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sábado, 29 de diciembre de 2018

CARLOS VALDÉS: BIOGRAFÍA BREVE






Carlos Valdés Vázquez. Guadalajara, 16 de abril de 1928 — Ciudad de México, 10 de febrero de 1991. Narrador, ensayista y traductor mexicano. Reconocido como un exponente clave de la literatura mexicana de la Generación de Medio Siglo (s. XX).

Biografía

Descubrió su vocación literaria en su ciudad natal y siendo adolescente intentó leer una biblioteca pública completa comenzando con la letra A. Como gesto de rebeldía leía a escondidas a los “poetas malditos” en un rincón de la Catedral de Guadalajara junto con Emmanuel Carballo[1]. Ahí colaboró en la fundación de la revista literaria Ariel y participó activamente en los primeros números. Poco después, en 1952 emigró a la Ciudad de México con la intención definida de dedicarse a la literatura.
En su juventud, buscó labores que fueran compatibles con su aprendizaje literario. De modo autodidacta aprendió el idioma inglés para disfrutar a sus autores favoritos en versión directa como Faulkner, Conrad y Navokov. Con los años se convertiría en un traductor de ese idioma, actividad que continuó hasta su fallecimiento en 1991.
Trabajó como funcionario en la Universidad Nacional Autónoma de México, en difusión cultural y prensa. Fue editor de la prestigiada Revista Universidad de México durante la década de los sesentas.
En 1960 fundó y dirigió la revista literaria independiente Cuadernos del Viento, junto con Huberto Batis, quien la continuó hasta 1967[2], la cual fue un escaparate importante para la nueva literatura mexicana y la difusión de las vanguardias literarias provenientes de otros países.
Publicó cuentos sueltos y colaboraciones en varias revistas como Ariel, Ideas de México, México en la cultura, Revista Universidad de México, La cultura en México de Siempre! y Sábado de Unomásuno. Casi toda su obra la firmó como Carlos Valdés, pero de modo ocasional empleó los seudónimos de Ventura Gómez Dávila (crítica de arte) y Juan Lomas (ensayo).
Su primer libro de cuentos fue Ausencias del año 1955, publicado bajo el sello de Los Presentes, una serie dirigida por el escritor Juan José Arreola. Desde este primer trabajo Carlos Valdés ya dominaba el estilo realista, con ironía y ficción entrelazadas, un estilo que prevalecerá en su producción posterior de cuentos y novelas. Desde esa primera obra, la crítica literaria ha encontrado una tendencia hacia lo autobiográfico como recurso de la ficción.
Bajo el mismo género de cuentos publicó también Dos ficciones[3] y Dos y los muertos[4]. De esos libros han sido seleccionados para antologías los cuentos “El último unicornio” y “Arenas de oro”.
Su última publicación de cuentos y la más reconocida en ese género fue El nombre es lo de menos[5]. En esta obra abarca desde temas románticos, cuento policíaco hasta crítica social.
Sus cuentos han sido seleccionados para formar parte de varias antologías. Por ejemplo, está incluido en las antologías y estudios del cuento mexicano contemporáneo de Emmanuel Carballo[6], Héctor Gally[7], Enrique Congrains Martín[8], Brianda Domeq[9], Lauro Zavala[10] y Christopher Domínguez Michael[11].
Su primera novela publicada fue Los antepasados,[12] Cuadernos del viento, 1963. Es una larga saga donde describe las venturas y cambios de varias generaciones familiares en México, a partir de un zapatero en un pueblo de Jalisco.
Su novela La voz de la tierra[13], es una obra madura y equilibrada donde presenta el drama del final de la Revolución Mexicana escenificado en una población provinciana. En su narración el héroe encarnado termina derrotado por el discurso del rencor, la cotidianeidad derribando el pedestal del ídolo, cuando el conflicto entre la lealtad, la pasión y la traición se enlaza con una comprensión precisa de los procesos psicológicos y sociales.
La ausencia de nuevas publicaciones de Carlos Valdés en los géneros de cuento y novela después de La voz de la tierra en 1972 generó extrañeza en algunos críticos literarios, quienes estimaron su calidad e ingenio para elaborar sus cuentos.
De modo póstumo se publicó La catedral abandonada[14], novela que refleja las aspiraciones, amistad y expectativas de un grupo de jóvenes en calles de la ciudad de Guadalajara.
Produjo diversos ensayos sobre temas de arte literario y pintura, cultura y sociedad. En 1963 publicó sus Crónicas del vicio y la virtud[15] donde hace gala de humor e ironía, con un estilo que navega entre el ensayo y el cuento de ficción, por lo que no se clasifica con facilidad. Predomina el tono alegre e irónico mezclado con la ternura; así convierte el drama de Edipo en una comedia genealógica, interpreta la costumbre de hacer “colas”, analiza el cine con sus muchos servicio para el ocio, alaba el servicio de las cafeterías, le encuentra la nostalgia a noviembre, explica la soledad de las estatuas en los jardines públicos y revela las angustias de un espejo.
En 1966 publicó un libro dedicado al entonces joven pintor José Luis Cuevas[16], UNAM (Colección de arte). Existe gran variedad de ensayos publicados en el suplemento cultural del periódico Unomásuno entre 1980 y 1991. Participó en la primera serie de Los narradores ante el público[17]
Publicó dos textos analizando facetas del humor en México bajo el seudónimo de Juan Lomas, titulados Teoría y práctica del insulto mexicano y Protesta y chiste político en México[18].
Tradujo más de cincuenta títulos en temas de ciencias sociales, psicología y literatura principalmente, ampliamente reconocidos por su calidad[19]. En colaboración estrecha con su esposa Ruth Martín, tradujo para el FCE, entre otros autores, a Ernest Becker, Erich Fromm, Richard Darnton y Richard E. Greenleaf, y en revistas y suplementos a Seymour Menton, James Joyce, James Baldwin, Allen Ginsberg y Katherine Anne Porter.

Obra publicada

Ausencias, Los Presentes, 1955.
Dos ficciones, El Unicornio, 1958.
Dos y los muertos, UNAM, 1960.
El nombre es lo de menos, FCE (Letras Mexicanas), 1961.
Crónicas del vicio y la virtud, ERA, 1963.
José Luis Cuevas, UNAM (Colección de arte), 1966.
Teoría y práctica del insulto mexicano (seudónimo Juan Lomas), Posada (Duda semanal), 1974.
Protesta y chiste político en México (seudónimo Juan Lomas), Posada (Campo abierto), 1975.
Los antepasados, Cuadernos del viento, 1963.
La voz de la tierra, FCE, 1972.
La catedral abandonada, Conaculta (LuzAzul), 1992.

Enlaces electrónicos

“Valdés, Carlos” en Catálogo de Escritores Mexicanos de la Coordinación Nacional de Literatura del Instituto de Bellas Artes, [http://www.literatura.bellasartes.gob.mx/acervos/index.php/catalogo-biobibliografico/1489?showall=1]
“Ángeles infernales” y “Poeta maldito” en Minificciones de El cuento, revista de imaginación [minisdelcuento.wordpress.com], 14 y 17 de junio de 2012.
Semblanza: Valdés Martín, Carlos: “Gracia y nostalgias del padre amoroso”, carlosvaldesmartin.blogspot.com.mx, 2 de enero de 2011.
Juan Antonio Rosado: “Carlos Valdés, a 20 años de su muerte”, México, Siempre! [siempre.com.mx], 4 de junio de 2011.

