Música


Vistas de página en total

domingo, 11 de octubre de 2009

HUELLAS DE ZARATUSTRA APROXIMÁNDOSE A LA CUMBRE 3a Parte y Final


Por Carlos Valdés Martín


LA MUERTE DE DIOS
El escándalo por las afirmaciones de Nietzsche sobre la muerte de Dios acompañó a su obra, y nos indica: "El diablo me dijo una vez:También Dios tiene su infierno: es su amor a los hombres. Y hace poco le oí decir: Dios ha muerto. Su compasión por los hombres lo ha matado"[1]
Me ha extrañado siempre una conjetura de muerte del ente inmortal, empotrada en el corazón de alguna filosofía pues correspondería más a una mitología. El camino radical correspondería a una filosofía atea o naturalista del nunca jamás: la inexistencia absoluta desde el principio de los tiempos, un universo máquina sin Ser Supremo para dialogar. Cualquier otra respuesta regresa Dios al mundo y juegos dramáticos y coloca las cualidades de los seres vivos en el Principio implicando la mortalidad o la multiplicación. La discusión sobre la existencia del Absoluto, abordada en Kant y Hegel no parece existir en Nietzsche, sino que él se instala en un espacio casi mítico, porque en las mitologías los dioses nacen y mueren. La idea del dios que muere corresponde a las mitologías (o dramas cosmogónicos de las religiones de revelación), incluso adquirió fama el Gottendamerung de los antiguos germanos, el momento de la venganza cuando las potencias de los Ases tome venganza contra la familia de los Vannes. Para la conciencia religiosa, creyente en la eternidad de su Dios como garantía la vida eterna de su alma particular, la idea de una muerte de dioses parece atroz, una imagen tan terrible, como resultaría la muerte del universo para el científico ateo o el filósofo panteísta. Esa súper-muerte indicaría la esencia misma de la catástrofe, del cataclismo.
Aunque de menor significado filosófico, también es muy amplia y reiterada la ironía anti-cristiana de Zaratustra, plena de provocaciones como para enardecer cualquier ánimo despierto. Por ejemplo, en alusión a la concepción de Cristo dice: "Él era un Dios oculto, lleno de misterios. En verdad, no supo procurarse un hijo más que por caminos sinuosos. En la puerta de su fe está el adulterio"[2]

VOLUNTAD DE PODER O LA SUPERACIÓN DE SÍ MISMO
Este tema, contiene una exposición completa en el parágrafo "De la superación de sí mismo". Antes ha definido a la voluntad como ese núcleo interior de la vida, que resiste cualesquiera adversidades y permanece "insepultable". Primero estima la relación entre el mandar y obedecer, respecto de lo cual considera más pesado mandar, porque se carga con los demás y se "arriesga a sí mismo"; pero el obediente, también contiene una voluntad de ser señor, al modo de permanecer entregado a una voluntad superior. Si existe dominio, débil busca introducirse en el fortín del poderoso "y le roba el poder". Hasta aquí el pasaje es parecido a la afamada dialéctica hegeliana del amo y el esclavo, basado en que el amo arriesga y el esclavo se somete. Pero no debe confundirse esta peculiar “voluntad de poder” con la ambición de dominio, que sería la grosera intensión de amo por enseñorearse, por ambicionar un poder para rebajar al humillado[3]. Para definir correctamente la voluntad de poder tenemos el siguiente matiz cuando la existencia indica que "yo soy lo que siempre debe superarse a sí mismo", y este superarse significa un revolverse de la voluntad contra la entera presencia del mundo. "Cualesquiera cosas que yo crea, y las ame como las ame, pronto tendré que ser su adversario, y el adversario de mi amor: así lo quiere mi voluntad" [4]. Esta dialéctica del sobrepasarse (con matiz distinto del trascenderse en Hegel, praxis en Marx) está peleada con sí, porque la estatura a superar se mide en el sí, el tope de la vida; rebasar ese confín para Nietzsche implica un hundimiento, por eso quiere volar más allá de lo humano, alcanzar el superhombre, un más allá de todo lo pensado y vivido. Que entonces exigiría ya una dialéctica del salto y no del proceso, un viaje por la instantaneidad de la creación y no una evolución del espíritu (Hegel) o una revolución práctica (Marx); así, la dialéctica personal de Nietzsche alaba el salto en el vacío, porque ha roto las premisas, tanto las institucionales (el lado de Hegel, la institución del espíritu convertido mundo, sus raíces en la cultura occidental, el camino del racionalismo, etc.) como las críticas (el lado de Marx, la práctica cotidiana, la relación social, el pueblo ordinario, el camino de la revolución social). La dialéctica de Nietzsche señala un heroísmo, porque combate en todos los terrenos, y hasta con él mismo, desconociendo completos sus amores, sin tregua contra este mundo. Recuerda un Quijote embravecido pues “tendré que ser su adversario, y el adversario de mi amor". Tras el salto de Zaratustra, queda el angosto camino de la soledad, y apelar uno mismo, la voluntad se ha vuelto solitaria, y en esa medida, extremadamente impotente. Por la misma dialéctica del salto, la voluntad en vacío, pobre y sin capacidades, abre sus apetitos como voluntad de poder bajo una dialéctica de las compensaciones imaginarias, la imaginación compensando la impotencia.
La voluntad se convierte en el núcleo del querer, de tal modo voluntad de poder transporta el “querer ser” realidad, convertirse en dominio sobre el mundo y sobre otros. Y cuando el anhelo resulta arbitrario y desordenado, amplio y sin cortapisas, entonces las aspiraciones de superioridad y de opresión se han eternizado. Con Nietzsche las relaciones de conflicto con el mundo natural se han incrementado, porque no lamenta una caducidad de los objetos del mundo debido a una modificación de la necesidad material, sino de una "obsolescencia programada" (frustración final), por lo que la voluntad de poder resulta ser nómada, vagando entre objetos deseados que luego han perdido interés. Quizá hermosa voluntad vagabunda entre las montañas. Ese vagar entre la imaginación de Zaratustra se convierte como un viaje sin itinerarios, pero la voluntad de poder se debe mantener en lucha, pisando cumbre borrascosas entre un mundo permanentemente perdido.

QUERER ES LIBERTAD SOBRE UN TELÓN DE AZAR
La fuente de la libertad la imagina Zaratustra en el pozo sin fondo del deseo. Entonces la específica teoría de la libertad de Nietzsche está ligada con su concepto de voluntad de poder, que ya vimos consiste en esa trascendencia viajera entre cumbres permanentemente insatisfecha, que enfrenta al mundo plantando sus creaciones. De esta forma, su idea de libertad, también crucial en su construcción, está centrada en el espíritu y en los misterios de voluntad. Desea una fuente profunda de libertad: "Mi aliento de libertad sopla también a través de los muros, y penetra hasta las cárceles y los espíritus encarcelados"[5]. Y su abismo emerge en la montaña o en el cielo, lejano al ruido del prójimo, lejano a los actos materiales, en las circunvoluciones de la conciencia libre; es el extremo de una imagen de libertad del individuo aislado, completamente desatado. Por esa vía no se consigue una libertad práctica, no se obtiene a una salvación por vía de los hechos, sino por las imágenes, los sueños, los sentimientos, la estimación... una liberación privada, de la cual digamos (con Lukács) que entrega una liberación ficticia, porque el fundamento real de la vida consciente acontece entre la totalidad social, que sigue re-definiendo sus capacidades a la espalda del individuo aislado, aunque hable por su boca individual[6]. La fórmula de Nietzsche contiene verdad por el lado de su negativa: "A las gentes les complace oír la predicación: <¡Nada merece la pena! ¿No hay que querer!> Mas esa es una predicación en pro de la esclavitud"[7]. Por eso el querer resulta superior al desquerer, al abandono, la abnegación. Falta por descubrir el sendero por el cual ha de transitar, realmente, una voluntad libre de trabas. En cambio, para Nietzsche, por su fuera poco, la voluntad se templa en un universo regido por el azar, sin legalidades fatales que encarcelen a la voluntad de poder (exceptuando su misteriosa ley de lo eterno: el retorno infinito); así, entre el querer y el ser no existe sino un abismo, y la fórmula para salvarlo resultaría un salto presurosos y sin alas.
Con una imagen de libertad tan absoluta, esa de la voluntad frente a un mundo de azar, la tentación de la caída, se reconoce como inmensa. La renuncia a la libertad, la voluntad fatigada que desea reposar, ofrece un telón de fondo, o mejor digamos un precipicio a los pies del profeta. La prisión parecería hasta un descanso: "¿Vista alguna vez cómo duermen los criminales encarcelados? ¡Duermen en paz, disfrutan de su nueva seguridad!"[8].

HACIA LOS DESTELOS DE UNA BIOGRAFÍA
Aunque esta obra filosófica y literaria desborda a la persona del autor y la vida de un autor no se termina en su obra, tampoco conviene la separación entera de ámbitos, como si presenciáramos dos órdenes ajenos de existencia. Los sellos característicos de la obra están predeterminados por la vida del autor (y tras el creador también se revela el entorno, las situaciones sociales, culturales y de época), mientras la obra justifica o condena, muestra u oculta, declara o confunde la vida particular. Digamos que la predeterminación de la obra por la vida es compleja, emana como el fruto directo pero requiere de claves para desentrañar diversos enigmas.

DESEDE LA INTENCIÓN Y LA VOLUNTAD DE LIBERTAD HASTA LA IMPOTENCIA: PRAXIS
Una libertad solitaria debe ponerse en guardia ante sus tentaciones, ante su sombra, se encarcela entre los poemas y huye de las acciones. Esta paradoja entre el aislamiento y la impotencia implica una descripción de la vida privada de Nietzsche, contradiciendo su discurso de arrojo y plenitud, de filosofía y creación, de ruptura con el pasado e innovación radical pues vive (y sufre) una historia personal de frustraciones y falta de gratificaciones, pastando sobre el lindero de lo simple y ordinario. El juicio popular siente secreta satisfacción o pena manifiesta por esta clase de grandes palabras, que simulan ser grandes hombres. La incapacidad para realizar anhelos se vuelve más atroz cuando se pueden dibujar los contornos del deseo: Así habló Zaratustra refleja una galaxia de magníficas aspiraciones. Falta el eslabón débil (esa metáfora favorita de Lenin operando como indicación de ciencia física, porque la cadena se rompe por el eslabón más débil, la tarea de zapa se dirige a tensar ese mínimo punto de ruptura), esa grieta pequeña pero eficaz donde se quiebra el hielo del invierno, para que el discurso con su intensión y voluntad se convierta en vida activa y entonces la semilla germine rompiendo la capa invernal. En definitiva Zaratustra aparece sin dar a luz acciones, no salta su idea hacia el mundo: ignora la consecuencia de la praxis y se mantiene en el sermón. Esto no me parece un desvalorar al discurso de Zaratustra, ya inicié estimando a quienes sostiene que ese discurso literario ofrece la semilla de la libertad, es decir, se mantiene en el momento de qué (una voluntad buscando su libertad, una nueva ética para un nuevo mundo) sin descubrir el cómo (paso de la crítica a la acción, salto de la teoría a la práctica). Revisando la biografía, el propio autor se mantiene en este plano, su existencia es el aislamiento, una inteligencia disgustada con las miserias de su presente, adivinando futuros promisorios, todavía nonatos.

CONTRA LA RAZÓN
Zaratustra canta que el acaso supera a la ley, es la casualidad lo que rige al mundo. Entonces tendríamos dos órdenes de calidades, por un lado el azar rigiendo el universo y por el lado humano la voluntad, como supremo esfuerzo desafiante ante todo lo existente, que al establecer sus tablas de valores dicta las leyes, pone el cause al acaso humano, a una historia cruzada por las casualidades. En primer lugar, esta línea de pensamiento de un mundo regido por el azar está enfocada en contra de las concepciones teogónicas, porque la voluntad divina para crear el mundo no existe y tampoco la humanidad está sujeta a los fines de la divinidad. En segundo lugar, también el mundo natural podría entrar en esta situación de dominio del azar. Si el universo se rige por las casualidades, entonces el intento de captar el curso racional de leyes necesarias es una ociosidad, así, "hay una sola cosa imposible entre todas las cosas: la racionalidad"[9]. No se trata de un alegato extremista contra cualquier saber, ni contra las condiciones de posibilidad del entendimiento (esa paradoja no le aflige), "Un poco de sabiduría sí es posible; mas en todas las cosas he hallado esta feliz certidumbre: prefieren bailar sobre los pies del azar"[10]. En este punto el acto racional está limitado, ya no es luz, sistemática luminosidad que desentraña el mundo (Descartes), sino un relámpago, una inspiración que parte las aguas a merced de la voluntad. A pesar de obvias fallas en este argumento (donde la razón ahorca a la razón), se puede decir en descargo de Nietzsche, que la ciencia natural desde principios del siglo XX ha recuperado un espacio importante de reflexión y teorización para el azar, como acontece con el mundo de lo infinitamente pequeño de la teoría cuántica (indeterminación...) y en el mundo de las relaciones de agregados complejos (movimientos aleatorios, juegos, probabilidad estadística...)[11]. En el lado biográfico, la locura personal de Nietzsche se ha tomado como una anécdota desgraciada, una secuela médica de la sífilis, como si las enfermedades tuvieran un corte radical respecto de las decisiones personales. Siempre la imagen de un pensador derrumbado en un oscuro rincón de un manicomio es repelente, tan desagradable que preferiríamos fuera imposible. Y acontece. Sucede en raras ocasiones pero ya ha sucedido. Bajo un fuerte sentimiento de pudor, no quisiera achacar su delirio a sus tesis, o establecer una burda ecuación entre antirracionalismo filosófico y su delirio. Sin embargo, la pregunta queda ahí ¿existe relación?

EL APÉNDICE DEL LÁTIGO: ¿EL PROFETA CON CARA DE MUJER?
La referencia del biógrafo y admirador de Lou Andreas Salomé remite la obra casi mística de Nietzsche a los tiempos compartidos con esa gran mujer de la inteligencia durante el final del siglo XIX. Una mujer, que por sí misma se hace merecedora de grandes y enaltecedores comentarios, pero por evidentes circunstancias ella primero se nos presenta como el eco de los grandes hombres de renombre, un eco reiterativo, suficiente para despertar admiración o sospecha: Nietzsche, Freud y Rilke. Combatamos las suspicacias, ella misma fue una figura intelectual de primera trinchera, inquieta, original, y hasta innovadora, Lou no representó una dama de compañía para los grandes hombres, no ofreció su suave tez a cambio del genio, sino que se trata de una elegida entre los elegidos; ella misma muy distinta a la singularidad original de Freud o la estrella oscura de Nietzsche, pero se le debe reconocer, pues produjo una obra cercana a cincuenta volúmenes. Así, este biógrafo de Luo señala que el descubrimiento de Nietzsche sobre las culturas orientales proviene de ella, pues permaneció casada con un especialista en culturas del Medio Oriente, y precisamente el Zaratustra histórico es un personaje real, el profeta persa fundador de la religión zoroastrista[12]. Ahora bien, estamos ante una fuente intelectual, donde debemos también evitar creer en una simple repetición, porque el Zaratustra original de los persas resulta diferentísimo de las floridas especulaciones filosóficas de Nietzsche. Queda todavía otra fuente de inspiración, que es la misma actitud vital de Lou contagiando a Nietzsche y a un íntimo amigo, Paul Rée, porque existen alas de imaginación y de sentimiento desbordado en Así habló Zaratustra. Al respecto Peter sugiere que producto de un enamoramiento intenso y fallido, se abona el clima sentimental adecuado para que Nietzsche conciba su obra. Quizá en la exaltación del biógrafo, brota la sugerencia que la florida palabra del profeta inventado que invita hacia una nueva vida, hacia la superación completa del presente y al delirio del superhombre, en realidad dibuja la transfiguración de la poderosa palabra femenina, y en algún pasaje indica, a modo de juego de palabras: "Así habló Salomé"[13].
Contra su entera biografái, pareciera que Nietzsche está en las cumbres de la misoginia despreciando a la mujer, despreciándola por su modo inferior de querer, pero ese desprecio parece resentimiento privado. Según una perspectiva despectiva o resentida de Zaratustra la mujer representa un enigma de solución única: el embarazo. Por lo cual se debería entender la completa puerilidad de espíritu, que se contenta con recaer en el destino biológico, como frontera final de su trascendencia. Para rematar, pero indicando que lo ha dicho una vieja, como su pequeña verdad, que es: "¿Vas con mujeres? ¡No olvides el látigo!"[14]. De forma completamente paradójica debemos recordar que existe un retrato de una pequeña carreta rústica de tiro, donde el papel de animales de carga corresponde a Nietzsche y su amigo Rée mientras como amo aparece Luo Andreas Salomé portando un corto látigo y con gesto de blandirlo hacia sus animales de arrastre. La frase literaria parecería sugerir el látigo contra la mujer, pero la anécdota indicaría el látigo en contra del filósofo. Entonces esta frase muestra una expresión de oratoria engañosa, ante la cual, insisto en insinuar, que la infelicidad personal de Nietzsche genera el impulso que lo dirige hacia la compensación en la fantasía.



