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martes, 27 de junio de 2017

SIGNIFICADO DE CAPITOLIO: COLINA ROMANA… Y LEYENDA DEL DECAPITADO








Por Carlos Valdés Martín

La leyenda de una cabeza descubierta durante la construcción aparece en la narración romana, cuando el rey Tarquino excavó para levantar las edificaciones nuevas de la Colina Capitolina, hacia siglo VI a. de C.[1] El evento se consideró un presagio de que el sitio (la ciudad de Roma) se convertiría en capital del mundo, por la identidad biológica evidente entre la cabeza y el don de mando según las tradiciones de ese pueblo, tal como denota la palabra capital. Esta Colina Capitolina resulta ser la de menor extensión entre las 7 colinas originales de la Roma antigua y su nombre se atribuye al prodigio de su leyenda. 

El presagio que encontró Tarquino resultaba muy afín a los actos de autoridad, que se consideran fundacionales para gobiernos y dinastías.[2] De igual manera un acontecimiento de inusitada violencia colectiva, como una guerra o revolución, se estima momento propicio para fundar un nuevo poder,[3] también los gestos de violencia se tomaron en ese sentido para los romanos. El fundador de la ciudad, Rómulo mató a su hermano Remo por violar el ritual de edificación en la Colina Palatina;[4] gesto que concuerda con esa definición del Poder político que monopoliza la violencia legítima.  Entre los antiguos, el acto de fundación se cumplía con un ritual solemne y recordemos que los romanos fueron especialistas para definir el sitio de grandes urbes, que diseminaron en Europa siguiendo el ejemplo de la propia Roma. 

Con el tiempo la palabra “capitolio” adquirió su propia dinámica, después de separarse del sitio de la famosa colina romana se empleó para la designación de otros edificios que albergaran los poderes ejecutivo o legislativo de una ciudad o nación. 

Un enorme proyecto de construcción le dio mayor fama a la palabra “capitolio”: la sede de los poderes en Washington D.C. Las inspiraciones arquitectónicas romanas, renacentistas y neoclásicas se conjuntan para el majestuoso diseño del Capitolio norteamericano. Igual que la historia del nacimiento de la Norteamérica libre, esta edificación está marcada por evocaciones masónicas. Recordemos desde el conocido diseño de la ciudad de Washington[5] hasta la perfección arquitectónica de sus edificios como un homenaje a las generaciones fundadoras y a la búsqueda para convertir el espacio en el sitio perfecto a cada propósito.[6]
 
Después de la construcción que alberga al legislativo norteamericano, la figura arquitectónica capitolina reforzó sus rasgos típicos y, desde entonces, en varios edificios de otros estados de la Unión Americana hay un estilo semejante al de Washington DC.  Incluso hasta otros países como Cuba y República Dominicana plasmaron un estilo de capitolio próximo al norteamericano.

Además, para concluir interesa la relación entre la cabeza física y el vértice colectivo del poder político. La cabeza indica una evidencia biológica, que el poder político no posee, pues su código corresponde a la existencia colectiva. Al dios Término los romanos lo representaban sin cuerpo físico, pura cabeza con la cualidad de aferrarse misteriosamente a un espacio, de tal manera que resultara inamovible,[7] con lo cual se expone una aspiración del poder máximo: la estabilidad fija indicada también por la palabra “Estado”. 

 NOTAS:


[1] Tito Livio, Ab urbe condita, I,55,6. Excavación encargada por Tarquino el Soberbio.  
[2] La “cabeza” solitaria también está relacionada con las leyendas romanas alrededor del dios Término, que servía de límite a las propiedades. Joaquín Bastús, Diccionario histórico enciclopédico, Tomo IV, Ed. Imprenta de Roca, Barcelona, 1895.
[3] Walter Benjamin, Para una crítica de la violencia, señala esa característica de la violencia fundacional; asimismo, Ferdinand Lasalle lo ratifica en ¿Qué es una constitución? Lo cual corresponde al ciclo de terminación de la violencia y la búsqueda de una pacificación definitiva.
[4] Fue en tras el trazado con arado que Rómulo advirtió pena de muerte a quien violara el diseño de la futura ciudad, gesto que fue burlado por su hermano Remo. La respuesta del fratricidio corresponde a la leyenda de Caín y Abel, desde una perspectiva de la legitimación del matador, quien justifica su acto con el respeto a la nueva ciudad, que figura la “madre colectiva” de los romanos.
[5] Debido a la contribución del militar y arquitecto Pierre Charles L'Enfant (n. 1754 — m. 1825).
[6] La sede de los poderes norteamericanos posee una evidente similitud con la Basílica de San Pedro vista desde el frente; además, complementada con el misterioso gusto por un obelisco. La leyenda católica indica que un obelisco egipcio contempló el martirio y muerte del mismísimo San Pedro, por eso se complementó en la plaza donde el Papa hace sus presentaciones ante la multitud.
[7] La representación de dicho dios Término fue una cabeza sin cuerpo aferrada a un pilar que se enterraba para indicar un límite inamovible. Un relato indica que cuando se remodeló un templo para “Júpiter Capitolino” todos los demás dioses se movieron voluntariamente para dejar el espacio al principal, sin embargo, el dios Término no se movió, por tanto permaneció junto a la deidad máxima dentro de su templo. Joaquín Bastús, Diccionario histórico enciclopédico, Tomo IV, Ed. Imprenta de Roca, Barcelona, 1895.

jueves, 8 de junio de 2017

HAMBRE DE HÉROES AL ALZA





Por Carlos Valdés Martín


Ahora sufrimos un hambre curiosa, que no es del estómago, sino de la imaginación… la de paladines verdaderos. Los tiempos antiguos estaban satisfechos con sus mitos, que para ellos contaban hechos ciertos. La heroicidad de los griegos se saciaba con las narraciones de Hércules y las guerras de Troya, ante Persia y las conquistas de Alejandro Magno. La combinación de sus mitos con narraciones históricas resultaba suficiente para saciar las ganas de heroísmo. Además los oficios de la guerra eran accesibles o indispensables. Para la psicología una función del relato heroico es la canalización positiva de tendencias violentas latentes en la mente.[1] Actualmente, los tiempos cambiaron y los mitos cayeron en descrédito, además las guerras se alejan cual evento riesgoso y hasta pernicioso para el sistema socio-económico mundial. Nunca regresarán los días cuando bastaba aportar escudo y espada para integrarse a la falange romana.[2] Y lo peor: además los soldados ya no regresan de las guerras cual alegres campeones, sino como adoloridos testigos de destrucciones apocalípticas.

Por lo mismo, el heroísmo parece encasillado dentro del reino de la fantasía, en los circuitos comerciales del entretenimiento. No es casual que para entretener los superhéroes de cómic se hayan apoderado del escenario. Los niños, jóvenes y hasta adultos devoran las fantasías sobre superhéroes de ficción y también los videojuegos engrosan el culto a variedades fantásticas de paladines. Asimismo, el deporte fabricando campeones de un espectáculo masivo pareciera servir de sustituto más cercano a la creación clásica de héroes míticos; sin embargo, a fin de cuentas, el deporte solamente es un juego.

En nuestra sociedad existe intensa demanda por una mercancía aparentemente agotada, el héroe pleno y realmente existente pareciera esconderse, desaparecer del escenario moderno. De nuevo, creo indispensable recurrir a una extensión de los conceptos, y recuperar por un efecto de utilidad lo que ya olvidamos de Thomas Carlyle,[3] pues ahora dentro de la vida cotidiana brotan las chispas de heroísmo, y rescato un rasgo típico del acto heroico que permaneció bajo la sombra. El heroísmo es entrega desinteresada, esa hazaña cumplida posee el rasgo de un beneficio final sobre el cual el ego no adquiere provecho y entonces la retribución final del acto heroico implica beneficio desinteresado para el prójimo. Recordemos a Prometeo, modelo del héroe mítico, quien entrega a la humanidad el fuego bienhechor a cambio de nada; al contrario de cualquier gratificación, Prometeo termina encadenado. Entonces existe ese otro heroísmo a ras de suelo, sobre el cual alcanza cosecha abundante, y nos entrega generosidad convertida la filantropía.

