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lunes, 22 de octubre de 2012

LOS MEXICANOS DE TIEMPO PARCIAL: AYER DERROTADOS POR NEOLIBERALES




Por Carlos Valdés Martín

Para el mexicano promedio resulta imposible de arrancarle su mexicanidad, basta una ráfaga de viento para que descubran su raíz y motivo, ligado al México profundo. Esta nación está engarzada con raíces fuertes cual cadenas unidas al pasado, presente y futuro. En cambio, la anti-mexicanidad es una actitud volátil (con el aire inflado de los aristócratas), una (anti)selección para escapar del destino común, colocándose en un (aislado y) frágil globo aerostático durante la tormenta. Con la imagen de esa minoría antimexicana recordé al Titanic, con sus pasajeros millonarios disfrutando un baile de gala, dedicados a festejar mientras ignoran el iceberg fatal acercándose a la colisión.
La mirada interesada hacia el exterior no se tiene por qué considerar un mal, una tentación o una caída. Las atracciones de lejanas coordenadas del planeta no son dañinas por inicio. Lo irónico es una suerte de hambre de exotismo y extranjería, una anhelo que solamente se colma con productos importados. El apetito por productos importados es singular, para algunos es un reflejo interior, una ansiedad que no se resuelve con shoping en Houston ni en París. Tras una compra viene la siguiente, el estrenar se convierte en una manía, y el mismo producto obtenido pierde brillo cuando se adquiere dentro de la frontera.

Delirio por productos extranjeros. ¿Cuándo comenzó ese delirio por los productos extranjeros? Nadie lo sabe con certeza y tampoco es una característica única de mexicanos o subdesarrollados, también los europeos desde el siglo XV deliraban por las especias del Oriente. Los chinos —en una minoría— del siglo XIX se interesaban por el opio, producto que el Emperador de Pekín consideraba nocivo, y los ingleses invadieron los puertos, para doblegar al Emperador y garantizar su comercio de droga. Extraña memoria e ironía: los europeos obligaban a los chinos a legalizar la droga y bombardeaban los puertos cuando se negaban. En fin, el gusto por mercaderías extranjeras se repite durante siglos. ¿Es una preferencia arbitraria? Me temo que no. Además un sistema comercial a nivel planetario, provoca que las marcas y productos lejanos adquieran un halo de maravilla. Según el juicio y prejuicio de cada región lejana suponemos, por ejemplo, que lo francés es lujoso, por tanto sus perfumes maravillan; lo británico es eficiente, así sus casimires perduran; lo suizo es exacto, luego sus relojes no fallan; etc.
Nos queda un consuelo: en la actualidad ninguna isla extraña se resiste al canto de las sirenas extranjeras y en cada rincón los consumidores se arrebatan mercancías globalizadas.

Balance nutricional. Si el atractivo producto extranjero fueran carbohidratos, su pasión morbosa se compensaría con sanas proteínas nacionales, ecológicas verduras emanadas de la propia tierra, sin conservadores ni químicos de trasnacionales. Una parte de la población si mantiene su balance nutricional de un modo consciente; otros más lo adquirimos de modo automático.  La alimentación es un signo típico de ese metabolismo nacionalista: ponerle chile y limón a tantas cosas parece un reflejo de defensa de la patria, aunque sea a nivel elemental. Y ese metabolismo nacional se condimenta de miles de productos y recetas típicas de país tan variado: moles y chiles en nogada, quesadillas y tlacoyos, carnitas y pozoles, etc. Ni fuera de fronteras desaparece el metabolismo alimenticio mexicano, pues nuestra comida típica invadió el territorio gringo, y cuando ahí se populariza algo, pronto está en el mundo entero.
El pecadillo de comprar lo de afuera sería insignificante (una completa nulidad, por la suma cero), si se complementara con un gusto y amor por la propia tierra. Sin embargo, todavía no surge un Einstein para darnos la ecuación de equivalencia, para sumar el tequila y el chile comprado en un tianguis compensando un auto de lujo y un viaje a Las Vegas.

La clase alta ¿es un grupo tránsfuga? Para algunos malintencionados y para otros serios, la clase alta es la punta de lanza de una negación de lo mexicano (y mientras más elevada sea más aguda). Si leemos los comentarios sinceros —y sin ningún antinorteamericanismo— de Alan Riding[1], nos convenceremos que la clase alta mexicana manifiesta vocación antinacional. Sin que se culpe a todos, ni se vea en esto una conspiración, este autor estima que la alta burguesía se ha formado en modelos mentales mirando hacia afuera, aspirando a parecerse a los extranjeros, consumiendo más productos extranjeros, abrevando de esa cultura exterior y mandando a sus hijos a estudiar fuera. No quisiera mirar esto como un enamoramiento, sino como una situación específica, donde existe una fuerza trasnacional de relaciones; la clase dominante mexicana no existe fuera de las relaciones mundiales, sin vinculaciones importantes con el mercado mundial no serían la cúpula del país. En un primer momento el término es neutro: clase con vínculo mundial, al menos cuando la gran empresa ya opera con lo trasnacional o lo hace de modo pleno. Incluso, el fuerte empresario y su familia amando su patria (en la emoción), su “contexto” de intereses está emplazado en el mercado mundial, y necesitan entender economía mundial y flujos financieros globales. La falta de comprensión del financiamiento externo, por ejemplo, llevó al fracaso espectacular a un grupo que había sido líder interno, el llamado Grupo Alfa de Monterrey; tomaron préstamos externos desconociendo el riesgo del tipo de cambio y quebraron con la devaluación del peso.  En el extremo, los individuos con suficiente dinero encuentran la opción de renegar de su país, expatriarse y resultan asimilables en otras latitudes. El dinero mismo no es extranjero en ningún lugar.  El conjunto de la case alta no se debe calificar como tránsfuga, aunque sí sea viable cuestionar su nacionalismo y la falta de sagacidad estratégica para defender intereses nacionales. Más que tránsfuga yo pienso en un tema ideológico: la seducción del esquema neoliberal que desde 1980 nubló las posibilidades de acción nacional(ista) de las élites locales o bien nacional-lista (en inglés: Smart-national) de los dirigentes del país. Al respecto, falta una escuela de pensamiento estratégico de la defensa del interés nacionalista, que no se limite a un (mal) pensamiento nacional-chovinista, que grite lo hermoso de la patria, pero ignore la complejidad el mercado global y los intereses compartidos con los norteamericanos, descubra el tema de la mega-frontera, afronte el reto de las trasnacionales, etc.

La élite antinacional. Si bien la clase socioeconómica superior se divide en miles de opiniones y prácticas personales —incluso podían aparecer ahí algunos de los mexicanos más sinceros y amorosos con su patria— entre sus pliegues aparece al filo más antinacional.  Por la escalinata del penthouse —ese departamento privilegiado del rascacielos imaginario del país— nacional se escurrieron las acciones y políticas más depredadoras de esta nación (o de cualquier otra). Desde la cúspide arribaron las teorías y prácticas que hundieron a la moneda local en la impotencia de la hiperinflación (por tanto, en la reverencia hacia el dólar) y abrieron las fronteras comerciales de un modo imprudente y servicial. Por esa misma vía, hoy mismo se privilegia al monopolio trasnacional frente a la pequeña y mediana empresa mexicana, proponiendo la insensatez de una competencia ruinosa, por ejemplo, con las facilidades dadas a Wallmart, cuando obtiene permisos mediante corrupción, mientras arruina al modesto comerciante nacional. ¿Sería ético perdonar a una empresa extranjera que confiesa actividades de corrupción para instalarse en nuestro país? ¿No se les debe aplicar el artículo 33 constitucional del “extranjero” pernicioso y aplicar la misma política que reciben nuestros indocumentados? Resulta increíble la ternura de los antimexicanos, cuando se trata de perdonar las violaciones a la ley del gran capital extranjero.
Una élite es un grupo separado y exclusivo, que ocupa una posición superior o de privilegio, de tal modo que se distingue del entorno. El término no resulta siempre negativo, pues existe una élite científica distinguida por su mejor pensamiento y su acumulación de saberes. Pero una élite de poder, de entrada resulta sospechosa, motivo de suspicacias y hasta de rencores gratuitos. El tema es más espinoso, cuando la élite posee un signo de comunidad ajena al país, sello de pertenencia a circuitos exóticos, ya sean textuales o implícitos. En especial, el neoliberalismo acunado en escuelas norteamericanas, nos resulta un eco molesto de la malafama del positivismo afrancesado el periodo porfiriano. El grupo de los llamados tecnócratas del priísmo que se encumbraron claramente en el sexenio de De la Madrid, se distinguieron por su educación superior en Estados Unidos. Colocados en puestos claves de la decisión económica de México. A cierto nivel el fenómeno resultaba trivial: los hijos de los políticos importantes y otros jóvenes destacados de las clases altas acudían a formarse en el extranjero. Estos jóvenes educados en Estados Unidos estaban destinados a ocupar puestos destacados en la administración pública y sus competidores de la burocracia nacional los miraban con recelo y hasta impotencia, pues estos nuevos cuadros tecnócratas tenían habilidades y conocimientos para el manejo de áreas claves del gobierno. El problema era encontrar si los estudiantes de Harvard y demás colegios extranjeros, que se encumbraron, tenían una identidad de grupo. La suspicacia y la triste experiencia nos empuja a decir: esto parece un complot. Aunque no existiera una unidad de fondo entre tales personajes ni un complot en sentido textual, en pocos años las tendencias neoliberales alteraron la práctica política, y el viejo nacionalismo revolucionario (a nivel económico expresado en un keynesianismo local tan notorio por el éxito del “milagro mexicano” con todas su variaciones) cayó en pedazos. Aunque muchos de los protagonistas del neoliberalismo mexicano, afirmen que son contrarios a esa tendencia (en tanto químicamente pura), de cualquier forma desmontaron el sistema previo (de fronteras cerradas, de Estado interventor, etc.). El cambio de sexenios y de partidos gobernantes no ha roto la inercia neoliberal y sus híbridos dominaron el panorama nacional, incluyendo el debilitar al sentido nacionalista. Por los frutos del capitalismo salvaje, amoroso con las finanzas y rudo con las personas, los neoliberales deben ser considerados los antimexicanos de tiempo completo.

El triste caso del bicentenario. Por sus raíces conservadoras, el panismo resultó el peor organizador de los festejos de la Independencia y Revolución. La mala conciencia los coloca en el bando enemigo, aunque ningún panista le cargó el arcabuz a Calleja ni dictó sentencia en los juicios contra Hidalgo y Morelos. Además el gobierno de Felipe Calderón omitió la celebración del 150 aniversario de la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma, es decir, omitió la Reforma liberal del calendario histórico. En fin, para mantenernos en el tema, estas celebraciones anunciadas con años de anticipación quedaron en el rincón de los “actos fallidos” (en el sentido de Sigmund Freud: revelaciones de tendencias inconsciente, que no se confiesan), de tal manera que terminaron en la tragicomedia de la “Estela de Luz”. Esta broma involuntaria del sexenio de Calderón, comenzó con un concurso, entregado a modo, pues se concursó el proyecto de un “Arco de Luz” y el premio se desvió hacia una “Estela”. El lector malicioso se preguntará ¿Y qué tiene cambiar un arco a una estela? Tiene de malo que un concurso público sigue reglas y lo convocado debe ser lo premiado. Aunque si decimos seguidito dame un-arco-de-luz, se convierte en u-narco-de-luz. Esa broma involuntaria debió horrorizar al equipo de Calderón cuando se dieron cuenta. De cualquier manera, torcieron el concurso hacia algo no convocado y premiaron un  proyecto. Luego de premiarlo generaron un proceso de corrupción tan tortuoso que hasta el Presidente tuvo que reconocer que sí hubo corrupción en su creación. Además, al ser levantado de modo escandaloso y puesto en frente de la monumental Torre Mayor, ese homenaje bicentenario quedó como pequeño recuerdo de una mala broma. En lugar de una obra espectacular para alegrar el ánimo nacionalista, quedó la señal para criticar la medianía de un sexenio y el sitio pasó a ser reconocida como “monumento a la suavicrema” (una marca de galleta con cuadritos) o la “estela de corrupción”.
Si con la triste historia de la Estela de Luz no bastara para mostrar la “actitud” hacia la independencia del sexenio 2006-2012, debemos complementar con la improvisación y el derroche de los “festejos”. Si bien los desfiles y shows multimedia fueron alegres y vistosos, habrán de quedar como combinación de elementos sin fondo, muy cuestionados por su falta de sentido histórico y ausencia de patriotismo. El emblema de tal tipo de cuestionamientos fue un gigante móvil, que parodiaba a un personaje revolucionario. La buena fe de los creadores de este gigante y de los shows multimedia no resistió el efecto de la crítica informada. Así, sucedió con los demás detalles del espectáculo popular, poco culto y sin intención de aportación histórica: merecen el olvido. Todavía más significativo es comparar al régimen (relativamente pobre) de Porfirio Díaz y su enorme gasto en monumentos dedicados al centenario de 1910. La Ciudad de México sigue tachonada con obras arquitectónicas notables y estatuas levantados hasta el año 1910; en comparación, las paupérrimas acciones del bicentenario 2010 demuestran desmemoria y falta de homenaje para quienes nos dieron patria,  resultan como caricatura. La falta de acciones significativas fue la demostración de la falta de apego a nuestras Independencia y Revolución por parte del Gobierno Federal.

Entregar las piezas clave de la economía nacional es el eje de la incultura del derrotismo. Para la mayoría Salinas de Gortari es un destacado neoliberal que privatizó las propiedades públicas. Sin embargo, este ex Presidente en uno de sus libros protesta y dice que él no es (estrictamente) neoliberal, proponiendo un argumento de defensa (desesperada y, diríase, inútil)[2]. Explica que en su sexenio cuidó de no extranjerizar (pero sí de privatizar) el sistema financiero, pues que fue después (en particular ataca a su sucesor, Ernesto Zedillo) cuando se entregaron los bancos nacionales al extranjero y que él no está de acuerdo (en la comodidad de la retrospectiva). Desde cualquier punto de vista los grandes bancos privados son una pieza clave de cualquier economía y más cuando la banca pública (casi) nunca financia al público.
En efecto, los grandes bancos fueron privatizados (concepto de por sí cuestionable, en nuestro caso rayando en una “compadrización”) hacia grupos empresariales mexicanos y rápido pasaron a manos extranjeras en los periodos de Zedillo y Fox. Con esto, los recursos que pertenecieron al país (periodo estatal) y los enormes subsidios del rescate bancario (FOBAPROA) pasaron a control extranjero, además de que las ventas accionarias prácticamente no pagan impuestos. En pocos años, solamente un banco importante quedó en manos nacionales, y cinco de seis grandes bancos reportan a metrópolis extranjeras: Banamex, BBVA-Bancomer, Scotia, HSBC, Santander. El agravante es que la banca mediana nacional tampoco existe, así recibimos una variedad de monopolio financiero externo.
Efecto de una incultura de la pérdida (corolario de un neoliberalismo anti nacional) este proceso de pérdida del sistema financiero se realizó sin tropiezos. Ni siquiera se cobró una cantidad interesante de impuestos por las ventas de la élite nacional a la extranjera. Y luego se queja el gobierno neoliberal de que no alcanza con la recaudación de impuestos.
Este triste episodio, tan poco señalado de la pérdida de soberanía nacional, recuerda el 1848 con la separación de la mitad del territorio. En este caso, quedó amputada cualquier posibilidad de una “soberanía financiera” (en cualquier situación que signifique este término). Pareciera que sí existen unos antimexicanos profesionales (full time para que ellos entiendan), con poder suficiente para hacer cirugías mayores a nuestra economía, sin necesidad de disparar un solo tiro ni arriesgar ningún soldado.

