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martes, 18 de febrero de 2014

LENGUAJE DEL MEXICANISMO: DEL GLIFO A LA DERIVA






Por Carlos Valdés Martín

En este escrito describo los vínculos del lenguaje con la nación, los cuales son múltiples y nos transportan entre pasado, presente y porvenir. El lenguaje es vehículo de comunicación, pero también es creador. El sistema de comunicación predominante y sus emanaciones múltiples nos explica a profundidad la verdadera naturaleza y complejidad de las naciones. Tras un centenario proceso de formación y trasplante del español a nuestras tierras, en el futuro también es previsible el surgimiento de una crisis idiomática.
El glifo y el caracol
Para la nación un lenguaje originario es tan importante como difícil de atrapar, equivale a la dificultad del reflejo en el agua. No me refiero a un lenguaje pretérito cualquiera, sino a uno prístino y separado de este presente por un abismo[1]. Para la cultura nahua la palabra fue aquello enredado y desenredado en un glifo. El glifo para “palabra” es un ideograma con figura espiral, la cual señala dificultad y triunfo primigenios. El movimiento en espiral describe aquello que lleva hacia sí mismo o hacia afuera de sí[2]. El caracol —modelo natural de esa figura espiral— también representa fertilidad y a un dios en especial: Quetzalcóatl. Además el sonido de caracol marítimo fue la trompeta en Anáhuac, el instrumento para anunciar solemnidades y preludio de la palabra sacra y sacerdotal. En ese caracol simbólico, quedan conectados los fundamentos del agua primordial (incluyendo al gran mar, potencia generadora y vital), la vida que nace para adquirir dureza material (la concha calcárea) y el espíritu que surge en la palabra que usan las personas pero también pertenece al orden divino.[3] Esa larga cadena de simbolizaciones —palabra, espiral, caracol, agua, mar, vida y divinidad— encerrada en el gran caracol de Quetzalcóatl garantiza su triunfo mítico, pero dificulta su comprensión actual.
A partir de la situación colonial en América, un lenguaje cabría en exclusiva. Se impuso uno articulado con las voces de los hidalgos y plebeyos que provenían desde la tierra de los castillos; en cambio todos los demás quedarían convertidos en dialectos. Desde entonces los sonidos y glifos ancestrales serían avasallados (con cabeza agachada bajo la cruz en la empuñadura de la espada), así, las comunicaciones indígenas se reducían a murmullos y discreciones. Para mayor precisión recordemos que las regiones americanas no fueron conquistadas por peninsulares que hablaran un español regulado e integrado, sino por una cofradía de súbditos. Las incursiones de Cortés y Pizarro eran promovidas bajo el monarca (germano) de la Casa Austria y legitimadas por el Papa (latino): ninguna de esas dos lejanas autoridades hablaba en español. Entre los conquistadores predominaba el castellano; entonces, todavía no surgían ni El Quijote ni la Real Academia Española (RAE)[4]. Con los siglos el idioma se fue identificando con España y la corona, el idioma se robusteció y estructuró.
Ahora ha desaparecido la Colonia y gran parte de su herencia, pero perdura la continuidad del idioma. En secuencia histórica y de poderes con la línea principal, la Real Academia Española sigue regulando un enorme territorio, cual mímesis del poderío y vocación unificadora ancestrales[5]. Queda claro que la actual RAE carece de medios legales para obligar a las antiguas provincias en materia de idioma, sin embargo, la inercia es su gran aliada. Ante esa inercia del lenguaje, lo comunicado en las provincias de antaño (ahora naciones reticentes) no se legaliza en un “lenguaje específico”, sino en un habla (un uso) o variedad, y como tal el Diccionario RAE clasifica el país de origen. Empero, la diferencia de cada habla (en México, Argentina, etc.) señala al conjunto potencial: la vitalidad de una comunidad en comunicación intensa. Entonces mediante el estilo diferente de grandes naciones asoma un lenguaje completo. Desde mi punto de vista, las comunidades nacionales (derivado del latín natio que designa a los nacidos en un país) son cruciales y cuando éstas poseen un Estado propio generan el potencial para un idioma completo, así cualquier Estado-nación bajo determinadas circunstancias es capaz de procesar sus usos para definir una lengua completa. Las principales naciones hispanoamericanas poseen ese potencial de ruptura, pero no han sentido motivos para una separación idiomática como sí se desgajó Filipinas, cuando abandonó el español por el tagalo. Nos guste o pese, existe un sistema de comunicación mexicano (igual hay otro colombiano, peruano, argentino, etc.) que nos acompaña, el cual en germen es capaz de trascender al idioma español actual.
Un lenguaje singular en México
Cuando una lengua compartida por varios países presenta diferencias locales o nacionales su distinción no es tema simple ni inocente. La diferencia del habla, como ambiente de inmersión, resulta difícil de percibirla para el emisor. Desde afuera la consistencia de una diferencia al hablar es sencilla de captar, pero su característica sigue esquiva. Esa diferencia es el vidrio curvo en la pecera del pez, representa una singular torsión ante el idioma-espacio que define al hablante de cada sistema-nación ante los demás. Quien usa el lenguaje pierde la conciencia de su diferencia al momento de utilizarlo, pues hablar es mostrarse en inmediatez y espontaneidad[6]. Para el otro, como testigo (exterior y colocado en un sistema de comunicación distinto) resulta sencillo encontrar cualquier diferencia, así descubrir al extraño es fácil, pero no es tan sencilla la auto-conciencia. En ese evento de descubrir al extraño existen pautas y los lingüistas indican un efecto llamado Schibolet, según una narración bíblica, pues la tribu vencida era incapaz de pronunciar correctamente esa palabra y, entonces, descubiertos por la pronunciación fallida eran asesinados de inmediato. De modo permanente los grupos humanos (del micro al macro-nivel: familias, barrios, regiones y naciones) van creando y modificando sus signos de diferencia en el lenguaje. Los dobleces de diferencia son tantos que resultan imposibles de reducir a un simple factor. Algunos se solidifican a nivel del espacio nacional y si recurrimos al Diccionario RAE, encontramos una enorme colección de mexicanismos, algunos son palabras completas y otros, modalidades. Aún así prolifera la queja de que ese diccionario[7] nunca refleja con fidelidad la acumulación de diferencias nacionales, por ejemplo, entre los de acá en México y los de allá en España, además de las otras diferencias de regiones que suman a cada nación.