En efecto, a nuestro alcance permanecen decenas de definiciones y palabras para el mismo acto generoso e indispensable. La abundancia de estas palabras y sus variaciones nos revela lo extendido de tales acciones generosas a lo largo de siglos. Enlisto siguiendo el orden alfabético para invitar al lector para que agregue alguna palabra iniciada con la misma letra, como son:


altruismo; amor; abnegación; agradecimiento; amistad; aportación; ayuda; auxilio;
benefactor; beneficencia; benevolencia; beatitud; bonhomía; bondad;
caridad; comedimiento; consideración; compasión; comunitario; cooperativo; correspondencia; cordialidad;
dádiva; donación; devoción; deferencia; desprendimiento; donante;
entrega; equidad; espléndido; empático;
filantropía; fraternidad;
generosidad; gratitud;
hermandad; homenaje; humanidad;
justo; justiprecio;
legado; liberalidad; lealtad;  
magnánimo; miramiento; mutualismo; merced;
noble;
ofrenda; óbolo; otorgar;
prodigar; proveer; providencial; piedad;
querer;
razonable; recompensa; reconocimiento; responsabilidad; reparto;
sacrificio; santidad; solidaridad; subsidios; solícito; socorro;
tributo;
útil (en el sentido de serlo para otros);
virtud; voluntariado.



 



Resulta alentador que nuestro lenguaje posea tantos términos señalando hacia esta misma esencia. Así, el heroísmo todavía ofrece un camino cotidiano para acciones de beneficio incuestionable, y además tal clase de heroísmo permanece al alcance de todas las manos y hasta para esa multitud de pies descalzos.[4]

Quien ha sufrido una larga privación de hambre puede caer en la avidez para devorar cual león enfurecido. En este caso, tal hambre de héroes también facilita ese fanatismo sustituto a través del deporte, la religión y la política. El fanatismo se disfraza de heroísmo mal entendido que, en lugar de dar generosamente, busca imponer al vecino las propias preferencias y hasta necedades. El fanatismo sin duda es una mixtificación del acto heroico, que no saciará el hambre verdadera de bienhechores.

Mucho mejor surge la filantropía cuando sabe entregar y, por si fuera poco, posee el buen tino para aliviar muchas vidas marcadas por la adversidad. En la sociedad actual existen multitudes de gente generosa que entrega sin esperar el gran aplauso, pero día a día ofrenda una porción de recursos y tiempo para el beneficio concreto de los demás. Nuestra misma sociedad, un tanto aturdida por sus propios problemas o por el ruido de malas noticias, sigue de largo y no se ocupa en estimar a sus filántropos discretos. Y algunos son filántropos pero discretos al extremo, como si la mirada pública fuera a entorpecer sus buenos actos.
La infancia es una edad hambrienta, por su apetito de modelos a los cuales seguir. Cuando nuestros niños admiran a sus héroes de caricatura y a sus deportistas ¿no están a tiempo para admirar los actos voluntarios de la Cruz Roja, el Club Rotario, el Hospital Shriners u otra agrupación semejante? A veces sin pensarlo, accedemos para llevar a los niños a la feria, en cambio ¿les sugerimos alguna visita a instalaciones de clubes filantrópicos?
Saciar a nuestros niños con héroes de cómic ¿satisface su hambre legítima de modelos a imitar con una comida chatarra para su mente? Como adultos, al parecer, hemos crecido indiferentes antes quienes ponen su granito de arena para hacer de este mundo un sitio mejor. No somos por entero indiferentes, casi todos ponemos una moneda en ese bote de ayuda o destinamos una mínima porción para el bienestar ajeno. Por eso olvidamos que la nueva generación se sentirá más satisfecha acercándola más hacia la filantropía. 
Post Data: Este relato amenazó con llamarse “Vuelven los superhéroes”, “La segunda muerte de Superman”, “Superman revive”, “Héroes intoxicados”, “La soledad del niño sin su héroe favorito”, etc. Pero terminé considerando que el apetito es importante, pero esa hambre interior que no se sacia con ningún alimento, aunque la actualidad está saturada de sustitutos. Al final hubiera querido titularlo como “Héroes de carne y hueso”, “Los héroes sí existen”, incluso coquetee con el paradójico de “Salvando a los superhéroes”, pero lo dejamos así.


[1] Carl Gustav Jung, explicó la adhesión hacia un arquetipo positivo.
[2] Nicolás Maquiavelo, Discursos sobre la primera década de Tito Livio.
[3] Thomas Carlyle, Los héroes.
[4] La conversión de la clase social proletaria en una especia de héroe colectivo es el rasgo psicológico que anota Marx en este tema, presente con claridad desde La ideología alemana.