NOTAS: 
[1]Ahz, p. 109. Incluso convirtiendo el tema en una anécdota, Nietzsche indica que el más feo de los hombres fue quien ha matado a Dios. Dice el más feo de los hombres: "<... Su compasión no conoció pudor: registraba mis repliegues más inmundos. Ese supercurioso, ese absoluto indiscreto, ese supercompasivo ¡tenía que morir! Me veía siempre: yo tenía que vengarme de semejante testigo, o morir yo mismo. El Dios que lo veía todo, también al hombre, ¡ese Dios tenía que morir! El hombre no soporta que semejante testigo viva.", p. 294. [2]Ahz, p. 288.
[3]Ahz, "se postra y se humilla el hombre, y cae más bajo que las serpientes y los cerdos" p. 213.
[4]Ahz, p. 135-137.
[5]Ahz, p. 233.
[6] Este resulta uno de los temas más apasionantes del conocimiento social, pues el vértice entre el individuo y su sociedad define sus capacidades y logros, bajo el aspecto de una compleja lucha. Tema que interpreta muy sutilmente Erich Fromm en El miedo a la libertad, etc.
[7]Ahz, p. 233.
[8]Ahz, p. 302.
[9]Ahz, p. 188.
[10]Ahz, p. 189.
[11]Zaratustra comenta que del cielo "tú eres el salón de baile de los azares divinos, y una mesa de dioses para los dados y los jugadores divinos", p. 189. Esto llama a contraste con la famosa frase de Einstein de que "Dios no juega a los dados", porque el notable creador de la relatividad física no creía en un verdadero azar en el diseño del universo.
[12] Peters, H. F., Lou Andreas-Salomé, mi hermana, mi esposa: una biografía, Barcelona, Editorial Paidós
[13]Este aspecto se presta a interesante polémica, según otros datos biográficos de Nietzsche existe completo el manuscrito de Ahz en 1884, así elaborado desde 1883 durante un año. El año cuando se conoce a Lou es 1884 y la separación de ambos es en 1886, fracasadas las expectativas amorosas de Nietzsche. Sin embargo, Ahz se publicó hasta 1891. Me pregunto ¿siete años para publicar la que quizá sea la obra más acabada de Nietzsche? ¿o incluye un deseo manifiesto para borrar huellas después de un fracaso sentimental?
[14]Ahz, p. 87.

HUELLAS DE ZARATUSTRA APROXIMÁNDOSE A LA CUMBRE 2a Parte


Por Carlos Valdés Martín

EL MAYOR PODER: ÉTICA
Dice Zaratustra que el mayor poderío terrestre se encierra en la vara de la ética: "Ningún poder ha encontrado en la tierra Zaratustra mayor que las palabras bueno y malo"[1]. Esta medida ética es un sistema de valoraciones, que cada pueblo posee en variedad propia, pero siempre invariablemente configura un sistema robusto al que denomina “tabla de valores”. El hombre otorga la medida del valor y cada pueblo emplea su máxima específica. Pero así están las cosas y Zaratustra quiere dirigirse al corazón, al inicio y a la fuente: "Valorar es crear -¡oídlo, creadores! El mismo valorar es el tesoro y la joya de todas las cosas valoradas"[2]. La fuente primera de la acción, o el secreto motor de cada acción lo ubica ahí, en la ética, y así esa establece la verdadera fuerza productiva de la humanidad. Más todavía, para Nietzsche el eje del mundo son los valores y no eventos; se desinteresa por la historia entendida como los grandes acontecimientos registrados (Revoluciones, Guerras, Estados, Imperios...) a los cuales moteja como "ruidos nuevos", porque cree que "El mundo no gira alrededor de los inventores de ruidos nuevos, sino en torno a los inventores de nuevos valores"[3]. Digamos que para él, el valorar se antepone y contrapone con el hacer, pues antes del cúmulo de hechos la existencia humana teje un tramado de valores, el tamiz que define la existencia de los hechos[4]. Para este concepto, la historia de la humanidad consiste en la crónica (con saltos, súbita y no continua) de la fundación de valores, los nuevos valores que sustituyen y entierran a los anteriores.

LA CREACIÓN ÉTICA
Los valores se codifican, se institucionalizan expresando condiciones materiales de la vida. Algunos valores representan relaciones muy generales, como el respeto a la vida; pero también se fosilizan los valores y defienden ciertas tradiciones o instituciones sin validez para la existencia posterior, por eso la renovación de la ética está presente en los tiempos cambiantes. Gran parte del interés de Nietzsche radica en las condiciones adecuadas para formar una nueva ética, entonces opuesta a la moral represiva dominante de la iglesia cristiana europea hasta el siglo XIX.
El primer discurso de Zaratustra, llamado De las tres transformaciones encierra una explicación de la relación general de la re-fundación de la moral, plantea el panorama. Dice que el espíritu manifiesta tres transformaciones, que en su primera figura aparece como un camello, y este animal resulta adecuado para cargar, para soportar enormes pesos, los cuales se acumulan con el deber (la ética tradicional); el lema adecuado del camello es “tu debes”. La filosofía kantiana elevó al máximo rango ese deber como base y sustento de la ética. El peso de la obligación es mortificante y por eso estima existe gran fuerza en este animal, ofreciendo la metáfora del espíritu abnegado. Pero luego el espíritu se transforma en león para convertirse en amo y señor en su desierto, y el valor del león sirve para negar esos anteriores deberes, que ahora se le presentan como un dragón enemigo. Finalmente, se transita hacia una última transformación del espíritu, cuando habrá de realizar una hazaña. Para culminar su faena se presenta el niño, "pues para el juego divino del crear se necesita un santo decir "[5]. Se requiere de afirmación, de planteo y posición, de la Génesis para re-fundar la ética, crear valores nuevos y para eso brilla la imagen simbólica del niño. La sucesión aparente vincula dos momentos de fuerza (la pasiva del camello y la agresiva del león) para superarlos frente a una aparente debilidad extrema (el infante) que encierra nueva fuerza (la creativa del niño, la fuente del deseo). Pero esa interpretación de Nietzsche del avance ético parece incompleta, pues no está entendida la relación entre la continuidad de los valores y su ruptura, no indica desde donde ha nacido la exigencia de nuevos valores sino que Nietzsche siente personalmente ha sonado la hora de romper y crear nuevos valores.
La prédica moral de Zaratustra permanece completamente paradójica, y en ese tenor se mantiene a lo largo del texto, aunque únicamente sirva para mantener el nivel de inteligencia, sin resolver las preguntas. La base misma de la paradoja pareciera acontecer cuando rechaza la separación canónica entre bien y mal, sino al suponer su unidad, enfoque que presentaba pocos antecedentes en Occidente[6] "Ocurre con los hombres lo mismo que con los árboles. Cuanto más intentan erguirse hacia la altura y hacia la luz, tanto más profundamente hunden sus raíces en el suelo, hacia lo oscuro, hacia lo hondo -hacia el mal"[7]. En lo anterior, cuando la intención buena se intensifica reaparece el contragolpe de maldad, concepto opuesto a las principales corrientes religiosas y morales del Occidente cristiano, las cuales esperan acudir al camino del bien y la salvación. El planteamiento refleja una idea de relativo equilibrio, donde la dualidad bien/mal está en correspondencia, de tal modo nunca se elimina un único componente (el mal), y en ese sentido, nunca puede lograse la "victoria del bien" pues su sombra lo acompaña.