La pequeñez del grupo antimexicano de tiempo completo. Cuando revisamos el tema con sentido estricto, esta élite antimexicana resulta un grupo pequeño. En la distancia histórica, me recuerda a la alta aristocracia y su sistema dinástico que dominó Europa durante siglos, cuando los reyes y sus cortesanos dominaron el panorama del poder durante siglos. Para derrumbar al sistema dinástico bastó la formación de una alternativa creíble y práctica: fecundada por los talentos de los grandes ilustrados, levantada por los burgueses liberales, alimentada por un sector medio audaz y cumplida por el pueblo llano con hambre de justicia.
El tamaño de la élite neoliberal es pequeño, quizá la mayoría de sus partidarios lo son por conveniencia de momento y por falta de opciones. Los políticos de alto nivel se suman al neoliberalismo por falta de alternativas (imaginan que los Tratados de Libre Comercio son la única opción y que el Sistema Financiero Mundial es sagrado); unos pocos lo hacen por convicción (derivados de estudios en universidades extranjeras y locales que juran bajo el credo del libre mercado); la mayoría opera con ignorancia del principio y fin. De hecho, la mayoría de los políticos de alto nivel están alarmados por los malos resultados de las gestiones económicas, pero creen (con fe y no con razón) que la única manera de mantener la “estabilidad macroeconómica” es someterse a una disciplina neoliberal, que incluye el permiso para entregar el sistema financiero a las trasnacionales, junto con otros sectores estratégicos.
El único grupo que es y debe ser neoliberal por destino y conveniencia son los altos funcionarios de trasnacionales específicas (sector financiero e industrias clave) y los representantes de algunas instituciones internacionales que se benefician de este sistema (los propios representantes de los acuerdos comerciales y financieros). Debo precisar que no todos los organismos internacionales se benefician del neoliberalismo, muchos lo padecen y están ansiosos de encontrar alternativas al “capitalismo salvaje”. Lo mismo sucede con dirigentes de trasnacionales que divergen del credo neoliberal y hasta se muestran altruistas. Incluso importantes especuladores financieros toman distancia del neoliberalismo y anuncian su quiebra estrepitosa, como George Soros[3]. De modo cuantitativo el grupo antinacional es pequeño, pero su fuerza económica y política resulta grande; por fortuna, tampoco tienen modo de emplearla a su antojo.

Cuidar al país del fracaso. Si medimos el tamaño del “grupo duro” neoliberal solo suma a pocos miles de personas; la demás élite cae en el neoliberalismo de manera circunstancial y sin conciencia de ello; muchísimos más se dejan arrastrar y creen que ante la opción antinacional no existe alternativa. Al final de día, los más de cien millones de mexicanos de tiempo parcial, quedan sometidos a unos pocos miles de antimexicanos de tiempo completo. Por lo mismo, de modo creciente los países eligen gobernantes que se inclinan contra el neoliberalismo, ya sea bajo programas de izquierda o derecha. Incluso los mismo Estados Unidos con Obama no se ajustan a la receta neoliberal, sin embargo, la alternativa para superar de manera definitiva al neoliberalismo parece estarse formando. Diversas regiones, tras optar por modelos de gobierno más sociales, caen en crisis y recaen en el neoliberalismo, donde la cura es tan mala como la enfermedad.  Otras regiones se levantan amargadas de la medicina neoliberal, descubriendo que el remedio del capitalismo salvaje no arregló nada. En fin, el contexto planetario nos indica que los países tienen la opción de arrinconar a las élites neoliberales y explorar nuevas rutas para su propia felicidad, saltando los linderos del capitalismo salvaje. En ese sentido, los más de cien millones de mexicanos de tiempo parcial, poseen el interés y la fuerza para arrinconar a los pocos miles de antimexicanos de tiempo completo. ¿Utilizaremos nuestro tiempo parcial para cambiar de rumbo?
Cuando escribo esto recién han terminado las elecciones de 2012. El proyecto ganador —el PRI, vestido en los colores de la bandera— prometió eficacia y cumplimiento; ya no asume el credo del neoliberalismo, pero tampoco presenta una alternativa integral al neoliberalismo (que es la economía de la injusticia). El gran derrotado, el proyecto de la derecha del PAN, había aplicado un neoliberalismo sin radicalidad (simplemente dejando que siguiera la inercia de las medidas neoliberales de las tres últimas décadas) El proyecto perdedor —el Movimiento Progresista de izquierda— usó un discurso fuerte contra el neoliberalismo, aunque no definió las palancas claves y recurrió poco al discurso nacionalista.  Gran parte del priísmo está decepcionada de sus presidencias de 1982 a 2000, cuando el dogma neoliberal los llevó a perder el Poder Federal (lo que más importa al político profesional). Por su parte, los neoliberales imaginan que fabricar fracasos no trae consecuencias, con la inocencia del niño que lanza la piedra y esconde la mano; ellos creen que esta nueva transición no alterará sus perspectivas. Sin embargo, las promesas rotas del neoliberalismo (crecimiento, abundancia, solución a la pobreza y las crisis, entrar al primer mundo) lo condenan. El nuevo milenio está madurando para propuestas mejores y más integrales ante los desafíos globales. Los mexicanos de tiempo parcial tenemos la palabra; además, somos mayoría en sentido cuantitativo y ético.

NOTAS:


[1] Riding, Alan, Vecinos distantes. Radiografía de México y sus relaciones con los vecinos por un periodista norteamericano que radicó en este país durante décadas, y lo evaluó a detalle.
[2] SALINAS DE GORTARI, Carlos, ¿Qué hacer?
[3] SOROS, George, La crisis del capitalismo

miércoles, 10 de octubre de 2012

RESUMEN Y ANÁLISIS DE "LA VOZ DE SU AMO" DE STANISLAW LEM EL FLUJO UNIVERSAL

“El conocimiento es irreversible; uno no puede volver a la oscuridad de la dulce ignorancia”
Stanislaw Lem


Por Carlos Valdés Martín

Visto a ojo de pájaro, el argumento de la novela La Voz de Su Amo es sencillo y se puede resumir en el relato de un líder dentro del proyecto secreto para descifrar un mensaje enviado por una inteligencia extraterrestre superior. Esta sencillez posee su complejidad, pues el relato se plantea desde el punto de vista de un “genio matemático” quien fue uno de los líderes del proyecto secreto y se toma en serio la superioridad del mensaje, que resulta indescifrable. El mensaje formado por una emisión de neutrinos conserva las características de un mensaje imposible de descifrar, con rigor estricto la narración asume que el descifrado completo es un imposible, estricto como el imaginado por Bataille en su Lo imposible, y me atrevo a aseverar que es muchísimo más estricto este imposible de Lem. ¿Cómo sucede esto? El imposible evocado por Bataille es ético, filosófico y literario, buscando la experiencia subjetiva límite de los actos, sentimientos y estética, mientras Lem busca la experiencia límite en el filo objetivo y de civilización, porque el mensaje interestelar de la novela está tan arriba en la escala de inteligencia y civilización que los esfuerzos combinados de todos los mejores científicos del planeta tierra resultan impotentes (en todas las especialidades relevantes naturales y sociales) sino para descubrir la “punta del iceberg”. En ese sentido, me parece encontrar en VDSA (por sus siglas) un relato de angustia, de relativismo ante la grandeza del cosmos y la infinita tarea por descubrirlo.
 En general, la ciencia ficción trata de la máquina suprema (el tecno-saber o la civilización alienígena) como su “cosas suprema” y del flujo supremo del tiempo (el futuro distante como el modelo que nos re-totaliza , nos reinventa), de tal manera relativiza el presente de un modo sorprendente, pero también descubre sus tendencias secretas y más sólidas (porque el futuro hace sólido lo que hoy es un vago sueño), por lo mismo gusto de inventar territorios inhabitables como utopías (positivas, negativas o mixtas). Esta creación de una “máquina” límite ya está prefigurada en las ancestrales ideal del objeto mágico supremo, como una espada invencible, una problemática “caja de Pandora” o un terrible laberinto de Dédalo. Mientras las visiones ancestrales quedan marcadas por un fetichismo simple , el avance tecnológico nos obliga a temblar antes un fetiche viable. En el periodo reciente (ni arcaico ni futurista) se van inventando nuevos objetos-fuerza (maquinas fetichizantes) como la “piel de zapa” de Balzac y el Golem de Meyrink; donde los depósitos de poderes fantásticos van adoptando nuevas figuras, hasta alcanzar los contornos más creíbles de lo maquinal tecnológico a partir de Julio Verne.