Además de la dificultad para percibir diferencias, también está la hondura, que en términos clásicos de dialéctica, es el salto de la cantidad en calidad. ¿Cuántas diferencias bastan para determinar una estructura distinta? No es un tema de cantidad, bastaría una diferencia estratégicamente colocada o el contexto de la corriente política o histórica. Las independencias nacionales fueron un caldo de cultivo para separaciones idiomáticas desde el siglo XIX, pero ese no fue el camino seguido por Hispanoamérica. El potencial separatista sigue latente, pues siguen cambiando las correlaciones de fuerzas entre naciones y Estados.  
Confluencia de civilizaciones
Lo precedente y consecuente no se sostiene en consideraciones de lingüística teórica, sino en los espacios aledaños al habla, buscando su átomo y estratósfera, andando por su principio y su frontera, y, sobre todo, se ocupa de las cuestiones que dan sustancia al pensamiento sonoro que es el lenguaje. En el fondo de cada lenguaje relevante existe un tipo de civilización, ya sea alabada por sus logros o descuidada por su existencia rústica. La figura peculiar del nuestro surge cuando confluyen eventos históricos, primero durante el consabido choque entre el mundo indígena y las oleadas de colonización. Cientos de lenguas locales modificaron el habla de la gran región, hasta formar el perfil del modo lingüístico de México. En sentido simple y estricto nuestra habla es confluencia de dos recursos: la lengua castellana y su caudal (el efecto europeo y, después, aunado el norteamericano) enfrentado a la lengua náhuatl y el otro caudal autóctono (maya, rarámuri…) que se mezclan en compleja lucha histórica[8]. Sabemos cuál es el polo dominante, pues la lengua castellana vino con la Conquista y tres siglos de Colonia. A primera vista, esto significaría una rica saturación de vocablos y estilos que provienen desde el México profundo con su raíz indígena; sin embargo, no existe investigación a detalla sobre si las evocaciones y resultados surgen desde lo más antiguo (lo precolombino en ese sentido) o durante metamorfosis posteriores (coloniales y post Independencia). Del primer periodo, no existe ninguna grabación sobre los modos de hablar locales; la escritura fue ideográfica en el altiplano y la traducción del maya fonético resulta tan reciente que todavía no permite conclusiones.
Las palabras nahuas no significan tanto por sus sonidos (significante) sino por el conjunto civilizatorio que les dio existencia y significado. La relación entre el poeta azteca y las flores que descubre Alfonso Reyes es convincente porque nos remite a un ambiente completo: la sorprendente Tenochtitlán rodeada de lagos, centrada en la pirámide Templo Mayor y con calzadas que se elevaban sobre las aguas, con su bullicio de pobladores y creencias rituales[9]… en fin una civilización compleja y vibrante que en sus palabras entregaba los fragmentos de su universo mental y material. También sucede con las palabras de Hernán Cortés: la evocación al viejo mundo de los caballeros con armaduras y los adelantados cruzando la mar para apoderarse de las tierras ignotas y domeñar a los indígenas, también se ha ido. De ese choque de civilizaciones una triunfó para ir siendo carcomida y, al final, fue destruida por las transformaciones de la modernidad; ese mundo de los conquistadores se fue hundiendo en la niebla de los siglos y luego de los reinos dinásticos surgió el despertar de las naciones. La parte abatida, el cosmos indígena, tampoco pereció del todo y ha sido la semilla para la fusión y mestizaje reconocidos por la historiografía. La civilización pretérita desaparece, pero sus logros y fragmentos vitales sobreviven al transcurso de las épocas. Así, la evidencia de la lengua (con sedimento del pretérito) es también comprobación y salvamento de civilizaciones hundidas que proporcionan el humus nutritivo del resurgimiento.
El regulador RAE y evidencia empírica de una lengua mexicana
El resultado singular de un lenguaje nacional, específico de México, no se ha aceptado de manera suficiente, pues estamos atados a una lengua española regulada desde el exterior. Nuestro orgullo nacionalista no ha sido tan radical para romper lingüísticamente con España, por tanto hemos mantenido vinculación y dependencia. En el mismo diccionario de la Real Academia Española de la Lengua se especifica el habla de los principales países de América, se plasman las modalidades de México y cada vez más rescatan nuestras modalidades usuales.
La definición de la variación mexicana de la lengua es empírica y su presencia indudable[10]. Si está bloqueado el camino deductivo (sin un principio general o institucional que defina esta habla nacional[11]) queda el inductivo, buscando las partes. Entonces, varias interpretaciones ya han señalado la distancia entre los usos del idioma entre México y España, donde son memorables las observaciones de Octavio Paz[12], sobre los términos “chingada” y “madre” como rasgos distintivos. Sumándose al conocido análisis de Paz, el crítico literario Emanuel Carballo opina que este país parece presidido por el pecado, agobiado bajo la presidencia de ese polivalente “chingar”, desde la ira contenida en el “chin”, hasta las variedades de “madreamiento”. El multiuso de estas palabras le hace concluir en una polivalencia de la madre y plantear un ciclo psíquico bastante extraño: defenderse de Cristo amando a su madre, defenderse de su madre amando a la virgen, defenderse de las vírgenes “violándolas, confiriéndoles el rango de madres”.[13]
Lenguaje oscuro, cortés y complejo
También Riding[14] presenta interesantes observaciones sobre el estilo local para utilizar el lenguaje: con excesos de cortesía y modalidades indirectas. Un estilo de habla —emparentado con la cortesía medieval y sus cortejos diplomáticos— resulta tan extraño y llamativo ante los oídos anglosajones norteamericanos, ellos acostumbrados a un trato directo y hasta rudo. Al periodista norteamericano le admira el lenguaje de México cordial y hasta servicial en exceso: “para servirle”, esta es “su casa”[15]. Le resulta notable nuestro lenguaje con sus usos popular y oficial, incluso le parece una clave central del enigma nacional: “El lenguaje formal y oscuro posiblemente sea el arma principal de autodefensa del mexicano”[16]. Ahora bien, es interesante anotar que el lenguaje barroco (típico con forma de caracol, moviéndose en espiral y deslizándose sinuosamente) y diplomático heredado (saturado de cortesía, alusiones y enfoques indirectos) existe en un doblez (no lanzar de modo directo el contenido, encubrirlo, endulzarlo y dosificarlo) y ese sentido doble del lenguaje, en nuestro país, lo tropezamos en otros dos territorios importantes.
Alan Riding encuentra frases y palabras de sinsentido (como el aparente “lo espero en su casa” y el humilde “con su permiso”), estimando que ese lenguaje “tiene vida propia, casi como si las palabras y no las personas se comunicaran entre sí”[17]. La “vida propia” de lenguaje implica una situación interesante[18]. Nuestro lenguaje cotidiano le parece saturado de sutilezas, con amabilidades en exceso; o bien, el juego constante de la gracia, cuando el mitotero juega al doble sentido constante y a la burla. Por si fuera poco, la presencia de silencios en el habla mexicana posee la complejidad de una máscara, con la sutileza de una agresión encubierta de cortesía, así indica Paz que “Aun en la disputa (el mexicano) prefiere la expresión velada a la injuria: "al buen entendedor pocas palabras"”[19].
Ahí surge el otro doblez: el doble lenguaje específico de la broma establece una distancia entre lo aparente y lo esencial. La broma resulta festiva pero también crea más distancia y funciona a la defensiva. Según, Octavio Paz quien alburea también se enmascara[20], oculta su alma verdadera, mientras se burla cree mantenerse a salvo de las burlas… pero si continúa en su juego y, al final de cuentas, el alburero tampoco sabrá quién es él, pues su máscara lo termina devorando.
Duplicidad del lenguaje del Estado
El fenómeno de esa duplicidad lingüística no es local, sino planetario, así, otro doblez del lenguaje representa un clásico de la semiótica y lo denunció con claridad Orwell en la noción de doble-habla en su novela anti-utópica titulada 1984. El lenguaje del Poder tiende al enmascaramiento, porque el Poder implica opacidad y los dispositivos de estrategia mediática radicalizan ese doblez. Esa opacidad del lenguaje estatal no siempre depende de una mala intención (como asumimos en la situación de ciudadanos agraviados) sino del mismo funcionamiento (su operación en base a procedimientos y códigos legislados[21]) que favorece un discurso ajeno al circuito de comunicación cotidiano (esa masa de ciudadanos de a pie). Entonces debemos distinguir esa universal duplicidad del lenguaje del poder, respecto de una nación largamente oprimida que juega su doble cara en cada palabra y confunde mediante un cantinflismo notable.
Así, esta usanza mexicana de lenguaje barroco (cortés, servicial y atento pero doble, engañoso y enigmático) se puede y debe engarzar con el discurso estatal que oculta los propósitos entre sus pliegues. Además, con la educación universal y la intervención masiva del Estado se establece un circuito de retroalimentación[22]. El habla cotidiana y su manejo letrado sostiene al funcionamiento del Estado, es indispensable la legión de funcionarios que entiende leguaje nacional frente a una nación que entiende lo esencial de las órdenes del Estado (aunque exista opacidad[23]). Este circuito de comunicación define un Estado nacional viable, pues sin una masa de burócratas ningún aparato funciona y tampoco opera con eficiencia cuando esa organización se vuelve incomprensible[24]. De ahí que resulte tan obvia la funcionalidad del esfuerzo para enseñar español a las comunidades indígenas, mientras resulta inasible la tentativa para domesticar ese estilo barroco del habla[25].
Factores de mercado integrado y sistema de comunicación moderno
El sistema económico capitalista, paso a paso fue integrando un gran mercado dentro de las fronteras, levantado sobre los restos del sistema colonial (más integrado mediante el poder y la religión que por el circuito económico[26]), sobre este eje crecieron las comunicaciones materiales y los intercambios de signos. La masificación del mercado también exige comunicación y los intercambios propician leguajes comunes, aunque también opera y acuerda con la variedad lingüística[27]. El sistema de comunicación de masas moderno, a partir del sistema de radiodifusión, retroalimenta y refuerza a las hablas nacionales y también favorece flujos más allá de las fronteras. El proceso que comenzó el periódico, fue superado por la radio y televisión de escala nacional que refuerzan los estilos de cada comunidad nacional; y ese mismo efecto de reforzamiento circular lo provocan cuando son locales o regionales[28]. En México, el desarrollo explosivo correspondió a los medios de comunicación nacionales (XEW radio, XHCG, Televisa…), los cuales popularizaron la música, cine, telenovelas, noticieros y comicidad bajo estilos definidos, que se perfeccionaron integrando el estilo mexicano. Dicho estilo fue definiendo de manera más precisa el habla nacional, haciéndola más nítida y reconocible dentro y fuera del país, lo cual no es superficial sino confluencia de múltiples factores distintivos de la integración nacional durante el siglo XX[29].
Emisión norteamericana y global
La última influencia crucial y actual sobre el habla mexicana proviene del influjo norteamericano y global. Si bien esto sucede en cualquier país del planeta, México recibe una intensidad característica, pues nuestro país es la “frontera bárbara” más extensa del globo, entre una superpotencia y una nación forjada desde otra raíz. Los lazos de poblaciones migrantes son amplísimos, en especial, una masa de emigrantes ha cruzado el Río Bravo hasta sumar la primera minoría dentro de EUA.
Octavio Paz fue perspicaz al considerar como un hito, al personaje del “pachuco” popularizado por el cómico Tin Tán, pues es el hijo de la frontera que crece abrevando entre los dos ambientes. En la continuidad del tiempo, la población mexiconorteamericana adquiere más densidad y una gran importancia cultural, que se refleja en las modificaciones del habla mexicana, y cabría asumir la hipótesis de un lenguaje chicano más mezclado entre español e inglés[30].