Bibliografía

BATIS, Huberto, Lo que Cuadernos del Viento nos dejó, Diógenes, 1985; Consejo Nacional Para la Cultura y las Artes, Lecturas Mexicanas, 1995.
CARBALLO, Emmanuel, Ya nada es igual, Memorias (1929-1953), Ed. Secretaría Cultura Jalisco-Editorial Diana, ISBN 970-624-026-8.
Carballo, Emmanuel, Cuentistas mexicanos modernos, Volumen 2, Libro-mex, 1956.
Domeq, Brianda, Asechando al unicornio, Ed. FCE, 1988.
Domínguez Michael, Christopher, Antología de la narrativa mexicana del siglo XX, Ed. FCE. 1989.
Zavala, Lauro, Teoría del cuento, Vol. 4, Ed. UNAM, 1994.


[1] CARBALLO, Emmanuel, Ya nada es igual, Memorias (1929-1953), Ed. Secretaría Cultura Jalisco-Editorial Diana, ISBN 970-624-026-8, p. 260.
[2]  BATIS, Huberto, Lo que Cuadernos del Viento nos dejó, Diógenes, 1985; Consejo Nacional Para la Cultura y las Artes, Lecturas Mexicanas, 1995; Por sus comas los conoceréis. CNCA, 2001.
[3] Ed. El Unicornio, 1958.
[4] Ed. UNAM, 1960.
[5] Ed. FCE (Letras Mexicanas), 1961.
[6] “¡Salvar al mundo!” en Carballo, Emmanuel, Cuentistas mexicanos modernos, Volumen 2, Libro-mex, 1956.
[7] “Arenas de oro” en Gally, Héctor, 30 cuentos de autores mexicanos jóvenes, Ed. Pax, 1967.
[8] “La calle aún es nuestra” en Congrains Martín, Enrique, Antología contemporánea del cuento mexicano, Instituto Latino-Americano de Vinculación Cultural , 1963
[9] “El último unicornio” en Domeq, Brianda, Asechando al unicornio, Ed. FCE, 1988.
[10] “El nombre es lo de menos” en Zavala, Lauro, Teoría del cuento, Vol. 4, Ed. UNAM, 1994.
[11] “El último unicornio” en Domínguez Michael, Christopher, Antología de la narrativa mexicana del siglo XX, Ed. FCE. 1989.
[12] Ed. Cuadernos del viento, 1963.
[13] Ed. FCE, 1972.
[14] Ed. Conaculta (LuzAzul), 1992.
[15] Ed. ERA, 1963
[16] Valdés, Carlos, José Luis Cuevas , UNAM (Colección de arte), 1966.
[17] Ed. Joaquín Mortiz, 1966; Ficticia/UANL/Conaculta-INBA, 2012.
[18] Teoría y práctica del insulto mexicano (seud. Juan Lomas), Posada (Duda semanal), 1974. Protesta y chiste político en México (seud. Juan Lomas), Posada (Campo abierto), 1975.
[19] Diccionario de Escritores Mexicanos, Instituto de Investigaciones Filológicas, México, 2007, Bajo la dirección de Aurora M. Ocampo, ISBN 968-36-2825-7, Tomo IX, p. 64-67.

sábado, 1 de diciembre de 2018

ENRIQUE BUSTILLO HANSEN BIOGRAFIA EN NOTAS Y MEMORIA

 



 

Por Carlos Valdés Martín

 

El fallecimiento del amigo, Enrique Bustillo, me conmovió y trajo abundantes memorias. ¿Cómo reflejar con fidelidad su carácter y sus aportaciones? La tarea no resulta sencilla y será de interés cuando quede expresada con agudeza y a través de las vivencias diarias. Con ansia teclee por varios días hasta narrar recuerdos de interés, actitudes de generación, anécdotas verificables salpicadas con chispas de imaginación, meditaciones nocturnas, amoríos inconclusos, paternidades inesperadas… Al final quedaron reunidos los materiales con los que se fabrica cada existencia, las notas de la biografía definitiva.

El texto resultante no sigue una línea temporal estricta, por lo que brincarse cualquier pasaje al leer no modificará el resultado. La línea del tiempo abarca desde 1975 hasta 2018. En ocasiones reaparece la misma anécdota o ambiente bajo más de una perspectiva. El espacio corresponde a la Ciudad de México, en especial a un domicilio en el Centro de Tlalpan.  

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte

contemplando

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando;

cuán presto se va el placer,

cómo después de acordado

da dolor,

cómo a nuestro parecer

cualquiera tiempo pasado

fue mejor.”

Jorge Manrique, Coplas a la muerte de su padre

 

“MORTECINIDAD”

El aviso de esa muerte señaló un caso prematuro, como debería ser cualquier muerte, ya que pretendemos posponerla, de alguna u otra manera, y siempre dejarla para después. La cita a la que pretendo no acudir a tiempo es con la muerte, pero eso señala una broma, porque ese acontecimiento llegará puntual… si algo significa el adjetivo “puntual”. En esta situación particular resultó dolorosa por la convivencia de tantos años y porque representaba el inicio del “viejazo” en la generación escolar. De súbito comprendo que no he terminado tareas de la existencia, sigo incompleto y dejaré deudas morales en mi entorno.

Hace muchos años le dije que una ambición válida era dejar una huella en este mundo. La siguiente pretensión era que el camino la huesuda no nos sorprendiera sin herramientas en las manos, en sentido figurado, siendo un ocioso.

En la madrugada recordé un sueño, que asocio con el amigo Enrique: una vez despertaba de visita en su casa y permanecía bajo unas gruesas cobijas. En ese sueño, de manera imprevista yo era un ratoncito bajo las cobijas. Afuera, rondando la habitación, el gato era gordo y torpe. En calidad de ratoncito de fábula asomaba mis narices de roedor y las escondía con facilidad. Cuando el gato se alejaba volvía ser humano, pero siempre bajo las cobijas. El gato se acercaba, el roedor se amparaba bajo las cobijas y su enemigo no conseguía nada. El gato dio tres rondas y después, fastidiado, pareció darse por vencido, pero lanzó una maldición:

—Has escapado de la Muerte, pero no de la “mortecinidad”.

Esa palabra jamás la encontré en el diccionario, ese gato onírico la inventó completa. El significado resultó evidente, representaba la existencia “mortecina”, ante la opción de perder vitalidad y languidecer. A veces quien elude cualquier peligro mayúsculo cae en los brazos de la mediocridad y la inacción de refugios mullidos.

El finado ¿escapó de todos o de sólo uno entre esos dos males? Y los sobrevivientes ¿lo superamos de manera definitiva? Todavía no respondo preguntas de tanto peso. Al siguiente año del sueño con el gato de la “mortecinidad”, este amigo llamado Enrique se volvió padre y, en su nueva condición, brotaron otros sueños por aclarar. Y sus nuevos anhelos resultaron más relevantes, como lo comprobaremos adelante.

FUNERALES ANTICIPADOS

Resultó que mi empleo contaba con un ingrediente divertido, pues obligaba a visitar muchas oficinas y ahí Enrique descubrió mujeres atractivas. Lo encontró de manera espontánea, pues me acompañó sin intenciones ulteriores a ofrecer “Funerales Anticipados”.

En ese año él no tenía trabajo ni acudía a la escuela, por tanto quedó motivado para integrarse al trabajo conmigo. Reconozco que fue sorprendente su decisión de utilizar traje con corbata, ya que su estilo personal de arreglo correspondía al de estudiante con camiseta, zapatos tenis y pantalones jeans, incluso un poco rotos.

Pero se esforzó y el resultado fue notable. Despertaba temprano, se vestía con elegancia y tomaba cursos.

Varios meses después tuvo una “crisis de conciencia” o de esas que llaman existencial, entonces abandonó ese trabajo sin condiciones.

Le pregunté si ya no le interesaban las chicas guapas de las oficinas que se visitaban en la labor de ventas, entonces respondió que se había enamorado perdidamente de una vecina. En principio, los elogios sobre la belleza de la vecina sonaron a pretexto para abandono laboral o hasta una exageración, pero no fue así.