SENTIDO DEL CUERPO, DE LA TIERRA Y DEL PLACER.
La obra de Nietzsche va en el mismo sentido de la reacción ante un curso milenario de represión cultural y emocional, aunque sus concepciones se pudieran considerar a medio camino[8]. No olvidemos que el curso básico de la forma de civilización cristiana, respecto del tema de cuerpo, fue esencialmente negadora de las necesidades concretas, y este curso no se detuvo en el siglo XIX sin posiblemente en el siguiente. A diferencia de los pueblos antiguos, el cristianismo en sus versiones medievales rechaza que Eros sea un dios (parte de lo sagrado), y lo asocia con las tentaciones de la carne. El cristianismo feudal opera un proceso de institucionalización y de represión sexual creciente, que se va enfrentando con una nueva oleada de costumbres y de necesidades luego del Renacimiento y la Revolución Industrial. El siglo XIX marco nuevos hitos y es pionero en estas tendencias, algunos de sus autores tienen indicaciones importantes, que permitirán forjar nuevas teorías e ideologías de nuevo cuño.
En Así habló Zaratustra existe una oposición a la destrucción del cuerpo, como centro de necesidades concretas, por la vía de cuestionar la moral tradicional anti-corpórea: "Enfermos y moribundos fueron los que despreciaron el cuerpo y la tierra, e inventaron las cosas celestes, y las gotas de sangre redentora ¡Y hasta esos sombríos venenos los sacaron del cuerpo y de la tierra!"[9]. En esta reinterpretación el cuerpo queda en el origen, pero también vincula al nivel más alto del espíritu. Con Nietzsche tenemos una orientación de pensamiento anti-trasmundano, que desea regresar a la inmanencia, para lo cual gusta de oponerse constantemente al sentido religioso del cielo con el "sentido de tierra" y el "reino de la tierra"[10]. Propugna por evitar trascendencia espiritual y volver al centro. Pero tampoco, debemos entender esto como una afirmación concreta del cuerpo, existen golpes y contragolpes, porque su ideal habita entre la montaña, viaja en la soledad y el frío, pues anda el camino de subida que pasa por sangrar cada gota; no implica un renacimiento del cuerpo mediante la totalidad de los sentidos y las facultades[11], sino que propone tomar unas cualidades contra otras, como el subir contra el caer, el bailar contra el caminar, el pelear contra el apaciguar, el ascender contra el trabajar, el instante contra el discurrir, etc. Así, es una proyección del goce en las alturas, una imagen literaria en la imaginación, lo que cumple el designio de Zaratustra, lejano a hombres y mujeres ordinarios, distante de muchos y pocos, separado de naturaleza espontánea y lujos artificiosos; por lo mismo, propone un disfrute intelectualizado, poetizado, imaginado, que escapa al sentido de la tierra de cuerpo y fuego.
Como si se estuviera intuyendo la interpretación freudiana del “ello”, indica la relación entre placer y eternidad. "¡Mas todo placer quiere eternidad!"[12]. La energía del placer viaja hacia los rincones atemporales de la conciencia, donde yace la fuente de energía para revivir al deseo. Esta energía libidinal, al contrario del principio de realidad, ignora el sentido del tiempo, mantiene las imágenes placenteras fijas y grabadas desde la primera infancia, listas a regresar, incluso cuando se les ha reprimido (retorno de lo reprimido). Y no únicamente el placer desea perpetuarse pues también es la percepción misma de la eternidad, el hoy convertido en absoluto. De tal modo, la Eternidad misma también se transforma con el velo de la Amada: "¡Jamás hallé mujer de quien yo quisiera tener hijos a no ser esta mujer a quien amo: pues yo te amo eternidad!"[13]. Entonces la doctrina del eterno retorno resuena como un fruto del placer, un vástago del deseo: "el placer no quiere herederos ni hijos: el placer se quiere a sí mismo, quiere eternidad, quiere retorno, quiere todo-idéntico-a-sí-mismo"[14]. El momento cumbre de la dicha, la montaña más elevada del gozo (lo sublime en la definición de los románticos) solamente contiene una petición adicional: ¡detente momento sublime, no escapes, eres tan bello…!
Adicionalmente el principio del placer, en Nietzsche también muestro otro lado paradójico, pues abarca a su contrario, incluye al dolor, que se retuerce contra sí. El dolor representa un estado emocional inestable, porque suplica terminar, se exige terminar con el dolor, para pasar a su contrario. Pero el placer todo lo abarca, se desborda: "El dolor es también placer, la maldición es también bendición, la noche es también sol. Alejaos: de lo contrario aprenderéis que un sabio es también un loco"[15]. La sed del placer se revela como sed por lo contrario: mundo, que significa dolor, odio, vergüenza...

LO QUE AMA ZARATUSTRA
Ese amor tan extraño es una pasión atravesada de vacíos y soledades, difícil de comprender. Muy diferente de los poetas cimeros de su siglo que amaban a la mujer (al fin hombres) o al deseo (así sea en forma desconcertante o diabólica como Baudelaire) o a la belleza (así sea también racionalmente como Novalis). A ratos quiere el querer y alaba al niño del corazón, esa fuente perpetua de los deseos, pero prefiere la refinación del desconcierto y siempre apuntar hacia lo alto, las cumbres inaccesibles. Nietzsche, semejante a los filósofos de la identidad entre sujeto y objeto (de Hegel a Lukács), considera que el amor habita en el espejo (por eso la filosofía es especulativa: especular significa espejear) y en sus variaciones, las imágenes inalcanzables. Dice Zaratustra: "Pues radicalmente sólo amamos al propio hijo y a la propia obra: y donde hay un gran amor a sí mismo, allí hay señal de preñez: esto es lo que he hallado"[16]. Solamente se ama lo propio, lo apropiado, que implica lo idéntico a lo generado, fruto de la preñez; el círculo de sujeto-objeto se ha simplificado, se convierte en espejo del espejo. Sin embargo, Zaratustra es la figura del desconcierto y la tensión. El pasaje citado se refiere al párrafo De la bienaventuranza no querida, refiriéndose a la felicidad producida cuando Zaratustra obtuvo a sus hijos espirituales, y eso le ha traído felicidad; sin embargo, ese sentimiento no le resulta tan querido, y le solicita a la bienaventuranza que se aleje, pues "Aquí aguardo de buen grado mi dolor más profundo". La felicidad no escucha el rechazo, regresa a Zaratustra. Concluyamos, en la propuesta filosófica y literaria Nietzsche propone no amar su felicidad, sino apuntar la flecha con una mirada más alto.
Subir, subir, subir: esa es la obsesión de Zaratustra; quisiera poder arrojarse al abismo del cielo para alcanzar las alturas como se cae veloz hacia el precipicio. ¿Esa altura no implica ya al superhombre? En muchos pasajes parece que esa cumbre es el superhombre, pues la cima es más que el profeta, más que cualquiera, ahora bien, esto sería ofrecerle a Zaratustra un cuerpo preciso para amar, pero el personaje no reposa en ningún lecho, ni se duerme en ningún ocaso. Prefiero reconocer a Zaratustra como el gran solitario, porque esa es la posición de la montaña. Ese permanecer en el amor al superhombre, sería como reconciliarse con la vida, y ese no parece representar el destino (trágico) de la voluntad de poder de Nietzsche. Si la felicidad surge de la apropiación de lo creado, de la preñez del mundo, esto se enfrenta con el sentido de la voluntad de poder. Dice Zaratustra: "Cualesquiera cosas que yo crea, y las ame como las ame, pronto tendré que ser su adversario, y el adversario de mi amor: así lo quiere mi voluntad" [17]. Esta interpretación de devenir, como lucha agónica del yo con el mundo, presenta la peculiar reinterpretación trágica de la dialéctica, reinterpretación que falla al considerar importante a un único punto, el polo del creador (el fundador moral) como la estrella solitaria de ese firmamento.

REFLEXIONES DE LA MORAL
Sin que sea indispensable el tocar la perspectiva superadora de Nietzsche, sus ideas de más allá del bien y el mal, conviene hacer una pequeña colección de sus brillantes saltos de los polos, la correcta comprensión de la unidad de los contrarios, la reflexión de las polaridades (Hegel: la fase reflexiva entiende de los contrarios, pero no el paso de unos a otros y su movimiento, lo cual sería el primer nivel hacia la dialéctica). En El canto de la noche indica "¡Ay, solamente vosotros los oscuros y nocturnos, extraéis calor de lo que brilla, solamente vosotros bebéis la leche y consuelo de las ubres de la luz!"[18]. En este punto reflexiona sobre la relación entre el dar y el recibir; el impulso de la generosidad del profeta Zaratustra busca donde entregar sus dones, pero desespera. Demuestra que sin los necesitados de sus dones no emanarían generoso, por ello agradece; pero, en el mismo cántico, se subleva: "Entre el dar y el aceptar media un abismo: el abismo más pequeño es el más difícil de salvar". El círculo no cesa, y el dar se repite, luego del hartazgo se termina la generosidad inicial cuando el profeta solitario dice: "yo quisiera dañar a aquellos a quienes ilumino (...) Mi gozo de dar murió a fuerza de dar!".
El péndulo oscilando entre el dar y el recibir resuena próximo al vaivén del amar y odiar de Nietzsche, cuando indica "A fondo, yo sólo amo la vida: ¡y cuando más la amo es cuando la odio!"[19]. Antes de empezar con la cantaleta del sadomasoquista embozado, en este punto solamente se muestran los extremos y acontece la boda de las pasiones opuestas, la radical afirmación de la vida y su rechazo, la destrucción de la misma; porque el objeto en cuestión refiere a la vida misma, no el odiar esto o aquello, sino a la entera vida misma.
"Así, para realizar el mayor bien hay que cometer el mayor mal: ésa es la bondad creadora"[20]En este pasaje Nietzsche se refiere a que la creación se sustenta en una destrucción; específicamente, la creación de valores, se basa en una destrucción de valores anteriores. Esta dialéctica negativa de los procesos ya la había demostrado Hegel, como una dialéctica general, digamos universal[21]. Aquí, con Nietzsche quedan como oposiciones, porque permanecen en los extremos: el mayor bien y mal cohabitando. Este sentido cimero de Nietzsche genera sus deslumbrantes metáforas y la falta de consecuencias prácticas, porque el círculo nunca se completa, carece de términos medios, no posee herramientas para cumplirse. La cima, el mayor bien, se condiciona por la existencia del abismo, el mayor mal, pero la relación entre extremos más allá de la mutua repulsión condicionante (uno extremo respecto del otro) no quedará resuelta. Como observa Bachelard sobre la estructura poética, sí hay dinamismo y un dinamismo activo[22], porque se salta en el vacío, el proceso poético implica acenso hasta la cumbre con el peligro de caer al vacío, y existe una tremenda tensión en los argumentos, una tensión con un sentido dramático (de oposiciones irresolubles).

LA GUERRA COMO ESTÉTICA
La guerra para Nietzsche ofrece un sentido de belleza especial, aliada con la tensión dramática de las transformaciones. Él se declara en contra de las aspiraciones pastorales a una paz, así sea perpetua. El odio y la envidia son las fuentes de la guerra, y como cree no se pueden evitar, Nietzsche acepta las consecuencias; pero en Así habló Zaratustra no tanto en el sentido material, sino como guerra de ideas, para hacerla "por vuestros pensamientos". Pero la guerra misma la eleva como una beatificación, como elevación y santificación de una causa, expresión que resulta teóricamente criticable, pero encierra sus motivos como proceso ideológico (por ejemplo, entre las guerras y revoluciones aparece el momento de fundación de los Estados, el natalicio de los pueblos diferenciados). Aunque Nietzsche ensalza al guerrero, también le indica con el dedo literario en dirección del suelo, pues se trata del nivel inferior del espíritu, pues su divisa corresponde al "yo debo", la obligación cual emblema del camello unido al león.
De hecho, el tema bélico se convirtió rápidamente en una lacra para la humanidad europea del final del siglo XIX, pues las aplicaciones tecnológicas multiplicaron el nivel de las matanzas. En descargo, se puede indicar que Nietzsche no conoció las carnicerías de las Guerras Mundiales del siguiente siglo, pues murió antes, pero ya ciertos acontecimientos bélicos, que sí conoció como la Guerra Franco-Prusiana, ya habían puesto en situación de alerta la conciencia de muchos contemporáneos. La guerra es, en sí, presencia del exterminio, el desbocarse de los caballos de la destrucción, y jugar con paradojas, como Así habló Zaratustra sobre la guerra, permitiéndose exaltar la belicosidad, con las atenuantes posibles que existen, colabora con las tendencias del regreso hacia la barbarie. Con ligereza el autor se permite cantarle a la guerra por la guerra misma: "¿Cómo es que decís que una buena causa santifica incluso la guerra? Yo os digo: ¡la buena guerra santifica toda causa!"[23] Jugueteando con las parábolas del pensamiento, deja espacio suficiente para las tristes interpretaciones de su genio literario, abre la interpretación hasta el nivel ínfimo del militarismo ordinario.

NI MONSTRUO FRÍO NI MOSCAS.
En las prédicas del Zaratustra se grita el desprecio al Estado, el cual merece llamarse el "más frío de todos los monstruos fríos"[24]. Como la prédica de Nietzsche, esencialmente, no es política entonces esa su aversión contra el Estado debe radicar en otro lado, en esa posición donde la designación de "nuevo ídolo" coloca al Estado. Si nos retiramos un poco del texto y observamos el proceso ascendente del Estado en el capitalismo europeo del siglo XIX, descubrimos un proceso de expansión, que le otorga continuidad a un proceso manado desde el absolutismo; registramos el crecimiento material del Estado, como órgano general encargado de resolver contradicciones sociales, de atender intereses generales. Pero la filosofía hegeliana ya se había encargado de atribuirle un papel cumbre y filosófico, para la resolución de las particularidades en un sentido universal, un papel de realización del Espíritu Absoluto. Ahí, la confrontación de Nietzsche con el ídolo del Estado cobra su completa dimensión, es la confrontación con una propuesta de universalidad, que él repele tensando sus fuerzas, crítica que también le vale enfrentar a la Iglesia[25]. Para abreviar, en Nietzsche la universalidad solamente se valorará y encontrará en la individualidad iluminada, en la inspiración enardecida por tanto resulta imposible como atributo del Estado o de cualquier institución.
Por un lado, Nietzsche critica al Estado por erigir un falso representante del pueblo, pues miente cuando afirma representarlo[26], sin embargo, el pueblo no recibe una mejor consideración. La muchedumbre, la multitud, el populacho, el gentío en el mercado, la masa expectante, el grupo de seguidores o cualquier conjunto humano numeroso no recibe consideraciones sino desprecio. De entrada el pueblo aparece comparado con las "Moscas del mercado", un enjambre atolondrado e ignorante que no reconoce lo grande, sino que "Posee en cambio gran olfato para todos los actores y comediantes que simulan cosas grandes"[27], pues el pueblo se arremolina en torno a los comediantes (o políticos), alabando a quienes únicamente simulan para provocar la candidez del creer. Su orientación de espíritu la comparte con muchos intelectuales que se sublevaron contra las pretensiones de las masas y satirizaron las pretensiones de "invadirlo todo", como lo hace Ortega y Gasset[28]; pero éste sopla un suave viento crítico comparado con el corrosivo acento irónico de Nietzsche: "Fuente de alegría es la vida: Mas donde la chusma va a beber, todos los pozos quedan envenenados. (...) Y el bocado más difícil de tragar no es saber que la vida impone hostilidad, y muerte y crucifixión. Sino que una vez pregunté, casi me sofoqué con mi pregunta <¿Cómo? ¿La vida necesita también de la chusma?>"[29]. Con ese epitafio sobre la tumba literaria del pueblo, no creo que ninguno imagine a Nietzsche como "amigo del pueblo".
La enemistad de Nietzsche contra la chusma y el Estado es complementaria, haciendo vértice en la figura del político. Ya vimos cómo al político lo designa como un cómico, dedicado a embaucar a las moscas del mercado, ahora se insiste: "Volví la espalda al que domina cuando descubrí a qué llaman dominar: regatear y chalanear por el poder - ¡con la chusma!"[30]. Especialmente, antipáticos le resultan a Zaratustra los predicadores de la igualdad -los defensores de la chusma, los socialistas, los comunistas, los anarquistas, los demócratas consecuentes- a los que llama "Tarántulas", pues ¡vosotros predicadores de la igualdad! ¡Tarántulas sois para mí, vengativos y ocultos!"[31]. Percibe embozados y escondido tras el igualitarismo a la sed de venganza, al deseo de convertirse en jueces, y una "concupiscencia tiránica"[32]. Reconozcamos, en gran parte ha tenido razón Nietzsche respecto de la mascarada de igualdad que entroniza verdugos y tiranos embozados bajo la bandera fascista o comunista.