Agreguemos la expansión de un sistema planetario de comunicaciones que facilita y obliga a la comunicación con las metrópolis, sus flujos económicos y productos culturales para redondear esta relación. Si a esto sumamos un flujo de población y económico gigantesco resulta un proceso enérgico, donde nuestro idioma “mexicano” se alimenta de palabras, mensajes, contenidos, estilos y demás provenientes del Norte. Sumemos a eso una actitud denominada malinchista de servil recepción hacia lo extranjero y aparece una avalancha de transformaciones en el habla.
Efecto belleza: raíces nahuas y herencia colonial
Por excelencia, el arte es asunto de calidad, por tanto se resiste a colocarle una medida que implica cantidad. Con la gran literatura escrita existe la convicción y testimonio de que la literatura ha forjado a las naciones. Sin embargo, con las grandes civilizaciones pre-escritas (o difíciles de descifrar en su escritura, como las ideogramáticas: antiguo egipcio, náhuatl, etc.) es difícil sustentar el efecto de sus artes de la lengua (su poesía, drama o narrativa) en una proporción exacta. Estimamos a los nahuas en su faz de poetas, aunque resulta imposible evaluar su efecto. La belleza atrae y la hermosura aglutina, de tal modo que la preciosura de un lenguaje genera un efecto de unidad. Afirman los conocedores del náhuatl que ha sido una lengua de belleza y que sus cultores realizaban sus encantos, refiriéndose a la “palabra florida”[31].
¿Era el nahua lengua de belleza o de terror? Bajo una loza de tres siglos de Colonia resulta casi imposible recibir el influjo original de una lengua; nuestra recepción queda prejuiciada por el efecto de una Conquista y su justificación. La respuesta implica un balance exacto de las civilizaciones prehispánicas, y sin estudios detallados no resulta fácil dirimir la leyenda católica sobre el salvajismo azteca y sus respuestas[32]. La hermosura del habla antigua sufrió metamorfosis y sus descendientes todavía cumplimos una labor de recuperación enorme.
La diferencia entre la boca y la herida es abismal. Para los detractores del mundo prehispánico su signo diferencial es la herida y su carácter sangriento, violento y hasta antropófago. La estratagema de aterrorizar al vecino con calaveras se convirtió en un estigma desde la Conquista; pues afirmar la maldad azteca justificaba cualquier crueldad de la Conquista. En lugar de un sonido nativo de arte, los evangelizadores temieron una lengua diabólica y se esforzaron por deshacerse de la idolatría junto con ese lenguaje. Al principio era imposible, pues los colonizadores eran gotas extraviadas en el desierto, pero con la fuerza y persuasión se fue extendiendo la lengua de “Castilla”. Dícese de Castilla, así la región por los muchos castillos que la poblaban y su idioma también serviría de baluarte.  Entre las ciudades y haciendas novohispanas, el idioma también serviría para garantizar la palabra de sumisión y salvación. Con casi exclusividad de acceso a la cultura (universidad pontificia, libros censurados…) la élite religiosa se ocupó por establecer una versión oficial del pasado. Al final de la Colonia, todavía una herejía sobre la bondad de los mexicanos originales (incluida una leyenda de Santo Tomás en América) le valió la cárcel y el exilio a Fray Servando Teresa de Mier[33]. La élite católica monopolizó el saber y obtuvo grandes beneficios materiales ¿durante tres siglos le interesó alguna verdad histórica o relató una justificación? Lo segundo es indudable; para los clérigos la única verdad cambiaba según las órdenes del lejano Papa de Roma o de los monarcas de Madrid, todo lo demás eran minucias.
Durante el periodo novohispano, la noción dominante de belleza está regida por la salvación y el arte principal es sacro. De ahí, que la belleza del lenguaje se filtre por el tamiz católico. ¿De ahí proviene el tamiz amable y cortés? Lo más probable que así sea. Sobreviven un par de muestras universales de ingenio y arte: el teatro de equivocaciones de Juan Ruiz de Alarcón y el extraño genio de Sor Juana. Dentro de invernadero de la religiosidad surge esa flor exótica y sublime, con Juana de Asbaje que escapa a las definiciones sencillas. En mi perspectiva, ninguna de esas dos figuras cumbres iluminan con suficiencia al torrente principal del habla mexicana, su presencia es universal pero distante ante lo local; muestras de que el genio opera en la desmedida no en la medida[34]. No nos extrañe, el país recibió un diseño colonial diseñado para durar y el ámbito de la lengua también reflejaba esa situación; los genios de la poesía y el teatro semejan flores exóticas sobre el lago, sus colores son ajenos al ambiente. Como ya indicamos, la cultura de masas del siglo XX ha resultado preponderante para redefinir los estilos mexicanos del lenguaje, mientras las cumbres de la Colonia permanecen en un nicho de admiración, pero fuera del torrente principal.
Hacia palabras claves
Descubrir una clave es tropezar con la aguja en el pajar o el hilo de Ariadna, pero debemos entender ese feliz descubrimiento, pues el descifrar la pieza clave de la comunicación es atrapar un lado del hilo y jalonar desde este extremo a quien ignora esa tirantez del hilo. Chingada y madre… son algunos términos con candidatura para la palabra crucial de nuestra habla singular. Un sistema de comunicación resulta tan amplio y complejo, que resultaría en una imposibilidad reducirlo a una palabra clave. Por tanto este tema, de antemano linda en el reduccionismo, que con esta aclaración procuro disculpar y hasta evitar. Algunas palabras adquieren rasgos distintivos y colorean el ambiente de la comunicación, tomando papeles muy destacados. Por ejemplo, Octavio Paz en su ensayo clásico sobre la naturaleza de nuestra nación, buscó términos clave que definían el modo de comunicarnos y lo descubrió en la zona de penumbra. Dice Paz: “Son las malas palabras, único lenguaje vivo en un mundo de vocablos anémicos. La poesía al alcance de todos (…) Cada país tiene la suya (…) Esa palabra es nuestro santo y seña. Por ella y en ella nos reconocemos entre extraños y a ella acudimos cada vez que aflora a nuestros labios la condición de nuestro ser. Conocerla, usarla, arrojándola al aire como un juguete vistoso o haciéndola vibrar como un arma afilada, es una manera de afirmar nuestra mexicanidad (…) Toda la angustiosa tensión que nos habita se expresa en una frase que nos viene a la boca cuando la cólera, la alegría o el entusiasmo nos llevan a exaltar nuestra condición de mexicanos: ¡Viva México, hijos de la Chingada!(…) Es una voz mágica. Basta un cambio de tono, una inflexión apenas, para que el sentido varíe. Hay tantos matices como entonaciones: tantos significados como sentimientos.”[35] Como se observa, para Paz el término clave es chingada y sus variaciones. Cabe ampliar que ese insulto atrapa la clave del insultado cuando insinúa a una madre profanada, moviliza un temor inconsciente y un fantasma verdadero en el ofendido; se ha lanzado dardo invisible y exige ser arrancado para regresar a la calma.