Sonó el teléfono en la oficina y me canalizaron la llamada:

—¿No sería posible que enviara al señor (agregué mentalmente la frase “tan guapo”) que promueve los Funerales Anticipados, aquí hay varias amigas interesadas ese producto?

En cuanto mandé a un suplente la zona de influencias del amigo se derrumbaron las ventas.

 

MALTHUS Y LOS GATOS

En una ocasión discutimos Enrique y yo sobre los errores o aciertos de la teoría maltusiana de la explosión demográfica… Que por pudor nunca se debe aplicar a los asuntos humanos (aunque el pudor no sirve de consejero para las matemáticas), pero en asuntos de gatos sí muestra su rigor.

Esta crónica gatuna comienza así: Una vez llegó una gata amistosa a la casona de él pero se quedó en el jardín, entraba por las tardes y mañanas por un vidrio roto, recibía su comida y se escapaba de la perra del hogar. Esa perra era un ser que provocaba temor en cualquier felino —de raza “pastor alemán” y por nombre Valkiria—, aunque no se interesaba en hostilizar a nadie. Sus ladridos y jugueteos no agradaban a los gatos que preferían mantenerse entre las ramas de los árboles.

Con los años la agilidad de esa perra menguó y las visitas de los pretendientes de la gatita fueron más audaces. El resultado coronó la primera camada de gatitos locales, que permanecían en el jardín a pesar del can.

Luego vino la lectura de Malthus con su maldición y por más que el dueño de la casa estudió economía y combatía las teorías poblacionales, los gatitos insistían en reproducirse para ilustrar la explosión demográfica. Enrique compró kilos de alimento, luego costales… Los gatitos siguieron su progresión geométrica hasta que un nuevo perro, más joven e intolerante ocupó su posición en el jardín. Los vecinos invadidos por los gatitos prófugos, entre sus murmuraciones llamaron al can, el “Malthus”. En ese vecindario de Tlalpan el sentido del humor adquiere sesgos culteranos casi góticos.

 

LA CASONA DE TLALPAN

En ocasiones una gran casa se convierte en el sello de una persona y para las interpretaciones cotidianas eso pesa bastante, cuando el visitante recuerda “Es Enrique el de la casona de Tlalpan”.

Este amigo era muy sensible, entonces él solía sonrojarse cuando se elogiaba el tamaño del jardín, sus plantas podadas y las comodidades heredadas tras una lejana emigración de su abuelo alemán.

Tampoco el sitio era lujoso, pero sí de grandes espacios.

Por lo común esos comentarios eran motivo de orgullo y facilitaba que él fuera un gran anfitrión. Luego con los años tengo la impresión que tanto referirse a la casona en lugar de al individuo provocó algún tipo de malestar y dejó de mantenerla. No pretendo que el resultado fuera de una única causa, pues para el abandono del sitio confluyó que muriera el jardinero “don Manuel”, los gatos se multiplicaran, un pilar anormal invadiera la sala o alguna tristeza en el corazón del dueño.

La falta del jardinero me parece un motivo suficiente para detener el mantenimiento de una casona. Por ejemplo, en una ocasión un caracol entró a la cocina, subió casi hasta el tope del refrigerador, pero sucumbió ante el esfuerzo. El caparazón de caracol quedó pegado en un costado, inerme y terco en su posición; aunque no se notaba mucho al permanecer en una pared lateral del refrigerador. Cuando transcurrió más de una década de la ausencia del jardinero y el caparazón seguía pegado al refrigerador comprendí que esa era una causa concurrente para darle una mano de color gris a la casona.

 

INVASIÓN DEL PILAR VECINO

La sorpresa desagradable que se llevó mi amigo, al regreso de vacaciones apareció un pilar completo invadiendo la sala, pues los vecinos comenzaron una reconstrucción de su vivienda y el alocado (o mejor imbécil) del constructor decidió que un pilar de sustentación debía colocarse más allá de la barda perimetral.

El lío que se armó, entró la policía; la obra del vecino fue suspendida por daños a la propiedad invadida. Pero el asunto fue a los juzgados y se convirtió en un empate técnico, que mantuvo la situación estancada durante años, pues ni mi amigo estaba autorizado para retirar el pilar, ni el vecino para continuar su edificación.

La sala parecía un territorio de guerra, con polvo de ladrillos, entrada de lluvia por enormes agujeros, los aires que se colaban y hasta pájaros acompañando a las hojas de los árboles vecinos que visitaban. En lo demás el resto de la casa no se notaba la invasión, porque el otro pilar invasor quedó en un patio exterior.

Una vez leyendo una obra de teatros europea mi amigo, comentó que había adquirido un nuevo sentido el término “la Quinta Columna”, que ya no era periodística en favor del enemigo, sino la villanía de un arquitecto enloquecido.

 

LA FIESTA EN LA CASONA: CASO DEL “DELEGADO”

La casona durante algunos años resultó un lugar privilegiado para organizar fiestas, incluso para rentar el sitio para eso. El sitio sirvió para bodas, quince años, fiestas humildes, borracheras de amigos, tardeadas juveniles, presentaciones de grupos de rock, incluso el célebre “Rockdrigo” transitó por ese patio. 

Cuando uno mismo organiza y disfruta de la fiesta la amenidad está garantizada, pero rentar la propia casa a veces resulta infausto.

Para más detalles el cuarto del dueño daba al jardín, aunque contara con una cama estratégicamente diseñada para encerrarse dentro de un mueble de madera, el ruido de una fiesta con bocinas no se alcanza a disimular.

Para más detalles él no había dormido la noche anterior por un caso de insomnio, pero el jardín había sido rentado.

Para más detalles la renta pactada implicaba que la fiesta terminara a la 1 am. Y dentro de su cama esperó dos horas para alcanzar la hora pactada, pero al cumplirse seguía el escándalo.

El dueño con cansancio a cuestas se vistió y salió para solicitar amablemente que se comenzara a retirar la gente. Cuando encontró al encargado, quien le había pagado, con amable sonrisa recibió una petición:

—Ahorita está en la fiesta el Delegado, la máxima autoridad en este sitio, y está divirtiéndose mucho; me resulta imposible molestarlo, pero le pagaré extra las horas que continuemos.

—Es que ahí está mi cuarto.

—¡Qué pena, pero no puedo molestar al Delegado! Pero sí procuraré bajar el volumen.

Estiró la mano con unos billetes y los puso en la mano del dueño.

Sin querer, Enrique puso cara de desagrado y de inmediato el interlocutor sacó otros billetes que puso en su mano, se acercó al oído:

—No puedo aceptar una negativa, comprenda… Si me espera…

Salió en sentido contrario y trajo una botella de wiski.

—Es que no tomo —era cierto, el dueño jamás bebía alcohol fuerte.

Volvió a salir en sentido contrario, con la señal de que lo esperara y regresó con una charola.

—Tome lo que quiera.

En la charola la oscuridad mostraba diferentes drogas.

El dueño no quiso un nuevo giro de la conversación y para deshacerse del interlocutor agradeció un churro de mariguana.

 

UN SABOTEADOR DE FIESTAS

Con una casona resulta difícil negarse a rentarla para fiesta de la boda de la hermana de la novia. Y nada hubiera sido memorable si no es porque había un inquilino en un pequeño departamento al fondo de la casona.

Además de inquilino era amigo, colega y camarada notorio por su alegría y sus excesos en la bebida. En otras ocasiones el inquilino Jorge no mostró esa imprudencia extrema durante las celebraciones, pero decían los abuelos que “siempre hay una primera vez”.

La fiesta de la boda progresó como es usual con brindis y cordiales deseos para los novios. El ambiente familiar predomina y siempre acuden los padres tíos y sobrinos, así como las amistades que se multiplican en tales circunstancias.

Que el inquilino se ambiente no resulta extraño cuando la novia del dueño también es amiga. Y ¿qué actividad más inocente que bailar y cantar a coro? Pero el exceso de alcohol en con el inquilino hizo su diablura.

En estricto sentido, el inquilino caía por la pendiente del alcoholismo y ese fue uno de los primeros avisos. Avanzada la noche, el dueño se había metido a dormir, mientras el inquilino se entregaba a las emociones del alcohol gratis de la fiesta. De pronto, el inquilino Jorge sintió que su pasión imaginaria era correspondida. Las brumas del alcohol no alteraron la percepción, la mujer pretendida resultó ser la novia casada y el impertinente la invitó con disimulo a que acudiera a pernoctar en su cuartito alquilado. La novia se sintió ofendida y recurrió a su familia para aleccionar al agresor. El novio más indignado empezó a gritar y amenazar al inquilino. Varios familiares se sumaron y empujaron al suelo a Jorge, que comenzó reírse y pedir disculpas:

—No me están entendiendo, discúlpenme.

Los familiares jalonearon al ofensor, pero otra hermana intervino para apaciguar porque lo conocía.

—No le peguen.

Los familiares deliberaron, mientras mantenían sometido a Jorge contra el césped.

Amarraron al ofensor a un gran árbol y comenzó a forcejear sin convicción; gritó sin fuerzas y, en pocos minutos, se durmió.

—Déjenlo amarrado otro rato, que si se suelta los familiares lo van a golpear. Sugirió el dueño.

En la mañana, Enrique le dijo —faltando a la verdad— que no se había percatado del incidente y que después se quejaría con la familia de la novia.

 

EL INQUILINO NADANDO

El inquilino Jorge tenía su cuarto propio al otro lado del patio, pero utilizaba la cocina de manera regular. Por esos días, el vicio del alcohol le daba severos problemas a Jorge.

El dueño, lo estimaba, pero casi ya no soportaba sus impertinencias.

Esa vez, las copas se le subieron a Jorge y luego dormitó en la sala. Para la madrugada decía que ya se estaba recuperando, fue a la cocina a prepararse un licuado, pero la borrachera lo puso torpe. El vaso de la licuadora era de metal, imaginemos la desgracia si hubiera sido de cristal. Cuando sacó el vaso de la licuadora se le zafó de las manos, estrellándose en el piso, tras suceder eso dio un mal paso, resbaló él con el batido de plátano y al intentar detenerse se asió de la puerta del refrigerador que salió de su marco. Terminó en el suelo y el batido mantenía el piso muy resbaloso. Jorge intentaba moverse sin coordinación ni sentido como aprendiz de nadador ejercitándose en el piso. El susto agudizó su borrachera y empezó a gritar pidiendo auxilio.

Ante los gritos de “Sálvame”, el dueño corrió presuroso, pero la escena le pareció más cómica que trágica. Por la risa no atinaba a ayudarlo. Luego se dio cuenta completa del destrozo y no quedó para nada contento.

 

MEDIA NARANJA A UNA CUADRA DE DISTANCIA

En lo personal solía creer que las princesas vivían en la lejanía por tanto jamás busqué en las proximidades de mi casa, pero Enrique sí. Este cuento comenzó con un letrero del cual él se burlaba: “En esta tienda encontrará todo para su hogar”. Lo comentó burlonamente:

—Insensatos capitalistas, creen que van a satisfacer cualquier necesidad; lo que busco es al Amor de mi Vida, no simples mercancías.

Repitió esa burla más de tres veces, hasta que un mediodía cambió el panorama. En la caja de pagos de la tienda a dos lugares de él apareció la figura deslumbrante de una princesa. En silencio se burló de sus anteriores guasas: “No es posible, encontrar al Amor de mi Vida, aquí, justamente aquí en la Tienda”. Siguió observándola con disimulo para comprobar que no era un espejismo: sedoso pelo rubio, ojos azules, nariz perfecta, labios encarnados y en la flor de la juventud.

Jamás había seguido a una muchacha por ningún motivo, pero esta situación le parecía irreal. A prudente distancia la miró alejarse, temiendo que se subiera a un automóvil y nunca jamás encontrársela. Cuánta fue su turbación a observar que ella salía caminando de la tienda atravesaba el estacionamiento y se enfilaba con rumbo hacia la casa de Enrique.

Pensó “Hasta va hacia el rumbo de mi casa, esto no es posible. ¿Podría ser hasta una vecina? No lo creo, pero…” Se mantuvo a prudente distancia, sin perderla de vista. Ella siguió hacia el rumbo de su casa, luego pasó y él temió que en la distancia ella volteara con desconfianza.

Ella estaba absorta con sus pensamientos y por nada volteaba. En la siguiente esquina dio la vuelta y unas cuantas casas adelante se internó. Él no había perdido detalle.

Lo escuché por teléfono tan entusiasmado:

—¡Amigo, acabo de encontrar al Amor de mi Vida!

Esa noche Enrique no durmió. Después de pensar en mil posibilidades dejó un mensaje sincero en el buzón de la muchacha.

Las historias románticas también existen.

 

EL AMOR “AGUA ENTRE LAS MANOS”

La amó con desesperación, se llamaba Margaret. Ella era más joven, él más apasionado, de lo demás surgió el enredo.

Tengo la impresión de que la mayor parte del tiempo se mantuvieron separados, pero él siguió enamorado por más que las distancias o los desencuentros marcaran el ritmo de ese largo romance.

Él era un apasionado lector de Kafka y las misteriosas explicaciones del escritor sobre los motivos para no casarse le acentuaban su angustia. ¿Cómo se rebasa ese velo sutil que no permite una unión plena entre un hombre y una mujer?

Solamente tuve la versión de él sobre los desencuentros; las versiones de ella siempre se referían a periodos en que estaban juntos. En su interpretación para Enrique los obstáculos provenían de hilos secretos que limitaban la proximidad, situaciones traumáticas y misteriosas de un lejano pasado familiar, las carencias de él en un sentido de prestigio o de grandes éxitos para colocarlos a los pies de la mujer.

Cuando se separaban, él solía escribirle largas cartas de amor para explicarle que su corazón la pretendía con locura y que su visión del mundo no era la ordinaria. Sí, había mucho amor y una visión que rebasaría los límites de un relato corto. Como sea las cartas se extendían en cuartillas y con regularidad llegaban a las manos de su amada.

En una ocasión él me dijo, que este su amor era “agua entre las manos, por más que aprietas siempre hay una fisura, sobre todo si pierdes la atención un momento”.

 

“NO ME HABÍA IMAGINADO SER PADRE”

Con esa confesión mi amigo sirvió un café humeante.

—Ni yo.

Como sea la paternidad no está peleada con el fervor revolucionario ni con las noches de desvelo. Habrá que ponerse a leer o a preguntarles a las madres y tías cómo se hace bien.

Dijo que no quería cometer los errores de la generación anterior, que nunca gritaría ni pegaría a su hijo:

—Ni yo.

Dijo que la familia de su esposa era bastante religiosa, y eso como que no le resultaba tan compatible, pero que no sabía dónde estaba el punto medio entre nociones tan científicas contra ideas tan tradicionales.

—Ni yo.

En eso mi hija, que estaba sentada en su carriola agitó su sonaja, y su hijo avanzó gateando hacia ella.

—Lo más extraño es imaginar lo que pensarán cuando nos hayamos ido. No tengo idea de qué bueno tomarán de nuestros afanes y nuestros tiempos.

—Ni yo.

 

“ES QUE VIENE DE PUEBLA”

 

Antes de presentarme a su esposa me solicitó que la tratara bien, que no fuera estricto al juzgarla. Dijo “Es que viene de Puebla”. Le respondí:

—Es una gran ciudad, que tiene la mala fama con el chiste del Pipope.

—Estudia a buen nivel, cursa en la UNAM y está como apurada con todo; quiere ya terminar su carrera.

La vecina que le presentó a su esposa solía señalarle a Enrique que él era un pequeñoburgués con “sentimiento de culpa”. Él lo negaba, aunque aceptaba que la angustia y el insomnio lo perseguían constantemente.

Después del matrimonio su carácter se volvió más apacible, pero no fue una situación permanente. Y está lo del embarazo, pues ya ves…

 

UN FILÓSOFO DE VECINO

Era su tocayo, se apellidaba Espinoza, de carácter amigable y siempre dispuesto para aconsejar a los jóvenes.

A veces Enrique compartía su insomnio con el filósofo. En alguna ocasión nos sugirió que comenzáramos con Kant, porque eso de que para entender a Marx había que comenzar con Hegel era relativo, pues para comprender a Hegel era menester entender antes a Kant.

Mordimos ese anzuelo de estudio y luego encontramos a otro cómplice de estudios.

El filósofo nos recomendó emplear el método de los cinco dedos, porque para entender una frase de Kant conviene separar las frases interiores y entonces se emplean muchos dedos para separar cada afirmación.

Supongo que de esos años resolví lo fundamental para entender las diferencias entre fenómeno y nóumeno, la cosa en sí, las aporías o el criticismo. Después el vecino se jubiló y se dedicó varios años a escribir novelas, en una especie de prisa por recuperar su “tiempo perdido” en las clases. Su primera novela se llamó El acercamiento y luego en una colección de cuentos incluyó una narración que refleja cuando fui perseguido y secuestrado por la policía política en el año 1983. Además de agradecer ese relato, siempre conservé un grato recuerdo de la bonhomía del vecino filósofo.

LA ALTURA CONVENIENTE

A él lo encontré afuera de su casa: cabizbajo y asoleado. Me había pedido ayuda por el olvido de sus llaves:

—Ya sabes, a veces, sale uno dormido a comprar a la tienda.

Luego propuso escalar a su azotea. Trepar sin escalera resulta algo complicado y, en cierto sentido ridículo: pisando al compañero, restregándose contra el encalado de la pared, raspándose los codos, empujando.

PAPÁ OSO: UNA FÁBULA

A este capítulo tendrá forma de Fábula: Invitó a los oseznos vecinos para que su único osito no padeciera soledad durante las vacaciones. Como yo también era otro Papá Oso decidí acompañarlo. Al inicio fue fácil pero luego sucedió que el lago era demasiado frío… Ni los osos adultos sienten agrado por las ventiscas de un sitio que se llama Río Frío.

De momento fue imposible hibernar porque los oseznos se entercaron por pescar truchas. Sí el pequeño lago resultaba un sitio ideal para atrapar peces, aunque la inexperiencia de los pequeños hacía la tarea sumamente lenta. Al amanecer los oseznos insistían en comenzar su labor, los papás osos nos la tomábamos con calma para conseguir los alimentos indispensables, mientras la pesca se estancaba.

Al atardecer unas truchas flacas eran el trofeo, aunque los osos modernos ya no comen crudas, así que improvisar la cocina implica mayores esfuerzos.

Con todo, sobrevenía la noche y la improvisada tienda dejaba traspasar las ventiscas nocturnas. Cada quien en su rincón, cada quien con su prole resultaba imposible conciliar el sueño cuando los lobos aúllan en la lejanía.

Así transcurrieron dos noches hasta que decidimos que era temporada para hibernar y regresamos a la Tierra de los Osos. (Fin del modo Fábula.)

 

DISCRIMINACIÓN AL RUBIO Y EL TRI

La animadversión por motivo de raza es sutil cuando se trata de los rubios o güeros, ya que se mezcla con la deferencia y hasta admiración, pues suman un prototipo de galanura con un resentimiento de siglos. Hay quien asume lo dulce en esa circunstancia, pero Enrique no vivía la suavidad de nacer en cuna acomodada. De manera insistente en el mercado o la escuela lo llamaban Güero; incluso había amistades que empleaban ese apodo con un sentido afectivo.

A manera de reto decidió que frecuentaría la zona de los Pedregales, un amplio conglomerado de colonias populares con mixtura de clase media. La urbanización avanzaba a pasos desiguales por lo que tantas avenidas carecían de luminarias, fallaban los drenajes y el pavimento. Caminar en la oscuridad por tales parajes no se recomendaba para los temerosos y desde el año 1980 se comenzó a poner de moda las “pandillas juveniles”, inspiradas en una película comercial.[1] 

La idea resultaba extraña, pero los acontecimientos se fueron tejiendo para lograrla. Ambos militábamos en una organización de izquierda que contaba con registro electoral y los conciertos de rock representaban un medio para la aceptación.

El líder banda de una colonia le dijo a Enrique:

—Te juro que si consigues que El Tri nos dé un concierto en los Pedregales, entonces nunca nadie más te va a estar chingando.

El grupo de música rock local, El Tri, había despegado en el gusto local y resultaba ya inaccesible. Ese grupo encabezado por Alex Lora (que luego siguió su carrera solista) representaba la identidad de las nuevas bandas, de los chicos pobres y rebeldes de los Pedregales.

Antes siempre debía andar acompañado en las noches para atravesar los Pedregales, después del concierto se daba el gusto de cruzarlos caminando, nada más por sentir la adrenalina con la convicción de que “las bandas” lo distinguían como un “Güero” que había ganado el respeto del vecindario.

 

INICIO DE CLASES Y PRIMERAS TAREAS

Entrar a una escuela nueva en el primer año de Preparatoria, cuando la mitad del salón integra un grupo compacto de desconocidos, resulta desconcertante. Enrique lo resintió por partida doble, porque su escuela de origen también seguía una pedagogía diferente.

Y vuelvo al tema de la discriminación de los rubios. Desde el primer día de clase fue el objetivo de algunas burlas y más cuando desde otro grupo se recibió la información de que él traía otro apodo “El Calcetín”. La palabra poseía algo de festivo y ridículo, aplicada a un joven alto y de buena apostura con un apodo tan mínimo, tan próximo al piso y los azares de lo trivial, sin objeción. Ese apodo “El Calcetín” provocaba más de una sonrisa burlona.

Aunque su carácter amigable y sin maldad en las discusiones relajaba los ánimos para que ese ambiente no se convirtiera en un drama.

En especial, quien relata provenía del grupo compacto que había entrado a ese primer año y llevábamos 3 años previos conviviendo. Como en la escuela anterior me consideraban ya un “cerebrito” o lo que después se denominó un nerd, pues tuve cierta afinidad con una característica de Enrique, pues él comenzó siendo un “matadito” para aplicarse con las tareas.

Cuando entró a la escuela, Enrique cumplía y sobre-cumplía con las tareas escolares, siempre le preguntaba a los maestros ¿y la tarea de hoy? Se sorprendía cuando le indicaban que ese día no habría y que en todo el curso casi nunca dejarían tareas escolares. Aunque el criterio resultaba disparejo, había maestros que dejaban un libro completo para leer cada semana y otros que jamás encargaban nada. Eso de que Enrique comenzara por preguntar las tareas hubo a quien le molestó y lo regañaban en corto.

Le gustaba estudiar en su casona y desde la primera semana me invitó a visitarlo para una tarea. Ahí conocí a su madre, Elke Hansen, una hermosa dentista de origen alemán. Eran ellos dos, había transcurrido un par de años desde el divorcio, que en esos años cuando los divorcios llamaban más la atención.

A mí me gustaba hacer rápido las tareas y ponerles punto final lo más pronto. A él le gustaba darles vueltas, preguntarse de dónde venía y hacia dónde iba cada tema. Manifestaba dudas sobre las intenciones de trasfondo de los maestros y le gustaba comprar libros. Y su biorritmo de estudios comenzaba a adquirir intensidad después de  la tarde.

—Quédate en la casa a dormir.

Luego se comenzó a volver una costumbre de estudios, un ritmo de comenzar muy tarde y pernoctar, y no solamente con él sino también con otros amigos estudiosos o simples copistas de las tareas que yo hacía con velocidad.

 

ASCENDENCIA ALEMANA

Esto le provocaba a Enrique algo de pena, una especie de culpa del descendiente de conquistadores. Tardó en encontrarle ventajas de estudio pues también es un pueblo que floreció en genios de la filosofía y la ciencia. No podría llamarlo jamás “germanófilo”, más bien un crítico de su herencia, un duro crítico de las raíces por los males que ese legado trajo al mundo. Amaba los aspectos filosóficos y revolucionarios de cualquier parte del mundo, por tanto repudiaba la carga alemana en cuanto un sello fascista o autoritario, se identificaba más con el retorcido Kafka que con el exitoso Goethe, del comunismo prefería al mártir Trotsky que al sanguinario Stalin, de la psicología le interesaba más el social Reich que el fundador Freud, de la filosofía prefería al revolucionario Marx que al abstracto Kant…

Aún, con tales lejanías intelectuales, la casa conservó los detalles de la emigración que trajo el abuelo con muebles, utensilios y cuadros que recordaban un pasado en Alemania.

 

FINADA EN EL HOSPITAL MOCEL

Supe que su madre, Elke, se operaría en el Hospital Mocel por un procedimiento de rutina. Contábamos con 16 años y los temas de salud nunca me habían inquietado. Para entonces ningún familiar cercano había fallecido. Cuando me marcó por teléfono fue tan extraño enterarme que su madre había muerto:

—Está muerta, no entiendo qué sucedió.

Para ese entonces me consideraba su mejor amigo de la escuela y lo acompañé en todo momento durante tres días y noches.

Su padre, el Sr. Carlos Bustillo, también quedó muy consternado y se encargó de los trámites funerarios. Por parte de la madre, Enrique no tenía parientes en México y por el lado paterno le resultaban bastante ajenos, o hasta molestos. Sus vecinas Marla y Yubila, junto con sus papás (Enrique Espinoza y Sara Fenton), mostraron el gran cariño solidario que sentían por Enrique.

En esas jornadas difíciles, Enrique solicitó que permaneciera las dos primeras noches en su casona. Recordé algunas pláticas previas con su madre donde parecía darme el encargo de hermano mayor.

Sin la señora Elke observé de otra manera los objetos cotidianos de la casa, cada parte poseía una fuerte marca de personalidad con una cauda de genealogía familiar y la travesía desde la emigración alemana del abuelo (el padre de ella).[2]

En esos días, además de amigo, me sentía una especie de “madre sustituta”, sumado al hombro fraternal para llorar las lágrimas del adiós, aplicaba la sensatez para que la actividad cotidiana no resultara demasiado caótica. Visto con retrospectiva, en Enrique los dos últimos años de la escuela Preparatoria arrastraban una depresión por el duelo de la orfandad, mezclado con los dolores del crecimiento adolescente.

 

VESTIGIOS DEL MAR OSCURO

La madre de Enrique gustaba de compartir tradiciones alemanas, como una sopa de ruibarbo, el platillo de col agria y una curiosa manera de preparar huevos tibios. La casa estaba adornada con muebles de madera con detalles de ebanistería.

El ruibarbo es una planta con hojas venenosas y tallo comestible, que la señora cultivaba en su jardín. En ningún otro lugar he visto que preparen ese alimento, que para ella era un manjar.

Un cuadro con paisaje, en parte boscoso, con una casita solitaria y un par de siluetas con el Mar del Norte de fondo señalaba el recuerdo de los orígenes. El sitio donde nació su abuelo. Otros óleos representaban bosques espesos y valles soleados.

 

ESPÍRITU INDEPENDIENTE

Tras la muerte de su madre, Enrique rehusó cohabitar con su padre divorciado. El señor lo visitó unos días después del fallecimiento intentando la reunión, pero no había entre ellos una armonía en ese tiempo.

A partir de los 16 años creció solitario —sin hermanos ni parientes cercanos fuera de su padre— y con sus amistades funcionando como familia sustituta él fue enfrentando las decisiones y dolores de la adolescencia.

 

EN CRISIS ANTE LA ESCUELA: MÉTODO DE ESCOPETA

Hacia el final de la Preparatoria entró en una etapa de enfrentamiento emocional con la escuela como aparato académico. Si bien era un excelente estudiante, simultáneamente, lo lastraban estados de ánimo depresivo y cuestionamientos excesivos hacia algunas materias estudiadas.

Los temas que le agradaban Enrique los estudiaba tan afondo que fácilmente caía en exceso o hasta en una parálisis por exuberancia de lo que un amigo (creo que Janitzio) llamó el “Método de la Escopeta”.  La escopeta lanza muchos perdigones y alguno atinará en el blanco y si fallaba el tino el maestro se cansaba antes de leer la respuesta completa, así como alumno a una pregunta directa contestaba 10 aspectos en lugar de 1.

Esta costumbre de ampliar demasiado los estudios se combinaba con los efectos de la depresión por la orfandad más la crisis de la juventud, con sus cuestionamientos vocacionales y existenciales.

Hacia el final de la Preparatoria, Enrique seguía manteniendo una excelente reputación de aplicado, pero comenzó a ser faltista y, en particular, faltaba a las primeras clases pues padecía insomnio. El insomnio luego se convirtió en un biorritmo para “vivir más de noche que de día”.  Esa situación le acarreó dificultades, pero para eso está el amigo —en este caso el que escribe— que colaboraba en las tareas. Me dio un poco de risa el trabajo final de la clase de Lógica que, agotado por diferentes situaciones, Enrique no preparó y había decidido ya no presentar pues estaba insatisfecho con su comprensión de esa materia. Yo había terminado antes de tiempo el mío, así que decidí ayudarlo de manera integral, haciéndole con mi puño y letra su Trabajo final, que era un resumen de aspectos de los silogismos y las llamadas “tablas de verdad”. Después de una larga discusión, Enrique se dejó convencer y firmó el Trabajo final. Cuando miré la calificación de esos Trabajos finales, me resultó imposible reclamarle a la profesora, que a él le pusiera una calificación ligeramente superior a la mía.

A pesar de esa crisis, la calificación final de Enrique en la Preparatoria resultó sobresaliente. Ya para la Universidad volvieron sus conflictos con el estudio y la Facultad de Economía no la terminó por más que su inteligencia sobrara para el reto, pues seguidamente divagaba y se desanimaba.

 

LA CARRERA NOCTURNA

Si visitaba su casona para estudiar debía resignarme al estudio nocturno. Ese no era mi objetivo, los desvelos en la juventud deberían sacrificarse para fines más divertidos, pero con Enrique el tema perfecto eran las tareas y después los estudios políticos, filosóficos, económicos y sociales.

Habrá quien objete que si a él le interesaba tanto el estudio por qué no hizo una carrera académica. Supongo que deberé explicar el ambiente de la izquierda política, que entonces esperaba (digamos que por ingenuidad o falta de previsiones) una Revolución casi inminente. Bajo la expectativa de una Revolución muy próxima era válido despreciar los resultados de la academia. Por mi parte compartía mucho de esa perspectiva.

