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martes, 17 de noviembre de 2015

EL IDEAL EN EL CAMBIO









Por Carlos Valdés Martín


No se entiende bien qué es... 
Hoy no se entiende bien qué es liberalismo, cuando esta corriente ha sido malinterpretada por las urgencias y la falta de información del público. Desde su surgimiento hace tres siglos, el liberalismo levantó un claro ideal que no se conformaba con las cadenas y opresiones contra individuos y pueblos, por eso se identificó con tal fuerza en la libertad, que fue sellado con fuego sobre esa única idea. El éxito del pueblo alentado por el liberalismo al terminar con regímenes monárquicos en Europa y coloniales en América, Asia y África fue tan colosal que se malinterpretó que él había cumplido su misión histórica por entero[1]. Por si fuera poco, el movimiento obrero también malinterpretó al liberalismo como una ideología acomodaticia al servicio del gran capital; la misma confusión privó cuando la idolatría del mercado se bautizó como neoliberalismo[2]. Además, malinterpretan quienes miran al pasado y como en el presente no se tropiezan con el Presidente Benito Juárez García ni con el Presidente mártir Francisco I. Madero, entonces imaginan que hoy nadie es auténtico liberal, pero se equivocan.

La dificultad del verdadero liberalismo. 
Consecuencia de ello ha sido que o bien todos se creen más o menos liberales, o bien todos imaginan que es un credo desdibujado, o bien que es una propiedad privada de los partidos que se rotulan bajo ese nombre… Nada más alejado de la verdad, pues el liberalismo surgió desde los anhelos más hondos de la humanidad, por lo que nació con la amplitud para abarcar los diversos ideales que no caducan con el tiempo ni son mascaradas para amparar a los ambiciosos ni idolatran un becerro de oro. El verdadero liberalismo es difícil de alcanzar por completo porque es exigente contra la mezquindad humana, cuando no se vende a los ambiciosos ni se rebaja a los hipócritas y está obligado a jamás transigir con la ignorancia tan perniciosa para los pueblos. 
Descontento. 
Hoy nuestra sociedad padece malestares y hasta indignación, pues observa que la injusticia campea de tantas maneras grotescas, incluso existe hambre en las aldeas y barrios, mientras una minoría goza de riquezas casi ilimitadas. También observa que el esfuerzo digno del trabajador o del estudiante es poco recompensado, que seguir el camino de la legalidad es más difícil que plegarse a las rutas torcidas de la tranza y la corrupción. Seamos sinceros, la actividad política está desprestigiada por la noticia repetida de políticos corruptos y enriquecidos; hasta parecería casi una utopía revivir la austeridad republicana de un Vicente Guerrero o un Ignacio Manuel Altamirano.  

Condiciones para cambiar… 
Para adelantar en la ruta del cambio se requiere, al menos, de cuatro condiciones cumplidas hoy, que son: injusticia, crisis, voluntad e ideal[3]. El estado de cosas se caracteriza por injusticia, donde la mayoría siente opresión; incluso el statu quo está debilitado, dándonos la cara de una futura crisis; luego, para avanzar se requiere la voluntad de cambio y generar movimientos alternativos; y por último está el ideal hacia el cual dirigirse a modo de brújula con un Norte certero[4]

La triple consigna.  
Por cuestiones de espacio no analizaré más las premisas del cambio actual, sino que me enfocaré hacia el ideal. Cierto que los ideales propuestos por el liberalismo son varios, por eso debemos enfocarnos aquí en la clásica triple consigna “libertad, igualdad y fraternidad”. Esta llamada, levantada en el firmamento por la Revolución Francesa, es un ideal equilibrado por cuanto limitar estas ideas fácilmente se desliza hacia el exceso y pierde su virtud. Si la libertad se excede y hace unilateral, caemos en el libertinaje o el beneficio de unos cuantos libres sobre los demás oprimidos. El ideal de la libertad íntegra está adquiriendo mayor dimensión en la actualidad, en especial, al redondearse con la exigencia de que el Estado sea laico y que la educación cumpla su función científica y des-fanatizadora[5]. La igualdad es fácil convertirla en una noción simplista y opresiva de homogeneidad sobre los ciudadanos, intentando obligar a que cada uno sea tazado con el mismo racero y obligándolos a soportar una tiranía del Estado, disfrazada de igualdad socialista. El ideal de la igualdad es hermano del sentimiento de justicia social, que no se contenta con un destino de miseria para la mayoría[6]. La fraternidad sería esterilizada al reducirla a un sentimiento tierno que se queda en el hogar y no influye en los destinos colectivos, cuando hoy es tan urgente demostrar la hermandad con acciones concretas. 