Sin embargo, ningún lenguaje (por la bastedad y complejidad que contienen) se reduce en una palabra clave; cuando mucho, sus partes más significativas y reiterativas, deben resaltarse. Ni siquiera el esfuerzo filosófico para concentrarse en el Ser como término supremo merece ser coronado por el éxito, el experimento ontológico[36] de Parménides a Heidegger no marca la cumbre en el curso de la filosofía, sino etapas y variaciones recurrente. Dicho de otra manera el lenguaje no se reduce a una sustancia única y menos a un vocablo operador. Justo como indica el ejemplo de la chingada, conforme más se emplea una palabra, va adquiriendo más significados y perdiendo su singularidad. Aquí buscamos la singularidad de un modo de hablar completo auxiliados por palabras clave que lo distinguen.
En el análisis de Paz, el término madre se toma de la mano con chingada, por establecer la contraparte pasiva del verbo agresor, interpretación del sexo como agresión. Si se resalta el término madre y sus infinitas variaciones lo debemos unir con los traumatismos de la existencia, que se representan en la narrativa de la Conquista y la situación de los vencidos. Bajo esa perspicacia la palabra chingada sirve para conectar a Hernán Cortés con Mallintzin y tejer el mito de la nación mestiza.
Las transformaciones culturales del principio del siglo XXI han facilitado la entrada del insulto en todos los ambientes y, de inmediato, lo ha devaluado. De ese modo, el sentido especial de grosería contenido en las variaciones de “chingada” ha ido perdiendo filo. La “normalización” de la grosería dentro de los medios de comunicación le ha restado fuerza expresiva a los insultos. Quizá Paz atinó en la clave, pero al utilizarse tanto se desgastó. Bajo el repetido empleo los insultos se convierten en signos neutrales, gestos cómicos o confusos signos de camaradería, por ejemplo, algunos insultos se convirtieron en “tic-muletilla” del habla juvenil como “güey”; y al ser muletilla del discurso, se vacían de significación precisa. Cuando en un diálogo alguien dice—“Oye, güey, pinche, güey, está cabrón, güey.” Este rosario de viejos improperios carece de relevancia, al significar una trivialidad: “oye, tú, fíjate”. Los insultos repetidos y devaluado devienen en simples muletillas del habla cotidiana[37].
Hacia un sonido distintivo: “·ch”
De modo empírico se observa en México predilección por las palabras que incluyen el sonido compartido de “ch” y “x”, una tendencia derivada de la influencia indígena[38]. En el jugueteo de los apodos mexicanos se destaca ese gusto por utilizar esos sonidos. En cuanto más libre sea la situación, más evidente es la elección: el apodo revela más que el nombre. Y los apelativos mexicanos seleccionan términos con ese fonema: Chepe, Chito, Chino, Chon, Chole y un largo etcétera. Por si fuera poco, la palabra “clave” del mexicanismo es una expresión donde el sonido “ch” es marcado y relevante. El personaje masculino emblema del México rural se eligió con ese sonido (en el siglo XIX el chinaco y en el XX el charro), y el género musical que se identifica con el país lo incluye en el mariachi. Otras muchas de las palabras favoritas y barbarismo (adquisiciones, invenciones o recuperación de viejas voces con nuevo sentido) de México expresan casi fanatismo por ese sonido: el niño es chamaco, el bebé es chilpayate, el pelo rizado es chino, el religioso o conservador es mocho, el alcohólico es borracho o teporocho, lo que gusta es chido, lo malo es chafa, el guapo es chulo, la macana es cachiporra, la morcilla es chorizo, uno sucio está chorreado, el diarreico está chorrillento, los miedosos son chillones, los policías son chotas, el picante es chile, la coima es chayote, el trabajo es chamba, lo falso es cachirul, lo gracioso es chusco, lo sabroso está de rechupete, los curiosos son chismosos, los sumisos son agachones, el conductor es chofer o chafirete, la credencial de influyente es charola, quien la ostenta charolea, si llueve poco entonces chispea, cuando aceleras andas como chinampina, el diablo es chamuco, la plebe es chusma, la oportunidad es chance, el negocito es changarro, el torpe es chambón, etc. Con una sonrisa contenida repetimos palabras donde se duplica este sonido así Jesús es Chucho, el viejo es chocho, el perro es chucho, la de busto grande es chichona, el golpe es chichón, la chismosa es chachalaca, el ayudante de baja categoría es achichincle, comemos chicharrón, el indio nómada era chichimeca, el molesto es chinche, etc. Además, a veces la “ch” se esconde y convierte en “x”[39] y viceversa, cuando se pronuncia en palabras como Xola (suena a Chola con una entonación ligeramente más suave) y Xólotl (suena a Chólotl).
Entonces, este fonema surge por muchos lados y hasta se convierte en tema de algarabía musical, como en la canción saturada de “ches” que comienza: “Ya chole chango chilango /que chafa chamba te chutas /no checa andar de tacuche /y chale con la charola…” Y así sigue la letra popularizada por el grupo Café Tacuba.
Al refrenar la escritura o la frase se sustituye la palabra “chingada” completa con  la consonante “ch”, a modo de una contención o basta con la sílaba “chin”. Ampliando, observamos que lo negativo no existe para la mente inconsciente, pues la impresión mental positiva predomina, así el acto sexual y su energía está en el fondo atractivo y reiterado de esa palabra. La obsesión mexicana que repite “chingar” de tantas maneras implica: volver al sexo una y otra vez, con distintas máscaras. Nos encontramos, de súbito, con la teoría psicoanalítica de Freud: en el fondo la psique es deseo sexual metamorfoseado[40]. En ese sentido el fonema de “ch” es un beso y un deseo, el inicio de cualquier cosa y su fondo de anhelo.
Para redondear este viaje especulativo, recordemos que para algunos cultivadores del pasado náhuatl el auténtico nombre de México corresponde más a un sonido suave de la “ch”, una variante como “sh” o bien un “sc” de una letra ese larga —semejante a cuando se manda a callar a alguien—, además de que no incluiría acento esdrújulo por la pronunciación original.
Puntualizando la singularidad de la lengua y habla mexicanas
Concluimos que proviene de dos sistemas de lenguas-sustanciales originales (el sistema indígena y español[41]), dos choques históricos de gran fuerza (la Conquista y la norteamericanización con su Globalización), y cuatro procesos de integración intensos (formación del mercado nacional capitalista; retroalimentación del Estado nacional; educación básica universal y medios masivos de comunicación). Si consideramos que existen varias raíces de la forja nacional, entonces para una de las raíces nacionales (su lengua) existe la integración compleja y multifactorial que hemos descrito.
Existen abundantes evidencias empíricas de la singularidad del habla mexicana y su conjunto es una lengua en potencia, porque la diferencia esencial entre uso-habla y lengua-estructura no es empírica sino de potencial para comunidad nacional[42]. Ya muchos autores han anotado peculiaridades en usos y estilos, ya sea por cortesía, doblez, enmascaramiento, albur, broma, etc. Como sea, existe una vasta colección del sentido mexicano de las palabras y una gran aportación de vocablos locales que se han difundido. Siguiendo a Paz destaca el término chingar en calidad de palabra clave del estilo nacional, aunque se ha desgastado con su uso y proliferación de variaciones. Además existe un sonido amado por nuestro pueblo que corresponde a la “ch” y sus variaciones, mostrado en la irrupción de apodos, palabras inventadas y demás aplicaciones creativas.
La fuerza de esa singularidad en esta lengua nacional mexicana queda y permanece disimulada, porque está regulada por un sistema internacional, que rige al idioma español. Dada la fase de globalización del siglo XXI resulta inimaginable que el surgimiento de una tendencia mexicanista radical separase la regulación de nuestro idioma del sistema actual, ya que el idioma español con uso internacional (donde nuestra lengua marca una diferencia disimulada) resulta conveniente para mantenerse en el marco de flujos mundiales[43]. ¿Una diferencia de lenguas disimulada es débil o menor? Para las estrategias de poder una posición disimulada (parapetada o con camuflaje) siempre es doblemente fuerte, aunque sea menor su protagonismo[44]. El idioma es una dimensión del sistema-nación, sí éste es fuerte y ascendente también será impetuoso su sistema lingüístico, aunque quede disimulado.
Conclusión: el mexicanismo en la visión del lenguaje formador de naciones y continentes a la deriva
Para algunos teóricos las lenguas refinadas (literarias, educadas, estatizadas…) forman naciones; para otros, son las naciones modernas las que forman lenguas[45]. De cualquier manera la ecuación de Estado nacional igual a lengua nacional es eficaz, pero no universal, en este ejemplo, varias naciones no se han separado de sus “lenguas-madre”. De hecho México acumula la mayor masa mundial de hispanohablantes, así, por fuertes o diversas que sean las naciones el idioma no basta. Sin que este espacio pretenda actualizar la teoría del vínculo entre nación y lengua, lo que se deduce del caso mexicano (semejante al de otras grandes naciones latinoamericanas) implica que la nación tiende a fraguar un lenguaje singular dentro de un idioma general, no un simple uso o habla. El lenguaje del mexicanismo se ha desarrollado dentro del idioma español y éste ha asimilado vocablos y usos mexicanos. En este caso, la robustez nacional de México produce ese lenguaje singular y sus estilos. Para el resto de los hispanohablantes resulta fácil distinguir (separar, distanciar… alejar de su territorio mental) ese estilo mexicano con sus usos y costumbres que se han difundido hacia todas las latitudes. Ese estilo nacional funciona adentro como precisión en el medio de comunicación, hacia afuera opera como un sello distintivo (un estilo).
En cuanto previsión inmediata, no parece viable que la dinámica e influjo propios de la nación mexicana provoquen —en el sentido activo de provocar— una diferenciación tan profunda que rompa la unidad del idioma español. Este lenguaje singular de los mexicanismo no ha tendido a separarse de modo tajante de sus vínculos externos y se mantiene como variación de uso o reducido a estilo. Hace un siglo fue una herejía afirmar que los continentes se estaban separando, hoy es evidencia de geología. Dado el nivel e intensidad de las relaciones globales no parece viable que surja pronto un fenómeno de autonomía lingüística desde las comunidades de América, pues más bien la tendencia fluye en sentido opuesto. Sin embargo, otra tendencia opuesta conduce hacia la misma encrucijada: preguntemos si en el futuro más próximo se fusionarán naciones en unidades mayores, mediante supra-naciones como anuncia la Unión Europea y la respuesta también implicará el porvenir de los idiomas[46]. Dado ese proceso de integración europea: ¿Por cuánto tiempo España seguirá siendo el epicentro del idioma español? ¿Cuándo los vientos del europeísmo anularán ese epicentro y reconfigurará los lazos idiomáticos? Recordemos el modelo de integración nacional fuerte que cumplieron hace dos siglos los principales países europeos, y ese camino sigue esta ruta: mercado común o interior conduce hacia una economía integrada > sistema estatal unido > sin fronteras interiores > movilidad interior > reproducción en común > unificación del sistema educativo > un solo lenguaje para el aparato de Estado > dominio de una sola lengua en el espacio económico y cultural > lenguaje unificado > leguaje oficial (nacional, en este caso supra-nacional). La conclusión es que el español se reacomoda frente a los demás idiomas europeos no oficiales, ante el europeísmo mengua y languidece en su aspecto político-económico. Siendo esa la agenda lógica de la unificación europea, entonces España abandonará su liderazgo en materia del idioma ante las antiguas colonias. En tal eje crece la hipótesis de una separación idiomática entre España y la pléyade hispanohablante, entonces el “mexicanismo” adquiere un sentido clave. 

