterio de Ortega y Gasset: el avance de los tiempos se anuncia y dibuja en el pensamiento[1]. Esto significa, que acorde al fondo del proyecto mental de la Enciclopedia luego viene la oleada práctica política y social consiguiente. Antes del enciclopedismo predominaron en la realidad y la imaginación los textos de autor, donde el autor es autoridad, ya sea persona o ente sagrado. La Biblia fue la gran colección que dominó la Edad Media, pero no influye en calidad de un texto de colaboración entre iguales (personas), sino como evento de la Revelación, emisión de lo sagrado sobre la palabra escrita (donde el apóstol es vehículo de lo divino y no habla a nombre personal). En ese sentido, no existe una “democracia de autores” en la Biblia, sino que un Concilio (a nombre directo de Dios según pretende) establece la pertenencia de los textos para la eternidad. En cambio, la Enciclopedia implica una asamblea permanente de mentes en nivel de igualdad, cada artículo sostiene el mismo derecho para ser leído, cada aportación queda en equidad, por lo que el orden de exposición evita las jerarquías entre autores (de importancia) para seguir un principio de orden más simple, empleando la sucesión mediante el orden de las palabras. En este proyecto democrático, de república de las letras, la única superioridad podría recaer en el editor, como principio de coordinación general, pero el editor se oculta en la sombra, dándole su lugar a cada discurso, sin sobresalir en la facturación misma. Recordemos que la creación de la Enciclopedia aconteció en medio de la jerarquía social y política estricta del Absolutismo, situación donde no existían efectivos derechos políticos, sino una especie de salvoconductos o intersticios bajo la gracia de su Majestad el Rey.
Las naciones modernas a diferencia de las antiguas poseen una estructura de tipo República, donde la vida individual se coloca sobre una existencia pública, con un nivel de igualdad abstracta. El concepto mismo de “nacional” implica una igualdad esencial entre todos los con-nacionales, existe igualitarismo de base. El enciclopedismo ofrece una plataforma de igualitarismo mediante una oferta de acceso universal al conocimiento, reforzando la (entonces mera) hipótesis republicana.
Este enciclopedismo ilustrado está empotrado con el universo mental cartesiano, donde el discurso emana una luz abarcando cada objeto, sin encontrar ninguna resistencia opuesta. Descartes elocuentemente convenció a las generaciones futuras (a él) engrosando la ilustración (sus herederos) que el mundo se integra con partes “claras y distintas”, por lo mismo se elabora un discurso racional sobre el mundo sin trabas, viable para engarzar desde cualquier parte y para alcanzar el punto final. A su manera epistemológica y suspicaz, Foucault hace énfasis en el tipo de conocimiento que emana de un “discurso” como el cartesiano, para atrapar en palabras a las cosas vistas[2]. Entonces la nación (entonces futura) imaginada a partir de la ilustración se desliza por el terso carril de un discurso republicano, enérgico y cohesionador, que unifica a la nación por abajo, sin el concurso de Rey ni Dios; pero sin esto significar que el entero (o explícito) discurso ilustrado fuese anti-realista o ateísta, sino la coherencia se mueve con fluidez desde el racionalismo haciendo su discurso, sin exigirse ya la justificación superior (del Rey o Dios) y por tanto en un espacio de libertad esencial. A mi parecer, el discurso racionalista se mueve en el sentido de una red, la retícula del conocimiento atrapando incansablemente cada pedazo del mundo sin conquistar, para armar horizontalmente un saber, por lo mismo su manera de difusión ofrece una “república de las letras”, una figura de comunicación y de pensamiento que a la larga se acabó contraponiendo con la monarquía política y rebasándola. Luego cuando el discurso racionalista, bajo manera planteada desde Descartes, es republicano, entonces también resulta fraternal ante sus objetos del conocimiento, porque también los sujetos del saber (los seres humanos) son sus objetos del conocimiento; con esto me contrapongo ahora con las visiones e interpretaciones de que el cartesianismo resulta un filosofar frío y cosificado, las cuales yo mismo sostuve en el pasado. Al contrario, si observamos el mismo viaje intelectual de Descartes observaremos que en el eje de sus atenciones aparece el humano vital, y con sus problemas emotivos y morales, tal como lo aborda en su tratado sobre Las pasiones del alma[3]. En ésta su última obra, se observa un resultado importante del acontecer filosófico, pues tratando la ética revela su perspectiva política y social, pues abordar lo general siempre conduce hacia la problemática social y política, aunque pueda aparecer su discurso colocado únicamente en el nivel de la problemática individual, porque la ética (repetidamente) constituye una premisa de la política (o de la perspectiva de una reconstrucción social), y entonces el discurso sobre la ética no solamente resulta por un efecto de la desesperación del individuo aislado, tal como interpreta equivocadamente Lukács[4]. Ahora bien, la horizontalidad del proyecto republicano, emergente en la Ilustración, levantará con el transcurso del tiempo una plataforma para la horizontalidad radicalizada de los proyectos socialistas desde el siglo XIX en adelante.

NOTAS: 

[1] ORTEGA Y GASSET, José, El tema de nuestro tiempo, Ed. Revista de Occidente.
[2] FOUCAULT, Michael, Las palabras y las cosas, Ed. Siglo XXI.
[3] DESCARTES, René, Las pasiones del alma.
[4] LUKACS, George, Historia y consciencia de clase. Esta autor, en tantos niveles brillante, eleva la primacía de la acción social por medios estrictamente políticos hasta el Absoluto, por lo que cualquier espacio de acción (parcialmente) de espaldas a la política le parece una huida, una renuncia, y el dominio del capitalismo o la contrarrevolución política. Por lo mismo, cualquier planteamiento de la ética individual a él le parece representar la impotencia o una derrota. Incluso, termina torpedeando la plataforma de la filosofía pre-marxista al interpretar que las visiones anteriores sobre la “totalidad” son radical y completamente fallidas, pues no alcanzan el concepto exacto (el suyo heredado de Marx) de la “totalidad concreta”. En ese sentido, su evaluación de Descartes y muchos pensadores resulta empobrecida, sin embargo siempre interesante.

LITERATURA CREANDO NACIONES. 2a Parte


Por Carlos Valdés Martín

Nota aclaratoria: Esa es la segunda parte del ensayo publicado bajo el título de COMO UNA PAMPA: LA LITERATURA PARA LAS NACIONES. En esta parte el tema es la imaginación de los antiguos griegos en sus grandes epopeyas y (sorprendámonos) los oráculos como literatura de una comunidad.

