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domingo, 19 de enero de 2014

RESEÑA: “VISIÓN DE ANÁHUAC” DE ALFONSO REYES




Por Carlos Valdés Martín
Confieso que entre mis lecturas faltaba esta breve joya de los ensayos sobre nuestras tierras. Supongo que fue acertado —azar sumado a la desidia—, pues he evitado las influencias inevitables y pasmosas (el monstruo sagrado según el término coloquial) , así, mantenido mi pluma bajo el hado benéfico de lo espontáneo. Procedo a resumir, anotar y comentar la Visión de Anáhuac, obra preparada en 1915, bajo el sello de la nostalgia de un intelectual mexicano en Europa, Alfonso Reyes. Brillante joven, hijo de una familia colocada en la cumbre de la oligarquía mexicana, optó por una misión exterior para alejarse de la violencia durante la Revolución Mexicana, y se mantuvo con las dificultades del caso. Una curiosa cábala se escondió en el primer título del ensayo que fue 1519, jugando a reordenar la fecha del escrito (1915). Con acierto editorial Alfonso Reyes terminó por señalar una perspectiva y usó el nombre antiguo del altiplano mexicano: Anáhuac.

Capítulo I (Tema: Desde los viajeros europeos el ambiente de Anáhuac entre plantas, lagos, luz, aire…)
El hermoso epígrafe ha contado con fortuna sin igual : “Viajero: has llegado a la región más transparente del aire.” Repetido y simplificado (La región más transparente) para la afamada novela de Carlos Fuentes, ha sido recordado en muchas ocasiones, sirvió como designio para el Valle de México, y,  después, tras las secuelas de contaminación se volvió una ironía. ¿Dónde quedó ese aire transparente?

Este clásico comienza por colocarnos mentalmente en la época del descubrimiento —con encanto e ingenuidad renacentistas— de las enormes tierras ignotas. Utiliza de plataforma una añeja edición veneciana de 1550[1], donde encontró explicaciones y primorosas ilustraciones y ahí curiosos mapas son pieza crucial. Con gracia, Alfonso Reyes describe el ambiente de esos mapas ilustrados: representando diminutos barcos, Eolos mofletudos soplando entre nubes, escenas paradisíacas de africanos en chozas y nativos en América cultivando su ingenua fisonomía de plumas y taparrabos. Esto  nos conduce hacia una primera representación de la vegetación de Anáhuac que muestra una cosecha de mazorcas de Ceres, plátanos y frutas; resulta atinado que surjan ahí “plantas típicas”[2] mexicanas salpicadas con descripciones: biznaga (tímido puercoespín), maguey (absorbiendo de la roca), órganos (cañas paralelas) y nopales (bello candelabro). Anota la belleza de la estampa, y también que la provisión de espinas indica una naturaleza que no es tan fértil y situada alrededor de los lagos. 

Alfonso Reyes expone lo terrible de la desecación de lago: “Pero, a través de los siglos, el hombre conseguirá desecar sus aguas, trabajando como castor; y los colonos devastarán los bosques que rodean la morada humana, devolviendo al valle su carácter propio y terrible: —en la tierra salitrosa y hostil, destacadas profundamente, erizan sus garfios las garras vegetales, defendiéndose de la seca.”[3]

“Abarca la desecación del valle desde el año de 1449 al año de 1900. Tres razas han trabajado en ella, y casi tres civilizaciones— (…)  De Netzahualcóyotl al segundo Luis de Velasco, y de éste a Porfirio Díaz, parece  correr la consigna de secar la tierra. Nuestro siglo nos encontró todavía echando la última palada y abriendo la última zanja. Es la desecación de los lagos como un pequeño drama con sus héroes y su fondo escénico.”[4] En un siglo XXI tan coloreado con lemas ecológicos resulta extraña esa voluntad de alterar el entorno natural, una decisión continuada durante siglos en contra de los lagos de Anáhuac.
Luego remite a una obra de Juan Ruiz de Alarcón, El semejante a sí mismo, donde se abren las esclusas de los lagos. Nos señala un periodo donde el agua era vista como la amenaza: “Semejante al espíritu de sus desastres, el agua vengativa espiaba de cerca a la ciudad; turbaba los sueños (…) Cuando los creadores del desierto acaban su obra, irrumpe el espanto social.” [5]
Debo anotar que, sin encontrar aclaración, en el ensayo de Reyes se reflejan bien dos visiones y actitudes antagónicas (del acontecer no de él en persona) hacia los lagos: maravilla y amenaza. Quedan explícitos ambos aspectos, sobre la transición entre el deleite de los lagos y la novohispana (y sucesiva) amenaza no existe explicación, aunque quizá la simple relatoría histórica nos bastará para documentarnos varias inundaciones, una terrible en la cual la autoridad hispana pensó seriamente en abandonar la Ciudad de México.

Compara la percepción de lo selvático[6], un ambiente que no es tan apto para el pensar, con la claridad del altiplano. Una obra poética de Navarrete citada: “una luz resplandeciente que hace brillar la cara de los cielos.”[7] Lo refuerza con la opinión de Humboldt: “notaba la extraña reverberación de los rayos solares en la masa montañosa de la altiplanicie  central, donde el aire se purifica.” [8] La obra del ilustre alemán fue un espejo clave para la toma de conciencia sobre estas tierras; sus opiniones se convirtieron en especie de dogmas para temas como nuestra “fabulosa riqueza natural”, y, en especial, la minera. No es extraño que lo ajeno sirva como referente para definir la autoconciencia, de ahí la llamada dialéctica del señor y el siervo señalada por Hegel[9].

