Música


Vistas de página en total

domingo, 14 de agosto de 2016

RESUMEN DEL CAPÍTULO VII DE LA REPÚBLICA DE PLATÓN





Por Carlos Valdés Martín

En este Capítulo VII de La República es donde se expone el más famoso mito[1] o metáfora del campo filosófico en todos los tiempos. Muchos señalan la importancia de este momento para establecer la identidad y el nacimiento de la filosofía y hasta la metafísica de Occidente[2]. Hay quien ha remarcado que el crecimiento de un mundo artificial (moderno, posmoderno, de imágenes o simbolizaciones…) otorga más sentido a este tema, pero también lo cambia de dimensión y lo desdibuja. Algunos, insisten en que sirve para exponer la noción clave del sistema de Platón con la Idea de Bien, como eje de su sistema. Sin embargo, el “mito” filosófico de la caverna es un tema en sí mismo, por ejemplo, para argumentar que la ciencia requiere de un modo de legitimación en Lyotard.[3] Esa alegoría se ha enraizado tanto y triunfando sobre los siglos, que nos sigue dando hasta la imaginería del ser filósofo y lo que representa su labor.[4]
 
Mediante un diálogo ágil entre Sócrates y Glaucón se presenta este argumento, donde Platón explica que unos hombres existían atados, prisioneros desde niños, mirando siempre hacia el fondo de una caverna; atrás de ellos había una luz artificial que proyectaba sombras de objetos que se movían a modo de juego de titiriteros. Las sombras proyectadas para los hombres cautivos dentro de la caverna representaban su realidad completa y, a fuerza de mirarlas siempre, ellos creían firmemente que eso era todo lo real. Este comienzo reúne elementos inquietantes como la cautividad, la inmovilidad, el encierro y las sombras, integrando una enorme metáfora del encierro[5]. El gran filósofo, surgido entre un pueblo tan enamorado del engaño como el griego, elabora esta hipótesis del engaño absoluto que rondó en la mente teórica y sigue dando frutos en la posmodernidad, con la noción de “simulacro”.[6]
 
Un cautivo inquieto fue sacado de la caverna descubriendo que había algo más que sombras, pero se mantiene incrédulo suponiendo que las sombras habituales eran la verdad[7]. Fue obligado a subir gradualmente, primero miró una hoguera, fuente de la luz que proyectaba sombras; cuando alcanzó la salida quedó cegado por la luminosidad y sufrió. Luego poco a poco se acostumbró hasta descubrir un gran mundo iluminado y luego fue obligado a ver el Sol que se manifestó como fuente suprema de luminosidad.[8] El modo gradual como el prisionero liberado se va acostumbrando a ver algo más que sombras permite elaborar una interpretación del conocimiento gradual, desde las falsas apariencias y la representación hacia la plenitud del saber ideal, que va paso a paso: las sobras, la hoguera artificial, los objetos que proyectan sombras, los objetos exteriores y hasta el final la visión directa del Sol. 
Una vez acostumbrado a la luz, su noción de las sobras cambia, pero está más contento de conocer el mundo inteligible, por lo que no hay retroceso para quien adquiere el conocimiento. Se hace la pregunta de qué sucedería si el ascendido regresara con sus compañeros de cautiverio para convencerlos de que también salieran de ese espacio de sombras, pero ellos reaccionarían en su contra por los “disparates” que les contara y estarían dispuestos a someterlo o hasta matarlo[9]. Visto el conjunto de La República, a final de cuentas, quien mire el mundo inteligible sí debe regresar con los “prisioneros” del mundo de sobras, para educarles, pues tal es el plan de conjunto y la tarea de los reyes filósofos. 
De inmediato Platón expone por boca del personaje Sócrates que los titiriteros con las sombras creadas son los sentidos y su mundo sensible; mientras que el exterior iluminado es el mundo de inteligible, regido por ideas, y que el Sol deslumbrante es la idea del Bien. De modo breve, Platón destaca que esa idea del Bien produce un efecto en el todo, aunque no la define con precisión.[10] Esa deslumbrante idea del Bien, quedando indefinida, ha causado extrañeza y muchas interpretaciones.[11]
 
