Música


Vistas de página en total

domingo, 28 de febrero de 2010

LENIN Y CARNEGIE, COMPARACIÓN DE LOS MÉTODOS APARENTEMENTE OPUESTOS DE CONVENCIMIENTO Y LIDERAZGO



Por Carlos Valdés Martín

Lenin como modelo de liderazgo.
El dirigente ruso de la Revolución de Octubre, la primera revolución de tinte comunista o soviético de la humanidad, siguió una línea recia e inflexible de conducción de las masas proletarias, obreras y campesinas hacia una senda nunca antes intentada.
En apariencia, nada más opuesto que la férrea línea política del ruso comunista Lenin y la dulce promoción de las relaciones públicas del norteamericano capitalista Dale Carnegie, pero si enlazamos los puntos principales propuestos por el norteamericano y los métodos de Lenin para el convencimiento discursivo (debates, propuestas) nos daremos cuenta de una enorme afinidad. El lado combatiente de Lenin por fuerza implica la muestra de cómo obtener enemigos y sellar esta enemistad para siempre, pues la lucha frontal y radical del político ruso en contra del zarismo (y cualquier aspecto del régimen feudal), del capitalismo (acabar con las relaciones sociales capitalistas) y del imperialismo (la opresión de las naciones metropolitanas sobre las atrasadas, coloniales y semi-coloniales). En esa faz, el ruso estaba muy complacido de obtener la enemistad y el odio de los grupos explotadores a los cuales él también odiaba con método; pero en la lucha política el otro lado de la moneda implica obtener adhesiones, y el político que más y mejores adhesiones logra para su causa resultará triunfador.
Dejemos de lado el tema de si el camino planteado por Lenin de una sociedad comunista plena se desvió o resultó destruido ulteriormente. Fuera de polémicas y evidente a todas luces Lenin movilizó de las masas y organizó un partido, en ese terreno fue exitoso y metódico, así como también formó cuadros planteando un paradigma triunfador de la conducción política. Enfrentado el caudillo comunista contra un imperio zarista casi todopoderoso, entonces el imperio más extenso en territorio sobre el planeta, parecía albergar una causa desesperada. Pareciera que Lenin no tenía herramientas contundentes para enfrentar al absolutismo del reino zarista. Del lado del Zar estaba un ejército inmenso y un aparato de Estado completamente fiel y dedicado a controlar al país, además una clase de ricos boyardos y aristócratas se enseñoreaba sobre todos los rincones de Rusia. Los métodos de persecución política del Zar eran completamente dictatoriales, el país entero quedaba vigilado por la policía del régimen, e incluso hasta Iglesia Ortodoxa rusa estaba sometida y obligada a prestar servicios de espionaje al régimen. En es contexto, parecía que una agrupación ilegal, salpicada de jóvenes soñadores e inexpertos jamás tendría oportunidad. Y ante la falta de oportunidad los oposicionistas habían experimentado los procedimientos de la desesperación, acudiendo al expediente del terrorismo directo contra la persona del Zar dictatorial. En la organización y tentativa de un acto mortal contra el Zar fue capturado y condenado a muerte el hermano mayor de Lenin, cuando el futuro líder comunista todavía era un niño. La amarga experiencia familiar motivó más al menor en vez de disuadirlo de entremeterse en la causa revolucionaria. Si el terror contra el Zar resultaba un fracaso, Lenin buscaría infatigablemente el medio adecuado para acabar completamente con el zarismo y al cabo lo logró. Desde su primera juventud se embarcó en movimientos rebeldes y fue descubriendo que la organización política podía ser un ariete más efectivo. Alistándose en pequeños grupos ilegales fue adquiriendo experiencia y estudios, y rápidamente se convirtió en una de los líderes del naciente movimiento marxista. De manera casi espontánea y casual sacudió a Rusia la revolución de 1905, generada por una mezcla extraña de circunstancias. A un sacerdote de la Iglesia Griega Ortodoxa que fungía como doble agente, se le facilitó encabezar protestas de los obreros en pos de condiciones de trabajo mínimas, y al crecer la protesta el movimiento pareció incontrolable. Finalmente, cuando Rusia estaba conmocionada por una enorme oleada de protestas denominada la Revolución de 1905, entonces el gobierno zarista lanzó una feroz y sangrienta represión contra el pueblo protestando. Esa fue la escuela política de Lenin, quien primero fue encarcelado pero pronto logró su libertad y alcanzó el exilio.

En ese difícil bautismo de persecuciones y también de luchas políticas dentro de su organización, Lenin adquirió rápidamente una perspectiva práctica pero con principios sólidos de cómo generar la lucha política y el liderazgo de una manera eficaz y práctica. Como marxista manifestó constantemente una enorme confianza en las masas, creyendo siempre en su potencial para desarrollar movimientos sociales y hasta para gestionar la producción de la sociedad revolucionaria. Confiaba tanto Lenin en la gente del pueblo que podría señalarse como un fanático del pueblo llano, constantemente exaltando las amplias capacidades de la gente sencilla para superarse y transformarse en un grupo político dirigente, la llamada clase revolucionaria. En base a sea confianza constantemente invitaba a la gente sencilla a movilizarse en la búsqueda de metas sencillas, los llamados objetivos mínimos, unas metas realistas tan simples como obtener que los patrones taparan los cristales rotos durante el crudo invierno. Es decir, al pueblo llano no lo criticaba ni cuestionaba, hacia la masa sencilla su lema era “educar pacientemente” . De entre esa gran masa a la cual procuraba alentar buscaba sacar a los cuadros formadores del partido, en ese proceso también consideraba como una especie de enseñanza escolar. Al partido lo alentaba constantemente predicando una moral de tipo heroica entre los cuadros políticos, quienes eran los adalides del proletariado, vistos como los redentores de la clase trabajadora. Lenin alabó enormemente las cualidades de abnegación y arrojo de los cuadros comunistas, insistiéndoles constantemente en su horizonte de una mejora personal. Tuvo la fortuna Lenin de que efectivamente bajo su carisma se forjó una nueva generación de líderes políticos en Rusia, enemigo a muerte del zarismo, y trabajando abnegadamente por una causa común. El zarismo se volvió tan odioso al pueblo y la intelectualidad rusa, que se generó una enorme fuerza durante las desgracias de la Primera Guerra Mundial.

Respecto de la manera de integrar a los cuadros dispersos pues existe una paradoja interesante con Lenin. Por un lado, parece como un sectario separando dos grupos de su organización, así vivió pletórico de debates en contra de sus adversarios tácticos directos en el seno de la organización marxista, por otro lado, fue un integrador metódico, juntando las fuerzas dispersas hasta alcanzar una integración muy fuerte bajo la fracción que él encabezaba, llamada la fracción bolchevique. Su aspecto de constante debate contra las otras fracciones rusas y de los marxistas de otros países genera una impresión de que Lenin era un buscapleitos, pero esa impresión resulta errónea. Porque mientras se peleaba con algunas fracciones a las cuales estimaba “oportunistas” o “reformistas” también establecía acuerdo e integración de manera continua y constante. Por ejemplo, con Trotsky había tenido un hondo pleito durante años, y cuando se acerca la revolución lo invita e integra en la misma estructura partidaria sin preocuparse de hace un saldo de las antiguas diferencias. Ese aspecto de buscapleitos de Lenin genera una apariencia de antípodas con el método de influir en las persona de Carnegie, pero la divergencia no resulta tan abismal, por la sencilla razón de que el pleito contra el foráneo (la fracción opuesta de los comunistas rusos, o europeos, también le sirve a Lenin para aclararle bien a sus partidarios el camino a seguir y así mantenerlos fuera del pleito. Aquí debemos notar un efecto de paradoja, porque embarcar a los propios partidarios en un pleito externo, los invitará a reforzar sus convicciones interiores y a no cambiarlas, por los oponentes los van a atacar, así se comprueba en sentido inverso las observaciones de Carnegie: las personas cuando son atacadas tienden a defender denodadamente las ideas adquiridas, y así (en cierto modo) se fanatizan con sus propias ideas.
Esto significa que una parte de la política de Lenin resulta diferente al método Carnegie, justamente esa parte que utiliza un debate permanente con sus rivales de tendencias políticas ligeramente distintas, pero que ensalza constantemente a las masas y a sus cuadros abnegados. Como receta de cocina coinciden en dos terceras partes, y en la parte de divergencia, pues existe una explicación en el mismo sentido de la teoría: a los partidarios los obliga a enfrentarse con el enemigo, para obtener un efecto de reforzamiento. En ese sentido el partido se forja y se solidifican los cuadros.

La modalidad de los debates de Lenin.
Me parece que Lenin procura atacar a las políticas antes que a las personas, pero el debate no desliga entre la política y la persona. En particular, busca definir y predecir la política irrecuperable a su causa, ante las cuales su ataque es brutal mientras invita a adoptar su propia “política correcta”. Hacia quien y donde (el espacio político imaginario de la revolución en curso) Lenin no estima suceden políticas irrecuperables para la causa revolucionaria, modera su dureza, pero es importante acotar que desde afuera esos constantes debates y confrontaciones los realiza contra dirigentes de tendencias cercanas (marxistas, socialistas y radicales de otras tendencias como los mencheviques, centristas, social-revolucionarios, reformistas, revisionistas, social-patriotas, etc.). En general, sus enfrentamientos aparecen extremadamente duros, en un sentido de caminos sin retorno en las aristas del debate . Sus adjetivos parecen especialmente afilados para cuestionar las políticas opuesta a la suya, como indican los adjetivos de “reformismo”, “revisionismo”, “socia-traidores”, “economicismo”, “servilismo”, “tradeunionismo” y “oportunismo”, incluso arribando a ataques de tono caricaturesco . De esta manera la dureza del debate ya aparece desde la selección de los adjetivos así como en la espereza de los argumentos y lo detallado de las discusiones. Así, son debates para no ganar amigos, sino para ahondar enemistades, cavar abismos entre las posiciones contrarias. Ahora bien, la dureza de los debates también se explica por la dureza de los tiempos, tensados por la Guerra Mundial y las conmociones civiles. El debate, muchas veces parece dirigido a separar claramente los campos de la organizaciones, ambicionando una reestructura, como dijera el propio Lenin con un dicho campesino, para separar “la cizaña del buen trigo”.
También resulta evidente si revisamos el acontecer político de Lenin y más todavía de sus seguidores, que su procedimiento político de debates tan duros, de diferenciaciones tan tajantes, ha dejado una larga estela de divisiones irreconciliables en el movimiento seguidor del marxismo. Claro que tantas divisiones no se deben atribuir exclusivamente a los métodos de debate y en buena medida se estabilizan en base a las grandes divisiones sociales, pero sí con un componente que colabora en ese sentido. El mismo Lenin no se espantaba de las divisiones en el movimiento y el partido, en algún pasaje cita a Hegel sobre la división para interpretarla como un fenómeno del progreso dialéctico, mediante el antagonismo. También resulta muy significativa la cita con la cual abre Lenin su obra central de organización política: “La lucha interior da al partido fuerza y vitalidad; la prueba más grande de la debilidad de un partido es el amorfismo y la ausencia de fronteras netamente delimitadas; el partido se fortalece depurándose” . Esto nos muestra a las claras que la tendencia a la confrontación de ideas es muy fuerte, y el siguiente paso es la separación de la organización.
Además queda un punto interesante para la especulación ante tal andanada de críticas y depuraciones que promueve el pensamiento de Lenin, para separar perfectamente a los revolucionarios de las demás tendencias y deslindar a las masas revolucionarias de las otras tendencias, ya que el blindaje excesivo (o si se prefiere el abismo incisivo) genera la impresión de un proceso artificial. Por artificial me refiero a que si la constitución del Sujeto Revolucionario ha de implicar una labor tan específica y esforzada (anti-espontánea) entonces el mismo Sujeto posee un carácter artificial, el mismo Lenin en su obra reconoce una parte de esta dificultad, al asumir que el marxismo es una teoría exterior al proletariado , y finalmente esa exterioridad también mostró que el proceso revolucionario generaba una realidad social también antagónica a las masas proletarias, un estatismo no comunista en términos de Marx y Lenin. Este proceso de blindaje de la vanguardia y de la clase mediante ese discurso excesivo (sin descartar una parte de verdad) implica un artificio de autoconstitución, tal como las órdenes monásticas y diversos grupos que se sectorizan y tienden a la autoperpetuación. No estoy cuestionando la autoperpetuación misma, sino a que la justificación de partido comunista es otra, su función es exterior, el abrir paso al proletariado revolucionario y la construcción de una sociedad comunista, no posee el partido una finalidad propia, pero en la práctica sí lo ha generado.

Objetivos claros y realistas.
En su vida Lenin fue un excelente promotor de actividades precisas y realizables. El largo debate de ¿Qué hacer? Se encausa sencillamente hacia dos temas prácticos la confección de un pequeño periódico central de la organización y a considerar miembros a los militantes efectivos del partido, es decir, hacia el tipo de estructura del partido socialdemócrata ruso.
Después de un debate complejo y áspero, resulta sorprendente que las propuestas de Lenin se reduzcan a dar más respaldo a un pequeño periódico del partido y al método de organización. Sin embargo, visto en detalle el periódico se convertía en el sistema de comunicación y la tarea directa para definir a los militantes comunistas rusos. La acción era la cereza del helado, evento práctico que entendió buen Lenin y lo condujo a definir el proceso de organización partidista .
Una de las más famosas frases metafóricas de Lenin para actuar bien en la política se refiera a “aferrarse al eslabón débil de la cadena”.Esto implica que la actividad política se debe enfrascar en una pequeña tarea realista, pero con significados estratégicos, ubicar bien el pequeño eslabón para trabar a la gran organización. Este principio lo aplicó constantemente Lenin y ni en sus momentos de mayor triunfo perdió de vista su táctica de aferrarse a los aparentemente pequeños logros prácticos, sin perderse en la grandeza de los ideales marxistas, sino constantemente tener en la mira los logros significativos para su movimiento .


Las 9 reglas de Carnegie para ganar amigos e influir en las personas, comparadas con Lenin.
Ahora hagamos un repaso de las líneas de acción de Lenin y un resumen del método Carnegie, comprobando la gran cercanía entre ambas orientaciones.

REGLA 1Empiece con elogio y aprecio sincero. Lenin empezaba con un doble elogio de fondo. Elogiaba a las masas proletarias más sencillas, creyendo sinceramente en su gran capacidad para movilizarse y construirse un futuro luminoso. Esa era una convicción sincera y de fondo, además refiriéndose al potencial, pues procuraba movilizar a las masas para despertar el potencial creativo . En este aspecto la convicción sincera de Lenin a cerca del potencial “redentor” del proletariado resulta convincente y hasta deslumbrante, en su retórica imagina al más sencillo trabajador construyendo una sociedad solidaria y altamente civilizada, desterrando los flagelos sociales que habían hundido al pueblo ruso en la miseria. Resulta sumamente importante subrayar esta singular fuente de elogio al proletariado (a todo el pueblo pero particularmente al obrero industrial por razones teóricas ) y la entera sinceridad con la cual Lenin hizo su prédica, pues de continuo arriesgo su existencia y su integridad por elevar al proletariado hasta una posición de poder incuestionable. También Lenin elogiaba constantemente a los cuadros política, incluso se podría decirse que Lenin es el creador del elogio del cuadro revolucionario, constituyendo su mística entrega a la causa, aunque quizá existieron antecedentes, Lenin es el gran divulgador de ese aspecto. Así, aquí con Lenin emerge la retórica del cuadro revolucionario, así en creencia como en realidad. Pero no solamente es creador de la retórica del cuadro revolucionario, sino también promueve un sistema operativo mediante el partido, donde de premia la lealtad revolucionaria, y se le otorga un marco institucional al cuadro político. La retórica del cuadro se convierte en la estructura política, la persona militante queda integrada a la organización revolucionaria.

REGLA 2 Llame la atención sobre los errores de los demás indirectamente. En este punto es donde opera la paradoja. Lenin es muy directo o rudo en contra de los errores de los demás, pero este debate constante les sirve a sus correligionarios para ajustarse constantemente y hacer su corrección de errores, así para sus partidarios la atención sobre los errores resultará indirecta. Repitamos este punto porque posee un efecto doble, cuando Lenin cuestiona directamente a sus adversarios y se enfrasca en debates, sus partidarios y los terceros interesados al conocer esos debates tienen acceso a una fuente de continuas críticas indirectas, como sucede en el dicho popular: “te lo digo Juan, para que entiendas Pedro”. Entonces mediante los debates públicos de Lenin se genera un flujo continuo de críticas indirectas, que generan la utilidad de cavar un abismo alrededor de sus partidarios, evitando que ellos se “desvíen” del camino trazado por Lenin . También un recurso en este sentido fue el hincapié de Lenin sobre el estudio teórico y la importancia de seguir a la teoría revolucionaria ya hecha por Marx y Engels, no inventada por Lenin, sí invocando un modelo de corrección los demás podían ajustarse al modelo y superar los errores apreciados por Lenin . Ciertamente, el modelo teórico establece una medida de corrección que no se refiere a las personas, así si un dirigente o militante se alejaba del modelo teórico podía rectificar por sí mismo, revisando los planteamientos, y así el discurso leninista resultaba una corrección indirecta.

REGLA 3 Hable de sus propios errores antes de criticar los de los demás. Esta recomendación no me parece la más utilizada por un dirigente político como Lenin, al ruso) no le interesaba resaltar su propias equivocaciones y fallas . Tampoco esto implica que nunca hubiera manejado este recurso, a pesar de su fuerte personalidad , Lenin promovió la visión de que la autocrítica era un método revolucionario para subsanar los propios errores. En sus debates ocasionalmente reconocía cuando había planteado cambios de estrategia, y esto implica una manera de reconocer errores propios. No me parece que fuera enfático en sus errores y rectificaciones, por tanto no utilizaba este principio como una llave de convencimiento.

REGLA 4 Haga preguntas en vez de dar órdenes. En este punto no parece tan sutil Lenin, pero habría que revisar si también utilizaba este método en su política. Además algo peculiar es que Lenin procuraba no “dar órdenes” personales sino establecer una línea política colectiva, operar mediante acuerdos de grupos dirigentes, de tal manera que la orden ya no resulta una “orden” directa, sino un acuerdo de una “instancia” u órgano colegiado.


REGLA 5 Permita que la otra persona salve su propio prestigio. Ocultando algunas fisuras de las luchas interiores, quizá Lenin permitía este proceso, dejando a salvo el prestigio de líderes subordinados. Sin embargo, en debates frontales su dureza parece haber causado alejamientos que nunca fueron solucionados, y esta situación resulta especialmente en contra de sus antiguos correligionarios los mencheviques. Sin embargo, parece una constante que Lenin a los dirigentes medios y de base de su propio partido nunca les “cargaba la mano” y en base a reconocer su dedicación militante, les permitía corregir errores para seguir adelante .


REGLA 6 Elogie el más pequeño progreso y, además, cada progreso. Sea "caluroso en su aprobación y generoso en sus elogios". Este aspecto resulta muy evidente en Lenin, cuando evaluaba favorablemente cada pequeña lucha de los trabajadores y de los revolucionarios. Las conquistas mínimas le servían de plataforma para seguir avanzando. Miraba las conquistas mínimas como una gran escuela a favor de la ideología comunista, y el método de la movilización implicaba justamente mover a las personas en el sentido de alcanzar metas, pero mantener una inercia constante de movimiento.


REGLA 7 Atribuya a la otra persona una buena reputación para que se interese en mantenerla. Este es el punto donde se reinterpreta el dicho de “cría fama y échate de dormir”. La buena reputación era para los cuadros revolucionarios y para el proletariado . Asimismo, el discurso típicamente leninista implica una gran oda para la militancia comunista, elogiando sinceramente su abnegación y capacidad de lucha .
El centralismo democrático propugnado como su esquema de organización necesitaba una división rigurosa de tareas, delegando en los órganos locales muchas responsabilidades. A final de cuentas, se le cuestionó el excesivo centralismo organizativo del Partido Comunista, pero él siempre insistió en su balance con el momento democrático. Otro ejemplo, corresponde a la institución soviética, los consejos de trabajadores, sobre los cuales colocó grandes esperanzas, y hasta definieron el nuevo nombre del país, como “Unión Soviética”.

REGLA 8 Aliente a la otra persona. Haga que los errores parezcan fáciles de corregir.
Lenin promovió la lucha revolucionaria y promovió una constante rectificación del rumbo, favoreciendo una educación de cuadros y métodos de autocrítica para rectificar los errores. En su manera de exponer las cosas el acceso a la autocrítica era una gran cualidad de los revolucionarios honestos, quienes rectificaban espontáneamente sus errores pasados, reconociéndolos abiertamente. Esta “autocrítica” promovida por Lenin, en el periodo posterior se convirtió en una aberración de Stalin, pues el dictador promovía la obligación de los subordinados de “autocriticarse” y aceptar errores ante sus superiores, como una especie de expiación ante la Inquisición .

REGLA 9 Procure que la otra persona se sienta satisfecha de hacer lo que usted sugiere. En el ideario de Lenin existe una gran recompensa moral por las acciones de los revolucionarios, los cuales son elevados a la condición de héroes del proletariado . Así, los difíciles años de lucha revolucionaria eran compensados con un halago moral grande que implicaba la construcción de un futuro radiante, y la memoria grata de las generaciones por venir. En principio la gran tarea fue la demolición del zarismo ruso, solamente después se consideró viable efectuar una revolución socialista, pero bastaba ese primer objetivo como el gran aliciente para Lenin y su gente .


Los principios del liderazgo de Carnegie aplicados por Lenin
Los principios para el liderazgo eficaz los sintetiza Dale Carnegie en seis puntos, entonces el líder tendrá presentes las siguientes guías cuando sea necesario cambiar conductas o actitudes. También una breve revisión nos permite observar una estrecha concordancia con el estilo de liderazgo político de Lenin.

1. Ser sincero. No prometer nada que no se pueda cumplir. Olvidarse de los beneficios de uno y concentrarse en los de la otra persona.
Al prometer algo Lenin intentaba ser realista al mismo tiempo que revolucionario, claro la ambición de miras del Marxismo trae aparejada una dificultad interior en las promesas, aún así Lenin buscaba contar con objetivos realistas para alcanzar en la lucha cotidiana, y así impulsó la primera revolución socialista exitosa de la historia. Además esos objetivos viables, estaban completamente encaminados hacia el beneficio del proletariado y las clases aliadas; de hecho inicialmente Lenin plantea que los comunistas se deben sacrificar en bien de los proletarios. Así, la ecuación de esta recomendación aparece como eventualidad extrema: nada para nosotros los comunistas, y todo para los proletarios. La ironía de la historia surgió después de Lenin.

2. Saber exactamente qué es lo que se quiere que haga la otra persona.
La historia ha demostrado que Lenin fue un gran líder práctico, dotado de enorme capacidad para indicar a sus seguidores las tareas del momento. Manifestó una gran capacidad para organizar y delegar tareas, jugando una doble tendencia, la integración en torno al círculo del partido. De hecho la teoría misma del partido político integra mediante círculos de responsabilidades, estableciendo el mando central en la cúspide partidista. Representa un sistema balanceado entre gran centralización operativa y un periodo de elecciones, el llamado sistema de centralismo-democrático .

3. Ser empático. Preguntarse a sí mismo qué quiere verdaderamente la otra persona.
La devoción de Lenin por el proletariado y sus camaradas comunistas queda fuera de duda. Fue un personaje devoto de la causa revolucionaria, ante la cual era completamente empático y la totalidad de sus fuerzas estaban dedicadas al logro de esa única causa. Y mediante esa empatía supo arrastrar a las grandes masas detectando sus aspiraciones, de logros y de conquista, así como empujando en el sentido de bienestar material para los desposeídos.

4. Considerar los beneficios que recibirá la otra persona por hacer lo que usted le sugiere.
En el ideario comunista de Lenin, en primer lugar están los beneficios para el proletariado, pues está planteado su satisfacción de los “intereses materiales”, pero también están otros beneficios en cuanto identidad de grupo, cohesión, sentimiento nacional , etc.

5. Hacer coincidir esos beneficios con los deseos de la otra persona.
Al menos mientras aconteció el proceso revolucionario ascendente, los beneficios coincidieron con los deseos de las otras personas. El caso más curioso es la paradoja del periodo de lucha contra un poder superior en condiciones adversas, en ese momento los beneficios casi son únicamente morales, y quien se vincula al líder de oposición radical se está jugando la vida. Ahí el deseo es muy importante, porque el beneficio como cosa externa prácticamente no existe, únicamente la imagen de la misma lucha comprendida otorga la fuerza y el sentido de las acciones.

6. Al hacer el pedido, hacerlo en una forma que destaque los beneficios que redundará para la otra persona.
Algunos testimonios muestran a Lenin como un excelente orador, capaz de entusiasmar a las masas rusas, para enfilarlas hacia la senda revolucionaria. Y hablar ante las masas es dirigirlas en una senda de búsqueda de objetivos comunes, integración de voluntades, donde la meta debe quedar clara, y el beneficio para la masa misma era una constante en la visión de Lenin. Así, en su modalidad revolucionaria se cumplía esta perspectiva de destacar claramente los beneficios resultantes de lo solicitado a las personas.

Una primera apertura a una conclusión: afinidad parcial entre la retórica del mercado y la revolucionaria.
La cercanía discursiva y operativa de Lenin con Dale Carnegie, resulta desconcertante desde el punto de vista del marxismo, no así de las relaciones pública. El marxismo posee un instinto de diferenciación en contra de las tendencias capitalistas y comerciales, es enemigo instintivo contra los métodos de conciliación entre grupos esencialmente antagónicos. Entonces su vínculo de tanta afinidad del marxismo con la técnica de relaciones públicas y ventas de Carnegie resulta desconcertante. Desde el otro punto de vista, la similitud no sorprendería, porque para Carnegie una buena política exitosa debe estar sustentada por una comunicación eficaz y por un método correcto para influir en las personas. Comparar es encontrar el terreno común, y este aspecto corresponde con la comunicación efectiva y la mutua influencia entre las personas. La estructura de una política (persuasión) efectiva no implica exclusividad para un único signo. Las ideologías políticas tienden (como las religiones, como el ego individual) a creer en su exclusividad de perspectiva, sobrevalorando sus diferencia con el entorno.
Una conclusión hacia la cual me conduce esto implica que una retórica (un discurso de convencimiento) posee cierta estructura general. El discurso de Carnegie explicita la retórica conforme a una cuestión importante, hace explícita la manera en que están relacionándose dos personas, hace énfasis completamente en la relación de emisor-receptor; es decir, para comprender el efecto retórico de un discurso lo más importante es comprender la relación humana que implica y el modo como aparece el efecto. El gran énfasis de Carnegie es sobre la dificultad para que un receptor acepte un mensaje, cuando se le critica, no se le toma en cuenta desde el inicio, el mensaje no corresponde con sus deseos, no se le hace sentir su importancia, etc. La retórica previa se preocupó mas por la belleza intrínseca del lenguaje, la efectividad en el modo de decir, etc. En este sentido las observaciones de Carnegie poseen una revelación del lado humano en el proceso de comunicación ¿Tan difícil resulta observar al prójimo cuando nos dirigimos a él? Pareciera que sí.
La concepción de política revolucionaria posee una ventaja porque considera a las personas sencillas como su objetivo supremo, por tanto quien aspire a convertirse en un líder revolucionario debe enfocarse hacia el pueblo llano. Así, también para ese concepto revolucionario el término de la relación humana resulta también lo más importante. Además el materialismo histórico revolucionario ha insistido constantemente en comprender a las personas tal cual son, incluyendo sus intereses materiales y su ideología ordinaria. En ese sentido, la política revolucionaria posee algunas herramientas muy importantes para lograr una comunicación efectiva con la gente a la cual busca representar (el proletariado y sus aliados naturales). Claro, esto no significa un sistema de comunicación y acción perfecta del bando revolucionario, también su gran énfasis en la crítica y en lo inexistente sobre el terreno del presente implica generar dificultades constantes, la parte externa de su lucha política implica generar enemigos incluso dentro del bando revolucionario y divisiones constantemente . La carga crítica del discurso revolucionario y las situaciones de enfrentamiento político se incrementan con una retórica de confrontaciones muy común en la izquierda. El propio Lenin fue un maestro en crear discursos de confrontaciones, que implicaban un aspecto antitético ante la propuesta de Carnegie

sábado, 27 de febrero de 2010

"LOS HÉROES" DE CARLYLE UN ANÁLISIS



Por Carlos Valdés Martín











Rascando bajo la piel de las intenciones pregunto ¿y si la existencia de cada persona fuera una modalidad de heroísmo? Cada quien con un heroísmo distinto. Basta imaginar a niños pequeños: primero desvalidos, ignorantes, sin recursos ni guías. Así, empezamos todos y luego, al crecer a tientas, vemos un mundo sin comprenderlo, plagado de asechanzas, con dificultades y donde un simple descuido resulta fatal. Después, de jóvenes tomando fuerzas, arrancando los secretos de la propia existencia, ganando batallas privadas, superando un obstáculo, evitando tal peligro y aprendiendo de los golpes: así, crecemos. Entonces arrancamos alguna satisfacción y reconocimiento como el primer beso: así, aparece la madurez. En el otro extremo aparece el gran enemigo que es la sombra de la muerte: así, termina esto, cuando la muerte siega el grano maduro. Haciendo este repaso breve las piezas encajan. No resulta casual que cualquiera comprenda el arquetipo de héroe y que en el arte aparezca con disfraces nuevos.
¿Y si la vida entera resulta ser una edificación sobre cimientos de heroísmo? Atestada de actos desinteresados desde el nacimiento del niño y su amamantamiento, pasando por el silencio consternado ante la desgracia ajena, hasta el discreto respeto a las leyes y normas. ¿Y si dentro del corazón respetamos por encima de lo demás al más sublime y desinteresado actos? Como cuando arriesgamos el físico por socorrer a un desconocido y mucho después de terminada la jornada le descubrimos sentido.
Posiblemente, la vida está atravesada de veneración al heroísmo, aunque ésta no se compone sólo con alabanzas al heroísmo, sino también de sus contrapartes patéticas, de mezquindad e indiferencia, las burlas sobre el falso heroísmo de los políticos profesionales y la condena al utilitarismo descarado, completamente anti-heroico y hasta anti-moral. Para comprender esa mezcla, extraña y bulliciosa, presente en cada individuo, conviene comprender qué es el heroísmo.

La estructura de los mitos heroicos
Los mitos heroicos conocidos en su generalidad poseen una estructura compartida. Cambian los lugares y las caras, pero cierto hilo narrativo se va repitiendo. En cada relato se dibuja la figura portentosa del personaje superior, quien se agiganta mediante las aventuras acontecidas. Varios estudiosos importantes han revelado esta estructura de los mitos heroicos, y hasta han procurado psicoanalizarlos o alcanzado a develar alguna estructura universal en las creencias amadas por los pueblos más dispares[1].
Siguiendo la huella de tales estrados, podemos afirmar que el protagonista mitológico empieza su aventura desde un mundo ordinario, al cual abandona al sentir el llamado imperioso, para cruzar el umbral de la aventura. El motivo inicial puede partir de la simple curiosidad, sin embargo, bajo el manto de la simple curiosidad se oculta un destino verdadero[2] y esconde un motivo trascendiendo hasta el mismo personaje, una estatura de miras superior oculta dentro del relato. El salto se da ante un umbral del trasmundo, aunque a veces basta una simple lejanía, un desplazamiento, un viaje (justamente llamada odisea). Este para desplazarse hacia ese trasmundo existe un umbral, al cual lo cuidan entidades de resistencia intimidante, pues justamente procuran doblegar al héroe naciente. Este umbral y su recorrido corresponden con el arquetipo material, psíquico y simbólico del laberinto, primer gran modelo de la totalidad como enigma desafiante.

El héroe debe derrotar o conciliar con el guardián del camino, utiliza la astucia, la fuerza, la paciencia o la distracción, cualesquiera recursos son válidos para esta etapa. De acuerdo a los enemigos a vences se eligen los recursos. Posteriormente el héroe también recibe auxilios en su camino, aquí camino es adquisición de talismanes, toma de poderes, crecimiento en capacidades. En este proceso el héroe muestra y demuestra debilidades y flaquezas, está presente la posibilidad de su derrota, su fracaso y su muerte, por eso también merecen nuestra simpatía.

El héroe entra vivo al reino del trasmundo, donde emerge (a veces) una oscuridad completa, un seno profundo de la tierra; algunos protagonistas mueren físicamente para ingresar directamente al reino de los muertos. En este camino conviven tanto peligros enormes como potencias nuevas, adquiriéndose recursos nuevos o desconocidos que fortifican al paladín (y descubrimos que posee un valor antes ignorado).

Dentro de este recinto de peligros el héroe alcanza una prueba suprema, ante la cual parece que va a desfallecer, sin embargo, nunca desfallece y acumulando fuerzas de su flaqueza, supera esta prueba final. Gracias a su valentía y perseverancia el protagonista recibe un premio sobresaliente, una fuente sacra de fuerza desconocida en el mundo ordinario o terrestre. Este triunfo muestra diversos resultados, como la obtención de un objeto sagrado, la recuperación de la vida, el reconocimiento del dios padre, el desposar con una diosa magnífica, una iluminación por el fuego sagrado, etc. Como consecuencia un osado se convierte en un héroe efectivo, y su existencia queda metamorfoseada hasta un nivel superior.

La mayoría de los héroes mitológicos regresan bendecidos de su aventura; cuando bordean la muerte son llamados sobrevivientes. Acontece un umbral de retorno, el cual se traspasa para integrarse entre sus propias gentes, con un don y un mensaje. El resultado usual trae una bendición importante a su mundo, como Prometeo regalando el fuego a los mortales.

Muchos relatos heroicos de los pueblos antiguos también describen procesos iniciáticos, pues son narraciones de seres ordinarios o de divinidades incipientes, que se trasmutan en héroes o divinidades, por medio de una serie de pruebas rituales, que al superarlas convierten al ordinario en extraordinario, pues hacen germinar la semilla de esplendor latente dentro del ser humano para convertirlo en portentoso. El superhombre naciente corresponde paso a paso con el iniciado. En cualquier mitología y religión podemos descubrir abundantes pruebas, bastará que lancemos la piedra de nuestra inteligencia para que vuelen las aves revelando dónde se ocultan las pruebas. Sin embargo, el término iniciado se refiere más precisamente a aventuras del espíritu o del saber, mientras que el paladín resulta una figura desbordante que abarcará cualquier ámbito de interés o prestigio. Compartiendo la misma estructura, el héroe conserva un mayor prestigio, por moverse sobre el terreno luminoso de lo portentoso y hasta de lo incondicionado. Si bien, en alguna variante, también el venturoso se convierte en discreto, el mundo ignora el portento que ha regresado del umbral.

Hércules
Este, como cualquier héroe importante, nos revela la estructura básica. Además resulta ejemplar pues para los griegos representa su máximo héroe, considerado un semidiós, hijo de mujer y dios, quien con sus hazañas redefinió la faz terrestre del mundo conocido. La fuerza es el emblema de este personaje, y su ciclo mitológico, son los denominados 12 trabajos (correspondientes al zodíaco). Peculiarmente, en su último trabajo es obligado a descender al mundo de los muertos para dominar al gigantesco perro de tres cabezas, de nombre Cerbero, guardián de las puertas del inframundo.

En el relato, ésta resulta la más difícil de sus aventuras, porque se adentra al mundo de los muertos llamado Hades. Como primer paso para este trabajo, acude a Eleusis donde es recibido en los misterios eleusinos, y purificado por muertes sacrílegas causadas con anterioridad, como las que causó a unos Centauros. Resulta significativo, que al final del ciclo Hércules resulte un iniciado dentro de los misterios más famosos de los griegos. El relato mitológico dice que los misterios de Eleusis buscaban dominar el secreto de la muerte. La previa purificación e iniciación son importantes, porque siendo este Hades el mundo de los muertos, significa que el semidiós se prepara para morir y re-vivir después. En efecto, los griegos creían en la posibilidad de la reencarnación.

Además de regresar él mismo, rescata a Teseo, otro importante héroe, atrapado en el Hades durante la desesperada búsqueda de su amada muerta. El dios reinante en el mundo de los muertos es el dios Plutón, quien autoriza a Hércules para llevarse temporalmente a Cerbero si lo domina sin uso de armas. Como si fuera un círculo de narraciones, recordando su primer hazaña cuando su fuerza desnuda bastó para dominar al León de Nemea, de nuevo Hércules usa una fuerza desnuda, ahora para dominar el camino de los muertos y salvar airoso su regreso. Este regreso redondea su fama y cubre su ciclo final.

El ciclo de Osiris-Isis
Por ejemplo, la leyenda egipcia de Osiris nos indica otro modelo heroico-iniciático, que pasa por la muerte y resurrección del dios, quien ayudado por su hermana-esposa Isis adquiere la sabiduría suficiente para derrotar al mal encarnado en Seth, dios de los desiertos. Primero Osiris fue traicionado por su hermano malévolo, Seth, quien lo mata arteramente, para desmembrarlo y dispersarlo en partes. La muerte y desmembramiento de Osiris indica el lado débil del protagonista, tan indispensable para el mito heroico, bebiendo el cáliz del dolor y la derrota. La debilidad del protagonista es un ingrediente de dramatismo, donde nos identificamos con nuestra propia debilidad y deseamos abrevar en  una fuerza. Anotemos: el dios supremo de los egipcios conoce el dolor del martirio y la muerte, sacrificado en horrible modalidad.

Afortunadamente, la hermana Isis recuperar después las partes del cuerpo y lo reconstituye, para revivirlo dentro del reino de los muertos. En este relato se pone el completo acento en un papel activo para la diosa femenina mediante su papel reiterado donador de vida, pero no en papel de madre, sino de médico sagrado, revitalizadora. Entonces la alianza de una pareja divina garantiza el desenlace satisfactorio, y si bien es típico que el protagonista de tales mitos sea masculino, no se desprecia una participación femenina en la trama, sino que se reconoce. Una vez recuperado y purificado, Osiris adquiere poderío para desterrar al mal perverso de las tierras egipcias y para vivificarlas mediante la fertilidad del río Nilo. Así, mediante heroicas pruebas de renacimiento Osiris se convierte en el padre del pueblo egipcio, pero la lucha ha sido tremenda, por eso permanece confinado dentro de su reino transmundano. Este relato fue el modelo dramático entre los antiguos egipcios; modelo seguido por las castas sacerdotales egipcias en rituales entonces llamados los misterios de Isis. Y no debemos terminar este punto, sin señalar que la estructura del Nuevo Testamento, establece la narrativa del martirio de Cristo en términos muy similares sacrificio redentor, muerte y resurrección[3]. El paralelismo de las creencias en el dios-joven sacrificado se observa en otras religiones como se indica entre los griegos con Dionisos y los escandinavos con Balder.

La sociedad como hero-arquía
Una interpretación radical de la importancia del héroe nos la proporciona Carlyle, cuando estima que el entero edificio social, la convivencia humana se funda sobre la piedra del culto a los héroes, ahora ya entendidos en una amplitud de grandes hombres reales, los enormes líderes guiando a su sociedad, y causando un movimiento universal de seguir sus huellas. Para su interpretación la sociedad entera es “un culto graduado a los héroes; reverencia y obediencia que tributamos a hombres verdaderamente grandes y sapientes. Todos estos dignatarios sociales son como billetes de banco; todos representan oro, si bien, por desgracia los hay falsos siempre”[4] Por dignatarios sociales Carlyle entiende cualquier representante político, pero también las jerarquías de religión con sus sacerdotes y ministros, las de educación con sus maestros y rectores, las de economía con sus directores y empleados. Y una jerarquía mide su poder por la cumbre, y si desaparece la validez de su pináculo, también caerá completa, tal cual el sistema financiero, que le sirve de metáfora de las validaciones del cambio diario. Para esta interpretación en la cúspide solamente consigue colocarse un héroe, donde se concentra lo grande y ejemplar, por eso resta seguirlo en el curso de los tiempos[5].

A la cabeza de las sociedades, en un momento inicial le parece a Carlyle que no hay antepasados simples sino siempre héroes quienes marcan el rumbo y el derrotero. Este liderazgo inicial no requiere de un plan detallado, bastan unas pocas ideas brillantes, resultan suficientes unas grandes líneas maestras insufladas con la potencia heroica para levantas las velas del barco de los pueblos. De hecho, le parece a Carlyle que la Historia entera solamente es “en el fondo, la historia de los grandes hombres”[6] Con esta clase de interpretación se coloca en uno de los extremos de la interpretación, completamente opuesta a las tendencias más modernas e históricas, que consideran la combinación de los factores sociales, y los influjos de economía, demografía, política, tecnología, etc. para hacer un balance equilibrado entre la Sociedad y el Individuo[7]. Al contrario, este ameno autor insiste en colorear la acción del grande entre los grandes, para enaltecerla como la luz en mitad de la entera oscuridad o mejor, con su afortunada imagen, es el rayo incendiando a los troncos secos, pues “El hombre grande (…) es el rayo verdadero (…) Al son de su vigoroso acento, enciéndese el hacinado y corrupto combustible, todo es conflagración en torno suyo… ¡y luego dicen que los secos leños amontonados fueron la causa!”[8] En definitiva él toma partido por el rayo tan incendiario como súbito e inesperado, desdeñando a los troncos secos, apilados en su montón ordenado, merecedores del olvido.

Una nueva clase de héroes
Ahora bien, en su concepto el héroe Carlyle se expande a una variedad de personajes, ampliando la cuenta del mito heroico tradicional, y entran en su cartera también los profetas, los literatos, los intelectuales, y los líderes políticos. En el tránsito histórico real desde el siglo XIX, entró (y en cierto sentido continuó) en uso habitual el paladín político, el prócer de la patria y el defensor militar de la nación. El ascenso de las naciones desde el siglo XVIII se vincula con un nuevo culto laico al panteón de los padres de la patria, donde cada país posee su propia cosecha de apasionados fundadores de la libertad política y la autonomía de los nuevos Estados nacionales[9]. Este fenómeno de culto a los próceres nacionales resulta bastante universal y característico de la modernidad, sin embargo, no adquiere las dimensiones y extensión de la propuesta de Carlyle, quien “hero-ifica” a Shakespeare y Rousseau, Mahoma y Johnson. Esta ampliación del catálogo de héroes resulta indispensable para incrementar la plataforma de la denominada hero-arquía social, es decir el fundamento de la jerarquía social.

Ahora bien, cualquiera estará dispuesto a elevar como personajes trascendentes a Shakespeare y a Rousseau pero pocos los colocarán entre las filas de los próceres en sentido estricto. Por herencia y por concepto, preferimos mantener ligada la heroicidad con un conjunto de situaciones particulares, que confieren prestigio y dignidad a los personajes que las han atravesado. Siguiendo la tradición el calificativo de héroe al menos debe conjuntar el peligro atravesado y la hazaña cumplida, quizá el resto de la descripción de la estructura ofrecida a partir de los mitos la dejaríamos de lado con gusto. Los llamados padres de la patria atravesaron el peligro de  las guerras de independencia y entregaron la hazaña de la libertad alcanzada (muchas veces no durante su vida, sino como un legado de las generaciones posteriores), entonces cumplen con esas dos principales características del heroísmo. Por su parte un escritor como Shakespeare no se colocó dentro del torbellino de los riesgos, y ciertamente su obra continúa extremadamente valiosa, pero no toda la gente estará por considerarla una “hazaña” en el sentido físico del término. ¿Cuál resulta ser la diferencia entre hazaña y gran obra?  La hazaña misma bordea entre la apariencia de la imposibilidad y supera los abismos del peligro. La gran obra (en particular la creación del artista) resulta imposible para los demás pero el artista justamente posee esa capacidad única, como quien arranca una estatua perfecta del silencioso bloque de mármol.  

Hambre de héroes
Dando un salto final al tiempo presente, digamos que ahora sufrimos un hambre de paladines verdaderos. Los tiempos antiguos estaban relativamente satisfechos con sus mitos, que para ellos fueron verdaderos durante siglos. La heroicidad de los griegos se saciaba con Hércules y las narraciones de la guerra de Troya, sumadas a sus narraciones históricas de sus guerras contra Persia[10] y la conquista de Alejandro. La combinación de sus mitos con sus narraciones históricas resultaba suficiente para saciar las ganas de heroísmo. Además los oficios de la guerra resultaban suficientes. Debemos indicar como anotación psicológica, que una parte de la función del relato heroico es una canalización de las tendencias violentas latentes en el ser humano. Actualmente, los tiempos cambiaron y los mitos cayeron en descrédito, además las guerras son un evento demasiado riesgoso y hasta disfuncional para el sistema socio-económico mundial. Nunca regresarán los momentos cuando bastaba aportar un escudo y una espada para integrarse a la falange romana. Y lo peor: además los soldados ya no regresan de las guerras como verdaderos campeones, sino como adoloridos testigos del trauma de las destrucciones militares.

Por lo mismo, el heroísmo parece demasiado encasillado dentro del reino de la fantasía, en los circuitos comerciales del entretenimiento. No es casual que por vía del entretenimiento los superhéroes de historieta se hayan apoderado del escenario. Los niños, jóvenes y hasta adultos devoran las fantasías sobre superhéroes de ficción. También los videojuegos engrosan el culto a variedades fantásticas de paladines. Asimismo, el deporte fabricando sus campeones como estrellas de un espectáculo masivo pareciera ser el sustituto más cercano a la fabricación clásica de héroes míticos; sin embargo, a fin de cuentas, sabemos que el deporte solamente ofrece un juego.

En nuestra sociedad existe demasiada demanda por una mercancía aparentemente inexistente, el héroe pleno y realmente existente pareciera esconderse, desaparecer del escenario moderno. De nuevo, creo indispensable recurrir a una extensión de los conceptos, y recuperar por un efecto de utilidad lo que ya rechazamos de Carlyle por idea, pues ahora revelamos que dentro de la vida cotidiana brotan las chispas de heroísmo, y ahora estoy sacando a término un rasgo típico del acto heroico que quedó bajo la sombra. El heroísmo es entrega desinteresada, la hazaña cumplida posee el rasgo de un beneficio final sobre el cual el ego no adquiere provecho y entonces la retribución final del acto heroico es un beneficio desinteresado derramado sobre el prójimo. Recordemos a Prometeo, modelo del héroe mítico, quien entrega a la humanidad el fuego bienhechor a cambio de nada. Entonces existe ese otro heroísmo a ras de suelo, sobre el cual se puede alcanzar cosecha abundante, y nos entrega la generosidad convertida en todo tipo de filantropía. En efecto, a nuestro alcance permanecen decenas de definiciones para el mismo acto generoso e indispensable como son:
altruismo;
amor;
abnegación;
agradecimiento;
amistad;
afecto;
aportación;
atención;
ayuda;
benefactor;
beneficencia;
benevolencia;
beatitud;
caridad;
comedimiento;
consideración;
compasión;
comunitario;
dádiva;
donación;
devoción;
deferencia;
entrega;
equidad;
espléndido;
filantropía;
fraternidad;
generosidad;
hermandad;
homenaje;
justo;
legado;
magnánimo;
miramiento;
mutualismo;
noble;
ofrenda;
piedad;
querer;
sacrificio;
santidad;
solidaridad;
subsidios;
tributo;
útil, serlo para otros;
virtud;
voluntariado.

Resulta significativo que nuestro lenguaje posea tantos términos señalando hacia esta misma esencia. Así, el heroísmo todavía ofrece un camino cotidiano para acciones de beneficio incuestionable, y además tal clase de heroísmo permanece al alcance de todas las manos y hasta para esa multitud de pies descalzos, que Marx llamó proletariado[11].


NOTAS:


[1] Cf: CAMPBELL, Joseph, El héroe de mil caras, psicoanálisis del mito, ELIADE, Mircea, Tratado de historia de las religiones, y FRAZER, James, La rama dorada.
[2] Cf: CAMPBELL, Joseph, El héroe de mil caras, psicoanálisis del mito.
[3] FEUERBACH, Ludwig, La esencia del cristianismo.
[4] CARLYLE, Thomas, Los héroes, p. 40.
[5] Con otro matiz, José Ortega y Gasset convoca a seguir a los egregios en cada sociedad, y recuerda el sentido original de los aristoi griegos, sentido pervertido por la práctica de la élite aristocrática. Cf. El tema de nuestro tiempo.
[6] CARLYLE, Thomas, Los héroes, p. 31.
[7] Cabría comparale con Lenin, quien recuerda siempre la importancia de los buenos jefes, mientras alaba a las masas proletarias. Difícil balance entre los extremos, por ejemplo: Cfr. LENIN, V.I. Lenin, La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo.
[8] CARLYLE, Thomas, Los héroes, p. 41.
[9] Cf. CHABOD, La idea de nación.
[10] Por ejemplo, la preferencia de Herodoto por los espartanos sobre los atenienses me parece se basa en el modesto heroísmo de los discípulos de Leónidas.
[11] Desde la publicación del Manifiesto Comunista quedaba claro que el aliento emotivo de Marx convertía en héroes a los desheredados del mundo. 

martes, 23 de febrero de 2010

EL CRITERIO DE VERDAD Y EL METODO EN DESCARTES














Por Carlos Valdés Martín

1) La duda metódica y la verdad.
La duda metódica de “Renatus Descartes” aporta un camino más firme y seguro para alcanzar a la verdad, quizá no debamos considerarlo como el único camino, mas debemos enaltecerlo por su posición en el pensamiento humano. Pero también implica un cambio importante sobre lo considerado previamente como la verdad, porque nos ofrece, espléndidamente un nuevo criterio de verdad. Antes de esta duda metódica ya había existido el cuestionamiento, básicamente nos remontamos a la antigua Grecia, donde Sócrates hacía cuestionamientos incesantes, que sembraba dudas en los interlocutores para luego arribar a conclusiones. Pero la de Sócrates no es una duda tan profunda, no nos sumerge en un abismo de duda universal, sino que opera como un juego de esgrima intelectual, que pregunta y responde. Ese juego entrega el inicio de la dialéctica, que significa textualmente diálogo. Otro antecedente debe encontrarse entre los pensadores contrarios a Sócrates, algunos sofistas de tendencia escéptica que afirmaban imposible encontrar certezas finales, entonces suspendían el juicio o estimaban que un juicio resultaba tan bueno como otro, por lo que se podía saltar de una opinión a otra sin encontrar respuestas finales.
La duda metódica plantea viajar más lejos que todos sus antecesores juntos. Si la duda es suspensión del juicio, cuestionamiento e interrogación de lo recibido, aquí Descartes buscará ir hasta el final, hasta la última frontera de la duda. Este enfoque novedoso inicia con una duda cualquiera, para no detenerse jamás, para cuestionar todo lo cuestionable y dudar de todo lo dudable. Por ese camino se duda de lo previo, del saber recibido, del conocimiento adquirido, de las convicciones anteriores, de los sentidos humanos, de las percepciones propias, de las imaginaciones personales, de los argumentos que tenemos, de los razonamientos armados. Esta duda radical parece un precipicio negro, done hundimos nuestras convicciones, y nuestro saber previo parece definitivamente hundido y nulificado. Este precipicio de duda debe mostrarse tan abismal que ni el eco de nuestro lamento responde, tan tenebroso que su negrura no regresa ni un reflejo. Al final, tras tan maratónica duda, pareciera que no queda nada, pero al menos Descartes descubre un último refugio. Entre la desolación de una duda oscura y abismal, el filósofo encuentra una salida, una escapatoria. Ese último refugio es la existencia del pensamiento que duda, que al dudar se le revela como un tipo de existencia . Ahí aparece la frase cógito ergo sum (pienso luego existo) como la última frontera, el terreno más allá de cualquier duda. Mientras se duda se piensa, así emerge una roca entre el abismo y nos podemos sostener. Y alcanzar límite nos reconforta, esa suspensión del juicio mediante la duda absoluta, y ahora la duda aplica a temas particulares, descansa de su función nihilista total. A partir de ahí emerge una notable capacidad de la razón que sobrevivió al abismo negro: construir los caminos y puentes hacia el mundo exterior, hacia los pensamientos elaborados creadores de la verdad.

2) Las ideas claras y distintas.
Pero si Descartes se lanza a un viaje tan arriesgado, por el “mar de las tormentosas dudas”, es porque ya, desde el inicio, traía escondida una guía muy confiable. Ya trae en su arsenal de ideas un guía que le parece infalible, para escapar del “mar de las tormentosas dudas”. Es como si ya trajera su brújula con la cual finalmente regresar a su puerto seguro, por eso avanza como un marinero arriesgado pero no un loco insensato. Esa brújula es una herramienta pequeña pero que siempre lo lleva hacia la misma dirección: hacia su verdad. Vaya que parece un invento muy ingenioso su brújula, herramienta forjada con un material muy sólido para no dañarse en el largo viaje al “mar de las tormentosas dudas”. Y por cierto que tenía listo su aparatito y lo sabía usar bien, ya antes de lanzarse en las aventuras, porque resultaría increíble descubrirlo justamente durante el momento más difícil de la travesía.
Esa brújula es una aportación al curso de la filosofía, pero también para el “pensamiento práctico”, y Descartes la designa como “ideas claras y distintas”. En efecto, el instrumento para no perderse dentro del “mar de las tormentosas dudas” es el aparato de las ideas claras y distintas. Y una primera definición implica una exclusión de duda: “lo presente en mi espíritu de manera tan clara y distinta que acerca de su naturaleza no pudiera caber la menor duda” . Mediante la exclusión completa de la duda, el pensamiento ha adquirido entera seguridad. Ahora veamos la definición positiva: “Claro es un conocimiento que está presente y patente al alma atenta, como se llama claro a lo que está presente al ojo contemplador y lo excita con fuerza suficiente” . Aquí, la claridad es la convicción del mismo espíritu y la comparación ya nos llama a la evidencia del sentido privilegiado, la vista que observa bajo la luz, por lo mismo, es ver con el espíritu, mirar con luz mental. Falta la definición de distinción: “Llamo, empero, distinto a un conocimiento que en su claridad se distingue y deslinda de todos los demás, y en el cual, además, las partes o elementos del objeto están diferenciados, como, por ejemplo, ocurre con los números.” De tal modo, que la distinción es la perfecta delimitación del conocimiento, respecto de sus límites externos, como con respecto a sus partes constitutivas. La claridad nos convence de su existencia y la distinción de su forma y contenido. La unidad de clara y distinta ya integra un conjunto que de suyo es convincente, por eso se convierte en el criterio de salvación y regreso desde el mar tormentoso de la duda absoluta. La idea clara y distinta, en este enfoque, ya es presentada como perfecta en sí misma, con elementos suficiente para sacar al pensador del mar tormentoso de la duda.
Además podemos redondear esta visión indicando que la presencia de las ideas claras y distintas ya se torna en evidencia para la conciencia, de tal modo que esta evidencia es elemento suficiente de juicio, como si esto lo lleváramos a los términos de abogados. Con la evidencia tenemos elemento de convicción para formular el juicio y estamos absolutamente convencidos para dar el veredicto. Esta evidencia ya resulta completa y no se presta a ulteriores objeciones.

3) La luz de la razón uniformemente repartida.
Recordemos que la obra de Descartes nace en un periodo donde las formas políticas democráticas eran una extraña excepción, por lo tanto su efecto político debe tomarse muy en cuenta. Antes, entre Griegos y Romanos, había lejanos antecedentes de democracias o repúblicas pero eran esclavistas, profundamente no igualitarias. Más cerca se tuvieron las repúblicas de las ciudades comerciales italianas, pero casi siempre eran formas mixtas (en parte aristocrático feudales) y no ofrecían la base para una visión de la igualdad básica humana. De forma aislada prosperaban los pequeños cantones suizos, algunas ciudades independientes en Alemania y los ricos flamencos. La religiosidad cristiana desde el feudalismo rechazaba el tema de la igualdad, ya que sobre la comunidad religiosa (una base homogénea) promovía una rígida jerarquía social, formada por estamentos desiguales y coronada por el monarca. En fin, no se aceptaba un concepto fundamental de igualdad entre las personas. Así, en el contexto de 1637 formular una potencia intelectual y práctica universal del ser humano resultaba un precepto revolucionario. Y con ese matiz Descartes formula la existencia de la razón. "El buen sentido es la cosa mejor repartida en el mundo (...) el poder de juzgar rectamente (...) o razón, es igual por naturaleza en todos los hombres" . Pero esto no implica un reparto igualitario menor, como lo implica poseer una sola boca o dos piernas. Este punto representa un reparto esencial. Este buen sentido para juzgar rectamente es la razón, que es la facultad de pensamiento, para comprender rectamente. Entre todas las cualidades naturales del hombre, esta es la que el filósofo juzga como la mayor, ya que proporciona una herramienta universal. Por lo tanto, se convertirá en la herramienta para sostener la formación de un nuevo orden político y social. De momento, cuando se publica el Discurso del Método no quedó clara la importancia política (una revolución) que traería este principio. Luego, el sistema político gobernado por monarcas y obispos se alarmó, y la censura irrumpió a los pocos años. Esto ocurrió, afortunadamente, después de la muerte del autor, así, hacia 1663 ya el Index de las obras prohibidas por la Iglesia incluyó todas y cada una de las obras de René Descartes.
La razón es la facultad natural por la cual se pueden captar las ideas claras y distintas, es la facultad del pensamiento por el cual se alcanzamos la verdad. Y este arribar a la verdad es logrado por una razón que ya existe naturalmente en todos los hombres. El filósofo piensa que si los hombres no llegan a la verdad es porque les ha faltado un camino más fácil y correcto para acceder al conocimiento. Ese camino directo al saber es el método.

4) Las cuatro reglas del método: evidencia, análisis, síntesis y comprobación.
Ahora bien el mejor camino para el saber es el método, y este es una relativamente breve fórmula para guiar correctamente a la razón humana. En su forma más breve el método se presenta con cuatro partes constituyentes, que las podemos denominar: evidencia, análisis, síntesis y comprobación.
Evidencia: La evidencia se inicia con la duda como su cara negadora. Lo primero es suspender el juicio sobre cualquier elemento no evidente, colocándolo dentro de la duda. Podríamos indicar que la duda arraiga hondamente en este primer precepto del método. En sus propias palabras el filósofo lo describe: “El primero de estos preceptos, consistía en no recibir como verdadero lo que con toda evidencia no reconociese como tal, evitando cuidadosamente la precipitación y los prejuicios, y no aceptando como cierto sino lo presente a mi espíritu de manera tan clara y distinta que acerca de su certeza no pudiera caber la menor duda.” Como se observa en este primer principio ya está contenido mucho de lo comentado. Ante la falta de claridad y distinción se coloca la duda y se evita el prejuicio, suspendemos el juicio y cuestionamos lo recibido. La verdad debe lograrse con la absoluta certeza, dejando fuera hasta la mínima duda, pues mientras persista “una sombra de duda” todavía no emerge la plena evidencia. Y la certeza solamente se logra cuando las ideas son claras y distintas. La certeza emanada de las ideas claras y distintas es el criterio único de la verdad, así la certeza crea evidencia.
Análisis: En principio, aunque tengamos el propósito de desechar todas las dudas y abandonar cualquier idea que no sea clara y distinta, puede irrumpir un cuadro un tanto caótico, integrado por ciertos conjuntos inaccesibles a nuestro comprender. Desgraciadamente, hacia la evidencia no se avanza con tanta facilidad, pues aunque nos despejemos de lo dudoso inicial, además tenemos que seguir una segunda operación de la inteligencia, usando otro procedimiento que facilita el estudio. A esto se refiere el análisis, palabra que significa la separación. Dice: “El segundo (precepto), era la división de cada una de las dificultades con las que tropieza la inteligencia al investigar la verdad, en tantas partes como fuera necesario para resolverlas.” Un conjunto es complicado para comprender, entonces empezamos por separar las partes. No podemos comprender inmediatamente cómo funciona el cuerpo humano, y entonces nos enfocamos en una parte, digamos en una extremidad completa. Y tampoco comprendemos cómo funciona una pierna completa, y entonces nos enfocamos en una parte, digamos en un dedo. Y así seguimos aislando para empezar a entender una parte más pequeña, quizá un simple tejido del cuerpo. Aquí usamos un “empequeñecimiento” en sentido físico, enfocándonos en segmentos menores de la realidad, pero también se hace un análisis conceptual mediante otras divisiones, es decir, además de dividir espacio físico también se dividen conceptos y abstracciones en sus partes menores. De cualquier manera, llegamos a un nivel de enfoque suficientemente pequeño para que la razón lo pueda captar, ahora sí con claridad y distinción suficientes, percibiendo su evidencia y convenciéndose de su verdad.
Síntesis: Después de simplificar el proceso por vía del análisis, teniendo partes donde antes había un conjunto poco claro, viene el proceso de integración, llamado proceso de síntesis. Por la síntesis vamos a reunir las partes dispersas para generar un conocimiento integrado. Se parte del dominio intelectual de lo simple para lograr el dominio intelectual de lo complejo, conservando esa claridad y distinción de lo simple. En su propias palabras: “El tercero, ordenar los conocimientos, empezando siempre por los más sencillos, elevándose por grados hasta llegar a los más compuestos, y suponiendo un orden en aquéllos que no lo tenían por naturaleza.” . Así, durante la síntesis se crea un orden y un enlazamiento de las partes sencillas y las no tan sencillas, los compuestos, hasta lograr captar con claridad y distinción lo estudiado. Los conocimientos sencillos los vamos ordenando y ese proceso es la síntesis, la integración de lo analizado. Este es el camino de regreso, pues en el análisis estuvimos separando y ahora en la síntesis estamos reuniendo, como en los juegos de rompecabezas. Aquí, el orden aparece en dos modalidades, primero conforme al objeto y segundo uno que instauramos nosotros, aunque no radique en la cosa misma este orden nace de nuestra razón. En cualquier caso, alcanzamos un orden, el cual mantiene la impresión de la claridad y distinción inicial.
Comprobación: Finalmente se revisa el proceso de análisis y síntesis para ver que no existen omisiones. De alguna forma, esto también permite formar un cuadro de conjunto, que en una de sus obras designa Descartes como una “tabla”. En sus palabras: “Y el último, consistía en hacer enumeraciones tan completas y generales, que me dieran la seguridad de no haber incurrido en ninguna omisión.” . Así, mediante esta comprobación más bien estamos en una revisión minuciosa y completa del proceso de conocimiento, y no tanto se refiere a su confrontación experimental, concepto que será más particularmente aplicable a las ciencias naturales.

Como su puede observar, se trata de cuatro reglas de método bastante sencillas, proporcionando una utilidad muy universal. Ciertamente, considerando la evolución de las ciencias y las especializaciones reconocemos ahora que los diferentes campos de conocimiento tienen sus propias reglas, más precisas y adecuadas a la naturaleza del objeto de estudio. Sin embargo, este método ofrecido por Descartes aporta el primer esquema universal reconocido de un método de investigación racionalista. Sorprende lo breve y conciso de su planteamiento. También sorprende que en los siglos previos no se hubiera producido una obra de alcances tan enormes con planteamientos tan breves en la historia de la filosofía.

5) Dios y las ideas innatas.
Un tema tradicional de la epistemología ha sido si las ideas son innatas o adquiridas por el humano. Se pueden tener muchas opiniones al respecto, pero estimo que de los principios metódicos no se puede extraer un juicio directo sobre el innatismo o no de las ideas. Sin embargo, en su perspectiva filosófica, del tema de la duda metódica salta hasta su visión teológica sobre la existencia de Dios. En el contexto histórico este procedimiento emergía válido por completo, pero visto a la distancia no resultaría lógicamente indispensable. Desde el cógito ergo sum Descartes salta inmediatamente a Dios, desde el tormentoso mar de las dudas arriba al primer puerto amable y ese es Dios curiosamente no es el más próximo sino el enteramente lejano, el más allá trascendente). Así, es su idea de Dios la mediadora entre el yo aislado (sitiado entre la nada de la duda absoluta) y el mundo circundante.
Además, esta idea de Dios adquiere aquí la modalidad de una prueba especial de la existencia de Dios, novedosa y diferente a la que se aceptaba entonces. En la tradición medioeval, el contexto social previo, bastaban las Escrituras sagradas para prueba de la existencia de Dios y eso lo refiere en la Carta a manera de prólogo de las Meditaciones metafísicas. Sin embargo, los tiempos habían cambiado y ya no bastaba remitirse a la Biblia como prueba de la existencia de Dios, sino que él propone una respuesta específicamente filosófica; así, es el filósofo quien va a contribuir a la convicción sobre Dios, en vez del sacerdote, porque “las cuestiones relativas a Dios y al alma, son de las que exigen una demostración más bien filosófica que teológica” . Discretamente, insinúa que al sacerdote lo sustituirá el filósofo como guía teológico, tema discretamente oculto hasta la Revolución Francesa.
Claro, esta demostración de la existencia de Dios resulta especial, ya que se enlaza con el terreno de la duda metódica. Primero el filósofo se ha colocado en la mitad del mar tormentoso de las incertidumbres y desde ahí debe retornar a sus puertos seguros. Lo que encuentra es el primer principio del cógito ergo sum. Pero el pienso luego reina aislado, todavía en la mitad de la duda y así las orillas del mundo real permanecen en la lejanía. De forma inmediata Descartes afirma un alma radicalmente diferente del cuerpo, porque durante el “cógito” va a encontrar aislado su acto de pensar y éste lo identifica como su alma, identificada al pensamiento en tanto “substancia que no necesita ningún lugar para ser ni depende de ninguna cosa material” . Ubicando a su ser interior alma pensante separada de la materialidad y la espacialidad.
Habrá que tomar el camino de regreso para recuperar el mundo, pero el camino se convierte en un enorme salto, porque desde la exclusiva convicción en la existencia del yo se salta hasta la existencia de Dios. En principio, Descartes solamente está convencido del “yo existo” (idéntico al alma pensante), para saltar a convencerse de que Dios existe, como saltando en vertical directa hasta lo más alto del cielo. Para realizar esa demostración apela a la idea de perfección, una idea superior al sujeto pensante, a ese yo rescatado. Estima que si yo poseeo una idea de perfección, siendo una idea superior a lo que yo soy, debe haber sido colocada en mi por el Ser Perfecto, atributo de Dios. Esa idea de perfección no ha nacido del mundo, ni puede facturarse por obra mía, porque nacería de un ente imperfecto. La idea de un supremo ser perfecto, muy superior a mi imperfección, no podía provenir “de la nada, de la imperfección de mi naturaleza, era imposible” . Entonces la idea del Ser Perfecto no proviene de mí (o de mi experiencia), ni de la nada (o de una ilusión, sinónimo de lo mismo), entonces la debo encontrar hecha en mí, ya recibida completa. Así, el filósofo afirma que solamente existe una solución: “La única solución posible era que aquella idea (del Ser Perfecto) hubiera sido puesta en mi pensamiento por una esencia más perfecta que yo y que encerrara en sí todas las perfecciones de que yo tenía conocimiento” . Ahora bien, si no salió de la experiencia ni de mí, entonces me ha sido implantada esa idea, por lo tanto yacería ahí colocada, desde el nacimiento, por consiguiente recibe el nombre de idea innata.
Además de este pasaje fundamental, existen para Descartes algunas otras ideas que también evaluó como innatas, entre las que se ha considerado, en diversos escritos, a: la sustancia, la causa, la extensión, el número y principios lógicos. El tema del innatismo de las ideas tomó un nuevo revuelo un siglo después con la especulación kantiana a cerca de los esquemas de espacio y tiempo para la definición de la cosa en sí y para sí. El tema ha mantenido interés bajo nuevos ángulos ligado a amplios documentos de los estudios psicológicos, por ejemplo de Piaget, quien muestra la formación de ciertos esquemas fundamentales de pensamiento en la maduración de la infancia, que se relacionan con la práctica, pero emergiendo como esquemas que se forman completos en la mente del niño.

6) El elemento de juicio de los sentidos.
Si bien Descartes inicia con la duda y en muchos pasajes cuestiona la capacidad de los sentidos físicos para proporcionar una fuente de certidumbre esto no se convierte en una refutación absoluta del mundo sensible. El empirismo de variedad solipsista con el obispo Berkeley disparó más lejos su argumento, porque no se interesaba en la práctica, y afirmaba que el mundo sensible no contenía ninguna certeza. Pero Descartes se interesó por mantener aplicable su filosofía, por lo mismo los sentidos son cuestionados transitoriamente y para avanzar, pero un sentido, la vista iluminada es la medida correspondiente con las ideas claras y distintas. En ese aspecto, el sentido de la vista constituye el modelo sobre el que se forja el criterio de verdad. La claridad y distinción son las notas distintivas de la vista perfecta, la filosofía cartesiana procura repetir mentalmente la hazaña que realiza espontáneamente la visión. Por un lado, se cuestiona la eficacia de los sentidos en el momento de la duda, y por el otro, se utiliza el modelo de la vista como la forma de operar de la razón y su meta de evidencia. La evidencia es colocar a los objetos ante la razón como se acerca un objeto ante el ojo observador. Tras la “noche” de la duda, emerge el “día” de la visión clara y distinta, el ojo espiritual confirma la certeza inmediata que ofrece el ojo físico; el espíritu esclarecido duplica triunfante la visión espontánea. Así, la visión como el principal sentido sostiene la confianza del pensamiento para duplicar la vista material dentro de la vista intelectual. Y esta vista intelectual, es eficaz y refinada como lo muestran las coordenadas cartesianas, contribución permanente donde Descartes unió la geometría con las matemáticas. En las coordenadas cartesianas la mente mira en un espacio continuo y controlado lo mismo que los ojos recorren espontáneamente. Este triunfo de la unidad entre matemáticas, espacio y visión está contenido en procedimientos sencillos, que se reproducen y están al alcance de cualquier inteligencia, denominado geometría analítica o cartesiana.

7) La verdad única, clara e inseparable.
A resultas de la interpretación cartesiana la verdad adquiere una dimensión única, porque es una sola, clara y distinta. Y resulta muy importante la afirmación de la unidad de la verdad, porque también ha existido otra interpretación posible de las verdades relativas, las cuales son plurales y dependen del punto de vista variable del sujeto que establece su verdad. Aquí, contrariamente a la verdad relativa se afirma la verdad absoluta, que una vez conquistada lo es permanentemente, y además ganará consenso entre todos los practicantes del método quienes tienen la facultad de la luz natural. El carácter de la objetividad es que "siendo una y sólo una la verdad de cada cosa, el que la encuentra sabe todo lo que puede saber" . Con lo cual la verdad queda bien delimitada y su relación con sus objetos permanece única, digamos en paridad de un objeto de conocimiento con una verdad. Siendo la verdad única y solamente una, entonces lo que sorprende es la variedad de opiniones. Siguiendo los mismos pasos correctos alcanzaríamos siempre a las mismas verdades. Y para ratificar esto Descartes pone el ejemplo de un niño con la aritmética, pues “Si un niño hace una suma según las reglas de la aritmética, ese niño, por lo que a la suma se refiere, ha encontrado todo lo que el espíritu humano puede encontrar” . Como se infiere por la metáfora sin afirmar tan directamente, una vez conquistado el método, siempre se llegará hasta la verdad como si se tratara de un “juego de niños”.

Por eso mismo, la diversidad de opiniones prevaleciente sobre lo verdadero debe proceder de una equivocación del camino, pues "la diversidad que nuestras opiniones se observa (...) depende de los diversos caminos que sigue la inteligencia" . A la existencia de una Verdad con mayúsculas, muy clara, bien definida y única, corresponde que la senda de conocimiento debe ser única, bautizada con el nombre de método. Las opiniones sobre lo verdadero acabarían por unificarse siguiendo el mismo método, porque al final de la jornada obtendríamos la verdad como resultado. Además, esto supone escondida dentro de todos los seres humanos la misma potencia para acceder a la verdad, y esa potencia es la luz natural de la razón. Mediante la luz natural de la razón abrevamos la capacidad para llegar a la verdad y su realización efectiva depende de seguir el camino correcto, que establece el método.

Ya que la verdad resulta conocible, y el ser humano posee los recursos completos para alcanzarla, bastará utilizar correctamente los medios. El objetivo de la Verdad nos conduce a buscar el camino o método, que, como indica el título de otro de los textos, son: "Reglas para la dirección del espíritu". Será suficiente aclararle al espíritu las reglas de operación básicas, que permitirán desplazarse hasta el término feliz, a esa Verdad única y precisa emanada desde las ideas claras y distintas. Las ideas claras y distintas son enteramente verdaderas y corresponden perfectamente a la concordancia de la razón humana con el mundo objetivo y subjetivo.


8) El papel de Dios en la claridad y distinción para la Verdad.
Después del largo trecho del mar tormentoso de las dudas el filósofo había logrado el terreno firme del cógito ergo sum, pero tenía todavía que emprender el camino de regreso. Si bien la filosofía posterior ha retomado este legado como un punto de apoyo para la gran palanca del pensamiento, sin embargo, la reconstrucción intelectual del mundo ha sido muy discutida. El problema de la duda tan extrema de las sensaciones y los criterios, puede seguir causando estragos en el armado intelectual. Por lo mismo, Descartes recurre rápidamente a Dios para reafirmar su reconstrucción del mundo. Las “ideas claras y distintas” casi son una evidencia inmediata de la verdad, pero no son inmunes ante una duda tan radical, ese ácido corrosivo que el mismo filósofo destiló. A mi espíritu le puede parece muy claro y distinto que uno más uno es dos, pero una duda extrema puede relativizar esta operación, por ejemplo argumentando que la sucesión temporal supuesta en esta operación matemática no está garantizada, y también se pone en duda. Por lo mismo, el filósofo indica que “la regla general que afirma la verdad de las cosas que concebimos muy clara y distintamente, se funda en que Dios existe, en que es un Ser perfecto y en que todo lo que hay en nosotros procede de Él; de donde se sigue que nuestras ideas y nociones, puesto que se refieren a cosas reales y proceden de Dios en lo que tienen de claras y distintas, no pueden menos de ser verdaderas (...) Si no supiéramos que lo que existe en nosotros de real y verdadero, se deriva de un ser perfecto e infinito, por claras y distintas que fuesen nuestras ideas, ninguna razón tendríamos que nos asegurara de que esas ideas poseen la perfección de ser verdaderas” Como se observa en este largo argumento, la claridad y distinción pueden darnos una intuición de verdad, pero para el filósofo no dan una garantía de verdad, sino que la garantía de verdad proviene del principio absoluto. La Verdad estaría agregando un grado de “perfección” al pensamiento, un nivel superior a lo claro y distinto, pero siempre que Descartes se refiere a perfección está en el territorio de Dios. De otra manera esto mismo, ya que la Verdad agrega un nivel absoluto al pensamiento, la conquista de una objetividad ilimitada, entonces debe provenir del Ser absoluto, que para el filósofo solamente es Dios. En cambio, desde un punto de vista más materialista o realista, la prueba de verdad contenida en las ideas claras y distintas se podría sostener como una evidencia inmediata. Para el materialismo o realismo sería suficiente tener clara y distinta la operación de uno más uno es dos para afirmar su verdad, ya que la verdad correspondiendo al objeto no requeriría de un plano superior para su afirmación. En este caso materialista o realista, la verdad quedaría con minúsculas y estaría en el mismo plano el pensamiento y el objeto, siendo la claridad y distinción en punto mediador de la justeza de la razón; entonces la verdad para pasar a el nivel superior (más sólido, universal) requerirá de su comprobación de hecho, dando paso al criterio de la práctica (fenomenismo, marxismo, realismo) y a la experimentación (cientificismo, positivismo). En Descartes, finalmente, estamos colocando el tema de la verdad en dos planos separados, por un lado, el mundo de la razón, sostenida por Dios, que posee en la claridad y distinción su criterio de verdad, y por el otro el mundo material que es descifrado, mediante su colocación en la lupa de claridad y distinción. El mundo de la razón tiene una comunicación de uno a uno con el mundo material y por eso puede encontrar una verdad firme y bien establecida; pero esta relación de paridad para Descartes está sostenida por un plano superior, ya que solamente Dios garantiza la existencia de la Verdad (grado de perfección) dentro de las ideas claras y distintas del ser humano. Claro, el racionalismo podría deshacerse de ese argumento y quedar como un racionalismo deísta radical o ateo.