Aparece la civilización indígena, como emanada de leyenda, que viene de “aquel palafito había brotado una ciudad, repoblada con las incursiones de los mitológicos caballeros que llegaban de las Siete Cuevas (…) Más tarde, la ciudad se había dilatado en imperio, y el ruido de una civilización ciclópea…[10] Curiosa mezcla de imágenes habitacionales nos regala este párrafo —cueva, palafito y ciudad—, la cueva recuerda el nivel más primitivo del simple refugio en el hueco natural, el palafito es un tema poco reflexionado por la rareza de una habitación sobre aguas, aunque en este caso señala puntual la singularidad del corazón del México antiguo: existencia sobre el lago. El tercer término es la esplendidez del artificio, cuando la urbe forja un espacio artificial, la nueva gradación (al feliz le sobre-agrada, al infeliz le degrada) de la polis (tan amada para el griego, cuando Aristóteles no concibe la humanidad[11] sin tal sitio o Sócrates prefiere la cicuta al exilio[12]). Hasta el final del ensayo, sin duda en lógica asociación, Alfonso Reyes nos relanza hacia la nación de su actualidad y la contrasta con una cultura universal —colocado él en un casi exilio por las desventuras de la Revolución de 1910, con lógica de nostalgia y luto— para terminar por enlazar los diferentes niveles en que se habita.

Luego surge la ciudad, esa urbe mirada desde la lejanía por Cortés y su gente cruzando por la ignota tierra americana, rebasando la zona selvática y luego de subir por las veredas, alcanzan una cima para mirar el Valle de México: “A sus pies, en un espejismo de cristales, se extendía la pintoresca ciudad, emanada toda ella del templo, por manera que sus calles irradiantes prolongaban las aristas de la pirámide.”[13] . Viviendo en España, ese sitio (ya dije casi exilio) es perfecto para recrear ese encuentro violento y vivaz de perspectivas, pero deteniéndose  justo antes de los horrores de la conquista, prefiere la belleza bucólica entre los viajeros[14].
Instante cimero para la imaginación: la primera mirada de un europeo sobre la capital azteca y su primoroso Valle con lagos, así, utiliza con malicia un momento cumbre: la máxima lejanía (cultural, distancia, visiones, sensibilidades) en el instante de quedar rebasada, entonces el simple golpe de vista revela una maravilla. Ese es un segundo sin regreso, un salto que ha perdurado. En ese primer panorama de bellezas, coloca también el detalle de la novedad y ahí indica un eje: el Templo Mayor, geometría perfecta con un vértice intencionado.

Capítulo II (Tema: La descripción de la ciudad y el reino antiguo)
Comienza el capítulo con la ciudad colocada entre la magnífica geografía y debe empezar con los dos lagos: el dulce y salado, rodeados de montañas. Debo aclarar que esta separación en dos masas de agua fue causada por la ingeniería náhuatl que estableció un dique para separar la calidad de las aguas lacustres; maravilla de ingenio sobre el cual nuestras narraciones históricas han sido poco enfáticas, casi interpretando esto como capricho o leyenda.
En breves pinceladas Alfonso Reyes muestra la economía local, indicando los impuestos, así  “En cada una de las cuatro puertas (de Tenochtitlán), un ministro graba las mercancías.” [15] También hay metabolismo material en la entrega de fruta y agua fresca en los canales, “Bajo los puentes se deslizan las piraguas llenas de fruta. El pueblo va y viene por la orilla de los canales, comprando el agua dulce que ha de beber: pasan de unos brazos a otros las rojas vasijas. Vagan por los lugares públicos personas trabajadoras y maestros de oficio, esperando quien los alquile por sus jornales.”[16] Para cubrir un detalle tan cotidiano —el agua fresca para beber— resulta indispensable una logística compleja, a pesar de estar la urbe rodeada de lagos.

Este ensayo halaga la sonoridad del lenguaje autóctono: “escurren de los labios del indio con una suavidad de agua-miel.”[17] Después del sonido, surge el espectáculo multicolor, imaginado en la ropa: “Van y vienen las túnicas de algodón rojas, doradas, recamadas, negras y blancas, con ruedas de plumas superpuestas o figuras pintadas”[18] A esos cuerpos morenos los visten policromías, adelanta los adjetiva en “tornasol” y luego como “unos delicados juguetes”.