Expone las materias que debería estudiar el rey filósofo, comenzando desde la gimnasia, música, poesía y guerra. A partir del estudio de la aritmética y geometría indica de modo más preciso el aspecto que debe destacarse en tales materias, diferenciándose del pragmático operar con cifras para adentrarse en los misterios numéricos y sus armonías. Termina con la  astronomía y la dialéctica, siendo esta última comprendida en un sentido amplio a modo de lógica, clasificación, etc. Señala el riesgo de soberbia pues al dominar la dialéctica se puede abusar de la duda para caer en el escepticismo, asimismo indica el riesgo de polémicas donde se argumenta cual dentelladas.
Plantea algunas cuestiones interesantes sobre la educación, como la conveniencia de que se comience jugando con los niños, para ascender gradualmente. Luego en la juventud se seleccionaría a los mejores, mediante un sistema de grados y especializaciones. A modo de consecuencia tiránica, Platón indica que el modo más directo para establecer su Estado ideal, sería retirando de sus progenitores a todos los niños mayores de diez años, para educar a la niñez en las nuevas costumbres. Con esa inquietante sugerencia termina este Capítulo de La República.

NOTAS:

[1] Se le suele llamar “mito de la caverna”, aunque no se presenta como mito en sentido estricto, sino como un ejemplo alegórico o metafórico sobre la sensación y las ideas, concebidas como mundos opuestos.
[2] Por ejemplo, Jorge Juanes en su Metafísica de Occidente establece una continuidad milenaria en una manera de la Razón, cuya identidad suprema implica un desvarío. En una original distancia, el Delueze de Lógica del sentido, nos plantea una separación respecto de la identidad primera, siendo que la caverna platónica presupone una identidad de la verdad y el mundo de las ideas.
[3] Jean-Francois Lyotard en La condición posmoderna, recurra al análisis de este mito, para mostrar cómo el inicio de la ciencia requiere de un relato que la justifique, en este caso mostrando que es un diálogo con participantes que juntos aceptan las “reglas del juego”, que —además— se inscribe en una referencia al poder, pues ese es el tema de La República. “la alegoría de la caverna, que cuenta por qué y cómo los hombres quieren relatos y no reconocen el saber”, p. 25.
[4] Gilles Deleuze en Lógica del sentido indica ese enraizamiento sobre nuestra noción de cómo asciende la tarea del filosofar: “La imagen del filósofo, tanto la popular como la científica, parece haber sido fijada por el platonismo: un ser de las ascensiones, que sale de la caverna, se eleva y se purifica cuanto más se eleva. En este «psiquismo ascensional», la moral y la filosofía, el ideal ascético y la idea de pensamiento han anudado lazos muy estrechos. Dependen de ella, la imagen popular del filósofo en las nubes, y también la imagen científica según la cual el cielo del filósofo es un cielo inteligible que nos distrae de la tierra de la que no comprende su ley.”, p. 108.
[5] Anotemos que entre los pueblos antiguos no era una institución permanente el encierro, sino una coyuntura mientras de decidía la suerte ulterior de los prisioneros.
[6] Con Jean Baudrillard en su ensayo La precesión de los simulacros, no explica la explosión de lo ilusorio que ha devorado a lo “real”, si es que alguna vez ocurrió; eso da pie a la ficción de Matrix y un sinfín de cuestiones de la época actual.
[7] “¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más verdadero que lo que entonces se le mostraba? —Mucho más— dijo” Platón, La República.
[8] Con la intervención de Descartes se terminó de asumir que el filosofar es provocar efectos de luz, luego viene la “ilustración”, con la misma raíz. Cf. René Descartes, Meditaciones metafísicas.
[9] “¿Y no matarían, si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir? —Claro que sí— dijo.” Platón, La República. Cabe también señalar que para los griegos también una visión desde la caverna significaba la profecía de la Pitonisa, donde la de Delfos era la más afamada; de tal modo que rebotaba una oposición en el argumento. Consultar al Oráculo ¿era regresar el mundo de las sombras y mantenerse voluntariamente ahí? Recordemos que Sócrates fue acusado de impiedad. Cf. Apología de Sócrates.
[10] “una vez percibida, hay que colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello”. La República, p. 517ª. También habría que notar que la posición suprema aparecen de modo distinto en otros diálogos como en El Banquete donde la Belleza está en la cúspide o el Ser en El sofista.
[11] Ese Bien supremo e indefinido se ha interpretado de diversas formas, como anuncio del monoteísmo para los cristianos o cifra mágica para los pitagóricos.

No hay comentarios: