Música


Vistas de página en total

jueves, 3 de junio de 2010

EL CONSUMO COMO SIGNO EN BAUDRILLARD


Por Carlos Valdés Martín

La tendencia a sistematizar en una Teoría General

Leyendo las “conclusiones” de la obra El Sistema de los Objetos, nos encontramos con la operación de generalización suprema donde el estudio particular se convierte en Teoría General con mayúsculas. Y desde hace tiempo nos encontramos que un teórico francés equivale a un creador de teorías completas y redondas. Por algún gusto nacional (o quizá será por una tendencia de pensamiento) los teóricos nativos de Francia, propenden a convertir sus observaciones particulares en una Teoría General con mayúsculas, por tanto en un sistema novedoso y omni-comprensivo, con su propia visión panorámica, aplicación universal y propuesta metodológica. A veces la novedad que ofrece el autor está delimitada, no establece una novedad tal cual, pero (compensando) sí presenta una fuerte apariencia de novedad, incluso novedad radical. Quizá hubo un visado en la frontera y mientras en el siglo XIX los sistemas de totalización filosófica-sociológica-ideológica fueron predominantemente alemanes, a partir del siglo XX los sistemas de totalización han sido más franceses, aunque sobre esta frontera surgió una anticipación y ya contamos a teóricos de lo total-social ubicados en Francia desde el siglo XIX, como Comte, Fourier y Saint Simon.

El domino del signo sobre el objeto

En síntesis El Sistema de los Objetos de Jean Baudrillard es una exploración hacia la redefinición de la relación entre el ser humano y sus objetos. Esta exploración se hace especialmente desde el signo, aunque me parece que existe una mixtura entre estructuralismo, semiótica y marxismo . Para no variar, la descripción merece ser elogiada porque es elegante y aguda, asimismo plantea la novedad: la posibilidad de una teoría social desde el signo, una semiótica convertida en sociología. Escrito con gracia y buen estilo este libro nos trae muchos buenos ratos al interpretar el “viejo mobiliario familiar” que pinta los comedores y las colecciones privadas con cualquier curiosidad, discurrir sobre la decoración moderna funcional o la visión del robot. Sin embargo, el autor no se contenta con el terreno de lo meramente descriptivo y busca arrancar una verdad trascendente al mundo de los objetos cotidianos. En parte emparentado con el marxismo, desvela la conexión entre los inocentes objetos de consumo con el sistema que les da vida, y los intereses económicos que mueven a las mercancías. Pero efectúa su propia “puesta de pié” sobre la filosofía materialista de Marx, ahora para ponerla sobre los pies del signo. En resumen  Baudrillard plantea una visión del objeto peculiar y está centrada en un sistema doble. El primer nivel, el evidente está en el objeto mismo, en su materialidad, en su cuerpo, y la relación que muestran los sujetos hacia el objeto (comprarlo, coleccionarlo, atesorarlo, usarlo con “buen gusto”, diferenciarlo...) El segundo nivel, está en el signo (o símbolo) que existe en el objeto. El objeto material significa algo, ofrece emociones, estatus, relaciones inconscientes, posición en una sociedad, códigos de comportamiento... Este segundo nivel del signo que se sobrepone a la realidad material escueta es lo interesante en el Sistema de los objetos. Se podría pensar que este doble nivel ya había sido revelado con anterioridad, ya se sabía que una medalla nunca es una simple placa de metal con garabatos, sino que representa el significado de esa insignia que revela la batalla donde un soldado participó, la jerarquía militar y el sistema de recompensas. Por eso Baudrillard quiere ir radicalmente más lejos, para definir que el signo domina y el objeto material es más bien “plastilina de su molde”.

Radicalización del consumo como manipula-significación

Para separarse de las visiones anteriores sobre el tema, Baudrillard ofrece una gradación de calidad. “El consumo no es ni una práctica material, ni una fenomenología, de la abundancia, no se define ni por el alimento que se digiere, ni por la ropa que se viste (...) sino por la organización de todo esto en sustancia significante; es la totalidad virtual de todos los objetos y mensajes constituidos desde ahora en un discurso más o menos coherente. En cuanto que tiene un sentido, el consumo es una actividad de manipulación sistemática de signos.” Pero esto se dice en un sentido estricto. Antes de la sociedad presente, se afirma que no existió el consumo (en esta definición), antes hubo proceso de satisfacción de necesidades y ahora ya no existe eso. Lo de antes no era todavía consumo. “Las fiestas ‘primitivas’, la prodigalidad del señor feudal, el lujo burgués del siglo XIX no son consumo” Para esta nueva definición de “consumo” lo que se consume no corresponde a la materia de las cosas, sino su sistema de signos, pues es “la idea de la relación lo que se consume”. De cierta manera, en su tarea Baudrillard se insinúa tributario de Marx, indicando que “Tocamos aquí, en su culminación, la lógica formal de la mercancía analizada por Marx” . Sin embargo, es una puesta de cabeza del materialismo por el idealismo, la filosofía antagónica al alemán . “Esto define al consumo como una práctica idealista total, sistemática que rebasa sobradamente la relación con los objetos y la relación de interindividual, para extenderse a todos los registros de la historia, de la comunicación y de la cultura” Lo indicado parecería ser la crítica de la ideología, que toma por ideal lo material como Marx, pero no es así, al contrario, Baudrillard indica que lo ideal del consumo ocupa el lugar de lo material, desplazándolo definitivamente. Dice que no se está consumiendo la materia de los objetos, sino otra cosa ¿Qué cosa? Adelante lo veremos.

Que ya no se consume el alimento sino su significado

La realidad del ser humano está desdoblada. Por abajo una materialidad, que ya perdió su significado, por arriba el sistema de los signos (el universo de la semiótica, de los símbolos, la manipulación social), que ahora abarca entera a la realidad. Nos indica Baudrillard hacia un panorama de este tipo: antes había materia como un mar sobre el que flotaban una islas de significado, ahora las islas cubrieron completamente el mar, que se volvió un río subterráneo insubstancial. Por ejemplo, esta situación intenta explicar la compulsión al consumo. “Si el consumo parece ser incontenible, es precisamente porque es una práctica idealista total que no tiene nada que ver (más allá de un determinado umbral) con la satisfacción de necesidades, ni con el principio de realidad.” Pero la acotación del entre paréntesis es lo que decían los anteriores autores, los que colocaban el significado como un fenómeno sin el privilegio (o la dominancia aparente de la ideología ), y Baudrillard quiere estatuir una teoría general donde el privilegio plenipotenciario le corresponda al signo. La acotación entre paréntesis de la cita anterior únicamente es una elusión de su propio exceso, un breve respiro en la línea de su pensamiento. La novedad que ofrece es que “la práctica idealista total” ha devorado a la práctica materialista total. Lo ofrece como la “novedad de la sociedad de consumo” y no como la existencia de siempre, hoy ofrece la novedad. Por práctica idealista total debe entenderse que la producción del signo ha devorado a la totalidad social, el capitalismo mercantil ha lanzado un mar de mercancías que cubren el globo y su verdad como mercancías radica en su servicio como signos (de estatus, de referencia, de necesidades sustituidas por publicidad, etc.). De Marx toma la plétora de mercancías dominando a la sociedad y operando como medio de dominación del capital, pero ahora la dominación se ha convertido en una costra de nueva realidad y esta teoría general nos dice que el cuerpo material de la producción está subsumido en otra materialidad, la “piel exterior” del signo ha devorado al anterior mundo material.
El balance entre materia natural y materia social de Marx se ha modificado para ofrecernos el desbalance entre materia natural (necesidad sometida y dominada) y idealidad del signo (una necesidad de otro orden) como nuevo mundo social, según Baudrillard. Aquí me parece que se presenta un marcado desequilibrio de la teorización misma. Como teoría del signo, resumiendo, la teoría de Baudrillard es la teoría del discurso, y el nuevo dominio que ofrece el es dominio del discurso (económico-social) sobre las cosas (el sistema de los objetos) y los seres humanos. Al dominio de los objetos, con Marx podemos llamarlo fetiche . El fetiche del signo para Baudrillard resulta el dominador completo, sin embargo, por su matiz marxista (que mantiene) pareciera que la causa principal está en otro terreno, en el terreno de la producción material de mercancías. Este dominio del signo debería ser consistente como dependiente (o contra-dependiente) con su origen, pero en Baudrillard se ha vuelto autónomo. El signo, universalizado como sistema de los objetos se ha vuelto autónomo y ahora domina a la totalidad social. ¿Dónde está el sujeto activo de este proceso? Como buen argumento estructuralista pareciera responder que el sujeto no existe, sino que tenemos una estructura (el sistema de los objetos) que domina por sí mismo. Y la causa primera (o misma), si fuera el sistema de producción capitalista ya no tendría relevancia, pues ha sido sustituida por la estructura (el sistema de los objetos). Como crítica, se puede apuntar que si la causa carece de interioridad con la consecuencia, la consecuencia no resulta relevante. Faltaría redondear el argumento.

El proyecto de vida hacia la totalidad es la frustración y su objeto de deseo es la realidad ausente
Al redondear sobre la necesidad de satisfacen los objetos signos en su totalidad, se va hacia una hipótesis de abstracción sorprendente. Siguiendo al existencialismo denuncia, que el proyecto de los seres humanos ha desaparecido, pues “ya no hay proyecto, no hay más que objetos” . El proyecto de vivir de los seres humanos ha hecho agua, fracasado en la sociedad mercantil, y los objetos son sucedáneos de la necesidad en vez de satisfactores de la necesidad. “El proyecto mismo de vivir, fragmentado, decepcionado, significado, se reanuda y se reanima en los objetos sucesivos” Pero el resultado de esta reanimación del proyecto de vivir sobre los objetos es una breve respiración artificial, que deriva hacia el fracaso. El vacío absoluto del proyecto de vivir se restablece después de cada consumo del objeto-signo. Pero, además (quizá en una línea de herencia de Lukács o de otro partidario de la totalidad como verdad suprema de la existencia humana), el proyecto de vida en Baudrillard ha de remontar a un hambre de totalidad, entendiéndose que un proyecto de vida es querer la totalidad de la vida. Entonces lo que debe satisfacer los objetos-signo es la “totalidad” de la vida, cuestión imposible de cumplir, tal como lo expresa el párrafo final del texto. “De la exigencia decepcionada de totalidad que se encuentra en el fondo del proyecto surge el proceso sistemático e indefinido de consumo. Los objetos signo, en su idealidad, son equivalentes y pueden multiplicarse infinitamente: es preciso que lo puedan hacer para llenar, a cada momento, una realidad ausente. Finalmente, porque el consumo se funda en una falta o carencia es incontenible.” En el fondo está una afirmación muy importante, que Baudrillard no se toma la molestia de demostrar en el texto, sino simplemente la suelta a manera de conclusión. La afirmación importante es que el proyecto de vivir significa exigencia de totalidad, de acceso a la “realidad total”. Sería muy interesante un planteamiento de esto ¿el individuo accede directamente al todo (mediante la ascensión de la conciencia filosófica como en Hegel)? ¿existe una mediación privilegiada en una clase proletaria (como en Lukács)? ¿la Revolución es el medio de acceso a la totalidad? Incluso la necesidad de la totalidad por el individuo resulta cuestionable pues ¿cada quien necesita de la totalidad y del mismo modo? Incluso el planteamiento pareciera indicar ya una negativa. Además de cuestionar esa afirmación importante, también debemos de cuestionar lo que se nos ofrece como la ausencia. Baudrillard dice que los objetos se multiplican por efecto de una ausencia, que la necesidad de restituir el proyecto de vida hacia una totalidad implica una ausencia de la realidad misma. Nos indica que la costra del sistema de los objetos se multiplica al infinito y que del otro lado queda una falta de realidad. Entonces la realidad se ha escapado por todos lados, pero nos preguntamos si escapa para la vida cotidiana de los seres humanos o sólo para esta construcción teórica. Ya vimos que Baudrillard afirma: que la costra del signo se ha convertido en mar, y bajo ese mar de la cosa-signo quedó hundida la materialidad. La materialidad remitirá a esa realidad ausente, inaccesible a la costra idealista, pero también podría ser cualquier entelequia. Con Baudrillard quedamos colocados como con la filosofía kantiana , que distingue entre la cosa cognoscible y la cosa en sí, que está más allá de nuestra percepción y conciencia; pero es el teórico (Kant hace dos siglos, Baudrillard ahora) quien dejó el enorme territorio de la realidad más allá del alcance y la convierte en el noúmeno imposible para los seres humanos. Desde la sociología del signo se arriba a una variación kantiana radicalizada, lo real resulta inaccesible a las personas, los consumidores habitan el limitado fenómeno, pero siempre quedarán insatisfechos, hambrientos de una realidad (auténtica totalidad) sobre la que permanecen ignorándolo todo .

Explicar la densidad del signo

Ahora bien, el evento señalado insistentemente por Baudrillard de un incremento de la cantidad, densidad e intensidad del signo (la amplia selva de los simbolismos y los significados culturales) me parece un hecho irrefutable. No estoy cuestionando la existencia de ese acontecimiento, uno de los más notables de la llamada posmodernidad, y justamente un eje sobre el cual giran las discusiones sobre la nueva sociedad. Bajo distintas variaciones las definiciones y refutaciones de la “posmodernidad” se relacionan con esa compleja realidad de una irrupción masiva de esa costra de significantes. Entonces, mi insistencia no va en el sentido de demeritar el acontecimiento, sino en buscar explicaciones alternativas. Creo que la producción material sigue siendo un hilo de Ariadna para escapar del laberinto de las apariencias, pero debemos revitalizar este concepto de producción material, y entender que la producción de la realidad no se reduce ni se centra en elaboración de objetos mercantiles simples, sino que la producción genera objetos culturales y simbólicos complejos, y que la producción misma representa un proceso de alto contenido intelectual (simbólico, cultural, significativo, etc.). La producción crea una materialidad humana compleja, no se contenta (y cada vez más) con entregar una cosa simple (un dispositivo cósico) de consumo, sino que integra una entidad social (en una síntesis de múltiples determinaciones) que hace vórtice con la entidad individual (otra síntesis de múltiples determinantes); entonces en ese sentido, la producción misma también es un fenómeno altamente “idealista”, denso de ideas y de desprendimientos ideológicos. Y no me parece viable sostener, que se mantiene otro mundo material por debajo de la costra del consumo, porque la producción y el consumo se mantienen como una realidad entera, emanada de la colectividad humana. Claro, esto no implica que el consumo sea racional y que directamente cause satisfacciones, pero sí debemos respetar la complejidad de origen y destino del proceso de producción/consumo, para alcanzar a comprenderlo. En particular, me parece que la perspectiva de Baudrillard, queda insuficiente porque ignora por completo la existencia de un sujeto (individual, grupal, social o inmediato, mediato y absoluto) generando y siendo generado en este proceso, pues finalmente el sistema de signos pareciera ir proporcionando una selvática red autógena imposible de atrapar, pero que sí resulta capaz de atrapar a los individuos-peces. Conforme la ciencia social recupere la perspectiva del sujeto, podrá integrar las complejas partes del rompecabezas individual/social en las transformaciones del siglo XXI.