LA SOLEDAD DE LA MONTAÑA
Si el pueblo, como multitud bulliciosa y sin sentido, no agrada ni sirve, entonces Nietzsche recomienda seguir sobre el camino del asceta, el eremita, el retiro solitario para que el espíritu crezca y alumbre a los nuevos valores. "Todo lo grande se aparta del mercado y de la fama. Apartados han vivido, sin excepción, los inventores de nuevos valores"[33].
La soledad física proporciona el alambique adecuado para la maduración del espíritu. "¡Huye hacia la altura, hacia donde soplan vientos ásperos y recios!"[34]. La huida exige alejarse de la multitud y del personaje ordinario, escapar -digamos en nuestros propios términos- de la vida cotidiana y acceder al escenario de lo sagrado, de lo único y la creación, entonces el escenario solitario se convierte en su patria[35]. En ese alpinismo imaginario Nietzsche teme la envidia de los sencillos: "Tú caminas por encima de ellos; pero cuanto más alto subes, tanto más pequeño te ven los ojos de la envidia. El más odiado de todos es el que vuela"[36].
La imaginación poética completa de Nietzsche resulta adoradora de las cumbres y enemiga de la tierra plana donde vive la chusma, los humanos ordinarios. El discurso de Zaratustra sirve para elevarlo hacia la montaña, su verdadero hogar, desde donde predica a sus anchas, mientras la planicie lo asfixia con sus moscas. La proeza lírica de Zaratustra exige ascender, mientras el abismo se levanta ante sus pies, cada vez más profundo y amenazante. Su emblema animal es un ave de presa, quizá un águila intrépida despreciando a los animales terrestres. El árbol, como el pino muy erguido, indica la única dirección espiritual aceptable. Su clima adecuado es el frío, clima de las cumbres nevadas. Su aire es el frío y puro, lejano a los olores, viento sobre las velas de un bote flotando por sobre las nubes.
Desde arriba siente Zaratustra la fuerza para gritar, pues a sus pies existe el gran vacío sobre el cual lanzar el rayo espiritual, con el sentimiento de una gloria instantánea lo invade todo[37]. También se vale lanzar rocas, las palabras convertidas en máximas, en imprecaciones, en condenación eterna, duras para desbaratar los tímpanos de los entes chatos del abismo. Asimismo desde lo alto, las afiladas garras del ave de rapiña se enfilan contra la presa; emerge la ebriedad de la voluntad de acción y sin embargo ninguna mano alcanza a los entes chatos del abismo, solamente la palabra ruge potente, así habla Zaratustra.
[1]Ahz, p. 77.
[2]Ahz, p. 78.
[3]Ahz, p. 154.
[4] Procedimiento valorativo que nos recuerda a la “episteme” del primer Foucault en Las palabras y las cosas.
[5]Ahz, p. 43.
[6]Un antecedente notable está en William Blake con las Bodas de cielo e infierno.
[7]Ahz, p. 59
[8]Marcuse considera este medio camino, que luego se convierte en una traba de la liberación completa, presente en la sociedad de consumo; cierto hedonismo sin llegar a una completa des-represión psicológica. Cf. MARCUSE, Herbert, Eros y civilización.
[9]Ahz, p. 49.
[10]Ahz, p. 346 "no queremos entrar al reino de los cielos. Nosotros hemos llegado a ser hombres" por eso queremos el reino de la tierra". Algunos teóricos creen que en la trascendencia se esconde el enemigo de la existencia, Cf. Hardt y Negri, Imperio.
[11]Concepción expresada por Norman Brown en Eros y Tanatos, donde se indica que hasta las limitaciones fatales del tiempo y la muerte pueden ser superadas (no anuladas) por un renacimiento de la totalidad de los sentidos, integrados en un Eros infinito.
[12]Ahz, p. 257.
[13]Ahz, p. 258.
[14]Ahz, p. 353.
[15]La interpretación de Gibrán Jalil sigue estas huellas y su sabiduría se reconoce como la propia de un loco. Cf. El loco.
[16]Ahz, p. 183.
[17]Ahz, p. 135-137.
[18]Ahz, p. 127.
[19]Ahz, p. 128.
[20]Ahz, p. 137. Otro muy claro ejemplo, de esta paradoja del crecimiento paralelo del bien y el mal está casi al final del texto: "¡El hombre tiene que hacerse mejor y más malo! Eso es lo que yo enseño. Un mal mayor para el mayor bien del superhombre", p. 317. Es evidente, que espíritus ignorantes de la dialéctica, han de interpretar al Nietzsche como simple amoralidad, exaltación maligna de la bajeza.
[21] HEGEL, G.W.F., Enciclopedia de las ciencias filosóficas.
[22]BACHELARD, Gastón, "V. Nietszche y el psiquismo ascensional", en El aire y los sueños, Ed. FCE.
[23]Ahz, 65.
[24]Ahz, p. 66. En otro pasaje: "Un perro hipócrita es el Estado" p. 155.
[25]"[26]Ahz, p. 67.
[27]Ahz, p. 70. Este fragmento está acorde con una visión teatral de la política, donde la farsa de los comediantes políticos, atrapa al pueblo. La virtud de los comediantes políticos es hacer que el pueblo crea en ellos, pero esa creencia es volátil. "Mañana tendrá una nueva fe, y pasado mañana otra nueva. Al igual que el pueblo, el comediante tiene sentidos rápidos y presentimientos mudables. Derribar.- A eso llama demostrar. Enloquecer a las gentes: a eso llama convencer. Y la sangre es, para él, el mejor de los argumentos". Sobrecogedoramente, esto prefigura una sátira del fascismo y su mecánica política
[28] ORTEGA Y GASSET, José, en La rebelión de las masas.
[29]Ahz, p. 116.
[30]Ahz, p. 117.
[31]Ahz, p. 119.
[32]Ahz, p. 120.
[33]Ahz, p. 71.
[34]Ahz, p. 71.
[35]Ahz, p. "¡Oh, soledad, patria mía, soledad! ¡Cuán dulce y tiernamente me habla tu voz!", p. 208. "Ahora mis bienaventuradas narices respiran de nuevo el aire libre de la montaña: ¡al fin se han librado del olor de todo ser humano!", p. 210.
[36]Ahz, p. 83.
[37]En Ahz el apetito por la altura no acepta fronteras: "Pero tú Zaratustra has querido ver el fondo y el trasfondo de todas las cosas: por ello tienes que subir por encima de ti mismo, arriba, cada vez más alto, hasta que puedas ver a tus pies las estrellas. ¡Sí, bajar la vista hacia mí mismo, e incluso hacia las estrellas! ¡Esa sí sería mi cumbre, eso es lo que me queda como última cumbre!", p. 175.

HUELLAS DE ZARATUSTRA APROXIMÁNDOSE A LA CUMBRE 1A PARTE



Por Carlos Valdés Martín

APOLOGÍA DE IZQUIERDA O DERECHA
Casi siempre entre los medios de izquierda el pensador Friederich Nietzsche recibió la peor fama. Como disculpa para esa mala fama, emerge a una desgracia casual y sumada a la manipulación de los fascistas alemanes. La desgracia casual fue una terrible enfermedad de sífilis que aniquila la salud y la mente del pensador. Además la hermana que sobrevive a Nietzsche y permanece como su albacea literaria se casó con un militante nazi, con lo cual la tarea de albacea se mezcló con una intención de nadar a favor de la corriente fascista. De por sí los textos de Nietzsche utilizan un estilo poético y fragmentario, de lo cual se vale la reinterpretación de su hermana, de tal modo las ediciones (iniciales o posteriores a partir de los manuscritos inéditos) de la obra de Nietzsche reciben recortes, selecciones y hasta alteraciones intencionadas. Así modificado, y hasta falsificado, el caudal del río poético nietzscheano se trastoca en una papilla con la falsa apariencia nacionalista y militarista. En especial, la tesis del superhombre, la aparición un ente más allá de lo humano equivocadamente se estira y altera para glorificar una eugenesia genocida fascista o para justificar los hornos crematorios. En contra de su utilización por los fascistas cabe aclarar que la belicosidad verdadera de Nietzsche consiste en puro canto y metáforas; el concepto del “superhombre” expresa una revelación antirreligiosa, la cual no es apta para políticos ni soldados, resultado de la angustia ante la decadencia (del fin del siglo XIX) y ardid teórico ante la impotencia de un individuo talentoso, quien sufriendo y aislado queda condenado a gesticular demasiado.
El autor húngaro Lukács es el detractor típico contra Nietzsche, a quien acusa de supremo adalid de la filosofía irracionalista la cual sostiene al fascismo. Con El asalto a la razón de Lukács tenemos el ejemplo más acabado de aceptación de la re-interpretación de Nietzsche como fascista, sobre la que después se descarga toda la batería de la indignación intelectual. Con ese antecedente, aparentemente tan contundente, resulta sorprendente que Henri Lefebvre, uno de los pensadores más destacados dentro de la generación francesa de posguerra, rescate a Nietzsche declarándolo completamente ajeno a las atrocidades fascistas.
Lefebvre realiza la defensa de Nietzsche ante, lo que casi levantaba una corpulenta tradición, de detractores de izquierda, que no se basaban tanto en su filosofía sino en su política, de la cual lo menos que se afirmó, es que expresaba un "anarquismo aristocrático" no apto para mortales. Pero Lefebvre lo rescata bajo dos líneas centrales: crítica de la civilización y reivindicación de la libertad. En el libro Marx, Hegel, Nietzsche sostiene que una crítica de la civilización complementa el proyecto de crítica de la economía política y que en la crítica resumida de Nietzsche sobre la moral y el lenguaje occidental están dados elementos para cumplir esa crítica desde la izquierda hacia la civilización. La apreciación misma de Nietzsche como crítico de la civilización occidental es rica en temas y merece un comentario propio, pero debemos observar que no está centrada en los temas que han desagradado al pensamiento progresista (eterno retorno, superhombre...). Dejando de lado la argumentación de esa apología general, existe un punto que nos interesa, y es la relación de Así habló Zaratustra respecto de la libertad. La trama del libro narra la aparición de un profeta en el mundo, quien lanza un mensaje difícil, que muchas veces ni él mismo comprende; un mensaje desafiante para los seres ordinarios, apto exclusivamente para oídos privilegiados; ese profeta ha de romper con las convenciones y las conveniencias, deberá alejarse del mundo y de sus rituales cotidianos, deberá escapar de sus propias trampas. A Lefebvre la exposición le parece que lo convierte en "el libro que libera", en el sentido de crear una conmoción de conciencia para otorgar libertad a los lectores y liberar define el acto sagrado por excelencia. Y entonces un libro que libera nunca resulta retrógrado o fascista.

NO SISTEMÁTICO
A la manera de su propia exposición, con el sistema de lo no sistemático, la reflexión de Así habló Zaratustra debe pasar por una recolección, un salpicarse de temas diversos, desde los cuales se reparten las metáforas coloridas y se sacan conclusiones inesperadas. La continuidad de la filosofía ha sufrido un vuelco, sobre la cual Lukács cree observar la decadencia de la razón, porque fuera de rigor del sistema Lukács estima como ya perdida cualquier coherencia. En contra de esa interpretación, resulta mejor decir con Walter Benjamín que Nietzsche abre un capítulo diferente, constitutivo de las indagaciones del pensar general adaptado a lo particular de la existencia, a modo de una tentativa filosófica de apoderarse de la vida cotidiana por medio de la verdadera experiencia[1], ofreciendo algo así como un matrimonio entre el filosofar y la existencia inmediata. Por un lado, el amor al saber escapa de sus estrechos círculos especializado (el tema académico), mientras que la vida inmediata intenta catapultar el gran salto para la universalidad pensada (intención harto difícil de cumplir). Claro, si tal enfoque se magnificara entonces podría considerase está minando la “sistematicidad” coherente de la razón. Creo que conviene observarlo en el nivel de manifestación particular del pensar, como una reflexión intensa e interesante de ciertos problemas de ese tiempo, todavía hermano del nuestro. Los méritos literarios particulares de Nietzsche no se lograrían jamás, por una imposibilidad extrema como la de lograr embarazos a medias, montado sobre un sistema estricto; así las rupturas y las grietas sirven para sacar brillantes chispas literarias, encantadoras luces, crepitando sobre el oscuro (para los no iniciados) fondo de la gran polémica del saber. Incluso en sus pliegues de inconsistencia, entre sus brillantes grietas también resulta válido valorar a Nietzsche como un autor predominantemente literario[2]. La ausencia de sistema posee méritos, al menos, en el inmenso horizonte de la expresión y quizá hasta para la roturación de las parcelas parciales (redundando) del saber.

SUPERHOMBRE: UNA BURLA DE LA POSTERIDAD
Aquí yace el tema de polémica, la piedra de escándalo que ha sido la sombra tras de Nietzsche, porque se pueden desear muchos cambios, se pueden anunciar muchas transformaciones, implicadas en la misma idea modernista de progreso, y hasta se pueden indicar saltos cualitativos de la historia (el afamado salto del reino de la necesidad al reino de la libertad de Marx), pero pronunciar una palabra más allá del ser humano aparece como una herejía mayúscula. Se trata de una visión de movimiento, así desafiante o chocante: "Lo que debemos amar en el hombre es que consiste en un tránsito y un ocaso"[3]. Pero ese movimiento no indica la transición de los procesos, donde el precedente siempre lleva a un consecuente, como en la lógica causal y en la dialéctica a ras de suelo. Ese movimiento implica un nacimiento, pero también una caída, pues entre el hoy, el ayer y el mañana aguardan los abismos: "El hombre es una cuerda tendida entre la bestia y el Superhombre; una cuerda sobre el abismo". No pretende el pasar de fase a fase, sino del salto[4], la transmutación, todo lo cual contiene un eco de magia, o de transformación por el embrujo del deseo. Sin embargo, el largo anuncio del superhombre, que sería el recorrido completo de Así habló Zaratustra, queda en suspenso; por los sucesivos pasajes de la obra, el anunciado nacimiento queda postergado, en un mundo donde sólo transitan los humanos[5]. Casi al final, como aproximándose a su modelo anhelado, encuentra que existen hombres superiores, pero no siente Nietzsche motivos para concretar y sigue con la miscelánea de consideraciones y de figuras[6], finalmente, la existencia de discípulos seguidores fracasa. Los discípulos de Zaratustra se convierten en charlatanes, se dejan engañar, regresan a la idolatría más absurda, así, los aparentes hombres superiores caen en la caricatura del sueño del superhombre, entonces ellos no lo darán a luz[7]. El mismo Zaratustra no resulta un súper hombre, así, el discurso desde la plaza hasta la montaña carece de su interlocutor, Dios ha muerto y el sucesor no ha nacido. Pareciera que nada del mundo engendrará a ese ser extraño y así, el camino de la inteligencia ascendiendo montañas finaliza en la parálisis.
Sin embargo, un ideal demasiado elevado, una mira exageradamente alta lleva al vacío, y esos sucede con el superhombre, porque la trascendencia es superar-se, el paso siguiente sobre las premisas dadas; en cambio, Nietzsche no gusta de la dialéctica, sino del salto, del brinco, o como él mismo lo indica, desea piernas largas para saltar de cumbre en cumbre. Así, el tema del cambio social, tema presente en el pensamiento filosófico desde la Ilustración (siglo XVII) lo vuelca hacia el tema de la caducidad de una especie humana, hacia algo sobrehumano, lo cual manifiesta un salto sobre el vacío. Encerrado, principalmente en el terreno del cambio ético y de la cultura, Nietzsche cree justificado el procedimiento del salto, pues pareciera que la obra cultural y ética flota en el aire, brota desde las cabezas de los profetas; sin embargo esa apariencia resulta falsa, pues las nubes siguen el contorno de la tierra, exactamente, las ideas van de la mano con la producción[8].
Sin embargo, en su reinterpretación laxa, como cuerda entre lo real negado y una fantasía nebulosa, el superhombre ha servido como mascarada ideológica, para esconder las impotencias reales. Así, una ideología militarista de fuerza bruta puede tomar la máscara adecuada de superhombres, sobre todo, si pensamos en los ecos ingenuos y las gigantescas posibilidades para convertir esta poesía filosófica en un cómic ilustrado. De hecho la mínima repercusión, específicamente filosófica del superhombre de Nietzsche resulta compensado por su éxito como tema de la ficción del cómic; incluso el sub-género del cómic sería impensable sin la figura de los superhéroes, los sobre-humanos. Así, el nazismo no estaba pensando en Nietzsche para apelar al superhombre, sino tejiendo sobre las caricaturas de la humanidad, porque el nazi no intentó superar lo humano, sino rebajarlo a cenizas; el fascismo es embrutecimiento y muerte, por eso pretende brutalmente distanciarse de lo humano ordinario, pero transita torpemente por el camino viejo de la barbarie.
Además, como estrella en el firmamento de Nietzsche, el superhombre está ubicado para reemplazar a Dios, y de esa forma plantea la continuación de un idealismo, únicamente más sofisticado. "¡Los dioses han muerto y ahora queremos que viva el Superhombre!"[9]. El estudio estrictamente filosófico del concepto de Nietzsche debe encarar los mismos cuestionamientos que las ideas de divinidad, pues también las ideas están sometidas a un horizonte de negaciones posteriores cual entidades mortales, pero entonces cabe preguntarse ¿el superhombre es una nueva divinidad? En el discurso de Zaratustra pareciera serlo, el advenimiento de un nuevo eje único, sin embargo, como muestro en el argumento permanece como un agujero negro, mera eventualidad perfilada dentro de un discurso, donde se ignora la naturaleza efectiva de lo venidero.