NOTAS:


[1] Ese tipo de lengua “adamita” que pretendieron los filólogos renacentistas. Cf. FOUCAULT, Michel, Las palabras y las cosas.
[2] Para el mexicano ese movimiento hacia sí mismo se dirige al Ombligo de la Luna y hacia fuera de sí  viaja con destino a la estrella matutina, representación de Quetzalcóatl en el lejano horizonte.
[3]La espiral, el caracol (emblema lunar), la mujer, el agua, el pez, pertenecen constitutivamente a ese mismo simbolismo de la fecundidad, que aparece en todos los planos cósmicos.”, p. 223. en ELIADE, Mircea, Tratado de historia de las religiones.
[4] La evolución desde el castellano hacia el español y la validez de esos términos es todo un tema. La actual región de Castilla es la matriz de ese idioma, la misma tardanza para la integración nacional de España va de la mano con la narrativa de ese paso desde el castellano hasta el español. El primer gran diccionario RAE fue denominado de “castellano” con sobrada razón. Hasta el siglo XX la discusión ha estabilizado la preferencia por el término español para denominar a la lengua.
[5] De modo incisivo, Ortega y Gasset señala que la vocación unificadora de España fue un gran motor desde la reconquista interior que siguió el curso de gran imperio de ultramar. Cf. ORTEGA Y GASSET, José, España invertebrada.
[6] Aquí el habla posee la misma estructura de cualquier práctica con su nivel inmediato de operación, cuando la herramienta permanece oculta pues es el mismo lenguaje asimilado. De ahí la dificultad para descubrir al lenguaje y la importancia de una “episteme” que lo explique según el primer Foucault de Las palabras y las cosas.
[7] En general, diccionarios son colecciones del uso pasado, por tanto como indica un personaje de Cortázar en Rayuela es un “cementerio de palabras”.
[8] Estudios importantes subdividen el habla mexicana en regiones marcadas por la influencia de las distintas matrices indígenas como la maya y las regiones del norte siguiendo a Juan Miguel Lope Blanch. 
[9] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac se centra en el poema llamado Ninoyolnonotzac.
[10] Contamos con aproximaciones empíricas al enorme acervo de mexicanismo mediante la colección de mexicanismos del DRAE, diccionarios de localismos, colecciones de refranes mexicanos, etc. La interpretación empírica donde se aparea un “espacio” de nación (el lugar México) con un evento de habla (su habla) no resulta por completo satisfactorio para el análisis riguroso. El habla requiere un quién (sujeto colectivo) o un qué (una estructura) que mantenga la identidad de ese aparear el espacio con la comunicación. La pregunta de fondo es si el habla (uso) posee la potencia de devenir lengua (estructura).
[11] Las Academias y diccionarios oficiales sirven de referencia institucional para establecer una frontera para el idioma oficial. Las variaciones locales del español poseen una “institucionalidad” menor frente al español de la RAE y su diccionario.
[12] PAZ, Octavio, El laberinto de la soledad. A su vez, tributario del psicoanálisis, de lo contrario ¿para qué darle centralidad al impulso del deseo reprimido como clave de la lengua nacional?
[13] CARBALLO, Emanuel, Ya nada es igual, p. 92-93. En ese sentido, la importancia del chingar sería una reacción gigantesca a la educación católica masiva, efectuando una catarsis del idioma.
[14] RIDING, Alan, Vecinos distantes.
[15] RIDING, Alan, Vecinos distantes, p. 24.
[16] RIDING, Alan, Vecinos distantes, p. 22. Esta idea de una autodefensa excesiva encaja con la visión del sentimiento de inferioridad del Samuel Ramos y en las máscaras de Paz.
[17] RIDING, Alan, Vecinos distantes, p. 22.
[18] Para el primer Foucault el separarse las palabras de las cosas, viene de la ruptura del periodo que él llama clásico, inaugurado con El Quijote en la literatura y dominado por el cartesianismo en la filosofía. Estima que hasta el Renacimiento el lenguaje es una cosa entre otras cosas (una objetividad no separada en la episteme) y en el siguiente periodo llamado clásico el lenguaje es el discurso que fluye en una unidad propia para ordenar el reino de las cosas.  Las palabras y las cosas.
[19] PAZ, Octavio, El laberinto de la soledad, p. 10. Aunque con Paz, la “máscara” adquiere la dimensión de una explicación sistemática para el fenómeno nacional.
[20] Noción fundamental del Laberinto de la soledad, cuando interpreta al cantinflismo.
[21] El discurso del Estado se levanta sobre una aporía kantiana, pues el Poder debe ocupar todo el espacio (gestión total del territorio) y todo el tiempo (gestión de la soberanía permanente), pero está impedido para violar cualquier legalidad propia (atacar su propio Ser de Poder legal), entonces inventa un discurso que abarca todo sin tocar mucho, de ahí el estilo pastoso (vacío) y hasta incomprensible de gran parte del discurso estatal. Sobre la aporía de totalidad Cf. KANT, Emmanuel, Crítica de la razón pura.  
[22] MATTELART, Armando, La comunicación-mundo.
[23] En la estructura del Estado enajenado (el único que conocemos) circula un ingrediente de incomprensión y la orden —siempre supuesta como superior— posee un componente de opacidad y objetivo manipulado. Anoto que la crítica a la praxis burocratizada por una marxista talentoso como Sánchez Vázquez se queda en la superficie casi naif. Dice: “La praxis se burocratiza dondequiera que el formalismo o el formulismo domina, o, más exactamente, cuando lo formal se convierte en su propio contenido”. Filosofía de la praxis, p. 213.
[24] Para México moderno parece una reflexión irrelevante, pues contamos con dos siglos de integración nacional relativamente exitosa, pero muchos Estados plurinacionales fracasaron entre dificultades de ese tipo: funcionarios que no comprendían la lengua local y viceversa, gravitando en el fracaso del modelo. Cf. Hobsbawm, Erick, Naciones y nacionalismo desde 1780.
[25] La lucha oficial contra el cantinflismo y la picaresca populares parece haber cesado, mientras que contra su propio cantinflismo del discurso estatal se metamorfosea en el discurso sobre la “transparencia”, como objetivo de políticas públicas. ¿El Poder logará ser transparente algún día?
[26] Existe un flujo económico en el sistema colonial, que no alcanza a metabolizar a toda la población, se parece a un sistema de enclaves, con circuitos de plata-mercaderías de lujo, mientras la mayor parte del país se define en circuitos autárquicos regionales, sin una fuerte integración nacional de mercados.
[27] Para un marxismo economicista, la fórmula debería igualar el mercado con el lenguaje usual, sin embargo, ese signo de equivalencia no ocurrió de modo general. BAUER, Otto, La cuestión de las nacionalidades y la socialdemocracia.
[28] Podría corresponder a “azares” del estado de la técnica (alcance de las emisiones) o a la configuración de los grupos empresariales que dominan estos medios. Los grupos de medios de comunicación se concentraron en la capital de la república desde donde adquirieron el aire de nación entera, aunque contribuyeron a asimilar y “nacionalizar” el estilo de algunas regiones, como el mariachi del Jalisco y el Bajío hasta identificarlo con lo mexicano puro.
[29] Este proceso histórico es crucial para la conformación de la cultura nacional y la integración efectiva de la población, no es simple proceso de “estilo” en el sentido estético. Cf. VALDÉS MARTÍN, Carlos, “La forja de la nación en la historia”, en Las aguas reflejantes, el espejo de la nación.
[30] Conforme el inglés se ha convertido más en una especie de “lengua franca” planetaria del comercio e Internet, se pierde el antagonismo de orgullo nacionalista contra esa lengua, y la población acepta el aprendizaje del inglés como deseable.
[31] Existe un interesante intento en el tercer capítulo de Visión de Anáhuac, cuando se evalúa el estilo y efecto de un canto nahua cuajado de flores. Véase REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac.
[32] A partir de la Visión de los vencidos, una fuerte corriente de antropología siguió con la tarea de mirar a los aztecas sin las gafas de los conquistadores. Cf. LEÓN-PORTILLA, Miguel, Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la Conquista.
[33] BRADING, David, Los orígenes del nacionalismo mexicano.
[34] Así, Sor Juana es cotidianamente recordada con un poema de reclamo a los “hombres necios” que al repetirse suena y resuena a un feminismo colocado fuera de época.
[35] PAZ, Octavio, El laberinto de la soledad.
[36] La ontología es la “ciencia del ser”, que surge en diferentes contextos de la investigación filosófica. Cf. FERRATER MORA, José, Diccionario de filosofía abreviado.
[37] Pareciera que se reinventan nuevas palabras insultantes y groserías, quizá mediante el reproceso de la “discriminación” en temas de racismo, género y orientación sexual.
[38] Tendencia que también es compartida por otras regiones con influencia indígena, como la Andina, y expandida a las demás áreas de América.
[39] Es famosa la explicación de Fray Servando Teresa de Mier, donde además conecta el uso de la “x” como vinculación con Cristo, dando un giro místico al argumento.
[40] FREUD, Sigmund, Más allá del principio del placer.
[41] Aquí no nos referimos a que la lengua indígena precolombina fuese una, sino a que del mosaico se genera un efecto de conjunto hacia el sistema de habla siguiente, rescatando fragmentos de todos los grupos, según su peso social y poblacional, donde obviamente predominaban dos.
[42] Los partidarios de una visión demasiado etérea de la nación como “comunidad imaginaria” se impresionan por procesos de implantación de una lengua nacional en espacios de idiomas diversos, de modo muy rápido, como en Indonesia. Debe existir el potencial de integración nacional para que se integre el lenguaje. En otros casos, el Estado contiene la diferenciación y ese es el caso del español en América. Cf. ANDERSON, Benedict, Comunidades imaginadas.
[43] Una lengua separada de un país, formada como lengua nacional independiente no resulta un obstáculo radical, dada la amplitud de los sistemas de traducción y equivalencias, combinados con potentes sistemas de comunicación La existencia de un idioma único en Japón o Mongolia no excluye a los países de la competencia mundial, aunque represente algún grado de dificultad, que Japón logró resolver de modo brillante. Aquí la pregunta es si dada la situación mexicana existe una tendencia centrífuga y autónoma del idioma, y la respuesta indica que no existe tal tendencia.
[44] Incluso lo “menor” no siempre es signo de debilidad, ni ésta de intrascendencia. El disimulo con el cual crece una tendencia diferente podría ser condición de su fortaleza. Cfr. DELEUZE, Gilles, Franz Kafka por una literatura menor.
[45] Hobsbawm acepta que sí ha sucedido un camino clásico de lenguas literarias contribuyendo a la formación nacional, pero duda que siga sucediendo así: “En modo alguno (tampoco) está claro que continúe o pueda continuar la pauta clásica de nacionalismo lingüístico, la de transformar un idioma étnico en una nueva lengua literaria, «nacional», estándar, para todo uso”, p. 170, en HOBSBAWM, Eric, Naciones y nacionalismo desde 1780.
[46] La obra de Karl Deutsch Las naciones en crisis, presenta un contrapunto al ser una serie de estudios concretos sobre la formación de las naciones después de la Segunda Guerra Mundial, cuando ahora nos enfrentamos con nuevas tendencias. En su revisión empírica queda muy claro que el crecimiento de lenguas nacionales en Europa fue de la mano con la formación de naciones independientes.