La Iliada y Odisea en la afirmación-conformación de un ingrediente psico-cultural del pueblo griegoDe manera insistente y consistente la obra literaria de Homero reitera que el carácter típico del griego es de tramposo ingenioso. La guerra de Troya se termina decidiendo mediante un ardid de fingir la retirada y dejar un monumental caballo embarazado de soldados, y el ardid es significativo por cuanto establece el instante culminante para esa guerra. Y los ardides se repiten incansablemente en la historia de Ulises, incluso varios de los pasajes que no parecieran tan “tramposos”, cuando los repasamos van a adquirir ese tinte: el capitán amarrado y tapados los oídos para evitar que el canto de las sirenas los atraiga hacia los escollos fatales, sigue siendo una variación de trampa contra los dioses marítimos. Podemos creer que este ingenio tramposo únicamente perteneció al reino de la fantasía, sin embargo, las anécdotas históricas también apoyan el punto.
También Herodoto insiste en esa característica de sus paisanos, notable resulta la anécdota sobre el cuidado de un monumental puente elaborado con embarcaciones de los marinos griegos para cruzar desde Asia sobre el mar del estrecho del Bósforo. Sobre un puente formado por cientos de embarcaciones griegas cruzó un enorme ejército persa capitaneado por Ciro el Grande para hacer la guerra a los pueblos escitas y conquistarlos. Como los marineros griegos a cargo de los barcos estaban indecisos sobre el destino de Ciro, el rey persa, y si convenía mantener su lealtad con él, al ser interpelados y cuestionados por sus parientes escitas recién invadidos por Ciro, entonces los marinos deciden hacer un levantamiento parcial del puente. Con el levantamiento parcial del puente engañan y hacen creer a los escitas en tierra que los marinos les están apoyando. Pero si regresaba Ciro con sus fuerzas persas victoriosas de la guerra, los marinos griegos procuran disimular su simpatía por la causa escita y para que no fuera a sospechar Ciro en una traición, cuando efectivamente pretendían consumar una traición pero mantenerla disimulada, entonces conservaban la mayor parte del puente de embarcaciones. Como Ciro regresó con sus huestes todavía numerosas y el puente estaba levantado parcialmente, pero en condiciones de volverse a tender, los marinos griegos pudieron engatusar al rey persa haciéndole creer que obraban como sus salvadores, pues los inventaron que los escitas amenazaban con destruir ese paso, y ellos por precaución únicamente habían retirado una parte del puente para preservarlo. Entonces según el padre de la historia ambos, los escitas y los persas, fueron engañados por los griegos.
El engaño ingenioso, al menos en potencia, contiene el germen de la disolución completa de una comunidad. Mientras el engaño sea de grupo contra grupo, el colectivo engañoso se preserva, y posee un arma para la victoria. Los ejemplos anteriores implican que el grupo griego engaña a sus enemigos, sin embargo, si el engaño se consigue arraigar en el corazón del individuo, y entonces la vida comunitaria se hace añicos en uno de sus códigos comunicativos clave, pues la ley de la simulación subvierte a la ley de la convivencia. Alabando su capacidad de engaño los griegos juegan con fuego disolvente sobre su unidad interna, pero paradójicamente este ingenio tramposo se mantiene como distintivo colectivo. Pero, independientemente de si el carácter ingenioso tramposo se vuelve en contra de su comunidad, especialmente bajo la figura del gobernante (con la gravedad de consecuencias mostradas en el amplio relato de Maquiavelo sobre las prácticas principescas entre los reyes y tiranos griegos plasmadas en El príncipe y La década de Tito Livio), nos interesa preguntarnos si el relato literario, tan difundido y consagrado, pasando de la recreación a la vida cotidiana ha contribuido para ampliar o perpetuar un rasgo psíquico, que de otra manera permanecería soterrado como anecdótica intrascendente. Solamente porque mantenemos el legado literario griego podemos hacernos una idea próxima de la importancia de este rasgo, y una vez que tomamos nota, también podemos preguntarnos si existe un bucle de refuerzo, desde el campo imaginario y emotivo del relato literario, para integrase en la realidad de un pueblo. La narración de la Ilíada y Odisea se ha conservado y repetido, resonando como un eco en las mentes de las generaciones de los griegos. Al paso de milenios ya nos semeja una lejanía sin efecto, pero en su momento, la repetición consabida de que los griegos actuaban tan ingeniosos y tramposos, debía ser un modelo a imitar o reprobar. De cualquier manera, una vez establecido el patrón marca una influencia: asumirlo o rechazarlo indica la tarea de cada nueva generación. Si durante generaciones los griegos se regocijaron con los relatos homéricos es porque no los consideraban una ofensa a su ego colectivo, aceptaban su parte del papel, el resto lo dejaban a la fantasía; lo mismo se puede afirmar sobre Herodoto.
Ahora bien, el ingenio traicionero de los griegos parece haber sido más que un colorante literario y un tema intrascendente. Maquiavelo utiliza el “ingenio” de los tiranos y reyes griegos (así como romanos) como ingrediente esencial para ilustrar sus interpretaciones sobre la ausencia de moral dentro de la operación política. No lo estimo en tanto este ingrediente como para caracterizar verdaderamente a ninguna nación, ni como elemento para integrarlo dentro del esquema de la evolución histórico universal de la mancha oscura de la “ilustración” al estilo de Adorno y Horkhaimer en su Dialéctica de la ilustración. Este ingenio traicionero prefiero colocarlo, un poco arriba de lo anecdótico, y matizarlo con el claroscuro, entre lo productivo (porque el engaño produce efectos útiles como ganar una guerra o cumplir un viaje) y lo disolvente, una de las manera en que las cualidades humanas salen del control, divagando en esa zona ambivalente, entre la ventaja y la desgracia. De cualquier manera, al quedar plasmada en la obra literaria, y asignarse como cualidad típica del un pueblo, este rasgo permanece como ideal y anti-ideal por lo que pervive, como un interrogante, sobre la forja de un pueblo bajo las banderas de su propia imaginación. La literatura para los griegos antiguos moldeaba un cofre imaginario, con el cual establecían signos de identidad, algunos podían resultar tan desconcertantes y efectivos como el mismo Oráculo de Delfos, el cual, por cierto, constituyó el eje de la unidad política helénica durante los siglos clásicos.

Del oráculo délfico a los Libros Sibilinos en la continuidad de Roma
Dicen que existió una serpiente Pitia, enorme y descomunal, cuyo paso podía crear enormes cavernas, la cual fue muerta por el dios Apolo, para tranquilidad de la raza humana[1]. El rastro místico de esta serpiente reaparece en los cultos oraculares, donde los dioses mandaban mensajes mediante las pitonisas. Doncellas taumaturgas eran seleccionadas para darle voz a una interlocución con el más allá. La narración nos indica que el oráculo de Delfos lo ubicaban sobre una peligrosa gruta, donde emanaban gases tóxicos; en cerradas en ese insalubre ambiente, las pitonisas entraban en su trance, y realizaban la profetización. Las preguntas eran entregadas por sacerdotes y las respuestas aparecían mediante frases enigmáticas, pero siempre certeras según los propios griegos. Por un lado frases oscuras, del otro un absoluto convencimiento universal de la corrección de las profecías, tal como lo manifiesta abiertamente el propio Herodoto, quien no encuentra falla ninguna entre las palabras de las pitonisas. Resultaba tan importante esta consulta al oráculo, que la estimaron como la institución principal de unidad entre los griegos, pues a este culto fue a donde acudieron siempre en los periodos de mayor peligro, como durante las invasiones de los persas, y siempre creyeron las palabras de este culto. Incluso después de la prueba de los hechos, los griegos siempre estimaron que los dichos del oráculo resultaban ciertísimo, pero difíciles de desentrañar, pues cabía la posibilidad de obtener interpretaciones iniciales opuestas o incoherentes, pero luego de los hechos ocurridos siempre resultaba claro y comprensible el mensaje inicial.
Característico del oráculo de Delfos fue que no generó una sistematización escrita de sus profecías, en cambio el pueblo romano presumió que su historia futura yacía encerrada en unos pocos libros transcritos desde las visiones taumatúrgicas de sus grandes magas, llamadas las Sibilas. También en los periodos de mayor peligro para la república romana se creyó indispensable consultar a los Libros sibilinos, porque ahí estaba encerrada la respuesta para la sobrevivencia del pueblo romano. Ahora bien, estos libros no estaban al alcance del pueblo, se conservaron en secreto, por lo que simplemente se convierten en una amplia interrogación sobre la hipótesis de que el libro escrito se convierta en visa descrita de una nación. Ciertamente, nos encontramos en un espacio del libro sacro, no existe una relación con la escritura profana, la usada para la vida cotidiana. En el tema de los Libros sibilinos descubrimos una correlación directa con la función manifiesta de los grandes libros de las religiones más importantes. Para el creyente el libro sagrado contiene el origen y destino, quizá sin detalles, pero sí como la estructura del destino de humanidad, naciones y personas. En este aspecto la creencia en la predestinación implica la convicción de que “todo está escrito”, y entonces un libro sagrado es infalible, por lo mismo sería viable que el destino nacional ya quede marcado en unas líneas de texto. El escepticismo que recae sobre cualquier profecía se redobla en este caso al no existir testimonios suficientes y porque el legado sibilino carece de partidarios. Por tanto, argumentar sobre la importancia de estos libros para la cohesión de los romanos es andar sobre terreno pantanoso, y exclusivamente podemos captar una visión indirecta si estimamos y reconsideramos la relevancia de los textos sagrados para el pueblo judío.

NOTAS:
[1] OVIDIO, Las metamorfosis.

jueves, 3 de diciembre de 2009

LITERATURA CREANDO NACIONES 1a Parte


Por Carlos Valdés Martín

Nota aclaratoria: esa es la primera parte del ensayo "Como una pampa: la literatura para las naciones". En esta primera parte se aborda el tema de la peculiaridad de las lenguas nacionales, al compararlas con lenguajes de otro cuño, en especial, confrontarlas con el mito de la lengua perfecta.

Prólogo: El lenguaje perfecto opuesto al habla nacional.
El lenguaje literario fermenta la creación de las naciones en su forja interior, ya sea desde la sólida y rocosa fundición de sus intimidades hasta la sutil y aérea de sus elevaciones. El puente de contacto es la lengua, mediante las palabras que convirtiéndose en nacionales, al mismo tiempo, hablan de la nación, abriendo los caminos para el tránsito generador y recreador de las comunidades.
Atravesemos en nuestra mente la arena extensa del desierto egipcio, donde a un Faraón le pareció interesante descubrir cuál fue la lengua original de los humanos. Así este gobernante espléndido mandó a criar un grupo de infantes desde recién nacidos, atendidos mediante unas nanas, quienes tuvieron estrictamente prohibido pronunciar palabras. Tan extravagante crianza silenciosa fue mandada con la esperanza peregrina de que estos niños al crecer pronunciarían espontáneamente las palabras del idioma original de la raza humana. Reza la leyenda, que un infante de manera espontánea pronunció la palabra “becos”, la cual en cierto idioma corresponde a “pan”, por eso la inteligencia regular del Faraón estimó descubierta a la primera lengua humana mediante esa palabra develada[1]. Bajo su cosmogonía religiosa, lo primero en tiempo se identificaba como lo perfecto, por emanar desde una primera simiente divina. En esa visión cosmogónica las primera palabras se acercaban a la simiente de Dios, por eso resultaban más aproximadas a la perfección[2].
También hubo otros Reyes quienes estimaron que entre las atribuciones del Poder se incluía definir el correcto hablar, para imponer su particular criterio de perfección, sin embargo, los Reyes poco pudieron hacer para imponer las modalidades sobre el habla popular, contentándose en cuidar el habla de sus élites cortesanas. Una verdadera gestión de la lengua resulta un fenómeno tardío, gestión que únicamente se hace efectiva mediante las instituciones de educación universal (sincronizada con el ocaso de los Reyes, ya que la educación universal es una institución pro-democrática). Por una contradicción (por lo demás bastante lógica) este atributo de corregir el lenguaje (tarea casi imposible para el Rey) recae (espontáneamente) en el Literato (antaño el juglar de la corte). Por su propia actividad intrínseca, la literatura exalta la belleza de la lengua y hasta la crea eventualmente. La lengua perfeccionada se expresa en la literatura, la cual se establece como modelo de belleza, de tal modo las obras literarias indican el discurso cuando merece repetirse. La lengua mediante el tamiz literario se consagra como modelo de belleza, y es conservada para su repetición, adquiriendo su grado de perfección.
Las acciones espontáneas de la literatura y las pretensiones al estilo del Faraón confluyen desde direcciones opuestas en el fenómeno de cada lengua nacional. Conjugando una primogenitura y eufonías, mezclando la creencia en un origen primario (la raíz nacional) y su belleza (la galanura de la lengua nacional creada y/o consagrada por las obras literarias) aparece el discurso de la lengua nacional, donde los torrentes de palabras merecen repetirse dentro de cada comunidad nacional.
Ahora bien, la lengua nacional existe distante a miles de años luz de una “lengua faraónica”, la cual desconocemos por la lejanía histórica, pero la atisbamos mediante diversos indicios. Las lenguas aristocráticas y las religiosas quedan encerradas dentro de grupos selectos, separados de lo que ahora reconocemos como el cuerpo de la nación. La relación entre la iglesia católica medieval y el latín entrega el ejemplo que mejor conocemos, pues entronca con nuestra cultura occidental pero el fenómeno parece repetido en otras civilizaciones. Esta lengua latina del culto religioso estructura una lengua elevada y separada del vulgo, pertenece a una casta superior de clérigos letrados; y entre ellos se entienden claramente, comunicándose con ese medio lingüístico, pero no esperan comprensión entre los pobladores de sus naciones. Al contrario, ese latín eclesiástico genera una barrera y un signo de separación ante el vulgo, pero de universalidad entre los clérigo; este latín usado como idioma de especialistas funciona como muralla para separar a los clérigos respecto del pueblo. Esto queda claro en el contexto europeo cuando entra en juego la Reforma protestante, un movimiento religioso emergente que recurre a la impresión de la Biblia en lengua vulgar nacional para contraatacar en poderío de la iglesia católica; escribir y publicar en la lengua vulgar de cada región significaba socavar el poder y autoridad de la iglesia, detentadora del conocimiento del latín.
Resultará interesante descubrir el significado social y político de la lengua especial de los sacerdotes egipcios, quienes fueron una casta duradera por siglos. Esta situación social del sacerdocio amurallado por un lenguaje especial otorga mayor significado a la anécdota del Faraón buscando el lenguaje original humano mediante su rústico experimento; y recordemos que cada Faraón encabezaba al sacerdocio. La lengua sacerdotal, obligadamente, pretende acercamiento con el fenómeno de lo sagrado, busca erigir un vehículo de proximidad en el trasmundo, de ahí que cada palabra pretenda convertirse en un mensaje de hierofante.
Los vestigios preservados por la cábala indican una creencia entera en las cualidades sobrenaturales del lenguaje, y que convenía trascender la lengua profana, estableciendo un circuito de palabras codificadas para hablar directamente el lenguaje apropiado de la esfera divina. Esta pretensión alcanza extremos como lo demuestra la creencia en el poder absoluto detentado por el “nombre verdadero”, el cual confería control sobre la persona nominada, incluso sobre los entes sobrenaturales, y hasta sobre los dioses, como atestiguan diversas leyendas sobre el “robo” del nombre secreto. Esta creencia existió entre los egipcios antiguos, una narración indica que Isis alcanza el dominio sobre el dios regente del inframundo al obtener su nombre verdadero. Entonces, buscar las palabras prístinas y originales, las inmaculadas del primer humano, no parece una empresa de curiosidad ociosa o culta de un Faraón, sino un evento religioso y de búsqueda de envestiduras adicionales para el Faraón y su casta sacerdotal. Esto nos conduce a que un “lenguaje perfecto” con pretensiones sagradas no corresponde con el concepto adecuado del lenguaje nacional, en el cual predomina la asimilación de las tradiciones de regiones para integrar en un código cultivado, una especie de intersección entre la masa del habla popular y el refinamiento literario de esta “materia prima”.

La función de la literatura y el periódico para crear las naciones, mediante la condensación-creación del tiempo simultáneo: sobre Benedict Anderson
Corresponde mérito a Benedict Anderson por hacer una descripción del rasgo temporal de la conciencia nacional moderna a partir de varios de sus aspectos manifiestos en relación con las múltiples funciones de la lengua. En la literatura del periodo de las naciones emergentes ubicado a desde fines del siglo XVIII la estructura de la yuxtaposición de eventos permite que se imagine la comunidad entre los diferentes actores mediante un drama de ficción; y además si leemos una novela relatada en términos de sucesos presentes también se permite la percepción de la contemporaneidad completa entre el lector, autor y los eventos relatados. Por su parte los periódicos (cuyo antecedente está en las revistas holandesas del siglo XVII, pero su difusión europea ocurre hacia el siglo XVIII) son un objeto moderno especial, adecuados a la conciencia de la simultaneidad perfecta. "La obsolescencia del periódico al día siguiente de su impresión (...) esa ceremonia masiva extraordinaria: el consumo casi precisamente simultáneo ("imaginario") del periódico como ficción"[3]. Escapando de la costumbre que nos hace aceptarlo como un hecho de la vida diaria, el rápido destino del periódico hacia su obsolescencia inmediata resulta sorprendente. Para Anderson resulta aleccionador el evento evanescente de un público lector masivo que “recibe” el pulso de su realidad por unos minutos, y así se satisface al establecer una “comunidad imaginada” durante esos momentos y luego desaparece de su lectura fugaz.
Este ceremonial de la lectura del periódico sería inconcebible sin una vigorosa causa material, y la interpretación viable me parece reside en la dependencia universal mediada, correspondiente a una co-dependencia económica inmediata expresada por ejemplo en Marx como la ley del valor trabajo. Por ese lado, la condición de posibilidad de la moderna conciencia nacional radica en la modificación histórica del modo de apropiación del tiempo inaugurado por el capitalismo mercantil, pero revelando un modo de apropiarse del tiempo ya prefigurado en la mera existencia de la división del trabajo previa, pues una economía de división de trabajo implica una co-dependencia entre las personas. La interpretación de Anderson implica la creación del espacio tiempo nacional moderno mediante esa “espacio-temporalidad” de la novela moderna.
Esta afirmación de la importancia de una apropiación del calendario en sentido de simultaneidad para definir la conciencia nacional podría excederse hasta desmeritar la conciencia de las sociedades previas. En las sociedades previas sí existe conciencia de la simultaneidad y existen pruebas, sin embargo, no resulta tan apremiante y trascendente. La simultaneidad aparece ya en los relatos antiguos, cuando el personaje principal cumple sus aventuras y resulta que “mientras tanto”, tal como Ulises se perdía por los mares de Grecia, “mientras tanto” Penélope tejía y destejía su tela. Únicamente vemos una acumulación de cantidad, el “mientras tanto” de la antigüedad es más sencillo y menos apasionante, no resulta tan denso como en la conciencia y vida modernas. El mismo ejemplo del periódico resulta ilustrativo, porque el tiraje del periódico signa la unificación del día, colocando en el mismo recipiente de información cualquier tipo de eventos relevantes y no tanto, unidos únicamente por la novedad, atados porque suceden ese mismo día. Para la unidad del periódico el día moldea el recipiente perfecto, con lo cual en cada día se establece la simultaneidad, donde lo diario vale por sí mismo. El lector compra su periódico, precisamente, para enterarse de lo acontecido ese día; y quizá no lee entero el diario, pero mantiene a la disposición ese rompecabezas armado por la simultaneidad, donde coloca su propia existencia.
En la obra Historias (o Los Nueve libros de Historia) de Herodoto, a su manera lejana especie de periódico atrasado del pueblo griego, reiteradamente aparecen los eventos en la sincronía del “mientras tanto”. La importancia de la simultaneidad resulta indispensable y evidente durante los sucesos militares, así cuando se relata la invasión de los persas, varios eventos están presentes y duran “mientras tanto”, porque la conexión final genera el evento militar mismo. Mientras un ejército espartano toma una posición fortificada en el desfiladero de las Termópilas, el otro ejército persa avanza; mientras los refuerzos se rezagan, el general decide establecer una pausa en su movilización. La simultaneidad está presente en el evento de las guerras entre griegos y persas, no resulta permisible imaginar el evento sin incluir el ingrediente de simultaneidad. Sin embargo, la simultaneidad temporal opera un salto cualitativo con el advenimiento del capitalismo. La existencia del diario comparado con la narración de la saga de Herodoto resulta convincente, para argumentar que la simultaneidad lanza un salto cualitativo, y en el nuevo periodo se coloca en el corazón de la asimilación del tiempo.
Ahora bien, esta conciencia de la simultaneidad contiene su fundamento firme en la división social del trabajo, evento económico que genera la universal co-dependencia hasta un nivel extremo. Desde las sociedades primitivas existe división del trabajo, pero la complejidad de la interconexión alcanza un nivel superior por medio del mercado, y luego, con el capitalismo. Pasamos de la cantidad hasta la calidad. El simple acudir al encuentro de alguien ya implica conciencia de la simultaneidad, así la actividad de los cazadores más primitivos encerraría una operación de encuentro mediante la simultaneidad, especialmente cuando rastrean u siguen manadas huidizas a distancias muy superiores a su alcance visual.
El argumento de fondo de Anderson repetidamente consiste en que la imaginación (otra manera de indicar la conciencia) del individuo moderno ha alcanzado una percepción de la simultaneidad, para insertarse en una comunidad compleja, a la cual estima y acepta como su nación. Con ese sentido del tiempo simultáneo a la distancia se establece una comunidad con miles o millones de individuos a quienes ya no vemos. Una vez establecido ese vínculo en esa aprehensión del tiempo[4] es factible que las personas se asuman y piensen dentro de una nación. Entonces la novela y el periódico desde el siglo XIX (como ahora lo hacen los medios electrónicos) mediante un influjo que se mide en millones de eventos educan sobre la densidad de la simultaneidad. Importa detenerse en el diferencial entre la continuidad y la novedad del asunto, de manera importante Anderson remarca el acento en la novedad radical de la conciencia nacional, aportando interesantes pruebas, y de hecho parece no interesarle la aprehensión simultánea del tiempo desde la pre-modernidad[5], sino sus rasgos más intemporales (la cosmogonía, la jerarquía del tiempo, etc.), pero por mi parte quiero destacar la continuidad. Sin embargo, por principio metódico resulta casi evidente esta afirmación: el tiempo no se inventa sino se apropia; las interpretaciones sociales predominantes sobre el tiempo están sostenidas sobre la apropiación completa de la vida (producción y reproducción esencial de la vida humana), por lo que dentro de la ruptura existe continuidad en el fundamento. Esto implica que la cualidad de simultaneidad temporal se densifica, incluso la homogeneidad del tiempo tampoco se inventó recientemente y únicamente se radicalizó, la división del tiempo en segmentos homogéneos no se creó con el capitalismo, la novedad acontece dentro de las posibilidades técnicas para medirlo y sobre su intensidad.

NOTAS:
[1] HERODOTO, Historias.
[2] Cfr. ELIADE, Mircea, Tratado de historia de las religiones y El mito del eterno retorno. Cierta estructura religiosa cree firmemente que los tiempos se van degradando porque se alejan de la fuente de la emanación divina, así el tiempo sufriría de una enfermedad progresiva y mortal, hasta morir para regresar a su fuente.
[3] ANDERSON, Benedict, Comunidades imaginadas, p 60.
[4] Desde otra perspectiva, Kant propone que para pensar se requiere, como precondición, el esquema espacio temporal, las condiciones de posibilidad el pensamiento. Cf. Crítica de la razón pura.
[5] Esto no implica crítica a Anderson, quien reconoce que las visiones pre-nacionales contienen elementos de simultaneidad al estudiar las novelas de varios autores, Comunidades imaginadas, p. 46-56.

RESUMEN DE “EL TALLER Y EL CRONÓMETRO” Y “EL TALLER Y EL ROBOT” DE BENJAMIN CORIAT






Por Carlos Valdés Martín

Presentación
Aquí se comenta a Benjamin Coriat, un autor que mantiene coherencia conceptual y un mismo enfoque metódico en dos libros con un mismo objetivo de estudio (el proceso de trabajo en los países capitalistas, en especial, los más avanzados), aunque abarcan un periodo pródigo en cambios, algunos evidentes y otros sutiles, desde las condiciones de producción que él analiza y muy enfáticamente los cambios del ánimo político y enfoque de la capa intelectual de la izquierda europea que él representa. Quizá valga la pena, tratar de hacer cierto balance metódico de entrada. En el principio él se considera marxista, pero su estudio detallado del taller, le lleva a emplear otra herramienta conceptual, que sería preferentemente, el modelo de producción, "la producción en masa", el fordismo en sí, que en ciertos momentos  prefiere considerarlo como un "modelo de acumulación", pero finalmente se impone como un objeto en sí, como la realidad absoluta y el eje del capitalismo.[1]
Ahí, está el afán de novedad (tan francés) y de realzar lo encontrado como el corazón del mundo, sin embargo, un afán tan obligado por el sismo que representa el derrumbe de la URSS y se metamorfosis a la deriva, que para el año 1990 todavía no resultaba clara. El primer libro, editado en 1979, considera que el imperio del cronómetro y su modelo de producción es "la mayor revolución de la historia humana". La intención fue continuar con Marx y reportar su actualización: la producción en masa lo revoluciona todo, las relaciones entre las clases, la expresión política, los sindicatos, el estado, el modo de consumo, etc. Aunque concuerdo con el papel central de la producción inmediata en las transformaciones totales de la sociedad, el problema es que él prefiere enfocar a la producción como un modelo de fabricación, a la técnica precisa de adaptación del trabajo a la producción, como una totalidad completa que ella explica todo, y casi se queda sin explicar. Pero abordar a la figura concreta de la fuerza de trabajo dentro del taller como una totalidad generatriz, luego exige pasar a sus cambios, y entonces la licuefacción de sus condiciones particulares de trabajo en el posfordismo y la reorganización de los equipos de trabajos, etc. implica una "aceleración de las épocas", entonces el efecto de repercusión tendría una acción caleidoscópica: demasiados cambios en poco tiempo, sin determinar cuáles son las transformaciones centrales. El segundo libro, fue editado en 1990, así que entre el primer y segundo texto se levanta un Everest de transformaciones, pasando por la explosión de la informática (en particular los comienzos de la aplicación robótica) y la caída de los regímenes del Este. Por lo mismo, el segundo se desinteresa por la continuidad con Marx y se deja llevar por el movimiento de las realidades inmediatas, sin pretender conclusiones tan firmes.

El cronómetro y el  taller
En este libro resulta crucial su clasificación de las etapas de la producción capitalista, analizando en base a sus características técnicas, dividiendo en fases pretaylorista, taylorista, fordista y posfordista. Su título intenta unificar la idea de los “tiempos y movimientos” de la técnica para organizar el trabajo fabril, con la noción marxista superficial de que la sustancia de valor es el tiempo, lo cual parecía coincidir superficialmente en la fase de identidad entre capitalismo y métodos de Taylor, sin embargo, tal suposición se difumina en el periodo posterior.[2]

Pretaylorismo. Considera Coriat que el capital se encuentra con el oficio de los trabajadores como una precondición contra la cual ha luchado arduamente desde la cuna. Los conocidos fenómenos de la revolución industrial nos llevan a mostrar que así ha sido. Las capacidades profesionales del obrero son expropiadas por la máquina, socavadas por el empleo de trabajo infantil y femenil, así como por la utilización del stajanovismo o destajismo. Obviamente, desde los tiempos de Adam Smith se sabía que el modo para combatir el oficio (base artesanal de habilidades) el secreto estaba en una división creciente del trabajo y el empleo de maquinaria.

Taylorismo. Después se habría de inventar una organización científica del trabajo, representada en estudios de tiempos y movimientos. Además del incremento de productividad, también está el objetivo de lograr que el capitalismo controle plenamente la producción. Con esta organización del taller se pretende destruir el oficio del obrero, su habilidad contenida, condición de posibilidad para incrementar la explotación del trabajo, aumento de la tasa de plusvalor.

Línea de montaje: la intercambiabilidad de piezas (producción en masa) se une con el ritmo mecánico del desplazamiento de piezas, así nace la cadena de montaje. Fecha: 1918. Lugar: EUA. Se les conoce como "método americanos". Supresión creciente de la necesidad de destreza en el fordismo. En los talleres Ford la capacitación de un día a un mes representa el 85%, y la capacitación mayor a un año es de 1%. Así, irrumpe una apoteosis del trabajo simplificado y la sencillez máxima.
También es notable la reducción de los stocks, por mayor simplicidad y eficiencia. La meta era ya (sonido posmoderno): la producción sin depósitos.

La figura fordista del salario: Considera Coriat que se presenta toda una racionalización del salario y un nuevo modelo de acumulación con el fordismo. Recuerda que Taylor recomendaba un trabajo pagado por piezas, con una mejor remuneración que alejara al obrero de las cajas de socorro manejadas hasta entonces única y exclusivamente por sindicatos. Se empieza aceptar que el obrero tiene gastos de reproducción. Hacia 1920, junto con la generalización de estudios metódicos de tiempos de movimiento, también crece en el gobierno de EUA la preocupación por un salario remunerador y una duración razonable, así como seguridad social. Coriat observa nuevas normas de trabajo y cambios en la función del salario, de tal modo resulta una inserción novedosa del obrero en la acumulación. En 1914 Ford lanza una espectacular iniciativa de Acuerdo general sobre salarios, para ofrecer 5 dólares diarios, lo cual era un salto descomunal, pues previamente se mantenía un promedio de 2.5 dólares diarios. Se trata de un salto espectacular para el ingreso real obrero, pero conviene considerar las funciones que cumple. Más salario es un remedio para asegurar el aprovisionamiento de mano de obra, estabilizar la contratación de la calificada y alejarlos del radicalismo. Particularmente, Ford pretende incidir hasta en la vida privada del trabajador, el área "de sociología"[3] de la empresa tenía treinta investigadores para observar el comportamiento privado de sus empleados, para verificar que los gastaran de manera honesta y correcta; quienes a juicio de la empresa eran viciosos perdían derecho a su alto salario. El salario alto está acompañado por innovar cadenas y líneas de montaje con una supervisión más estricta, por ese lado incremento en la productividad del trabajo, demostrado en que el costo de producción por automóvil baja en cerca de 17%. Además la industria produce a escalas creciente, la Ford avanza de 200,000 coches en 1913 a dos millones en 1923.
Se pregunta Gramsci si el ritmo creciente de la producción en cadena fordista no estará mermando tanto la fuerza vital de los obreros, que aniquilará a las futuras generaciones.[4] En particular Ford cree que no, pero si comparamos incremento en ingreso monetario contra desgaste de vida está claro que los salarios "están lejos de ser tan elevados como debieran"[5]. Aquí es evidente, que compara dos series inconmensurables, el dinero y la vida, lo abstracto y la particularidad; nunca se puede medir la relación interna entre ambas. Lo que resultó claro fue que el ingreso mayor se convirtió en el eslabón clave para la estabilidad del sistema.
Por último, redondeando el argumento del salario, comenta Coriat que el salario también tiene una función en la acumulación, también se convierte en compra; los artículos de consumo proletario también se convierten en mercado capitalista, dando origen a lo que se designará como "nuevas normas del consumo obrero" (tomado de Aglietta), que es un eslabón que redondea la universalización del intercambio mercantil.[6]

Producción capitalista en masa. En este punto se observa nítidamente el método de Coriat, su tendencia a crear modelos concretos, que luego se le multiplicarán como conejos (formas concretas del proceso de trabajo novedosas). Su concepto de la producción en masa trata de remitirlo a El capital, como gran industria, pero sin toda su serie. En El capital mira Coriat que las formas del proceso de trabajo son sólo soportes a la producción de plusvalor. Para Coriat la novedad consiste en una racionalización de la gran industria, donde advierte una "nueva base técnica"; la base del proceso como intensificación de la extracción de plusvalía masiva no la cuestiona, sino que considera la llegada hacia una "forma moderna". En esta fase de análisis la novedad consistiría en un redondeo del sistema, su extensión hacia la refuncionalización del consumo, sustitución de tareas domésticas por procesos mercantiles, y establecimiento del salario indirecto por el Estado, con lo cual se estaría gestionando de manera capitalista la reproducción de la fuerza de trabajo. En especial, tiene abundantes datos sobre la importancia de la seguridad social para redondear el dominio sobre los trabajadores: seguro en desastres, en enfermedades, las jubilaciones, etc.
Haciendo un esquema general, producción capitalista en masa sería una novedad propia del siglo XX (fase iniciada con Taylor y terminada con Ford), resultante de la unidad de cuatro "normatividades". a) Nuevas normas de trabajo: tiempos y movimientos, especialización, separación concepción/ejecución, que conduce al nivel b1) Nuevas normas de productividad: línea de montaje y estandarización b2) Nuevas normas de producción: reducción del valor unitario de mercancías, ampliación de las normas de escala, y más intensidad y productividad del trabajo, b3) Nuevas normas del consumo obrero: decae la economía doméstica previa, salario indirecto, producción capitalista de bienes de consumo obrero. c) Producción capitalista en masa, resultante que se expresa en: modificación de la relación entre las secciones de la acumulación; nueva relación entre consumo productivo y reconstitución de la fuerza de trabajo (aparece el "consumo en masa"); racionalización de la gran industria.
Los elementos de Coriat no son irreales, y el único problema lo observo en la relación entre novedad y continuidad. La mayoría de los aspectos no son novedosos para el capitalismo, pero sí es importante la explicación del aumento del nivel salarial metropolitano. Como él se ocupa por una explicación "económica" recurre a una nueva funcionalidad del consumo obrero. Dice: "hay una idea nueva aunque sencilla: la producción en masa supone la distribución de un poder adquisitivo suficiente en forma de salario y de renta"[7]. Esto lo observa Coriat como un dispositivo de política económica anti-crisis, en todo empatado con las interpretaciones keynesianas de la importancia de reducir la propensión al ahorro.[8] De hecho la política de los años treintas, como el New Deal, regula para que no baje demasiado el salario (mínimos, duración legal de la jornada, etc.), asiste para un salario indirecto (prestaciones, servicio médico…) y garantiza consumo hasta para los desempleados. Se establecen contratos colectivos de trabajo, donde se establece que la condición para aumentar el nivel del salario depende de la productividad creciente.

"Obrero masa multinacional": Definitivamente bajo este concepto trata Coriat de atacar los mitos de la industrialización del norte opuesta al subdesarrollo del sur. Existe un interés de trasfondo político, pues se trata de mostrar a un sur-proletario opuesto a un norte aburguesado, como la cuña de una madeja mistificada. Al interior europeo se reintroduce el sur colonial, como migración de mano de obra, de tal modo el sistema industrial del norte necesita obreros descalificados del sur. Coriat ataca tesis dominantes, que suponen que la migración obstaculiza a la modernización y al emigrado estorbo de la industria. Contrario a esto, afirma que la modernización exige el consumo en gran escala de mano de obra no calificada, resultado natural de la dinámica capitalista con su especialización extrema y falta de concepción en la ejecución. De acuerdo a sus datos crece la proporción de "empleo no calificado", y para mostrar esto sirven emigrantes y también mujeres. Sin profundizar Coriat muestra un mercado laboral "balcanizado", escindido entre los empleados oscuros, inmigrantes, jóvenes, etc. y los empleados blancos y profesionales.

Crisis en la organización científica del trabajo (fordismo): Considera Coriat que las luchas obreras está centradas en los setentas en la resistencia contra el tipo de trabajo de la producción en masa capitalista. Hay crisis de eficacia y de legitimidad. Las cadencias infernales de las líneas de montaje son eje de lucha, y se trata de los grandes movimientos de masa, como el de 1968 y principios de los 70's. Incluso en una visión optimista "Parece que el trabajo parcelario y repetitivo encuentra aquí una especie de límite , una crisis de su eficacia como técnica del dominio del trabajo"[9]. La resistencia parece más eficiente contra esa forma de trabajo, por ejemplo es frágil ante la huelga en una parte de la cadena de montaje. Además la resistencia molecular contra este tipo de trabajo se expresa en muy altos índices de absentismo, rotación de personal y baja en la calidad de la producción. Pero lo anterior es solamente una parte de la problemática más conocida, también están problemas técnicos respecto del parcelación misma del trabajo, como la generación de "tiempos muertos" y el crecimiento de los gastos de vigilancia y supervisión, que se vuelven super-costos. La conclusión de Coriat es que las técnicas Taylor-Ford se ha agotado como mecanismo de extracción de plusvalor, ofreciendo una metáfora demasiado biológica, cual esperanza catastrófica.[10] 

Ante la variedad de estos problemas la solución capitalista típica sería hacia "crear condiciones tecnológicas a toda prueba, a cubierto de errores humanos"[11]. En mis propios términos, significa que la evolución posterior capitalista sólo puede ser hacia la ciber-fábrica, nuevo paso de la automatización controlando al trabajo vivo. Para Coriat el camino está en la sofisticación de la organización del trabajo y "sobre todo, en la integración masiva de autómatas industriales"[12].

Recomposición de la línea de montaje. Coriat estudia fenómenos que se presentan en los 70's. Plantea la modificación a la línea de montaje tradicional de Tavistock, que sigue a la cadena, pero sobre ésta se organizan pequeños grupos que trabajan sobre un transportador central. La autonomía de estos grupos de trabajo puede ser una trampa, medio para recuperar la disciplina.

Caso Olivetti. Las características de la transformación de esta firma italiana están sobre la línea de la 3ª ola: amplía mucho la gama de fabricación; reduce la escala de fabricación por tipo de producto, y la obsolescencia del producto mismo crece generando un riesgo de mercado.

La jerarquía del trabajo, la des-especialización y el obrero masa. Alrededor de los acontecimientos de la lucha proletaria europea de 1968 a 1978, Coriat se pregunta sobre la relación entre la clasificación de los obreros en especialidades con salarios distintos y sus aspiraciones. A grosso modo, lo que opera la organización científica del trabajo y la tecnificación del proceso laboral es hacia continuas pérdidas de la especialización (la pérdida del oficio); se trata de una unificación hacia abajo, pues se pierde la importancia de la calificación particular del trabajador. La calificación misma no desaparece, existe interesantes tablas de clasificación de los obreros de los diferentes países europeos; en ese tiempo se había llegado a clasificaciones extremadamente graduadas de puestos de trabajos y niveles salariales, por en ejemplo de 47 niveles salariales para 170 puestos de trabajo y 9 clases de obreros especializados; a contrapelo, de esta gradación la tendencia capitalista es hacia cierta simplificación de los puestos laborales y a su "flexibilización". Con ese cambio "la ideología profesional2 dentro de los obreros, queda arruinada, cambiada por un impulso igualitario. En especial, Coriat considera que existe una puerta de salto cualitativo hacia un profesionalismo (el P-1F) que está vedado al obrero manual, que se limita a especializaciones menores, sin un horizonte estimulante. En las luchas de los setenta fue importante la demanda de un salto en el escalafón profesional del trabajados, presentando consignas tales como "P1F para todos"[13], de tal modo que se pretendía, por la lucha política, "el paso colectivo y para todos" en la categoría laboral superior. Bajo este panorama de especialidades obreras que se nivelan, está presentándose una necesidad capitalista general "el mantenimiento de la alimentación de una fuerza de trabajo numerosa y barata sigue siendo, por encima de todo, el elemento central y obligado de toda política de la fuerza de trabajo"[14] Aunque no lo discuta, la interpretación de su siguiente libro, desecha esa interpretación, ante la elevación del nivel de vida del obrero occidental, entonces el pauperismo se desplaza hacia la periferia y el desempleado, de tal manera que es una ilusión creer que es el signo esencial del capitalismo; obviamente, queda la "mancha del tigre", que dice: el salario del obrero siempre quedará confinado al nivel compatible con la valorización del capital. El trabajador del sector terciario adquiere de forma más acabada la figura de proletario, de "obrero masa", expresado en las luchas sindicales del sector.

Libro El taller y el robot, Ensayos sobre el fordismo y la producción en masa en la era de la electrónica

Sobre el Prólogo. El "objeto rey" de la automatización de los años ochenta fue el robot, considerado el objeto clave que lleva al extremo la idea del fetichismo: los poderes sociales convertidos en el cuerpo de un objeto, porque une en la tecnología tanto la eficacia práctica de máquina, como la eficacia mental de computadora.
Gran parte de la discusión que interesa a Coriat es la permanencia o desaparición de los métodos tayloristas/fordistas con sus características de modelo. Su estimación es la continuidad esencial con ciertos cambios importantes, con lo cual se tendría un "postaylorianismo" marcado por trabajo en "islotes" o grupos de trabajo, la cadena de montaje puede pasar a ser una red más compleja,  y se abandona la banda transportadora de ritmo fijo por una red de ritmos flexibles. Y la producción misma, poco a poco, va pasando de las series de iguales productos hacia las series menores con calidad y diferencia; incluso "la era de la producción en serie de productos indiferenciados ha terminado"[15]. No desaparece la serie en sí, siguen existiendo economías de escalas, pero los mercados se están segmentando. Esto se une a un sesgo positivo de que "poderosas vertientes convergen para asegurar al valor de uso de los bienes una importancia y una atención renovadas"[16], y de hecho, este argumento es central sobre su propuesta política optimista, su salida de la crisis.

El corazón del asunto: la transformación del “taller” está en curso. Precisamente por los años de investigación y publicación, el autor Benjamin Coriat se encuentra en mitad de procesos emergentes que implican revisiones y reconsideraciones. Mientras su obra proviene de un “marxismo clásico” que consideraba al proceso productivo como una confrontación entre el capital y el trabajo a nivel concreto de la fábrica en continua transformación, para la edición del libro, pareciera que las viejas convicciones arrastran nuevas interrogantes. Mientras el primer libro cabría colocarlo en el nivel de una investigación concreta muy útil y una oda al obrero sobrexplotado, pero sin la sangría evidente de la Revolución Industrial, sino dentro de una exprimidora ascética que saca valor al salario. En el segundo libro, ese anterior exprimir al obrero cada pequeño gesto en la fabricación pareciera estar perdiendo sentido, en favor de las reconfiguraciones constantes y las especializaciones de producción, donde las máquinas cada vez más tecnificadas van sacando de la jugada a las masas de empleados tecnificados o desvalorizados, pues cualquier polo pareciera sometido a una legalidad cambiante. Bajo tal agitación tecnificada el vínculo tan estrecho con El capital se pierde en un remolino que trata más de innovaciones y reconfiguraciones que de agotamiento físico y alienación mental, sin que esto implique santificar al proceso de producción; sin embargo, el anatema contra el capital como la cuna de todos los males se está diluyendo.
A nivel propiamente técnico los 80's lanzan la conjunción de la microcomputadora, la informática, una electrónica mejorada y la robótica;[17] repercute hacia una revolución en curso y que se retroalimenta de manera colosal, que le parece que integra un nuevo "sistema técnico" o una revolución tecnológica. La impresión es que mientras en el texto del libro esa nueva revolución no está patente, ya en el Prólogo, Benjamin Coriat la ha asumido y la reconoce con franqueza.
Desde el punto de vista de la materia de exposición, lo que se aborda son una enorme variedad de procesos que flexibilizan y reorganizan los centros de trabajo haciendo obsoletos los principios del taylorismo y el fordismo, sin abandonar los criterios de eficiencia, eficacia y efectividad que exigen ahorrar tiempo de trabajo y materiales para lograr utilidades en las empresas. Todo lo anterior impactado por las nuevas tecnologías de computación, informática y robótica que hacen posibles o impulsan los cambios detectados. Muchas veces las modificaciones observables parecen figuras tan definitivas como evanescentes, marcadas por una procedencia (el modelo japonés) o por una técnica novedosa (Kan ban), sin que a lo largo del libro adquieran la definitividad de la oleada taylorista y la introducción fordista. La transformación en curso de los procesos de trabajo pareciera que no ha adquirido su forma definitiva, como bien lo señala el autor, “En efecto, es muy prematuro pronunciarse con respecto a las formas estabilizadas que puede revestir el modelo de crecimiento y de desarrollo que puede establecerse sobre la base de esos elementos nuevos.”[18] Existe una línea general que implica una relajación de las tendencias tayloristas y fordistas, sin que se defina con claridad el proceso de sustitución, sin que por ello desaparezca por entero el pasado.

Epílogo. A manera de conclusión Coriat confronta tres posiciones sobre la transformación capitalista, que él llama "argumentos", inclinándonos por el último. 1) El argumento (neo)liberal supone que sólo el mercado sabe y que la empresa individual es la reina de la selva; el camino social que propones es la profundización de la dualidad social, entre operadores complejos (tecnoestructura) y simples obreros con tareas trivializadas por la informática. El salario se condiciona por la productividad, pero a la baja; se desplazan internacionalmente hacia la maquila de salarios bajos. 2) El argumento liberal moderado o asistencial, en el cual se mantiene al Estado como el único garante para restablecer una distribución del ingreso más equitativa, estableciendo el ingreso mínimo y evitando un estallido social; sin embargo, es fiscalmente caro, recordando que la democracia es un lujo.[19] 3) El argumento cooperativo y de democracia social, que trata de establecer una ecuación de identidad entre un fuerte avance en la democracia en las relaciones económicas con las potencialidades de la revolución tecnológica en curso[20]. Le parece a Coriat que la calidad en la producción se logra con más participación del involucrado directo. La mejoría en la capacidad laboral exige de la reinversión en capacitación, lo cual deberá retribuir más al trabajador. Se espera que esto, junto con otras medidas operase en un círculo virtuoso, que eleve la participación social y el ingreso de los trabajadores. Considera que sus argumentos favoritos pueden parecer utópicos, pero recuerda que Ford triunfó en el mundo de los negocios con los "altos salarios".

NOTAS:

[1] Para mayor precisión, más que “dialéctica materialista” se desliza hacia un empirismo con vínculos económicos, pues la dialéctica no es lo suyo, ya que el término “relación social” lo fosiliza dentro de la fábrica, para mantenerse dentro de la tradición obrerista. Para ser dialéctica debería remitirse a los demás niveles, que elude en un economicismo obrerista. Cf. LEFEBVRE, Lógica formal, lógica dialéctica.
[2] Quizá cabe señalar que el concepto de tiempo pierde el sentido duro e ingenuo de la Era Victoriana, según señala Foucault la vinculación entre la economía clásica y la “episteme del positivismo”. Cuando el tiempo deja de poseer esa figura acumulable, agonizan las ideas de fondo en David Ricardo y Karl Marx, alrededor del valor-trabajo. En Las palabras y la cosas.
[3]CORIAT, El taller y el cronómetro, p. 57.
[4] En esos años, Gramsci era la gran moda del marxismo occidental, considerado como el teórico de las superestructuras, efectivamente ocupado por la relación entre las bases proletarias y el nuevo ambiente europeo. Sus Cuadernos de la cárcel parecían la salida al marasmo de los partidos comunistas desprestigiados.
[5]CORIAT, El taller y el cronómetro, p. 61, cita de Henry Ford.
[6] Curioso lamento que el incremento del salario sea más consumo, por tanto el sistema se estabiliza y retroalimenta en más producción, cuando la circularidad debería ser una evidencia para cualquier pensamiento sistémico.
[7]CORIAT, El taller y el cronómetro, p. 93.
[8] KEYNES, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero.
[9]CORIAT, El taller y el cronómetro, p. 125.
[10]CORIAT, El taller y el cronómetro, p. 146.
[11]CORIAT, El taller y el cronómetro, p. 143, cita de Emery
[12]CORIAT, El taller y el cronómetro, p. 147. En esencia, coincide con Tofler y otros futuristas.
[13]CORIAT, El taller y el cronómetro, p. 190.
[14]CORIAT, El taller y el cronómetro, p. 200. Visión antigua de al explotación como un mantener en la pobreza al obrero.
[15]CORIAT, El taller y el robot,  p. 23.
[16]CORIAT, El taller y el robot, p. 25.
[17] CORIAT, El taller y el robot, p. 28, Prólogo: “Está dispuesto un nuevo “cuadrado mágico”. Desde sus cuatro esquinas: la informática, la electrónica, las telecomunicaciones y la robótica), se teje una red nueva fuertemente interactiva de fuerzas productivas de inmensas potencialidades.”
[18] CORIAT, El taller y el robot, p. 29. Prólogo.
[19] Se elude la opción del capitalismo autoritario, en el pasado la “vía Junker” y ahora la vía China, que combina autoritarismo rojo con capitalismo salvaje en su economía.
[20]CORIAT, El taller y el robot, p. 255. "En el centro de las nuevas relaciones por construir se encuentran esta afinidad y esta solidaridad esencial entre la calidad del trabajo y la de los productos".