ETERNO RETORNO
Este tema de la estructura del tiempo, convertida en el círculo perfecto del regreso a lo mismo, posee raíces antiquísimas, y de hecho, define la idea común entre muchos pueblos antiguos. De forma precisa los brahmanes hindúes creyeron que el tiempo describía una rueda eterna, pues los ciclos temporales se tocaban la cola, y una repetición de lo mismo signaba el único camino posible; ellos describen una serie de círculos como engranes dentados, dentro de los cuales se mueven los sub-ciclos, de tal modo el final de universo engarza un renacimiento del tiempo mismo, llegándose a una repetición perfecta y circular, dentro de la cual también la vida humana pasaba por episodios repetitivos, de los cuales la reencarnación imprime una de sus caras[10]. Pero Nietzsche se basa más directamente en especulaciones de los griegos, algunos de los cuales creían que la temporalidad funcionaba como una noria. Esta interpretación se trata de una posición, en sí, indemostrable, pero significativa para dar sentido al devenir, otorgar sentido a la percepción de los acontecimientos y a la existencia misma. A lo fulgurante o escurridizo de una simple sucesión temporal, la idea del eterno retorno le confiere una dimensión densa, le agrega eternidad, por lo que cada dicha o desventura adquiere la densidad pétrea de lo absoluto. La repetición de todo lo que acontece en el mundo se convierte en estricta[11], y cada evento se repetirá una infinidad de veces, así se funde con el arquetipo, con la sensación de la eternidad y hasta con su nivel de dignidad. En general, la visión moderna del tiempo indica la conquista de las formas de sucesión temporal cabal, resultado en física con Newton, en filosofía con Kant, y en historia con el materialismo; respecto de ese contexto de pensamiento moderno existen muy importantes variaciones, pero Nietzsche representa como un salto hacia el tradicionalismo, hacia la visión de arquetipos intemporales basados en las ideas presocráticas, y hasta se le puede considerar como parte del "horror a la historia"[12], pero su idea más bien la interpreto como mixta, pues en yuxtaposición (casi mística) al devenir se encuentra su eco, que le confiere una dignidad meta-temporal, le confiere eternidad.

Un segundo aspecto, no menos interesante, es la relación entre el placer y la eternidad. "Pero el placer no quiere herederos ni hijos: el placer se quiere a sí mismo, quiere eternidad, quiere retorno, quiere todo-idéntico-a-sí-mismo. (...) Todo placer quiere eternidad en todas las cosas"[13]. Este tema de la repetición se relaciona con el deseo, pero no con la superficialidad del capricho sobre lo quierido arbitrariamente; se trata de la estructura del deseo, del origen de las necesidades humanas. Dando un salto, encontramos en la teoría psicoanalítica un nivel profundo de la conciencia, la fuente de las demandas de placer ubicado en la estructura que Freud denomina el “ello”, respecto del cual, también considera que está más allá de la temporalidad; la fuente de los deseos humanos no conoce el cronómetro, mantiene sus vías de deseo igualmente abiertas[14]. De tal modo, esa exigencia de eternidad (aunque pudiese caer en lo quimérico) obtiene un fundamento psíquico importante.

TODO FLUYE CONTRA EL ETERNO RETORNO
En síntesis el eterno retorno, como teoría de la repetición sobre la eternidad y "horror a la historia" tiene su reverso de la medalla, porque tampoco debe de concebirse a Nietzsche como el filósofo de la fijación, como un simple conservador. También es conocida la fuente intelectual desde Heráclito irrigando el pensamiento nietzscheano. De hecho aparecen dos influencias griegas juntas: el eterno retorno desde los pitagóricos y la dialéctica desde Heráclito. La contradicción se resuelve en dinamismo, un dinamismo que abarca la construcción poética Así habló Zaratustra, como lo muestra Bachelard, y un dinamismo como se muestra en sus conceptos relativos al tránsito humano, que es su desgracia.
Respecto del fluir entrega un pasaje notable en De las viejas y las nuevas tablas VIII, cuando juega contra quienes rechazan las ideas de "todo fluye", pues sobre el río existen puentes, después está el invierno, que predica que "todo está inmóvil". Al final llega: “¡El viento del deshielo! Un toro no uncido al arado ¡un toro furioso y destructor que rompe el hielo con astas coléricas! Y el hielo ¡rompe los puentecillos! ¡Oh, hermanos míos! ¿No fluye todo ahora? Los parapetos y los puentecillos ¿no han caído al agua?"[15]. La inmovilidad es apariencia, regresa el movimiento, triunfa, avasalla. Sin embargo, la oda al cambio parece esterilizarse (dentro de una paradoja), porque hay eterno retorno, ya que ese cambio (y cualquier otro) se convierte en eco de eternidades, copia fiel de lo mismo, noria atada al tiempo imposible de cambiar.


NOTAS:
[1]BENJAMIN, W. Ensayos escogidos, p. 8. Retomo un comentario sobre Bergson, quien sigue un camino afín al de Nietzsche, tratando de captar el sentido de la experiencia inmediata en temas como la risa, la duración, etc.
[2] BACHELARD, Gaston en La tierra y los ensueños de la voluntad, p. 337 con su típica maestría nos muestra los méritos literarios de las metáforas del alemán, por ejemplo: “Cómo hay que petrificarse –endurecer, lenta, lentamente cual piedra preciosa—y al fin permanecer allí tranquilamente, para alegría de la eternidad.” Citado de Aurora.
[3]Así habló Zaratustra (en adelante designado con la sigla Ahz), p. 29.
[4]Lo irritante que puede ser la idea de saltar sobre los demás lo reconoce en un pasaje diferente Nietzsche, pues el camino místico implica elevación solitaria: "A menudo salto los peldaños mientras subo -eso ningún peldaño me lo perdona", Ahz, p. 60.
[5]Ahz, "Al hombre más grande y al hombre más pequeños los he visto desnudos. Harto parecidos resultan. ¡Demasiado humano, incluso el más grande!", p. 248.
[6] Ahz, p. 314-326.
[7]Ahz, p. 310 "También dentro de vosotros se oculta la plebe (...) No sois sino puentes (...) NO es a vosotros a quienes yo espero (....) Es a otros a quienes espero yo aquí (...) ¡Leones rientes tienen que venir!"
[8] La producción materialista para Marx, Cf. La ideología alemana, pero una producción de Espíritu para Hegel, etc. Cf. Fenomenología del Espíritu.
[9]Ahz, p. 99.
[10]Cf. ELIADE, Mircea, El mito del eterno retorno. Además se debe observa una faceta notable del hinduismo, pues piensa al tiempo en decadencia, afirmando que el transcurso de los ciclos es siempre hacia menos, hacia una entropía inaplazable: la decadencia es ontológica. Este pensamiento precapitalista está impregnado por una imagen de los cuerpos biológicos que se debilitan y mueren, cuya fórmula extrema aparece al borde de la catástrofe mortal.
[11]Ahz, p. 181 "¿no tenemos todos nosotros que haber existido ya otra vez?"
[12] ELIADE, Mircea, El mito del eterno retorno y el Tratado de historia de las religiones.
[13]Ahz, p. 353-354
[14]FREUD, Sigmund, Más allá del principio del placer.
[15]Ahz, p. 227.