Entonces en las visitas al atardecer comenzaba a intensificarse el estudio y las pláticas sobre los libros y tareas. Por mi estilo más lacónico y enfocado a los resúmenes con cierta facilidad sentía que era hora de colocar punto final a cualquier tarea o análisis, en cambio Enrique insistía en seguir ampliando. Una de sus tácticas favoritas para continuar con el estudio era llevarme la contra. A veces comenzábamos debates muy entretenidos sobre aspectos que ambos habíamos estudiado, como por ejemplo la dinámica de los soviets en la Rusia revolucionaria; la estructura de los sindicatos y las tácticas de intervención; los errores de interpretación de Lukács alrededor de la dialéctica de la naturaleza; la correcta interpretación de la teoría de la enajenación de Marx en los Manuscritos de 1844, el alcance del fetichismo de la mercancía en el Capítulo I de El capital, los dobleces Kojeve en la Dialéctica del señor y el siervo de Hegel, cómo comprender bien la percepción sintética a priori de Kant… En fin, había muchos temas para discusión. No sé si desde el principio estaba de acuerdo conmigo pero le gustaba debatir o había algo en mi manera de argumentar que lo terminaba convenciendo, porque hay muchas cuestiones sobre las que se podría bordar indefinidamente sin terminar jamás, porque así es la dialéctica de las discusiones. En fin, muchas veces la carrera de inteligencias discutiendo terminaba al amanecer.

UN AJEDREZ LLAMADO “ENRIQUE”

Desde el último año de la Preparatoria junto con otros amigos nos entreteníamos jugando ajedrez. El vecino, Enrique Espinoza un profesor de filosofía (que años después demostró su pasión como escritor) lo jugaba y su padre también. Yo lo aprendí desde niño y me resultaba entretenido. Luego otros amigos se aficionaron.

Nuestro amigo Rodrigo Morales, un día de vacaciones llegó con la novedad de que había un anti-ajedrez, que consistía sencillamente en la pérdida obligada de piezas de ajedrez, cuando una pieza estaba en posición de comer. Aunque la mecánica de ese anti-ajedrez no resultaba demasiado entretenida, pero daba una divertimento después de una ajedrez en serio.

Durante una desvelada, entre los tres fuimos diseñando un juego que combinaba el ajedrez y el anti-ajedrez en jugadas sucesivas. La idea de sumar los dos juegos fue de Rodrigo, la invención de las reglas fue mía y el elogio por novedad fue de Enrique como anfitrión, que se apasionó por cumplir con el reto de jugarlo durante noche hasta amanecer. En su honor, le nombramos al nuevo juego “Enrique” y con orgullo se lo demostramos a los adultos ajedrecistas, que celebraron esa capacidad inventiva. Fue Rodrigo quien bautizó este juego como Ajedrez Enrique, argumentando que jugarlo era tan “complicado” como nuestro excelente amigo.

 

EL VERANO QUE UTILIZÓ TRAJE

Sin quedar conforme con su situación económica desahogada, Enrique hace como 28 años se integró a un despacho de Seguros, donde yo funcionaba de jefe. Le sugerí un libro de etiqueta masculina, pues su noción de la combinación de colores y otros detalles no era la correcta. El autor del libro se apellidaba Moloy. Luego me decía:

—Ese Mr. Moloy es un científico de la combinación de colores, hoy me llamó una chica impresionada por mi traje. Pero prefiero ser más yo, este Moloy es tremendo.

Después de seis meses abandonó ese trabajo.

 

EL HIJO DE LA SEÑORA GUADALUPE

Trabó una amistad estrecha con un chico callado y de origen humilde, que para más señas le llamaban Lupe, el hijo de una señora que durante años sirvió en su casa para su madre. El joven contaba con menos de 20 años y Enrique lo protegió como un ahijado sin que existiera una diferencia de edades. Le dio sustento y lo alojó en su casona. Durante años este Lupe le sirvió como una especie de escudero, que lo acompañó en sus correrías por las colonias aledañas.

Estimo que transcurrieron unos 15 años hasta que Lupe decidió probar suerte emigrando a Estados Unidos y no supe más de él.

 

LA INQUIETUD A LOS 16 AÑOS

En su adolescencia Enrique era escéptico y no sentía atracción por la actividad política, pero yo sí estaba apasionado con la participación. 

Aclaro que esa era una escuela particular de clase media, pero con un director de izquierda definida, con varios profesores de esa misma tendencia. En la escuela formamos una organización local que se llamó la “Brigada Antonio Gramsci”, afiliada al Movimiento de Estudiantes Socialistas afín al Partido Comunista Mexicano. La fundamos un puñado de estudiantes de 2do y 3er año de preparatoria. Entonces cursábamos 2do año y otros alumnos entraron a ese grupo, en especial recuerdo a Rodrigo, quien después sostendría una interesante carrera en la academia y en la administración electoral del país. Al principio, Enrique no quiso la afiliación, pero terminó por aceptar luego de algunos meses. Como la mitad de la Preparatoria coincidió con la orfandad, era muy comprensible que él no se interesara demasiado en actividades extraescolares.

Esa organización fue un medio interesante para relacionarse y conocer a muchos estudiantes rebeldes de las Preparatorias, CCH’s, y Licenciatura de la UNAM, a profesores con ideas de izquierda y hasta a sindicalistas de la Universidad.

El ambiente político del año 1976 para la izquierda quedó marcado por una campaña electoral tolerada para el Partido Comunista que sin registro legal postuló a Valentín Campa, un antiguo luchador sindical ferrocarrilero, que había sido preso por sus ideas políticas. Los años previos de México estaban marcados por represiones fuertes como las masacres del 1968 y 1971. Comenzaba a perfilarse más tolerancia del gobierno y se vislumbraba la Reforma Política que unos años después legalizó a los partidos de izquierda.

La política para los 16 años era una especie de juego y descubrimiento. Cada situación surge nueva ¿qué son una reunión, un mitin, una asamblea, una marcha, una proclama, un volante, un póster, un círculo de estudios, la policía política, la huelga, la mesa directiva, la orden del día, el orador, el periódico político, una consigna, una manta, un desplegado, una cárcel, un desaparecido…? Cada aspecto se presenta novedoso en su vivencia, con independencia de que sepamos lo que significan las palabras. Los actos de masas nos impresionaban, en especial las grandes marchas y las huelgas.

Enrique se afilió al siguiente año a la organización estudiantil, supongo que ante mi insistencia.

 

FACULTAD DE ECONOMÍA

Esa escuela poseía prestigio para la izquierda porque ahí se alcanzaría a comprender a Marx y el auténtico fundamento material de las sociedades. Tal era el motivo para cualquier estudiante de izquierda que concursara por ingresar a la Facultad de Economía en la UNAM.

En el 1978 concursar por estudiar en la Universidad Nacional no era sencillo, existía el filtro del examen universal que era el requisito para todas las facultades. Un puñado de colegas de preparatoria hicimos el examen y aprobamos 4 de nuestra escuela privada para entrar a la Facultad de Economía. Éramos 3 hombres y una mujer de más edad. Ella se llamaba Diana Berrondo, sus motivaciones eran diferentes, pues era madre de dos niñas y buscaba la licenciatura como una llave para trabajar en un banco. Ese era el objetivo de Diana y lo cumplió de modo sistemático y admirable.

En el primer semestre en la Facultad era aleatoria y obligatoria la inscripción en los grupos, sin derecho a elegir con quién se estudiaría. Ese comienzo de clases en Economía resultó decepcionante, sumado a un horario desde las 7 am, que incluía la materia de Matemáticas. Ese comienzo de la Facultad nos desilusionó a los tres amigos, por mi parte comprendí que ya había estudiado más a Marx desde la Preparatoria de lo que encontré. Claro que había buenos maestros en sus especialidades, pero para mí el interés estaba por entero enfocado.