Organiza la visión de la gran ciudad en tres centros, indicando que es lo normal en cualquier urbe: casa de los dioses, mercado y palacio del emperador.
Al templo mayor Alfonso Reyes lo asocia con la fuerza de la piedra y la montaña “Desde las  montañas de basalto y de pórfido que cercan el valle, se han hecho rodar moles gigantescas.”[19] . La metáfora de lo enorme asocia la pirámide (mayor-mole-montaña) con la roca (sólida-basalto-pórfido[20]) estableciendo un círculo que evoca grandeza y duración (hambre de eternidad se diría). Luego, en rápida sucesión, el paseo por Tenochtitlán nos recuerda lo pintoresco (semillas y legumbres en adornos), lo sacro, lo virginal (hijas recluidas cual vírgenes vestales) y lo terrible de “las calaveras expuestas y los testimonios ominosos del sacrificio”[21]. Aunque no lo desease este ensayo, cualquier descripción profunda debe enfrentarse ante la justificación o condena de la Conquista en religión o violencia azteca (en términos modernos: civilización versus barbarie[22]); conforme el tema católico va perdiendo fuerza, queda con más energía el tema de sacrificios humanos y la brutalidad local; que en el ensayo son asumidas válidas[23]. Siempre es curioso que las dimensiones del deber ser (la ética y sus justificaciones) se escurren entre las visiones del lejano pasado; los partidarios de la grandeza ancestral suelen rechazar los sacrificios humanos como calumnia de los conquistadores; la mayoría sigue aceptando el viejo relato. El extremo teórico es tan moderno como Bataille, quien plantea que el fundamento social está en lo negativo, por tanto sería en la violación del interdicto donde se fundamentaría cualquier sociedad, en ese sentido —equivocadamente— Bataille propone al ritual caníbal en la base de la comunidad[24].
El centro económico lo considera Alfonso Reyes el mercado público, donde pone una cifra de 60 mil asistentes aunque duda de ella; de nuevo aparece la elegante policromía del sinfín de cosas reunidas[25]. No falta la ética en la figura de jueces: “Y tampoco se tolera el fraude (…) Diez o doce jueces, bajo su solio, deciden los pleitos del mercado, sin ulterior trámite de alzada, en equidad y a vista del pueblo.”[26] En esta figura del juez se une poder material con político, se juzga el tráfico y se resuelve.
La descripción intenta unificar y dar realce a ese encuentro: “un mareo de los sentidos”, “las alegorías de la materia cobran un calor espiritual”, “la emoción de un raro y palpitante caos”, “estallan en cohete los colores”, “todo el paraíso de la fruta”,  “el jardín artificial de tapices”, etc. No contento con describir cosas inertes, la poética ensayista de Alfonso Reyes funde las cosas con personas, que integran una forja (elementos opuestos) para resultar descripciones de gran calado poético: “Entre las vasijas morenas se pierden los senos de la vendedora. Sus brazos corren por entre el barro como en su elemento nativo: forman asas a los jarrones y culebrean por los cuellos rojizos. Hay, en la cintura de las tinajas, unos vivos de negro y oro que recuerdan el collar ceñido a su garganta. Las anchas ollas parecen haberse sentado, como la india, con las rodillas pegadas y los pies paralelos.”[27] Una cita larga que mucho vale la pena: cuerpo y vasija se hacen uno mismo, el seno es cántaro y el cuello de la jarra deviene humano. Al disfrutar estas líneas justifico el exceso de Borges al halagar a Reyes para colocarlo en la cumbre de la prosa americana.
El ensayo retoma a los primeros cronistas de la Conquista, que fueron Gómara y Bernal Díaz para elogiar las maravillas de los artífices para la orfebrería y plumería entrelazadas. La Conquista de México contó con una interesantísima narración que dejó una gran estela. Con esos cronistas históricos la posteridad ha recibido una jugosa fruta para devorar gajo a gajo la reconstrucción de pasado. Sin embargo, también ha dejado dudas sobre su originalidad (incluso hay quien dude de la existencia y veracidad de tales textos) y falta de probidad, en especial por el interés de justificar la Conquista y dar lecciones de catolicismo[28].
El poder azteca lo centra en el emperador y su entorno. Comienza con sus posesiones “El emperador tiene contrahechas en oro y plata y piedras y plumas todas las cosas que, debajo del cielo, hay en su señorío.”[29] Aunque quizá esta duplicación del reino entero mediante la orfebrería proviene más del hambre de riqueza europea —al recordar o notificar esos portentos— que desde la situación mexica. De inmediato el relato se dirige al emperador para colocarlo en un punto clave, cual ídolo de oro y personificación de un esplendor supremo, alrededor del cual se levanta el enorme reino, ante el cual inclinan las cabezas, mientras los señores desfilan en procesión y los cortesanos pululan[30]. Esa jerarquía de tipo oriental ha recibido objeciones, sin embargo, se ha repetido en múltiples relatos y análisis de los europeos entre encantados y sorprendidos por el mandato del jerarca. Marx lo intentó explicar por un “modo de producción asiático”, aunque otros han buscado interpretar más una variedad y no un modelo único, como Anderson[31]. El relato de Alfonso Reyes simplemente repite el testimonio hispánico, cabría cuestionar el grado de despotismo náhuatl, cuando todavía se suponía existía una estructura de alianzas políticas (la triple alianza: Tenochtitlán-Texcoco-Tlatelolco) y no parece estable una aristocracia indígena.
Para deleitar y homenajear al emperador se le rodeaba de comilonas, sahumerio, saltimbanquis, la danza alterna con el canto, cambios continuos de ropa, los visitantes quedaban postrados sin mirarle a la cara, las andas para llevarlo, el cortejo siguiéndole, tapices para que posase los delicados pies, y con entretenimiento en la cacería. La descripción se complementa con los múltiples palacios y casas de placer distinguidas con adornos distintos, también los jardines dedicados al esparcimiento que incluyen fantásticos ornatos y cuidados, incluso con adornos difíciles de creer (digo sin duda de la fantasía) como zoológicos[32] y legiones de sirvientes para mantenerlos. A manera de relato renacentista, sin frenarse ante fantasía ninguna proveniente de los relatos de la Conquista, remata con la presencia de “Y para que nada falte en este museo de historia natural, hay aposentos donde viven familias de albinos, de monstruos, de enanos, corcovados y demás contrahechos.”[33] Al estilo de las primeras colecciones renacentistas, el relato acopia todo lo digno de verse, por grato o por extraño; así, la inclusión de estas variedades indica la mirada sobre ellos, y esto también debería ser una llamada para Las palabras y las cosas con su asombro sobre las clasificaciones[34].
Ante tales prodigios todavía falta describir la administración del Estado azteca, con sus graneros, almacenes, armería y demás acumulaciones, lo cual se cumple y termina la segunda parte del ensayo.

Capítulo III (Tema: La poesía y las flores)
En esta tercera parte (para mi gusto la única un poco “floja” del ensayo) se centra en la poesía y la flor, enfocándose en la presentación y crítica de una obra de poseía náhuatl, llamado “Ninoyolnonotzac”, donde se exponen las alegrías y penas de un bardo indígena que primero se dirige a la región florida para recibir inspiración de las flores y luego compartirlas con sus iguales y los “nobles”.
Con gran tino, Alfonso Reyes da realce al simbolismo de las flores en ese periodo y civilización de gran proximidad con la naturaleza.  Nos explica la importancia de las flores, desde la creencia cosmogónica de una cuarta edad precedida de una “lluvia de flores”[35]. Expone con elegancia las representaciones abundantes de las flores en el arte de piedra y alfarería; en el calendario “la flor es uno de los veinte días”[36]; el modo en que pintaban los antiguos que era “de modo esquemático”[37]; en los textiles y en diseños “meramente evocada por unas fugitivas líneas”[38].
Pasa al asunto de la poesía relacionada con la flor, que es más específicamente el tema de este apartado III. Comienza por lamentar la pérdida de esa tradición oral, pues estima que lo recibido es pálida sombra y sobra, mala traducción de misionero o hasta conjetura[39]. Supone que la poesía era recitada en un arte tradicional, repetido de memoria desde tiempos ancestrales (valdría esta paradoja: memoria de tiempos inmemoriales). Explica cómo las recitaciones tradicionales de náhuatl fueron censuradas y hasta prohibidas por la autoridad colonial y religiosa[40]. Asume que algunos pocos retazos de esa antigua grandeza poética se salvan y, entre eso, estima al citado “Ninoyolnonotzac”. Lo estima en especial al encontrar un eco curioso, por entero ajeno a la influencia europea[41]. A Alfonso Reyes le parece que la inspiración procede desde la naturaleza[42]. De hecho el poema comienza describiendo el encuentro con el valle florido, donde el arcoíris floral canta y embriaga de belleza; ese tesoro de gozosas percepciones las quiere compartir el poeta, así recoge flores maravillosas y se dirige para regalarlas. La alegría es tanta que vierte lágrimas por su exceso[43]. Al final del poema analizado, estima Alfonso Reyes que el misionero entremetió más la mano y pierde fresca intensidad; aunque él imagina debió montarse una pequeña dramatización de esa parte, donde el poeta repartía flores a los oyentes conforme algún sencillo ritual tradicional. [44] La flor representa la riqueza terrestre, y también reconoce —reuniendo los contrarios— la plenitud divina en un plano supremo del “dispensador de la vida”[45]; comunión de arriba y abajo. 
Después otro poema importante se dedica a Quetzalcóatl, figura crucial de aquella “mitología”. Elogia una hermosa descripción de la casa del dios heroico, la cual posee atributos fantásticos y entonces tras el engaño y deshonra de dios Pájaro-Serpiente alejarse de ahí es una desgracia[46]. El sentido de ese relato nos indica que “El poema es como una elegía a la desaparición del héroe”[47], con el agravante de que no ha resucitado y, entonces, ellos no saben si habrá tal regreso. El pájaro Quetzal (emblema personificado del dios, por eso escrito en mayúscula), lamentando la partida del héroe emigra hacia el sur, región de las intrincadas selvas.
En fin, al lamentarse la poesía, sufre una obsesión de la flor: “Yo soy miserable, miserable como la última flor”[48]. En comentario, el tema de capítulo tercero indica un principio femenino intenso, compenetrado con la épica que suponemos viril de ese pueblo; estableciendo un equilibrio sutil entre esas atracciones antagónicas.

Capítulo IV (Tema: Las conclusiones sobre la comunidad de hoy con el pasado, el lugar y la belleza)
Las últimas dos hojas del ensayo se dedican a reflexionar sobre nuestra comunidad con esa lejana cultura y sensibilidad (escribe en 1915 a cuatro siglos de distancia de la civilización azteca). Aclara que su esfuerzo no es para perpetuar una tradición indígena ni tampoco hispánica: “no soy de los que sueñan en perpetuaciones absurdas de la tradición indígena”. Algún intento de rescatar el pasado raya hasta en lo insensato y a eso Reyes lo detiene con el adjetivo de “absurdo”. Sin embargo, Alfonso Reyes encuentra que existen varios lazos con ese pasado, dos de los cuales estima son de menor relevancia: “sangres”, “esfuerzo por domeñar nuestra naturaleza brava y fragosa”[49]. El tercer elemento “Nos une también la comunidad, mucho más profunda, de la emoción cotidiana ante el mismo objeto natural. El choque de la sensibilidad con el mismo mundo labra, engendra un alma común.”[50] En definitiva, este es un argumento romántico (en el sentido clásico del siglo XIX) sobre la comunidad nacional muy en consonancia con la hermosa narración final de Fausto sobre un pueblo levantado ante la amenaza del mar[51].
Ese tercer elemento Reyes lo deja en pie, aunque (con cautela) acepta una objeción, para levantar una rápida respuesta: “convéngase en que la emoción histórica es parte de la vida actual, y, sin su fulgor, nuestros valles y nuestras montañas serían como un teatro sin luz.”[52] Debo anotar que esta argumentación cuarta de Alfonso Reyes resulta ser una “finta”, pues refuerza su punto tercero, ya que la “emoción histórica” es una repetición de un sentir ante un objeto natural, como lo muestra de inmediato[53]. Punto y seguido argumenta que “El poeta ve, al reverberar de la luna en la nieve de los volcanes, recortarse sobre el cielo el espectro de Doña Marina, acosada por la sombra del Flechador de Estrellas; o sueña con el hacha de cobre en cuyo filo descansa el cielo; o piensa que escucha, en el descampado, el llanto funesto de los mellizos que la diosa vestida de blanco lleva a las espaldas: no le neguemos la evocación, no desperdiciemos la leyenda.”[54] El resultado es que la antigua narración otorga densidad poética a la naturaleza circundante, le confiere brío, brillo y profundidad. Esa tradición, argumenta Reyes, que está a entera disposición y eso permite un “nosotros”, el párrafo completo indica: “Si esa tradición nos fuere ajena, está en nuestras manos, a lo menos, y sólo nosotros disponemos de ella.” [55] Solamente, ese “nosotros” nacional posee el acceso al acervo de la tradición, ese antiguo receptáculo nos da derecho al “engendrador de eternos goces”[56]. Mediante la estética surge una comunidad nacional, lo cual depende del objeto natural modificado por la lejana historia, la cual viaja y emerge hasta nuestros oídos con delicados cantos y floridos sentimientos.


NOTAS:




[1] Sin duda un tesoro editorial que se posó en las manos de Alfonso Reyes: “Giovanni Battista Ramusio publica su peregrina recopilación Delle Navigationi et Viaggi, en Venecia y el año dé 1550”,  REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, p. 10. A su vez, la edición de texto de Reyes también posee aire de tesoro antiguo: escrito en Madrid en el año 1915, y editado ahí mismo en 1923.
[2] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, p. 12.
[3] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 13
[4] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 14.
[5] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, p. 15. Curioso eco con el Zaratustra de Nietzsche cuando se lamenta de quienes albergan desiertos en su interior: es el anuncio del nihilismo europeo.
[6] Interpreta con elegancia el simbolismo contenido en “lo selvático”, para diferenciarlo de nuestra claridad de altiplano; le sirve de contraste y fondo.
[7] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 18
[8] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 19.
[9] La conciencia resulta estructuralmente incapaz de autodefinirse, por eso recurre a otra conciencia y, en primer desarrollo, se convierte en lucha de conciencias. Cf. HEGEL, G.W.F. Fenomenología del espíritu.
[10] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 19-20
[11] ARISTÓTELES, Política.
[12] PLATÓN, Apología de Sócrates.
[13] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 20
[14] No falta quien le anote y casi reproche a Reyes, que se mantiene antes de la Conquista, seleccionando a un Cortés viajero más que conquistador. Así, LEMUS, Rafael en su artículo “Revisión de Anáhuac” en http://www.letraslibres.com/revista/letrillas/revision-de-anahuac.
[15] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 22.
[16] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 22-23.
[17]  REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 23.
[18] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. P. 23.
[19] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 25.
[20] La eficacia de la metáfora de rocas es evidente. Cf. BACHELARD, Gastón, La tierra y los ensueños de la voluntad.
[21] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 26.
[22] Resulta curioso que la dualidad medieval de religión vs. paganismo, quedó recubierta por civilización vs. barbarie para justificar las colonizaciones. Siguiendo a Fourier, Engels plantea que existe una civilización previa al capitalismo europeo, y esta línea ha cobrado enorme fuerza con la descolonización. ENGELS, Friedrich, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
[23] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 20, “en algún oscuro rito sangriento, llegaba—ululando—la queja de la chirimía”
[24] BATAILLE, Georges, El erotismo.
[25] El economista, con más rigor estructural, anotará que el mercado policromo es la confluencia de una producción variada. Cf. MARX, Karl, Contribución a la crítica de la economía política.
[26] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 27-28.
[27] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 33.
[28] El juicio sobre los textos poéticos deja espacio a dudas por la intervención de los misioneros, pero provienen de algún material originario, como señala Reyes en p. 51.
[29] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 36.
[30] Suelo mantener alguna distancia frente a descripciones que nos relata al mundo feudal europeo quizá más que al prehispánico: “servidores y cortejo llenan dos o tres dilatados patios y todavía hormiguean por la calle” REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, p. 37.
[31] Cf. ANDERSON, Perry, Transiciones de la Antigüedad al Feudalismo.
[32] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 43 “También hay leones enjaulados, tigres, lobos, adibes (SIC, debe ser “adives” mamífero carnicero), zorras, culebras, gatos, que forman un infierno de ruidos, y a cuyo cuidado se consagran otros trescientos hombres”
[33] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 43-44.
[34] Este pasaje se conecta por vía doble con la investigación de Michel Foucault, cuando comienza con Las Meninas, el cuadro que también incluye a los enanos protegidos junto a la familia del rey. ¿Atributo del poder supremo ese gesto de reunir a los cuerpos trastornados? ¿Acto caritativo en distintas culturas? Un gesto peculiar que todavía queda pendiente su descifrado. A su vez, la investigación de Foucault se conecta explícitamente con el amigo de Alfonso Reyes: Jorge Luis Borges en su Manual de zoología fantástica.
[35] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 46.
[36] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 47.
[37] “reducida a estricta simetría, ya vista por el perfil o ya por la boca de la corola” REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 47.
[38] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 48.
[39] “Lo que de ella sabemos se reduce a angostas conjeturas” REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, p. 49
[40] Anota que en 1555 se prohibía cantar a los indígenas sus poemas sin supervisión parroquial. REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P.50.
[41] “las metáforas conservan cierta audacia, cierta aparente incongruencia; acusan una ideación no europea.” REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 52
[42] De inmediato la antropología descubrirá que existe un esquema simplificador: buen salvaje equivale a estado natural. Respecto de lo cual existen fuentes desde la conquista como en LAS CASAS, Bartolomé, Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Luego un gran impulso desde ROUSSEAU, Jean Jacques, Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, nos indica: “El ejemplo de los salvajes, hallados casi todos en ese estado, parece confirmar que el género humano estaba hecho para permanecer siempre en él; que ese estado es la verdadera juventud del mundo, y que todos los progresos ulteriores han sido, en apariencia, otros tantos pasos hacia la perfección del individuo; en realidad, hacia la decrepitud de la especie.”
[43] “llora de alegría” REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, p. 57. En esta parte del ensayo, de modo respetuoso y fino él insinúa la tendencia homosexual de ese cántico y el siguiente.
[44] “Podemos imaginar que, en una rudimental acción dramática, el cantor distribuía flores entre los comensales” REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 58,
[45] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 58.
[46] En especial hay una referencia donde Alfonso Reyes observa “han salido los nobles, quienes ((se fueron llorando por el ¡agua»—frase en que palpita la evocación de la ciudad de los lagos”. P.59.
[47] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 59
[48] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 61.
[49] Parece referirse a un carácter violento de la población, un tema motivado por los eventos de la Revolución. Anotemos que Alfonso Reyes proviene de una familia identificada por completo con Porfirio Díaz. Tras la muerte de su padre en la asonada de la Decena Trágica, luego él ha salido del país en misión diplomática, pero cae la tiranía de Huerta y queda al garete en Europa. REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 64.
[50] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 64.
[51] GOETHE, Johann Wolfgang, Fausto.
[52] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 64.
[53] Esta noción de “emoción histórica”, con claridad, se coloca más próxima a la “razón vital” de Ortega y Gasset, que a lo interpretable en una noción de “materialismo histórico”. Los filtros para interpretar de la continuidad histórica son diferentes. ORTEGA Y GASSET, José, El tema de nuestro tiempo.
[54] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 65.
[55] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 65.
[56] REYES, Alfonso, Visión de Anáhuac, P. 65.