En esta novela se levantan tres máquinas-de-deseo extrañas: el mensaje-y-su-civilización-hipotética; el complejo-secreto-comunidad-de-científicos; y la lucha-entre-saber-y-destrucción. En mitad de estos complejos dispositivos (imaginados y recreados por Lem) se levanta una personalidad (el sujeto superior, el personaje en primera persona), una tarea (descifrar, obtener el saber superior), una tensión (lo que está más allá del ser humano, la tensión de lo imposible de una inteligencia más allá de nuestros propios límites) y unos flujos (de venturas, de saberes, de personalidades, de poderes). El flujo de una ventura (el azar extraño que entrega un mensaje galáctico indudable) que termina en el sitio adecuado, la botella lanzada al mar galáctico termina en las manos justas para intentar descifrarla. El gran objeto de esta narración es el Mensaje, por todo lo que trae atrás (la civilización extraterrestre superior) y empuja en varias direcciones (un tutelaje sobre la evolución biológica, un arma de destrucción masiva suprema). El gran sujeto es el personaje (ese sabio inventado, Peter E. Hogarth) quien media entre la cima del saber humano (la ciencia pura en todas sus derivaciones) con sus recursos frente al enigma grandioso: el Mensaje. La novela juega con una posibilidad que el raciocinio científico no puede descartar: vida inteligente y superior en el espacio exterior. La tensión viene de que nuestra propia especie y civilización se levanta hasta la altura de su propio saber, como estimara Ortega y Gasset, el vértice del tiempo nuevo surge en el nivel del conocimiento, el saber es la punta más avanzada de la madeja. Entonces la irrupción de un nivel cualitativamente superior, tan avanzada, que no lo alcanzamos a comprender, implica una ruptura de esquemas tremenda. De ahí el odio y fascinación sobre el tema OVNI, pues la presencia de una civilización superior en una lejana galaxia implicaría una “revolución copernicana” que implicaría el final de ese ideal renacentista: el hombre es la medida de todas las cosas. La lucha de Hogarth por descifrar el Mensaje implica una tensión enorme por sus implicaciones: superar el nivel del saber humano, reconocer una relatividad al antropocentrismo. En cambio, en esa lucha mental los sucesos son muy discretos: un descubrimiento llamado de dos modos distintos según fuera el enfoque de su estudio. Denominado Señor de las Moscas para la biología o Huevos de Rana para la física. Primero se enfoca más hacia la posibilidad de una sustancia que tutelara el desarrollo de la vida a distancia, y el segundo, sobre un efecto de tele-explosión, una bomba atómica que se desplaza a la distancia a velocidad luz, con el defecto de no poder precisar su destino. Ambos temas poseen matices apasionantes. En el primero se especula sobre el origen de la vida y el desarrollo de las especies vivas, en el segundo surge la posibilidad de la aniquilación. El tema de la aniquilación está marcado por la guerra fría y su clima de mutua amenaza de aniquilación entre la URSS y EUA. El camino de esta novela son los juegos de inteligencia, de invención y descubrimiento entonces resulta desértica de trama y aventuras. Una y otra vez se confrontan diferentes ciencias y herencias filosóficas para comprender nuestra realidad; en ese sentido, la ciencia está bastante viva bajo la ficción. Además, resulta evidente la inspiración de esta novela para el proyecto liderado por Carl Sagan para buscar inteligencia extraterrestre desde el observatorio de Aruba. Esto implica que es un texto distinto de la novela típica: con venturas y desventuras, con drama y lágrimas, con héroes y villanos, anécdotas picantes y tensiones constantes, un hilo a descubrir, un criminal oculto y demás. Entonces La Voz de Su Amo no tiene eso, le falta el tramado típico o lo presenta a un nivel tan anémico, que me sorprende, porque con microscopio se encuentra alguna anécdota, como el modo en que se consiguió el mensaje y la presencia discreta de los militares custodiando la base y la investigación; empero la trama tradicional queda sepultada por el lado fuerte de este escrito: su especulación mental intensa, la lucha entre las ciencias, la confrontación de puntos de vista, develando los velos de la verdad sin misericordia. El otro elemento de estilo notable es la discreción de la fantasía, así este texto casi raya en el realismo, pues el ingrediente fantástico está muy dosificado; el buen cocinero diría que esta fantasía es como el grano de sal, proporcionado en una pequeña medida, suficiente para mantener el ambiente realista.

Argumentos interesantes 
Stanislaw Lem entrega muchos inteligentes juegos mentales, un ejemplo lo observo en este argumento sobre la impertinencia del psicoanálisis para explicarnos: “La doctrina psicoanalítica revela el cerdo en el hombre, un cerdo provisto de la montura de una conciencia; el desastroso resultado es que el cerdo se siente incómodo bajo ese pío jinete, y tampoco el jinete es más feliz en la situación, pues su cometido no es sólo domar al cerdo, sino también volverlo invisible. La noción de que tenemos dentro de nosotros una antigua Bestia que lleva sobre sus espaldas una moderna Razón es un pastiche de las mitologías primitivas…. El psicoanálisis procura la verdad de una manera infantil, escolar: aprendemos de él, ruda y apresuradamente, cosas que nos escandalizan y que, por tanto, llaman nuestra atención. A veces sucede, y así es en este caso, que una simplificación que roza la verdad, aunque de manera barata, no tiene más valor que una mentira. Una vez más se nos muestra el demonio y el ángel, la bestia y el dios unidos en un abrazo maniqueo, y una vez más el hombre se ha considerado a sí mismo inocente, pues no es sino un campo de combate para fuerzas que lo han penetrado, lo han distendido y se han apoderado de él dentro de su piel.” El novelista queda atraído por la psicología, al mismo tiempo que rechaza la versión, pues es perversión —y al hacer el balance— le parece una especie de caricatura maniquea, que sirve de disculpa, mas no de explicación. Para exponer la vocación de matemático de su personaje Hogarth, la novela toma este camino casi inverosímil, que implica una insinuación de teología para el estadista matemático: “Al que busque una razón sin que le sea posible aceptar la hipótesis de un plan, adopte éste la forma de la Providencia o lo Diabólico, sólo le queda el sustituto racionalista de la demonología: las estadísticas. Así pues, es de una habitación en penumbra con olor a corrupción de donde parte el rastro que conduce a mi antropogénesis matemática.”

Resulta interesante señalar el flujo imaginario del doble sobre el mundo. En una curiosa parte, Lem señala que el proyecto de VDSA ha generado una literatura enorme, superior a la provocada por el Proyecto Manhattan, en el cual se incubó la bomba atómica. La imaginación literaria, por su capacidad expansiva, nos entrega con naturalidad esta clase de argumentos: invención de textos para referirlos en textos. En el extremo Lem inventa una historia del procecto: “La obra en cuatro volúmenes del historiador de la ciencia William Angers, 749 días: una crónica, es monumental. Me asombró su escrupulosidad; Angers ha examinado el trabajo de todos los que intervinieron en el Proyecto e hizo una compilación de sus puntos de vista. Pero no leí su obra hasta el final; me pareció algo tan imposible como leer una guía telefónica.” Me provocó una sonrisa esa referencia a la guía telefónica y la convicción de que el autor atesora un cosmos más monumental de un mundo tras las páginas de su novela. Con una extensión menor, este argumento compagina con varios de Borges, en especial su Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, donde un mundo paralelo irrumpe en la imaginación terrestre , para convertirse en una capa de interés masivo; la diferencia radical es que ese trasmundo de Borges es metafísico, distinto a nuestras legalidades físicas y mentales (otro tipo de imposible), mientras el de Lem es físico y en su relato el polaco nos entrega un mínimo mensaje de repercusiones colosales, mientras el argentino nos regala ya el informe de un mundo completo, escurriéndose entre las páginas de una enciclopedia. Además, la referencia de Lem a una proliferación de textos sobre la VDSA en términos de referencias secundarias (de los no informados o de enfoques distintos) posee un aire a juego mental borgiano: “Además, se vuelve inevitable el fenómeno del pseudoplagio: la repetición inintencionada de ideas de otros que son desconocidos.”

 El conflicto entre ciencias matemático-naturales y las humanas

Uno de los temas más interesantes de esta novela es el conflicto constante entre las ciencias naturales y las humanas, encarnadas en el protagonista y en la separación entre grupos del proyecto VDSA. Con ironía (constante de Lem) el protagonista se presenta de modo sincero (cuestionando sus propias inclinaciones y motivaciones) para pronto quejarse de que la intervención de la matemática (y el enfoque de la ciencia natural) es rechazado por las ciencias sociales, debido a la especialización y al amor propio de los protagonistas de cada segmento. El autor plantea argumentos ingeniosos y bien informados, que se pueden ejemplificar en la queja del personaje principal al presumir: “probé la existencia de un umbral de complejidad para autómatas finitos con control algedónico ” con lo cual se explicaría la polarización entre sadismo y masoquismo, así como “suponiendo la existencia de panmixia (entrecruzamiento al azar), a lo sumo el diez por ciento manifestará un equilibrio adecuado de control algedónico, en tanto que el resto se desviará de la norma” Sin detenernos mucho, el personaje afirma que bajo la hipótesis de autómatas algedónicos (sometidos a un control en base al placer y dolor) creó un modelo matemático, para establecer la tendencia a la disyuntiva de comportamiento moral hacia el bien y mal, que luego proyectada mediante la panmixia, establecería un diagnóstico matemático de la trayectoria de la humanidad, con sus dilemas morales y su desviación hacia el mal, donde en este texto, “desviación” tendría el sentido de estadística y no de inmoralidad. En el argumento, esta propuesta de una explicación matemática del comportamiento moral y su evolución, resulta recibida con un escándalo mudo por los antropólogos y demás, por lo cual la “brillante” aportación de Hogarth está destinada al malentendido entre los sabios de perspectivas opuestas. La reacción de Hogarth (en este caso supongo alterego de Lem) es la ironía hacia los supuestos misterios de la Antropología, Historia y Psicología que buscan explicar la moralidad y el comportamiento humano en el tiempo por factores como arquetipos, misterios, espíritu, etc. Aunque yo mismo tomaría partido por la ciencia social incomprendida por los naturalista, me abstengo, para solamente anotar la contraposición de saberes complementada con un sincero esfuerzo por su interpenetración, porque resulta admirable el esfuerzo de Lem por captar los matices de las disciplinas sociales, entenderlas y contrastarlas con la percepción de la “cosa misma” natural. Este ejemplo literario expresa la tensión inherente a la división real de saberes en la “comunidad” de los sabios, en las academias y laboratorios; en ese aspecto la metáfora de VDSA es interesante como una cúpula de conocedores esforzando al máximo su maquinaria intelectual por alcanzar un objetivo común (el mensaje galáctico) que terminan en el fracaso; eso resulta en la “gran metáfora de la impotencia” mediante el uso supremo de la potencia. ¿Cómo nos identificamos con esta situación excepcional? Respuesta: cada individuo es un sabio en su pequeña parcela de mundo, un rey en su habitación privada. Simultáneamente esta situación es una ilusión: reconocemos nuestra limitación, y el ego nos indica que volamos al 100% de nuestra capacidad mental. Además, desde el siglo XIX, la sociedad occidental se levanta sobre los resultados de la ciencia, así que el ícono del progreso es nuestra brújula, y también nuestro motivo de desesperación por no llegar a una cúspide final. De alguna manera Fausto ya mostraba ese drama: el saber abraza el mundo y no resuelve la existencia.

 Ejemplos de metáforas de la impotencia y pequeñez humana 

El uso de metáforas para explicar la pequeñez e impotencia de nuestro género para entender un desafío mayor, posee una carga de sana ironía y lo saludable es el llamado a limitar nuestro egoísmo, solicitándonos evitar el engreimiento del antropocentrismo, rechazando a la especie elegida y única. De modo muy claro plantea que la capacidad universal de conocer es un mito: “El mito de nuestra universalidad cog¬noscitiva, de nuestra disponibilidad para recibir y compren¬der información absolutamente nueva —absolutamente, puesto que era extraterrestre— sigue en pie, aunque al reci¬bir el mensaje de las estrellas no hicimos con él más que el salvaje que al calentarse con un fuego de libros ardientes, los escritos de los hombres más sabios, ¡cree que ha obte¬nido de ellos un enorme beneficio!” La élite científica termina siendo comparada con una horda primitiva calentándose con un texto, cuestionando el utilitarismo del saber, y si la utilidad domina ¿qué queda de digno en el saber? Compara la multitud de discursos que pretenden la verdad con las hormigas y también observa la utilidad relativa de sus actos. “Pero hay beneficios y beneficios. Las hormigas que encuentran a un filósofo muerto en su camino darán buena cuenta de él.”

 En ejercicio contra el antropocentrismo. 

En texto entero es una escapada al territorio extraño que nos exige abandonar el antropocentrismo, cualquier pretensión de superioridad humana y de universalidad cósmica. Es un llamado a la humildad y, en especial, a redimensionar nuestra capacidad de comprensión; de rebote, nos invita a incrementar la capacidad de asombro y de aventura. Define un ejercicio de repetir la revolución Copernicana que sacó a la Tierra del centro del cosmos, para buscar un nuevo eje; por lo mismo, es el relato de un fracaso, ya que el mensaje no se descifra y la inteligencia humana queda cuestionada. Aunque esta obra represente el campo más limitado de la literatura, no deja de ser eco de muchas tentativas de las varias ciencias para escapar de la jaula del “ego-centrismo” humano o regional. La antropología avanzó quejándose del euro-centrismo como modelo de civilización ; la psicología se ha quejado de otros centrismo como la normalidad o el predominio del varón ; la historia se ha alarmado del predominio del Occidente, como la epopeya de la humanidad y la insensibilidad ante el colonialismo ; una versión de filosofía se queja del concepto de hombre como una “composición” arbitraria de una época; no ha faltado quien objete al binomio de razón y Occidente como un centrismo cuestionable ; etc. En fin, la corriente del descentramiento ha sido marcada y clara en las diferentes tendencias de las ciencias sociales, pero las naturales parecieran no haber participado de esa clase de preocupaciones durante los últimos cinco siglos, hasta que —en su propia frontera— se encuentran con el tema de lo extra-humano. Dicho de otro modo, la ciencia natural siente que representa a la humanidad entera (y no requiere de algún descentramiento, aunque exista algún caso exótico, como la “ciencia soviética” opuesta a la “burguesa” ) por tanto no exige de ninguna revisión interna para operar. El texto literario de Lem nos invita a imaginar que un descentramiento de la ciencia es posible y hasta necesario —al mismo tiempo que imposible e inútil—, pues la tentativa fracasa; ni las mentes más brillantes coaligadas nos transportan más allá de la frontera humana. Por mi parte anoto, que la estructura de esta ironía literaria, también nos indica la necesidad de esa trascendencia, ese movimiento de auto-superación donde el saber humano busca traspasar su frontera. La contraparte práctica del evento literario de Lem es la existencia del proyecto científico de búsqueda de vida extraterrestre (SETI por su siglas en inglés) liderado por Carl Sagan en su momento.

 La disyuntiva de la evolución humana 

A diferencia del teórico social, que plantea el curso posible como eventos, revoluciones, reformas o nuevos regímenes político-sociales, el punto de vista del científico-literario, que es el de Lem, imagina el horizonte en términos de evolución futurista. Entonces nos plantea la pista general para la humanidad: hacia el mundo o hacia sus propios placeres. El argumento comienza comentando que en las élites se está discutiendo el potencial de auto-evolución mediante la modificación genética. Se pregunta por la creación de cyborgs (en el argumento no se ha concretado), lo cual amenazaría con dividir a la especie; sin embargo, en su presente literario, las modificaciones no pasan de ser superficiales, pero ya surge otro potencial. Le parece al personaje que las modificaciones genéticas auto-inducidas van en el sentido de que se use “LA RAZÓN AL SERVICIO DE LOS IMPULSOS” , de ese modo, la investigación se centra en obtener ventajas sibaríticas. El libro imagina un posible curso en ese sentido, indicando: “Si esta tendencia condujera a la invasión del cuerpo humano por dispositivos tecnológicos, sin duda la idea sería expandir al máximo la gama de sensaciones placenteras y quizás incluso dar nacimiento —además del sexo, los narcóticos y la felicidad culinaria— a otras clases, hasta ahora desconocidas, de estimulación y gratificación sensuales. (…) Si tuviéramos en el cerebro un «centro de placer» ¿qué nos impediría conectarle órganos de sentidos sintéticos que permitieran alcanzar orgasmos místicos y no místicos mediante acciones especialmente diseñadas como desencadenantes de éxtasis multifacéticos? Llevar a cabo semejante autoevolución constituiría un final definitivo de la cultura y las costumbres; implicaría un apartarse de todas las cosas extraterrestres. Sería un modo de suicidio intelectual excepcionalmente placentero.” Esta perspectiva de un hedonismo tecnológico potenciado implicaría apartarse de todas las cosas y punto, abandonar la inquietud de la civilización para cambiarla por la gratificación perpetua, directa hacia el cerebro. Aunque la corriente o posibilidad del camino de un hedonismo enquistado es la que más y mejor argumenta Lem, existe la otra posibilidad de expansión continua de la humanidad, una que llama expansiva-ascética, la cual buscaría la continua expansión de la civilización, por lo mismo, obligaría a la búsqueda cósmica. Es evidente el asco de personaje por la primera opción y el gusto intelectual por la segunda, sin embargo, cualquier opción merece una sonrisa irónica.

 Hasta la última posibilidad: caricatura e inteligencia 

Mediante el bisturí de la mente, Lem empuja algunas de las tendencias de la modernidad hacia su límite lógico y nos revela que los grandes logros de la civilización contienen algo de caricatura. Un lindo ejemplo es la velocidad del viaje, donde Lem dice: “Hasta hace veinte años, un viaje desde Europa a los Estados Unidos exigía siete horas; a un coste de dieciocho mil millones de dólares, ese tiempo se redujo a quince minutos. Ahora se sabe que con un gasto de algunos miles de millones más, este tiempo de vuelo puede reducirse a la mitad. Un pasajero, esterilizado de cuerpo y mente (por temor de que transmita la gripe asiática o las ideas igualmente asiáticas) y al que se le hayan bombeado vitaminas y videos en cantidad suficiente, podrá trasladarse de ciudad a ciudad, de continente a continente y de planeta a planeta con velocidad y seguridad cada vez mayores. Y se supone que la visión de toda esta maquinaria enormemente eficaz y solícita debe dejarnos boquiabiertos para que nunca lleguemos a preguntarnos qué se gana exactamente con estas peregrinaciones rápidas como el rayo” La evocación es una clara referencia al avión Concorde que cuando se terminó esta novela ya tenía creados sus prototipos y el primer vuelo comercial fue posterior, hacia 1969, reduciendo la velocidad del viaje a Europa a la mitad a tres horas y treinta minutos, con velocidad límite de Match 2. Al seguir en la mente esto efecto de reducción (de tiempo o ampliación de velocidad) se bordea un límite, pero ¿qué sentido tiene darle la vuelta al mundo en unos minutos? Ahí, la literatura hace la caricatura del afán tecnológico (y la entera parafernalia que lo acompaña).

 El foco crítico: la ciencia al servicio de la destrucción 

El trasfondo más crítico y dramático de la novela de Lem está en la utilización del saber para el fin destructivo. En la trama de la novela, el mensaje extraterrestre posee una posible aplicación destructiva, pues mediante una aplicación Hogarth y un amigo cercano se dan cuenta de que es posible realizar explosiones de tremenda energía a distancia. Este invento representaría generar una explosión de tipo nuclear a la distancia, a manera de arma de destrucción masiva sin posibilidad de detección ni modo de evitarla. Esta perspectiva ensombrece a los investigadores que procuran mantenerla oculta frente al patrocinio y supervisión militar del proyecto VDSA. Los experimentos los realizan en escala microfísica pero suficientes para confirmar el potencial destructivo. Por fortuna, esa tecnología termina condenada por las leyes de la “incertidumbre” cuántica, porque al incrementar los factores con la distancia la colocación de la explosión se pierde y el destino resulta azaroso, por tanto, resulta imposible dirigir estas explosiones contra ningún objetivo. El empleo del saber con fines bélicos es cuestionado una y otra vez, de muchas formas. Por ejemplo dice el personaje principal: “Entendí en qué podía basarse una civilización y qué podía ser ella. Cuando oímos la palabra «civilización» pensamos en un equilibrio ideal, en valores éticos, en elevarnos por encima de nuestras propias debilidades, y la asociamos con lo que hay de mejor en nosotros. Pero es, sobre todo, conocimiento, un conocimiento que de la esfera de situaciones posibles, elimina precisamente aquellas (comunes para nosotros) como ésta: la situación en la que los mejores cerebros de entre mil millones de seres se empeñan en la tarea de sembrar la muerte universal haciendo lo que preferirían no hacer y a lo que se oponen, porque no hay alternativa para ellos. El suicidio no es una alternativa.” Haciendo referencia, ante el horror que surge en el personaje, cuando teme haber descubierto un arma de destrucción universal, superior a cualquiera conocida, lo cual termina siendo desechado en la trama final.

 La máquina del drama: ejecución en masa 

El saber al servicio de la aniquilación no se queda en hipótesis, mero fondo de una bomba que podría matar en masa, sino que en el relato surge con oportunidad una memoria de aniquilación con sentido personal y particular. Uno de los dirigentes del proyecto, de nombre Rappaport, de origen judío, es un sobreviviente de un campo de exterminio. Relata con detalle las vivencias de su captura y enfrentar a la muerte, sin asideros mentales ni consuelo efectivo; con la certeza atroz de que el fusilamiento y la incineración son inminentes. El consuelo momentáneo de Rappaport entraña un sinsentido irónico, pues él imagina que se convertirá en un comandante enemigo, quien dirige la operación con galanura; mientras los soldados se ensañan con las culatas y arrastran a las víctimas tras una grieta en la pared, para fusilarlas más allá de la vista del testigo. El aire se carga con olor a cadáveres y flota ceniza que entrega más dramatismo a esa espera de la fatalidad. En ese ambiente surge un evento singular, al arribar un “equipo de filmación” , que sacaría alguna ventaja del evento. Entonces el dramatismo se redobla, pues el jefe alemán exige a los prisioneros un voluntario que dé un paso al frente. El protagonista Rappaport sabe que es urgente dar el paso, pues de lo contrario los matarán más rápido a todos, pero un miedo silencioso le impide actuar. Un voluntario anónimo se adelanta y los soldados alemanes lo llevan al otro lado de la barda, en el sitio donde se hacían los fusilamientos. Se escuchan disparos y el voluntario regresa ensangrentado. Poco después se aclara que a ese lo obligaron a remover a los heridos, entre un montón de caídos para facilitar a los soldados la tarea de rematarlos. Al atardecer cae la calma, los soldados abren las puertas de par en par, y los prisioneros son abandonados, por lo que los sobrevivientes huyen del sitio sin ningún impedimento. La anécdota de la ejecución masiva aporta enorme fuerza expresiva a la amenaza de aniquilación. Los soldados no solo amenazan, actúan matando y no aceptan la condición humana de sus prisioneros. ¿Pueden los sabios servir sin conciencia a una causa de destrucción masiva? El drama no es abstracto, marca un recuerdo vivo: el autor es judío polaco.

Extraña hipótesis sobre la paternidad extraterrestre 

Según las teorías de la muerte térmica del cosmos, la progresiva expansión combinada con la ley de la entropía (la disipación de las áreas de energía concentrada según la termodinámica) nuestro entorno terminará por enfriarse y apagarse en el curso de millones de años. La agonía de un enfriamiento universal será lenta y gradual, pero los creyentes de la termodinámica la estiman irreversible. En el extremo de la hipótesis contraria, quizá la última civilización de un universo en agonía se dedicaría a generar una tecnología para que el universo expansivo renazca y —lo más importante para esta novela— el mensaje de neutrinos que sería una herramienta para promover la creación de la vida en los planetas nuevos. En ese sentido la novela presenta una arriesgada hipótesis de exobiología, para insinuar que los humanos podríamos ser producto de ese evento, cuando indica: “De este modo, en este inspirado cuadro, el código estelar se revelaba como una transmisión enviada a la esfera de nuestro Universo... desde el Universo que hubo antes que él. Por tanto, los emisores no existían, al menos desde hacía treinta mil millones de años. Modelaron tan bien el «mensaje» que sobrevivió a la aniquilación de su cosmos; y su mensaje, sumándose a los procesos de la futura creación, puso en movimiento la evolución de la vida en los planetas. También nosotros éramos sus hijos...” Esta hipótesis sobre el padre resulta sumamente atractiva y desconcertantes desde una visión psicológica, pues el anhelo de un padre (tan querido por la religión) se desvanece en una incógnita extraterrestre, pues esa lejana civilización ya está muerta y no es posible definirle ningún perfil preciso. El odio reprimido contra el padre que lo planteó Freud en el tabú, donde un animal totémico era muerto y comido por una representación psíquica reprimida de una comunidad de hijos, en su origen parricida . La ciencia ficción indica a la lejanía y afirma que el padre está muerto, definitivamente muerto, y (al mismo tiempo) es madre, tan amorosa como abstracta, para mandar un rayo de neutrinos fecundadores durante miles de millones de años, hasta tocar el presente.

 Los flujos que fracasan (la comunicación y el saber) y el horizonte del fracaso final 

Ya que el meollo de la novela es un mensaje extraterrestre indescifrable (la máquina suprema se revela inaccesible), el flujo trata de comunicar y comprender. El mensaje humano posee cierta complicación, por eso se traduce y existen dificultades de varios tipos, pero son insignificantes con la dificultad interestelar. Para el narrador existe facilidad para la comunicación humana: “Es sorprendente la convergencia conceptual de todas las lenguas de las culturas de la Tierra, por variadas que sean. El telegrama ABUELA MUERTA FUNERALES MIÉRCOLES puede traducirse a la lengua que se quiera: desde el latín y el indostaní hasta los dialectos de los apaches, los esquimales o la tribu de Dobu. Podríamos hacerlo incluso con la lengua del período musteriense, si la supiéramos. La razón es que todos tenemos una madre, que a su vez tiene una madre; que todos debemos morir; que el ritual de la eliminación de los cadáveres es una constante cultural; como lo es también el principio del cómputo del tiempo.” Es decir, a cierto nivel, cualquier mensaje humano resulta traducible y comprensible, luego no sucede lo mismo si partimos de la hipótesis extraterrestre; significa que la humanidad entera se comunica y posee una estructura de existencia semejante. Respecto del conocimiento, Lem no se queja de sus logros parciales, sino de su enfoque total. La novela entera se centra en el fracaso de las mejores mentes, cuando se enfrascan ante un reto, además de que manifiestan un enfoque equivocado. Del proyecto VDSA, en las conclusiones Hogarth, se lamenta, pues: “El error dio nacimiento al error, no podía ser de otra manera (…) porque el nuestro era un premeditado esfuerzo por convertir un instrumento estropeado en una espada mortal” . Además, el conocimiento mismo se revela impotente cuando busca su extensión última, al respecto anota: “El escepticismo es como un microscopio cuyo aumento se incrementa continuamente: la nítida imagen con la que uno empieza finalmente se disuelve porque no es posible ver las cosas últimas; su existencia sólo puede inferirse.” Stanislaw se encuentra con la misma paradoja señalada por Kant, pues las “cosas” últimas se colocan como “aporías” o paradojas, pues el infinito nos juega una mala partida, entregándonos una incomprensión final. En conclusión, el conocimiento último cae en el fracaso. Ya que la comunicación y el saber están marcados por un fracaso (real y potencial) el horizonte final adquiere un tinte pesimista. Dada una tendencia destructiva humana, el conjunto podría fracasar, de ahí un tinte nihilista del protagonista sabio, cuando imagina una estadística del fracaso de las civilizaciones en el cosmos: “Quizá sepan (ellos los extraterrestres) que, de acuerdo con las estadísticas galácticas, el tipo de psicozoico (neologismo para animales con psique) terrestre está condenado al fracaso tecno-evolutivo, de modo que no sería tan horrendo incrementar la amenaza que pende sobre nosotros, pues, en cualquier caso, «lo más probable es que no lleguemos a nada».” Lo fatídico convertido en estadística galáctica parece menos terrible, basta imaginar que existen otros seres menos auto-destructivos que nuestra especie para observar algún alivio en el fracaso. Para redondear el abrazo pesimista, el fracaso se desliza hacia una ontología materialista. ¿Qué siente un espíritu delicado en un universo destinado a la muerte? Desolación y consuelo en que un espíritu lacerado es peor que la muerte eterna. Resumiendo el final, el protagonista imagina el horrible panorama si sobreviviera el dolor individual y se agregara como chispas en el caldero de lo evolución universal, “si hasta una chispa pudiera pasar de hombre a hombre, el mundo estaría lleno de aullidos lacerantes” ; por tanto, la muerte eterna parece un descanso frente al infierno imaginario. Curioso que no confronte la finitud de la existencia y el universo en el microscopio del escepticismo científico, sino que lo termina confrontando con una imaginación de una anti-utopía de la conservación de dolor (al menos una chispa, dice Lem) en el decurso del calendario infinito. El infinito lo resuelve desde el punto de vista material-científico, sin embargo, le resulta inviable de abordar, desde un horizonte de existencia (con ciencia y arte), del rayo luminoso destinado a perderse entre dos eternidades de oscuridad .

miércoles, 3 de octubre de 2012

PERROS PARA TELENOVELAS, PERICOS PARA PENSAR

Por Carlos Valdés Martín

La historia verídica de una perrita de raza chihuahua resultó como una telenovela: el acontecimiento dictándole el guion a la ficción. Esta raza chihuahua es una de las más pequeñas, con ejemplares diminutos y delgados, nerviosos y muy falderos. Su dueña nos contó que Daisy, como llamaré al animalito, entró en celo y estaba de mal humor, por lo que buscó una oferta para cruzarla. Encontró por los avisos de periódico a otra señora que ofrecía un macho de nombre Nerón, curioso mote para un perro pequeño. Depositó a la perrita en una larga visita, pues la casa que se ofrecía para cruzar a los perritos, estaba en las afueras de la ciudad. Y la dueña de Daisy es una dama mayor, que no acostumbra viajes largos, pues se le sube la presión arterial.
Durante un par de semanas los perritos convivieron y jugaron bajo el mismo techo. La perra no quedó preñada pero sí apegada al macho. Al regresar la hembra tuvo manifestaciones que en las personas llamamos depresión: perdió la alegría y el apetito, casi pasaba el día entero dormida, y no hacía los usuales gestos para su ama.
 Así, que la dueña decidió dejar unos días más de visita a su mascota. Los dueños de Nerón estuvieron encantados del préstamo, pues también su perro les parecía melancólico sin la hembra. Vino el siguiente celo y los animalitos intentaron cruzarse.
Antes de que aconteciera ese desenlace entró un tercero dramático. En la misma casa se recibió a un perro de raza más grande, de cual se temía fuera bravo. En un descuido la hembra chihuahua quedó a merced del tercero, que llamaremos Sparky, y la empezó a perseguir. Como un paladín, Nerón entró a la defensa de la perra, pero el agresor era mucho más grande y sí era bravo. Bastó un instante para que terminara la vida de Nerón. En unos instantes llegaron los amos de los perros y atestiguaron la tragedia. Daisy no resultó dañada en lo físico, pero traía secuelas. Había quedado embarazada, pero con mucho temor, expresado en temblores y pesadillas, se despertaba y se escondía en bajo los muebles. A los pocos meses, el parto fue un fracaso: murieron tres recién nacidos.
La dueña está destrozada, su Daisy regresó con miedo y tristeza manifiestos, sigue sin apetito, a penas come, no quiere jugar. Lo contó con los ojos vidriosos, la lágrima lista a escapar.
A nivel de canes el relato corresponde con un drama de novela triste. Falta un giro de alegría, una redención para terminar la novela rosa, que luego del drama nos rescate de la depresión.
Según algún intérprete de la semiótica de la novela rosa —el estilo de lo que en España llaman culebrón y en México “churro” o telenovela— fue una invención de la literatura, en particular la adaptada al folletín, posiblemente atribuyendo su inicio a Eugenio Sue con sus Misterios de París y Dickens con sus memorables sagas.
Al cambiar el medio, migrar del impreso al medio televisivo acontece una trasmutación honda cual la Bíblica del Verbo en Carne, acontece una especie de degradación de las intensidades, como la primeras fotocopias. Esas copias de mala calidad efectuadas en un grueso papel fotosensible, que impregnaban de una enfermedad gris cada copia, por lo que el parentesco degradado entre el original y su pariente pobre, resultaba indudable. En sentido estricto, la telenovela ni es hija sino nieta de la novela por entrega periódicas del siglo XIX; pues tuvo su intermedio en la radionovela. La radio, con pura voz para imaginar, posee una inocencia mayor y prepara el proceso de la simplificación.
El problema con el sistema videograbado es que cada imagen posee demasiada información, pues el personaje no requiere de explicarse, sino que basta un maquillaje recargado en la cara de los malos, con su ceja arqueada, arrugas inventadas, falsas ojeras de ceniza y una barba crecida para sustituir cualquier sutileza sicológica. Para la visión basta con que el personaje se vea malo para ahorrarse cualquier sutileza que defina los motivos para el mal; lo mismo sucede con el bien, donde los galanes y las bonitas se apoderaron de la bondad en el medio visual. Ergo sin motivos para el mal o el bien, los personajes se vuelven acartonados y los maquillistas tienen doble trabajo; entonces los argumentos no requieren ser convincentes sino gritones y quedarse a medias. ¿A medias? El argumento largo, exige que cada capítulo o fascículo tenga su suspenso, para que el espectador regrese la próxima semana, así se crea el gancho de un suspenso de baja calidad. Mientras se empobrecieron los personajes, ganaron en belleza los buenos y en fealdad los malos, lo cual no deja de ser curioso porque según una referencia, para los antiguos griegos valía también la ecuación de bello igual a bueno; pero lo que en unos era inocencia de la primera civilización, en el presente resultó una puerilidad y un método comprobado. Las telenovelas que trataron de escapar del sistema comprobado no salieron airosas y perdieron su utilidad comercial, además que el sistema capitalista exige: más ganancia con menos gasto, y el talento es un gasto difícil de medir.

Dicen los ingenieros en minas que el talento esquivo se parece a la veta de la plata, que serpentea bajo la tierra en direcciones inesperadas, hasta que un mal día desaparece su pista y nadie la vuelve a encontrar. Así, que el sistema de entretenimiento de masas que creció como un mar no podía confiarse al talento, y lo ha dejado como una excepción, quizá más arrinconado en el cinematógrafo, pero le resulta poco útil en televisión y radio.

 De acuerdo a una revelación periodística, el perrito estrella de la película Benji no era un único perro actor, sino una colección de 12 animalitos idénticos entre sí. De ser cierta esta versión, resulta que el término “doble” aplicado al sustituto de las escenas peligrosas del actor estrella, cambia hasta lo absurdo para convertirse en el “múltiple”, de tal forma que el principio de “individualidad” de la “estrella” de la pantalla encuentra su contrario. El animal actor se convertiría en una fracción de una serie, engranaje dispuesto de la máquina cinematográfica, que resulto lógico desde el punto de vista de la “industria” del entretenimiento, por cuanto lo repetible y divisible es un principio económico de toda industria, pero choca contra el principio antagónico: la búsqueda de la individualidad de la estrella.
El personaje de la narrativa produce el más perfecto efecto de presentarnos a un individuo que destaca y vive su narrativa, por tanto se aleja de lo masivo, fantasmal e irrelevante. Si nos enteramos que la encarnación (el actor) es un engranaje sustituible resultará una decepción, no encuentro otra consecuencia. En el extremo se convierte en un engranaje formando un títere y aquí sí opera la teoría de la conspiración: no importa Benji sino su amo y el producto industrial del cinematógrafo. A modo de alivio ante la amenaza del titiritero, no imagino una fila de admiradores solicitando la firma indistinta a una tribu de 13 “Capitanes América” idénticos, sin distinción alguna. Con el uso indiscriminado de la verdad desnuda, el mito de la estrella quedaría demolido, perdería su fulgor en favor de la “fábrica de sueños”. En este caso, basta guardar el secreto para presentar únicamente a un animal de la serie como el verdadero actor. Transitar por la vergüenza imaginaria de ocultar una docena de actores parciales por cada papel de una telenovela para presentar a una supuesta estrella canina, me causó un sacudimiento y alertó contra mi propia especulación. ¿Servir al titiritero de las mascotas estrellas de cine? Jamás lo haría. En fin, sufrí de una fiebre súbita con la historia real que les narré y pasó por mi mente una telenovela de mascotas.

Al fin, que es un hecho contundente, el amor a las mascotas está sustituyendo las relaciones personas en las grandes ciudades; para muchos su animalito es más emotivo que sus parientes cercanos, gastan cada semana en mantenerlo bien alimentado y hasta le compran ropa de moda. Y no condeno esa amistad, es más yo participo de esa canofilia. La opción de una nueva Simplemente María con un reparto de poodles y cocker spaniels me atrajo un rato. Es más, no es innovación, Rintintín y Lasie fueron estrellas de la televisión en blanco y negro; las series de mascotas ya han existido; hasta un chistoso caballo parlante tuvo su programa, llamado Mr. Ed. Y lástima; hasta un delfín saltó a la fama bajo la imagen de Flipper, y un canguro se llamó Skippy. Imaginar que en todos esos casos quizá tampoco existió un único actor animal me mantuvo incómodo. Aunque no sea original, una buena repetición puede adquirir la dignidad del aplauso, por ejemplo, aunque la ópera tuvo su auge hace más de un siglo, de modo esporádico surge alguna creación memorable. Una ópera nueva no es desdeñable, por más que colocamos en un pedestal a Verdi y Puccini.

El tema de la multiplicidad de actores, en el file de la balanza pesó más que el gusto por mi idea, y de cualquier modo, tampoco me agrada el género de las telenovelas. Por un momento soñé con el invento, pero no, el agua tibia ya está a la disposición y su valor relativo es bajo, por tanto, se requiere del genio de un Hemingway para crear una narración notable con un elusivo pez marlín.

A diferencia de mi hipótesis de la multiplicación de animales actores, la aparición de la fauna en la literatura me parece una opción viable y que sigue vigente. El uso de animales de ficción se mantiene actual y variado, no está limitado a los géneros infantiles, aunque Augusto Monterroso disfrace con fábulas sus críticas sociales otorgando un aire de inocencia al ácido de la contrariedad. Una considerable cantidad de personajes literarios entrañables pertenecen al reino animal, ya sea de modo directo, o como atributos exteriores al modo de Moby Dick o del marlín gigante en El viejo y el mar. Pero sin esa ballena amenazadora no existiría la saga del capitán Ahab. Sin animales extraños Alicia no transitaría por un país de maravillas con tanto interés. Sin un animal (especie de cucaracha enorme) para transformarse, Gregorio Samsa no serviría en el universo de Kafka y este escritor no tendía un animal en su escudo de armas. Sin los perros que hablan el burócrata enloquecido no protagonizaría el Diario de un loco. La oportunidad del animal en el reino literario es indudable, ya sea como compañeros, antagonistas o protagonistas, por tanto, en este espacio sí resulta viable repetir y mejorar lo acontecido en el pretérito. En fin, quizá encontremos inspiración para recrear algún drama con los animales, varios tipos de comedias tipo fábulas, los trillados vampiros y lobos para infundir miedo y hasta una ciencia ficción, sin recurrir al extremo de los “aliens”.

 Post Data. Buscando la diferencia entre la cacería y el amaestramiento como disyuntiva radical de la condición humana me encontré con otra narración que vale la pena compartir.
Un amanecer en la selva (esa estrictamente fantasiosa) y dentro de su casa, el zorro estaba sentado leyendo su diario, cuando entró por su ventana un perico que se rehusaba a hablar. El zorro, perspicaz por naturaleza y sin haber acudido a la universidad de Salamanca, puso al ave en un predicamento al colocar un letrero escrito: “el que no hable será comido de inmediato, quien hable por miedo o permanezca callado tras leer este letrero, también.” El perico, que no andaba en silencio por miedo ni capricho, sino por una promesa entregada a su amo extraviado, un filósofo clásico alemán, se encaró mirando con furia al zorro y le dijo: —Si para ti la vida fuera tan valiosa, como para mí es el silencio, no te molestarías en colocar letreros para engatusar ingenuos; te dirigí la palabra no por temor o ignorancia sino por encontrarme contigo, como un rival equivalente en intelecto. Estaba harto de que los vecinos del bosque selvático creyeran que soy una máquina de repeticiones; después de convivir con mi último amo adopté la mala costumbre de pensar, así que te reto a un encuentro de disertaciones lógicas.
El zorro había pensado en comerse al perico, pero le ganó la vanidad y hasta apostó: —Si me ganas en la disertación, serás libre y en lugar de comerte expediré un diploma, para que te admitan en una cátedra digna de nuestra universidad.
 —Perfecto, pero yo pondré el tema referente a la verdad relativa o ¿por qué los animales son capaces de amaestrar humanos?
 Después de ganarle al zorro, esta ave adquirió fama y difundió un dicho: “el que es perico, donde quiera es verdad”, superando la obviedad que colorea al perico como un ser “verde”. Por desgracia, el lema se difundió en un pueblo que no sabía el significado de la verdad, así que desvirtuaron la intención del ave y rebajaron el dicho a la obviedad de que “el perico dondequiera es verde”.

martes, 2 de octubre de 2012

Presentación del libro "Las Aguas reflejantes, el espejo de la nación"

Invitación abierta para este miércoles 17 de octubre de 2012, a las 7 pm, en el Auditorio Hombres de la Reforma, situado en Sadi Carnot 75, en la Colonia San Rafael, de la Ciudad de México. Se entra por la calle de Antonio Caso, y está a una cuadra de Insurgentes y a 2 de la calle de Sullivan. Hay estacionamientos sobre la calle de Sadi Carnot.