El idealismo social
Aquí no nos referimos a una doctrina filosófica particular, sino a la enérgica acción en contra de las situaciones inhumanas imperantes, donde el ideal es esa condición superior hacia la que tendemos y estamos convencidos de alcanzar mediante nuestro esfuerzo cotidiano. Ese idealismo se alimenta de la ética y los valores, pues la sangre vital nos demuestra que entre lo ordinario y lo excelente se abre un abismo, que nuestra voluntad está dispuesta a saltar[7].
Ese idealismo social no es una vana utopía que le exige al futuro una perfección extrema o imposible ni se contenta en pintar un panorama maravilloso que ni siquiera nuestros nietos verán. Ese idealismo es progresista porque está convencido que el futuro brindará los frutos de lo que hoy se siembra, y cuenta con el optimismo de asumir que nuestros hijos serán más capaces que nuestra propia generación[8].
Si analizamos con cuidado, esos ideales sociales no son tan distintos de los existentes en la humanidad desde hace milenios. 

De la mano con todos… 
El idealismo social del auténtico liberalismo no se nutre de envidias, por tanto no se preocupa que los más diversos movimientos y partidos retomen sus mismos ideales, con los cuales prometan una solución de los problemas sociales; lo cual es positivo aunque a veces desconozcan el modo de aplicarlos. Al contrario, el auténtico liberalismo es generoso y le extiende la mano abierta a todos los movimientos y tendencias política, por ese motivo Avanzada Liberal Democrática en su años de existencia no sustituye a los partidos actuales ni pretende competirles con prepotencia[9]. El auténtico liberalismo deja florecer la variedad de ideas y únicamente repele y es repelente en contra de la hipocresía, la ignorancia y la ambición que combinadas se convierten en tiranías.
Las organizaciones políticas nacen y mueren, pero los verdaderos ideales políticos son permanentes y, cuando son bien explicados, esos ideales perviven en el corazón de los pueblos.  

Clave para avanzar y consolidar: más educación.  
Conforme buscamos un avance continuo, manteniendo un entorno de libertades, mejorando las condiciones de igualdad para no sufrir injusticias y promoviendo una efectiva fraternidad para abatir las carencias colectivas, entonces requerimos de cumplir diversas tareas. Pero si no queremos caer en dispersión ¿dónde está la clave para que toda sociedad avance? La tarea crucial, sin la cual lo demás se desmorona, es la educación, pues sin ella los esfuerzos se vuelven prédica en el desierto[10]. ¿De qué sirven excelentes leyes si los ciudadanos las ignoran? ¿Quién recibirá el legado de cualquier progreso si no está educado y no lo entiende? ¿Quiénes apreciarán su propia libertad como un tesoro si no están educados? 
Ciudadanos cultos y educados serán capaces de levantar sus propios ideales, poniendo en alto su propia virtud, con la amplitud de criterios para conservar lo bueno que heredasen y la fuerza para cambiar lo censurable.
En este punto pareciera que nos hemos alejado de la definición del liberalismo, pero no… Cuando analizamos la triple consigna de libertad-igualdad-fraternidad, su legado lo interpretamos como una actividad educativa permanente. La libertad respeta la individualidad; la igualdad reconoce las identidades de origen, necesidad y destino; la fraternidad concreta lo más positivo de la convivencia. La buena educación respeta a los individuos desde la más tierna infancia; ante la inocencia como punto de partida, la educación al alcance de las mayorías ofrece el cúmulo de conocimientos y habilidades desarrolladas por la humanidad, entregando al esfuerzo individual el despegue y éxito de cada quien; y, por último, la educación representa al acto más fraternal entre las generaciones al pretender entregar el tesoro más valioso a la nueva generación, pues ese tesoro es el saber. En fin, educación es libertad del individuo y el grupo, igualdad entre quienes superan la ignorancia y despliegan sus capacidades, y fraternidad entre quienes son herederos del pasado y vanguardia del porvenir.

Conclusión: tres tareas permanentes del liberalismo en el México del siglo XXI.
Primera, seguir fortaleciendo su propio idealismo para entregarlo generosamente a todas tendencias políticas e ideológicas que estén interesadas en el progreso del pueblo.
Segunda, alimentar este periodo de cambios con el verdadero idealismo social que transciende, como lo ejemplifica la triple consigna de libertad-igualdad-fraternidad.
Tercera, el convertir los logros pasados y presentes del liberalismo en cuerpo vivo de las futuras generaciones, se alcanzará mediante una educación con altitud de miras y alimentada por nuestros ideales, que son casi los mismos para la humanidad entera desde hace milenios. 

Post Data: 
Lo anterior fue presentado a modo de ponencia, para el XVI Congreso de Avanzada Liberal Democrática de San Luis Potosí, México, noviembre de 2015. También podría llamarse "¿Qué es el liberalismo en el siglo XXI conforme a sus principales ideales?" Es claro que el tema daría para mucho más que una presentacion tan breve, que sí logra exponer la pricipal consigna y la función hacia el cambio continuo de la sociedad, deslindándolo del reduccionismo. 

NOTAS: 


[1] Por ejemplo, Immanuel Wallerstein en Después del liberalismo, supone que ya se cumplió con el programa liberal, porque la caída del socialismo real desde 1989 supone que el liberalismo triunfó, pero sin cumplir sus promesas, porque sería limitado a una ideología al servicio del capital.
[2] Es típica la operación del disimulo, donde se disfraza el plomo con una delgada capa de plata; en este caso, la filiación con el gran capital, recubierta con la capa de la libertad bajo el rótulo de “neoliberal”, que omite el típico precepto del liberalismo que es “justicia”. Por ejemplo, Noham Chomsky en El beneficio es lo que cuenta. Neoliberalismo y orden global.
[3] Se debe recordar, que el liberalismo nació aliado con visiones de cambio social, como se muestra en visiones ligeras del positivismo que creía cumplido el cambio en su “etapa positiva del desarrollo”. Cf. COMTE, Augusto, Curso de filosofía positiva.  
[4] Esto refleja la teoría de la revolución política analizada por Lenin, derivado de Marx, en varios textos, Cf. LENIN, V.I. Entre dos revoluciones.
[5] Para la complejidad del concepto de “libertad” obsérvese el análisis en El Ser y la Nada de Jean Paul Sartre.
[6] Gran parte de la evolución de los movimientos políticos desde la mitad del siglo XX, ha dependido de la reinterpretación de la igualdad, para no quedarse en homogeneidad, como lo muestra el feminismo y los derechos de minorías sexuales e indígenas.
[7] Esta visión del “ideal” se desprende del estudio filosófico y ético del concepto de trascendencia, plasmado desde G.W.F. Hegel y recuperado en las interpretaciones dialécticas. El romanticismo europeo empleó ampliamente el término de “ideal” para indicar esa tensión moral por transformar su mundo; lo cual requiere de su comprensión dialéctica para mantenerlo actualizado.
[8] Aunque se consideró a sí mismo progresista, el marxismo malinterpretó al “progreso” como una brújula vacía del periodo burgués, cuando es un concepto clave para orientar el cambio. Cf. LUKÁCS, Georg, Historia y consciencia de clase.
[9] Cabría repetir, que un “verdadero partido” en el sentido histórico no son las siglas de un instituto político sino toda la agrupación humana que está en esa misma condición; en ese sentido, por “parido liberal” se entiende a la humanidad que está bajo las banderas de la libertad, mientras su contraparte, el “partido anti-liberal” son los tiranos surgidos de un privilegio temporal, mezcla de ambición e ignorancia.
[10] Fundamento de la modernidad es la educación básica universal, que ahora avanza hacia el nivel medio es fundamento para la integración de las comunidades. Cf. ANDERSON, Benedict, Comunidades imaginadas.

lunes, 2 de noviembre de 2015

RESUMEN DE PEER GYNT DE HENRIK IBSEN





Por Carlos Valdés Martín
“La luz excesiva es la mayor oscuridad…”[1] Peer Gynt.
La audacia y virtud de anticipación del dramaturgo Henrik Ibsen han sido ampliamente aplaudidas y un magnífico ejemplo es su obra Peer Gynt. En esta obra se presenta un largo viaje hacia las dimensiones de la existencia, mostrando las aspiraciones y fracasos del espíritu humano mediante un personaje pleno de contradicciones. Bajo el aspecto formal se clasifica como drama romántico, que ofrece rupturas que alimentaron a las vanguardias artísticas posteriores e inspiraron a las siguientes generaciones[2]. En su contexto cultural fue una obra escandalosa y atacada por su audacia, con la curiosa peculiaridad que ha recibido sucesivas adaptaciones para convertirla en cuento infantil. Esta obra ha despertado la admiración entre especialistas del drama y pensadores, motivando reflexiones psicológicas[3] y teatrales.
Escrita en 1867, cuando Noruega formaba parte del reino de Suecia, unidas tras una derrota en las guerras napoleónicas, cuando esa región se separó de Dinamarca. Para ambientar ese año, cabe señalar fue célebre por el descubrimiento de la dinamita por el sueco Alfred Nobel, quien la industrializó en un floreciente negocio, con gran repercusión hacia otras actividades como la minería y hasta en la situación militar, por el manejo de explosivos. El avance de la industrialización marca la pauta en la economía que conquista los mercados mundiales, acompañada por fenómenos de colonialismo territorial en Asia y África principalmente. Los grandes imperios están siendo desafiados por las democracias ascendentes y el nacionalismo creciente.
En el plano de las ideas las monarquías europeas seguían enseñoreándose y frustrando los embates liberales, mientras asomaban anhelos más igualitarios, por ejemplo se publica el primer tomo de El capital de Karl Marx, obra de enorme repercusión ideológica en el movimiento social y laboral. Al otro lado del océano, es el año cuando la Francia de Napoleón III, se retira abatida y pronto cae Maximiliano de Habsburgo, efímero emperador de México, quien es fusilado, mientras Juárez restaura la República. En la música, está en auge la producción operística y la gran producción sinfónica, donde es notable que la musicalización de Grieg acompañó la primera escenificación de la obra teatral Peer Gynt. En la literatura europea diversas tendencias florecían, especialmente las naturalistas, realistas y románticas, capitaneadas por talentos de la talla de Víctor Hugo y Dumas, aunque ya existen tendencias heterodoxas, destacando los poetas malditos, siendo el año de la muerte de Baudelaire. En la pintura, predominan las academias realistas siendo desafiadas por el impresionismo y conceptos de vanguardia.  

El protagonista
“¡Hay que ser fugitivo como una poesía de juventud!”[4]: Peer Gynt.
La obra teatral está centrada en un joven, Peer Gynt que permanece cual eterno adolescente atrapado entre sus deseos fantasiosos, facilidad para mentir, irresponsabilidad manifiesta, amores frustrados por su propio temor, etc. A tono con el personaje central, la obra burbujea en fantasías, saltos de personajes irrumpiendo, anécdotas rápidas y argumentos entrecortados; ese estilo corresponde con la juventud cristalizada que pretende beber solamente la miel y escapar de cualquier dificultad; en tal sentido, es otro de los personajes extremadamente modernos de Ibsen, pues el adolescente permanente se ha convertido en un prototipo social[5]. La primera escena lo presenta cual mentiroso empedernido, inventando que persiguió a un alce y eso lo ha demorado. Sus exageradas fantasías reciben la complicidad de su madre Aase, quien le riñe pero siempre solapa cuando los demás le reclaman; ella trata de protegerlo, incluso cuando él se comporta más allá de la grosería, por ejemplo, la deja atrapada en un tejado para escaparse a la fiesta de bodas de su anterior novia. La novia Ingrid también corresponde insensatamente a Peer, ella cancela la boda para seguirlo, luego por causa del escándalo tras desbaratar el casamiento Peer queda exiliado en el bosque. En la misma fiesta de bodas otra jovencita Solveig conoce a Gynt, quien la corteja estando borracho; de principio ella lo rechaza, pero queda perdidamente enamorada. Luego ella pretende reunirse con él durante su exilio en el bosque, donde él duda entre amarla o no, pero al final la rechaza. En ese aspecto Gynt es un donjuán y representa al machismo tradicional, pero ahí no se agota el personaje.
El personaje salta desde la inocencia de sus deseos hasta la irresponsabilidad dañina de su materialización, aunque sus intenciones a veces parecen cándidas, su capacidad de auto-engaño lo empuja para actuar con deshonestidad y perjudicar a quienes lo aman o, simplemente, se cruzan en su ruta. Acosado entre sus aspiraciones, fantasías y autoengaños parece levantar únicamente la bandera de su ser interior, reivindicándose cual individuo auténtico, apegado a su contenido único, sin embargo, ese interior está sometido al golpeteo de las mismas falacias y engaños perpetuos, por lo que está destinado a la desintegración completa. Es válido preguntarse si este Gynt es continuación o ruptura del personaje romántico que destacaba en el siglo XIX, mediante un perfil individualista, emotivo y fantasioso[6]. Los parentescos con los donjuanes y faustos son indudables, pero el matiz de un niño perpetuo es harto evidente, engatusado por sus temores, comienza siendo el hazmerreír de sus vecinos, ileso ante las peripecias de viaje y termina cuestionado en su individualidad. 