sábado, 11 de enero de 2014

RESEÑA DE “LA MASONERÍA EN EL SIGLO XIX EN MÉXICO” 1a. Parte



Por Carlos Valdés Martín

Resulta interesante revisar lo sucedido con la masonería de antes y hacerlo justo en estos tiempos de rápidos cambios. Ahí está nuestra herencia común y, aunque el siglo XIX parecería lejano, todavía continuamos el aliento político y social que nos dejaron el sistema republicano liberal y la economía de mercado. Hoy hay cambios e, incluso, transitamos hacia un periodo de innovaciones. De todas maneras, las grandes instituciones e ideales del periodo previo siguen gravitando y pesan más cuando permanecemos inconscientes de lo que representó esa herencia.

Curiosidad para interpretar a la masonería y al individuo
El interés del público por la masonería va de la mano con una dificultad para estudiarla con objetividad. La organización masónica al ser sociedad discreta —por tramos, hasta estrictamente prohibida y secreta— presenta barreras para su estudio. Los historiadores serios que desconocen sobre esta sociedad no captan quiénes son los personajes masones ni las fronteras de esas organizaciones masónicas, por lo que suelen atribuir carácter de masón a quienes no lo son o ignorar la contribución de quienes sí lo son. En México se ha tendido a sobredimensionar la participación de la masonería en el ámbito político, incluso levantando la fantasía de que “todos los Presidentes de México han sido masones”, con lo cual se exageran los hechos y se teje una ficción que identifica al Poder público con la masonería, cuando ésta en esencia no es una organización política. Cometido ese primer desacierto además se confunde a los masones imaginando que son una agrupación homogénea y sometida a un ideario fijo, el cual debe de seguir lineamientos repetitivos, luego de ahí se inventa una especie de “conspiración masónica para tomar el poder”. Destrabar ese mito resulta más difícil porque abundan los masones políticos y líderes de primer nivel en las Independencias de América y después la lista de Presidentes es larga. A la mayoría de los historiadores no les interesa dedicar demasiado tiempo para desentrañar si los personajes investigados son o no masones, y esto sólo se encuentra en biografías individuales donde se ilustra esa filiación; sin embargo, quien ha conocido de cerca la masonería sí siente interés y escrúpulo para determinar la verdadera filiación de cada protagonista. Por fortuna, Mauricio Leyva sí tiene el interés y la paciencia para despejar el camino y establecer la identidad de los personajes. No se piense que esa labor resulta sencilla pues requiere de laboriosas investigaciones.
Una segunda dificultad para la investigación histórica está en la funcionalidad temprana de las organizaciones masónicas en América. En el contexto de la dictadura colonial, cualquier participación de ideas o política estaba por completo prohibida y la Corona española contaba con el auxilio incondicional de la Inquisición católica para perseguir cualquier disidencia. La primera masonería americana creció bajo el signo de la persecución y por eso fue una agrupación por entero secreta. Los primero testimonios de masones en la Nueva España corresponden a documentos de persecución contra sus partidarios. En esa situación por entero difícil y escasamente documentada se formó la primera masonería hispanoamericana que no contaba con los medios para hacer labor sistemática. Comenzados ya los movimientos de Independencia pronto la masonería adquirió enorme importancia y la persecución previa significó una rápida ganancia de adeptos en el continente. Sin embargo, ante la falta de instituciones locales pronto la sociedad de ideas masónica fue confundida y fundida con organizaciones políticas. Esto es importante, porque por su constitución esencial la masonería moderna jamás debe ser una organización partidaria, pues sus estatutos la establecen en una escuela filosófica mediante simbolismos, que agrupa a ciudadanos libres para practicar principios morales e intercambiar ideas. La masonería moderna se ha formado tolerante ante las ideas religiosas y políticas de sus congéneres, por lo que no ha establecido una línea de pensamiento político único, por más que históricamente se aproxima a los principios liberales. Sin embargo, bajo condiciones de opresión política extrema los masones del siglo XVIII y XIX crearon organizaciones dedicadas a la política que se confundieron con la misma masonería, así surgieron también organizaciones del tipo la Joven Italia de Mazzini o la politización de las logias en América como sucedió con los Caballeros Racionales de Miranda. Así, vale aclarar que el contexto histórico presionó para esa “sobre-politización” de las logias del siglo XIX mexicano y, desde entonces, se ha mantenido esa imagen errónea de la equivalencia entre masonería y Poder político.
Debido a lo anterior resultará muy interesante al público la lectura de los dos primeros capítulos del libro, que con brevedad definen las características de la masonería organizada y del masón como individuo. La masonería es una sociedad de ideas que estableció sus fundamentos modernos, buscando una educación filosófica para sus miembros. Entre los principios típicos, resultará de interés del lector la creencia básica en un dios como supremo rector y el uso de la Biblia. Esta aclaración surge porque autores facciosos o desinformados han difundido calumnias de que la masonería es una agrupación de ateos o satanistas. Al leer la historia se verá con claridad cómo la masonería ha sobrepasado a sus detractores y superado con facilidad esa clase de calumnias. Algo parecido resulta con el masón individual, donde el público se pregunta con curiosidad el por qué han existido tantos personajes destacados identificados como masones. Las claves para que tantos masones resulten destacados en la vida pública o intelectual de los países sorprenden por lo sencillo de sus bases, pues “la educación masónica le enseña a ejercer con responsabilidad e integridad el importante oficio de pensar y razonar, le instruye de las formas y el método con el que ha de ir descifrando la vida y su vida, su compromisos para con Dios, con los suyos y con los semejantes, reconociendo la fundamental importancia de su patria, su familia y sus hermanos.”[1] Lo cual resulta fácil de decir pero muy difícil de cumplir.

Primera masonería en Nueva España y la Independencia
Mientras en Norteamérica y algunas posesiones inglesas la masonería se extendía libremente, los territorios bajo la Corona española se mantenían bajo una estricta prohibición y se perseguía a cualquiera que no siguiera los dictados del rey y la iglesia católica. En ese ambiente tan hostil, los rastros de masonería en Nueva España son chispazos en una caverna oscura, como el reporte de un libro de masonería incautado en 1762 tras un naufragio inglés o el juicio inquisitorial contra Juan Lausel cocinero del Virrey[2]. De mayor relevancia es la filiación masónica de Miguel Hidalgo, la cual todavía está en espera de reforzarse con mayores investigaciones documentales[3], siendo que por la postura ideológica sí fue afín a la corriente masónica en formación bajo el “subsuelo” de la sociedad colonial. Claro que esta historia no ha de referirse a un personaje único, sino a una corriente de ideas que se agitaban en el espacio cambiante de la Colonia y que estalló a raíz de la ocupación de la Península Ibérica por Napoleón. Tras la ocupación del trono por José Bonaparte se desataron acontecimientos en serie, una especie de terremoto político en las colonias americanas, cuando una tras otra fueron cayendo en inquietud, rebeldía y, al final, en separación. En la Nueva España el primer gran sobresalto fue el derrocamiento del virrey para imponer otro afín al bando de los “peninsulares”. Iniciadas las agitaciones resultará imposible exponer en detalle el hilo de los acontecimientos, contentándonos con colocar algunas pinceladas sobre ese suceder. Tras esa primera agitación, la vida civil se vio trastornada y las primeras logias interrumpieron sus trabajos, dispersando sus miembros y posiblemente nutriendo a las sociedades secretas de ese periodo como los Guadalupes y Serpentones.
Un personaje precursor de la Independencia es Servando Teresa de Mier, quien fue encarcelado y exiliado de estas tierras antes de la agitación de Independencia. De su rastro biográfico ya se ha logrado sacar en claro algunos de sus vínculos con masones europeos y que para viajar resultaba indispensable el respaldo de esa organización[4].
Siendo escasos en número los masones en la lucha de Independencia, resulta del mayor interés las definiciones ideológicas, porque en ese principio del siglo XIX, las ideas de libertad y republicanismo resultaban novedad. En todo Europa dominaban los reyes y sus imperios, para esos años las Revoluciones Francesa y Norteamericana parecían excepciones poco comprendidas y amenazadas con desaparecer, por sus contradicciones internas, como el desvarío imperial de Napoleón o por una reconquista militar. En ese sentido, los masones metidos a la vida social eran amantes de la liberad pública, pero poco comprendidos y ordinariamente perseguidos; sin embargo, los tiempo maduraban con rapidez y las ideas liberales fructificaban con velocidad sorprendente. Así, los acontecimientos de España: conforme la resistencia contra los franceses desembocó en el gobierno de las Cortes de Cádiz y un gobierno liberal moderado fue también un hito que cimbró a las colonias. Si algunos independentistas americanos no manifestaban tendencia política clara, con la presentación de una Constitución liberal para regirlos cambió las perspectivas. A partir de entonces, los americanos no se quedarían atrás en su percepción y aspiraciones políticas.

José María Morelos
Además de los muchos éxitos militares de campaña, cumplidos por Morelos merece destacarse su impulso para dotar de una estructura política y un marco de leyes defensoras de las libertades básicas. Resulta comprensible que en un movimiento insurgente dominado por la urgencia de desplazamientos militares, el tema de la organización política quede relegado; por eso es más notable el esfuerzo de Morelos para dotar a la insurgencia de una estructura de gobierno y proponer órganos de representación. Aunque las acciones militares cuentan con fortuna variada y el centro realista domina casi todo el país, el grupo de Morelos se mantiene muy activo. Las proezas militares de Morelos tomando plazas clave como Acapulco y Oaxaca ya quedan para la posteridad, los actos heroicos como el sitio de Cuautla y la generosidad para perdonar prisioneros hacen más interesantes los relatos.
Conforme pasa el tiempo, además de la resistencia militar ante las adversidades se va abriendo paso la importancia de aclarar el ideario de la Independencia. En el año de 1813 es cuando van madurando en el grupo de Morelos esas necesidades y, como ejemplo, de eso se decreta la abolición de la esclavitud y también se radicaliza la exigencia de autonomía política al publicarse una Acta Solemne de la Declaración de Independencia de la América Septentrional. Un sitio especial merece el afamado documento Los sentimientos de la nación[5], donde se plantea de manera concisa y ambiciosa un primer proyecto de identidad y libertades para los nativos de la patria. Luego de años combatiendo se perfila ese ideario donde se proclama la igualdad fundamental del hombre en suelo americano y su igualdad ante la ley, abatiendo la ideología del privilegio de sangre y la desigualdad consagrada por religión. En esas jornadas se levanta el Primer Congreso Constituyente en Chilpancingo, la cual merece ser señalada como la cabecera de la nación independiente, y meses después en Apatzingán se declara la primera Constitución. En esas jornadas se va armando la trama política e ideológica de la nueva nación, aunque todavía acotada por fuerzas militares superiores en número.  El giro de los acontecimientos en España reforzó al bando realista y el final del año fue de adversidades militares, terminando luego con la detención del jefe militar indiscutido y la dispersión de los insurgentes. José María Morelos fue juzgado sumariamente, en las dos fases previsibles, siendo primero condenado y degradado por la autoridad católica y luego sentenciado por los realistas. Acusado, acosado, martirizado y fusilado finalmente el 22 de diciembre de 1815.

Vicente Guerrero
Fuerzas rebeldes sostuvieron una fiera resistencia en distintos rincones del país, y entre todas destacó la agrupación de Vicente Guerrero. Mientras en España se restauraba la monarquía de Fernando VII y se perseguía a los liberales, incluida la masonería peninsular, en las colonias se repetía la dosis de persecución. Durante ese periodo, en Europa entera la reacción política levantaba cabeza derrotando a los grupos democráticos, y los monarcas trataban de aplastar las semillas de libertad surgidas con la Revolución Francesa.
Cabe destacar la generosidad de algunos liberales españoles, que ante la restauración monárquica en Europa, comprendieron la urgencia de acelerar la liberación de la América colonial. En este caso destaca la aventura de Javier Mina y una expedición nutrida con unos 300 hombres, “miembros todos de la confraternidad universal”[6] llamada masonería. Resulta conocido que la campaña de Javier Mina terminó en una rápida derrota, que él pagó con su vida, siendo fusilado el 11 de noviembre de 1817.
Durante algunos años, en la Nueva España el gobierno colonial se aplicó para aniquilar a los grupos rebeldes, utilizando tácticas de tierra arrasada y provocando terror entre la población. Además de Vicente Guerrero, la historia nos menciona a otros líderes osados que arriesgaron su existencia manteniendo sus ideales en pro de un país propio y justo. De esos enfrentamientos aislados y de escapatorias venturosas ante fuerzas superiores en armas y número, se cuentan muchas anécdotas entretenidas de la insurgencia mexicana. Tampoco se piense que el bando colonialista integraba una unidad monolítica, a su interior existían también inquietudes y defecciones.
La situación volvió a cambiar dramáticamente en la Península Ibérica con la Revolución de Riego en 1820, cuando se impuso un régimen liberal que sometió al monarca español bajo una Constitución. Mientras tanto en Sudamérica había triunfado el independentismo en la Nueva Granada y el Mar de Plata. En esa situación cambiante, la resistencia dispersa tomó nuevos bríos, mientras el bando conservador local tramó otro golpe de timón. Sin embargo, el conocido desenlace cuando pactan Guerrero e Iturbide para consumar la Independencia no fue sencillo. La insurgencia había recuperado ímpetu y la última campaña de Iturbide para aplacar a los insurgentes le resultó en varias derrotas y contratiempos[7]. En esta interpretación, sin los fuertes reveses sufridos por el bando realista a manos de la insurgencia hubiera sido imposible el famoso pacto de los bandos opuestos para desembocar en la Independencia.
Resulta bastante conocida la conspiración conservadora llamada de la Profesa que impulsó el cambio de la élite realista, empujando el giro en las acciones de Iturbide, el militar realista que inclinó la balanza al pactar con Guerrero. Lo que no suele considerarse en la narrativa, es que desde antes Guerrero en persona intentó atraerse a líderes militares del bando español para sumarlos a su causa[8]. La omisión de este detalles se liga a otro descuido sobre las capacidades intelectuales del insurgente, sobre quien se ha prejuiciado, por sus orígenes humildes, sin embargo, las cartas así como su desempeño siguiente, muestran las dotes intelectuales de Vicente Guerrero y su capacidad política. Al respecto, también es importante señalar que en las negociaciones entre Iturbide y Guerrero, fue el insurgente quien impuso como criterio fundamental que el acuerdo daría la independencia del país y no contentarse con un cambio de casa gobernante como aspiraba el bando conservador que apoyaba a Iturbide.

Una actuación que merece la máxima atención para comprender la participación de los masones en la Independencia es la designación de Juan de O’Donojú como la última autoridad del territorio novohispano. Este personaje tenía la máxima distinción militar y era librepensador masón, un héroe peninsular que había sido castigado y torturado por el gobierno del rey español, entonces recibía el encargo de gobernar a nuestra colonia inquieta. Arribó al país de modo oportunísimo, en agosto de 1821 y lidió diplomáticamente ante el acuerdo de Guerrero e Iturbide, decidiendo replegar a las fuerzas españolas y negociando favorablemente la Independencia. La intervención decidida y oportuna de O’Donojú permitió una salida rápida y conciliada de las fuerzas que ocupaban la capital y los dos puertos principales. Firmó los Tratados de Córdoba reconociendo la Independencia de México y, entonces fue incluido en la Regencia, figura de gobierno compartido por tres personajes que era la suprema autoridad para la de transición. De modo por entero misterioso, O’Donojú murió de modo fulminante unas semanas después de consumada la Independencia, dejando la mesa puesta para el ascenso de Iturbide, lo cual debería abrir un capítulo de gran interés para historiadores y hasta los novelistas.

NOTAS: 



[1] LEYVA, Mauricio, La masonería en el siglo XIX en México.
[2] LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 35-37.
[3] Con escrúpulo histórico el libro nos señala, que la fuente de esta afirmación es José María Mateos, con su historia primera del tema elaborada durante el mismo siglo XIX. LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 37.
[4] Cita a DOMÍNGUEZ MICHAEL, Christopher, Vida de Fray Servando.
[5] LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 70-75.
[6] LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 90.
[7]Pedro Ascencio derrotó por cuarta vez a Iturbide, la batalla de la Cueva del Diablo derrumbó por completo los planes del jefe realista”, LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 104.
[8] Guerrero conmina al jefe militar realista Moya para sumarse a la causa independentista en varias misivas, LEYVA, Mauricio, op. cit., p. 97-100.