El largo viaje
 “El camino es el mismo a la ida que a la vuelta, lo mismo da dentro que fuera…“[7]: Peer Gynt.
Esta obra comienza en la casa materna en una rústica comarca noruega, donde ambos elementos poseen plena correspondencia[8]. La casa materna es una choza lamentable, recuerdo de una propiedad rústica que antes floreció pero que la prodigalidad del padre, la descarrió hacia la ruina. La comarca posee frescura e inocencia, desconocimiento del gran mundo, sometida a prejuicios, ignorancia y fantasía, pero también es un hogar común.
Esta obra de teatro fue escrita en 1867, aunque Henrik Ibsen solía adelantarse a su época, adquiriendo ecos que serán típicos en la producción literaria posterior, más desentienda de las fórmulas y del romanticismo o el realismo del siglo XIX. El camino del viaje comienza en una comarca noruega, se traslada al desierto africano, el manicomio de El Cairo y a las costas de Grecia, a un barco en altamar y regresa a su mismo origen[9]. Su odisea, además de abarcar geografías, también se adentra en las regiones de la fantasía, ingresando al reino de los duendes y troles, la religiosidad al toparse con el diablo y un Fundidor de almas; recorriendo las edades humanas al cubrir el arco completo entre la juventud, madurez y vejez cual tres pasos alocados entre aspiraciones. Al mismo tiempo, es un viaje alrededor de la identidad, en el que el personaje cree ser fiel a su yo, pero su hipocresía interior, lo despista y jamás establece relaciones sinceras ni un vínculo con su entorno, por lo que el amor fiel resulta un regalo inmerecido. El tema de la identidad adquiere un tinte complejo por su relación con la locura y las ficciones desvariadas más allá de cualquier razón. Igual que Ulises regresa a su metafórica patria en Ítaca y lo espera Penélope, a Peer en la vuelta al país y hogar lo sigue amando el personaje, Solveig, lo cual indica que la única salvación es el amor sincero. 

Inmoralidad cosmopolita, nación prejuiciada
El Acto III relata que Gynt ya se embarcó en diversas aventuras y es un millonario excéntrico que se ha aprovechado de lo más vil, pero engatusando su moral, pues ha traficado con la esclavitud africana y ha contaminado hipócritamente a China (con una doble ración contradictoria de ídolos y misioneros, de ron y biblias). Tras prosperar con la esclavitud presume de haber manejado una plantación, que sería ejemplo pues les dio una mínima educación a los negros y hasta les obsequió con bagatelas de fin de año. Muestra que ha roto con su raíz moral originaria, señalada en la previa muerte de su madre y la redondea con estos temas. Además está la ruptura con su nación que se conserva como una colección de prejuicios. Cuando sus amigos le preguntan por su nacionalidad, él se dice oriundo de Noruega, pero “por vocación, ciudadano del mundo”[10] En seguida nos receta los esquemas sobre el estilo de las diferentes naciones, con modelos que han preponderado: América-felicidad, Alemania-erudición, Francia-ingenio, Inglaterra-laboriosidad, Italia-dolce-far-niente (dulce molicie) y Suecia-acero. Cabe aclarar que cuando la obra fue escrita Noruega permanecía en unión forzosa con el reino de Suecia, desde 1814 debió dejar su integración previa con Dinamarca, situación que no cambió hasta su independización en 1905.
La pretensión fantasiosa de Gynt es convertirse en emperador del mundo, para dar gusto a su yo “gyntiano”, que es “el ejército de deseos, anhelos y ansias; es el mar de esperanza, goce y temor”[11]. Este es un relato fáustico pero agigantado, incluso caricaturizado, donde el joven fantasioso y consentido se convierte en hombre sediento de emociones, dispuesto a traicionar los ideales pactando con las causas más viles, como lo ejemplifica su intento fallido de financiar a los turcos en contra de la Grecia oprimida[12].
De la esfinge a los locos
En un pasaje denso y cómico es descubierto por un, en apariencia, hondo pensador alemán que resulta ser el director de un manicomio, quien se impresiona con Peer que responde enigmáticamente al acertijo de la Esfinge egipcia. Ahí, el alemán lo halaga y reconoce como el Emperador de los enigmas porque ha enarbolado el “sí mismo” como respuesta universal.[13] De ahí lo lleva al manicomio que se ha invertido, tras la muerte de la Razón, la cual deja de ser útil con la irrupción del “sí mismo” como la única respuesta válida ante los desvaríos de lunáticos y de cuerdos. Este episodio muestra críticas a la Razón desde un más allá posible en la locura, lo cual continúa temas renacentistas pero anticipa las inquietudes modernas sobre la demencia.
Las locuras empiezan simpatizando a Peer, pero el asunto sale de control y es rechazado, cuando el delirio se convierte en suicidio. Este pasaje presente un triple aspecto intrigante: la identidad (la afirmación del sí mismo como la respuesta al enigma profundo); el ocaso de la razón y el elogio a la locura; (cuando la justificación del sí mismo, extravía el principio de realidad que deja de exigir razones) y el extremo del Emperador (cuando la ambición desbocada se revela como locura). Por si fuera poco, este pasaje se teje con partes anteriores, cuando los desvaríos remiten a escenas previas, como el pleito con los simios hace eco al interés de un loco por renovar el lenguaje.

Religión tradicional y heterodoxia
Sic transit gloria mundi[14]: Peer Gynt. Frase latina que significa “así de rápido pasa la gloria mundana”, se solía emplear en el ceremonial de coronación del Papa para recordarle lo fugaz de su gloria terrenal.
La línea predominante de Ibsen incluyó la renovación de ideas y la ruptura de moldes, pero publicó en un ambiente religioso y monárquico, hostil a sus ideas. Sus atrevimientos provocaron la prohibición de sus obras o cancelación de representaciones, por ejemplo otra de sus obras, titulada Espectros. Aunque no pretende romper con el cristianismo, la obra se toma libertades para mostrarlo de otra manera, metamorfoseado mediante conceptos más abstractos, que distorsionan la interpretación predominante. En lugar del drama tradicional del cielo o infierno cristianos, se enfoca en el drama de que el alma sea fundida y desaparezca. El diablo también es un personaje, pero menos terrible y hasta esquivo, evitando ser el gran tentador. Sin embargo, el argumento más aterrador que el infierno es la muerte verdadera y estricta, que en Peer Gynt es representada como una desaparición estricta del alma[15]. Sufrir la fundición del alma es el más cruel castigo pues es la comprobación de la muerte, sin más atributos.
Sin embargo, Ibsen estuvo rodeado de un ambiente religioso, por lo que suele enmascarar o mezclar sus rupturas con temas tradicionales, por eso nos encontramos con un final que cobija la temática del yo con las virtudes teologales en el diálogo final donde el protagonista pretende demostrar que sí fue él mismo en su existencia aventurera, entonces su amada abandonada y en perpetua espera lo absuelve a su manera, respondiendo con las virtudes teologales: “Peer Gynt: (…) ¿Dónde estaba siendo yo mismo…, intacto, pleno…, rodeado de una aureola divina. / Solveig: Conmigo en fe, esperanza y amor.”[16]

Elogio del desertor
“¡La mano en el bolsillo! Este rasgo expresa todo el ser de este hombre.”[17] Durante el elogio del cura en el funeral de un hombre, Peer descubre que debió tratarse del desertor que descubrió mutilándose un dedo en el bosque, mientras se ocultaba tras desbaratar la boda de su amada. El sentido elogio fúnebre muestra la vida de quien sufrió gran penuria con tal de salvar su pellejo y luego se dedicó infatigable a formar una familia y levantarse contra la adversidad repetidamente; dejando la deshonra militar (la traición a la patria que se advirtió de inmediato con la automutilación) a cambio de criar a sus hijos, durante una lucha encarnizada contra la adversidad. Resulta interesante el alegato entre los dos órdenes morales contrapuestos: la patria con su honor militar, que fue quebrantado[18]; la moral familiar, la cual fue respetada escrupulosamente y a eso dedicó su existencia el difunto. El sacerdote es mediador fantasioso, ante ese heroísmo privado, sepultado bajo un manto de oprobio público. En su frase final el cura absuelve al difunto. 

Del deseo y la espera
El personaje de Solveig representa a la mujer dócil en el sentido tradicional quien espera, reproduciendo a Penélope y a las “novias de pueblo” que permanecen fieles a la ilusión del regreso. Su vínculo con la ideología cristiana que ha elogiado la devoción pasiva es evidente. Ella, cual virgen inconmovible del deseo, en principio a Peer le resulta insulsa y un mero objeto para otra conquista; la seducción fácil lo anima, pero cuando adivina que habrá compromiso, huye. En otros términos esa feminidad es el complemento perfecto del machismo, que sale a ganar el mundo mientras ella aguarda. La prolongación de la espera, en lugar de incitar una sana protesta, aquí se convierte en motivo de elogio casi metafísico pues de ello depende la salvación del alma de Peer. Curiosa elección de un final rosa en un dramaturgo que revolucionará los escenarios y las ideologías con su posterior obra Casa de muñecas, donde anuncia la diferencia radical entre los géneros y la opción cuando la mujer ya no espera. La protagonista de Casa de Muñecas, Nora rompe su matrimonio porque rechaza seguir esperando a que la felicidad llegue gracias a la posposición perpetua.   

Metáfora de la cebolla y la autenticidad
Siendo que la obra se concentra en el individuo y sus aspiraciones, el giro de la trama y su tención crecen al final con la perspectiva de una muerte que se disuelve el alma. Surge el Fundidor, personaje inventado que castiga la falsa individualidad, destruyendo las almas inauténticas en un crisol que rescatará la materia prima. Cuando ya viejo Peer regresó a su tierra natal, caído en desgracia y aislamiento, sobrevive en el bosque desenterrando penosamente cebollas silvestres, entonces se desarrolla un monólogo memorable. Arrastrándose y sacando cebollas silvestres se imagina lo que dirá su epitafio donde recuerda sus pretensiones de convertirse en emperador: “Aquí yace Peer Gynt, honra de su patria y emperador de todos los demás animales”[19]. La pretensión le causa risa, se reprocha que él no es emperador sino una cebolla y tomando una entre sus manos, va arrancando las capas para descubrir su interior. Conforme arranca telillas al vegetal, avanza su diálogo interior. Comienza con el exterior sucio y estropeado que representa sus fracasos; continúa con el pasajero desprendiendo algo de sabor a él; luego arranca al buscador de oro; al cazador de pieles en el Hudson; al investigador de antigüedades… Los diversos desempeños de sus aventuras son desechados con cada telilla, a la cual agrega comentarios sobre sus fallas, como “el profeta, fresco y lleno de jugo; hiede a mentiras”.  Va desesperándose y corta varias capas a la vez, y la cebolla va desapareciendo, termina quedándose sin nada en las manos: “He llegado hasta el final y ves lo que he hallado: cortezas y cortezas cada vez más pequeñas ¡Qué bromas nos gasta la Naturaleza!”[20] El personaje queda desconcertado, pues su peregrinación por el mundo no ha sido auténtica, sino una búsqueda caótica alimentada por expectativas dispersas, empujada por el deseo y la imaginación. 

Las fronteras de la fantasía
“No, yo no puedo renunciar a mi yo. Castigadme si queréis, pero perder mi propia personalidad, nunca.”[21]: Peer Gynt.
Al recapitular las diversas situaciones por las que transita Peer encontramos una continua lucha contra las fronteras humanas mediante el desplazamiento físico, pero más importante es la fantasía y rebasar los límites morales en favor de un ego intoxicado. Al madurar la pretensión de Peer es convertirse en emperador… ¿De dónde le cuestionan sus comparsas? Acto seguido les responde: “Emperador del mundo”. La fantasía exacerbada es un ácido disolvente, en el extremo amenaza con convertir cualquier personalidad en un cúmulo de ilusiones desordenadas, próximas a la locura, cuando las pretensiones vanas de Peer se frustran ante los obstáculos. Las escenas con duendes son muy significativas pues ahí el personaje se hunde en el ambiente de la fantasía y está dispuesto a convertir sus pretensiones en autosuficiencia. El lema de esos enanitos del folclore es “¡Duende, bástate a ti mismo!”[22] y irónicamente, esa frase no demuestra la auténtica personalidad, sino el sometimiento a la ilusión pueril; por eso rebaja al humano hasta la condición de duende. El donjuanismo de Peer también resulta otra frontera de ficción, pues sus aventuras terminan en fracasos, por apresuramiento o por inviabilidad manifiesta. La muerte y la trascendencia también adquieren el tono de farsa, cuando descubre que no es aceptado ni por el demonio, pues su propia villanía resultó de poca monta. Casi siempre la fantasía remite al engaño de otros o de sí mismo, pero vuelto contra sí el engaño es mitomanía, cuando pretende burlar a la muerte o al demonio. Paradójicamente, el discurso entero traza una obra artística, por tanto la fantasía es su materia prima, su tejido utiliza la “materia de los sueños” (Shakespeare); entonces, los cuestionamientos sólo van hacia sus excesos… tras el largo viaje el arte ha vuelto a ensanchar el espacio para la imaginación y ha triunfado en Peer Gynt.

NOTAS:

[1] Peer Gynt, p. 122. El deslumbramiento es una metáfora escasamente empleada en la literatura, la intensidad de las luces suelen representar la irrupción de la verdad, en este caso, el personaje principal huye y se enreda en mentiras. Quizá esta noción del deslumbramiento sea bien comprendida por los habitantes de las regiones muy cercanas al Polo Norte, con sus largas temporadas de oscuridad invernal, advirtiendo que el conocimiento profundo es gradual.
[2] Ha sido muy citada la opinión de crítico literario Martín Lamm: "El drama de Ibsen es la Roma del drama moderno; todos los caminos conducen hasta y desde allí"
[3] La admiración y el impacto de esta obra sobre Wilhelm Reich merecería un estudio por aparte. Su biógrafo nos indica: “Aquel drama le produjo una impresión enorme, hasta tal punto que lo leyó y releyó muchas veces, junto con varias interpretaciones críticas, como si estuviera buscando un mensaje que le parecía que Peer Gynt quisiera transmitirle sin acabarlo de lograr” DE MARCHI, Luigi, Wilhelm Reich biografía de una idea.
[4] Peer Gynt, p. 124.
[5] Cuando la nueva generación rechaza a la anterior, la época es “de juventud” conforme el perspicaz análisis de Ortega y Gasset en El tema de nuestro tiempo, pues si la nueva generación rechaza a la anterior, estará sometida a su propio impulso juvenil.
[6] Por ejemplo, Mariana Cerrillo, “La construcción del yo en Peer Gynt de Henrik Ibsen”, expuesto en el Ier Congreso Argentino de Historia del Teatro Occidental, organizado por UBA-Centro Cultural de la Cooperación-Centro Cultural Ricardo Rojas, septiembre 2004
[7] Peer Gynt, p. 160. Con esta frase la obra insiste en la circularidad de la existencia y cómo la escapatoria debe terminar en regreso, así como la función expansiva termina en una implosión para descubrir la subjetividad.
[8] El horizonte rústico de Noruega, donde creció Ibsen y regresó en repetidas ocasiones es la matriz de este relato. Las relaciones entre la gente sencilla con sus tradiciones y una mentalidad que busca despegarse de esa existencia rural es tema constante.
[9] En la metáfora del largo viaje que dura casi toda la vida, hay un gran eco con la situación personal de Ibsen que había emigrado a Italia en 1864, permaneció fuera de su país durante 27 años, regresando a su país hasta una edad avanzada.
[10] Peer Gynt, p. 100. El “cosmopolitano” es un tema moderno por excelencia, considerado tanto en su aspecto positivo como negativo; aquí, predomina el lado inmoral del aventurero. Debemos destacar la participación de Ibsen en el modelaje de la idea noruega, cuando no era una visión dominante. Promueve la identidad nacional de Noruega mediante creaciones e investigaciones del folclore popular, en una obra previa, vaticina la unidad nacional, Los Pretendientes al Trono de 1863, cuando un rey del siglo XII, Haakon Haakonssøn, sueña con la unidad nacional: "Noruega fue un reino, será un pueblo. (...) ¡todos serán uno en adelante, y todos serán conscientes de que son uno!" Con eso termina Ibsen su etapa nacional y emigra durante muchos años.
[11] Peer Gynt, p. 102.
[12] Escandaliza a la buena conciencia europea, ya sea liberal o cristiana, además juega al contrapunto de Lord Byron, aclamado como el mártir romántico de la libertad Griega muerto en Mesolongi.
[13] Este pasaje trasluce inquietudes filosóficas de Ibsen, pues la ampliación de la razón había sido la bandera de la filosofía clásica alemana, la cual ya había encontrado cuestionamientos, incluso los anuncios del existencialismo de Kierkegaard y del irracionalismo de Schopenhauer y Nietzsche.
[14] Peer Gynt, p. 187.
[15] El sentimiento trágico de la vida de Unamuno explica esa perspectiva ante la cual la caída en el averno resultaría menos un castigo que la muerte estricta, con la desaparición del alma. El mismo argumento en Peer Gynt resulta casi cómico pues el diablo se desinteresa de un alma que no es tan mala, por más que intente presumir de villanías.
[16] Peer Gynt, p. 198.
[17] Peer Gynt, Acto V.
[18] El sentido fuerte de la nación y su nacionalismo es un descubrimiento brillante, aunque reciente para el siglo XIX europeo. Algunas de las principales nacionalidades todavía estaban pugnando por su formación, como Alemania e Italia, donde vivió Ibsen.
[19] Peer Gynt, p. 182.
[20] Peer Gynt, p. 182.
[21] Peer Gynt, p. 180.
[22] Peer Gynt, p. 185. El absurdo de la autosuficiencia está implícito; nos recuerda la refutación griega al individuo fuera de la “polis”, por lo que Aristóteles exclamó que era un “zoón politikón”, en Ética.