 

AGITACIONES EN LA FACULTAD Y MALA CONSCIENCIA

No había transcurrido un año cuando comenzó una agitación en la Facultad por la sucesión de Director General, lo cual ocurra cada que termina un periodo administrativo. La disputa fue entre un candidato con apellido chino Wong y la maestra Elena Sandoval. Por casualidad resultó que ella era hermana mayor de otro amigo mutuo, Pedro. Por la mecánica del posicionamiento, el otro candidato Wong, era a quien debíamos apoyar desde la izquierda, siendo mayoría entre la población estudiantil. La autoridad desde Rectoría de la UNAM terminó designando a la maestra Sandoval. La mayoría de estudiantil repudió su nombramiento, luego siguió un año de agitaciones en su contra. La maestra Sandoval parecía una académica sensible, con un alma noble y poco adaptada a la grilla política.

El estudiantado realizó varios paros, donde participamos. Siguió el descontento en la Facultad de Economía hasta que, cansada de las confrontaciones, la directora Elena Sandoval renunció.

Que ella fuera hermana del amigo Pedro provocaba un recargo de consciencia.

 

“NO ME HALLO EN LA FACULTAD”

Como sea, Enrique me lo repetía constantemente, que no “se hallaba” en la Facultad de Economía.

Recordando su imagen: falco, desgarbado, de pelo largo y rubio… sí, ese no era su sitio perfecto. Pero ¿quién tiene un sitio perfecto? Su casa era un marco mejor para Enrique, pero no intentaba permanecer ahí. Luego faltaba a las clases o llegaba tarde. Debo añadir que en los siguientes semestres de la licenciatura nos inscribíamos juntos a las mismas clases al principio del semestre.

Sin embargo, por cuestiones de vocación primero y luego presión laboral relegué y hasta abandoné los estudios unos años, mientras me adecuada a un nuevo ritmo de cumplir con un trabajo de ventas y las responsabilidad de ser padre, dejando en un tercer plano los estudios de economía. Pasado un tiempo, en especial, hacia el año 1990 surgió una oportunidad, pues el padre de un amiguito de mi hija se colocó en un puesto administrativo de la Facultad y me platicó de las facilidades que había para inscribirse a Exámenes Extraordinarios.

Mientras yo había tomado sinceramente la resolución, no sé si Enrique tenía la misma decisión o un sedimento de “sentimiento de culpa” ante un camino comenzado. A veces estudiábamos juntos una parte de las materias para presentar los exámenes, pero él solía dispersarse y no seguir mí ritmo marcado por presiones laborales. Por mi parte, logré presentar 2 o 3 materias en cada periodo administrativo, de tal manera que cubrí todas las materias faltantes. Cuando terminé todas las materias faltantes Enrique seguía retrasado y en los años posteriores se acrecentaron las dificultades administrativas, porque se redujeron las materias viables a presentar. Unos años después yo terminé mi tesis y me titulé; mientras Enrique inició de nuevo la carrera de economía en otra escuela, la Universidad Autónoma Metropolitana y tampoco la terminó. En definitiva, con Enrique poseía sobrada inteligencia, pero “no se halló” en ese ambiente escolar.

 

UNA REVISTA COMPARTIDA

En 1994 Enrique comenzó una revista independiente a la que se sumaron algunos amigos, entre ellos yo, (al final del proceso terminé cargando la elaboración casi completa). Entre pláticas y cafés acordamos llamarla Germinal[3] con homenaje a la narrativa y contenidos que propone la novela clásica de Emilio Zola.  En sus páginas reuníamos crítica política, teoría social y literatura.

Entre quienes colaboraron para crear la revista destacaban: Carmen Camarillo, Guadalupe Guadarrama, Diego Méndez, Julio Muñoz Rubio, Benjamín Tirado, Ma. Andrea Trejo, José Arturo Ruiz, Silvia Alvarado, Jorge Fuentes Morúa, Margarita Muñoz, etc.

El contenido era interesante y de actualidad, ahí se discutió la insurrección zapatista y el contexto del sistema político mexicano, así como las tendencias globales del capitalismo.

El Consejo de Editorial funcionaba como tal pero también mezclaba discusiones políticas, en especial alrededor del fenómeno zapatista y de la Coordinadora Intersindical Primero de Mayo,[4] a la cual asistí como director de esta Revista de manera frecuente.

El contenido de la revista Germinal era interesante y lo difundíamos de mano en mano, además de hacer presentaciones en escuelas, donde obteníamos aceptación. Sin embargo, la recuperación económica por ejemplares vendidos era mínima y se entendía que funcionaba como una especie de tarea altruista para su elaboración y difusión.  

La asistencia y participación fue inestable por la mayoría de miembros, quedando al final casi encargados de todo Enrique y yo. Según recuerdo el ciclo de vida de la Revista terminó en 1996, cuando desavenencias menores sobre actividad sindical y temas de coyuntura desfondaron el proyecto.

DIFERENCIAS CON EL COMITÉ CENTRAL DE LA ORGANIZACIÓN

En mi trayectoria de las actividades de izquierda fui bastante contestatario frente a líneas políticas que no me convencían. A Enrique le sucedía también, aunque con un sentido más enfático, con diferencias inconciliables. Conforme se realizaban nuevas uniones y divisiones de la vieja izquierda, en una ocasión, surgió una reunificación de viejos camaradas. La casa de Enrique fue el sitio y él anfitrión de la reunión fundacional.

Sin entrar en detalles diré que él resultó como encargado Sindical Nacional de la nueva organización. En los días y noches siguientes se desveló analizando la línea sindical que había seguido la organización fundada y concluyó que era inaceptable, conforme su visión estratégica, por lo que él estaba en contra. Su negativa fue rotunda por lo que él definió como la línea desviacionista de los camaradas.

La polémica de Enrique contra la Dirección Nacional terminó muy ríspida y sin oportunidad de una conciliación. Mi opinión fue que las diferencias eran irrelevantes, sin efectos prácticos inmediatos y que él podría actuar libremente si aceptaba el puesto.

Él quedó fuera de la acción militante de esa nueva organización, pero contento en su fuero interior, habiendo siendo fiel a su responsabilidad ética y evitando un compromiso idebido.

PINK FLOYD Y CÓMPLICES MUSICALES

El grupo favorito de Enrique era Pink Floyd, esa música progresiva que rompía los cánones en los años setentas y ochentas. Las veladas adquirían un toque distintivo con ese trasfondo musical y ese estilo se identificaba con un hipismo tardío.

En su entorno nunca privaban los excesos, más allá de las desveladas. Para sí mismo, él decía que no soportaba el alcohol porque le provocaba agruras y molestias estomacales, en ocasiones bebía una cerveza y fumaba tabaco o hasta un porro. Por mi parte también siempre fui moderado con el alcohol y nunca me gustó fumar nada.

Casi toda mi generación adoraba la música, algunos compañeros integraron grupos musicales, y yo participé de manera muy fugaz en la preparación de uno en la escuela secundaria, cuando descubrí que esa actividad no estaba en mi rango de habilidades. Enrique se contentó siendo oyente.

Para dar un contexto del gran interés por la música señalo que por su parte Rodrigo Morales por varios años hizo carrera de bajista con Cecilia Toussaint y luego se dedicó a otros trabajos. A Sergio Arau lo conocimos dos años antes y entró a la Facultad, pero salió pronto para seguir su vocación, pues fue un protagonista destacado con su Botellita de Jerez. El amigo Diego Herrera, expulsado de la preparatoria CAF, logró la fama con el grupo musical Caifanes. De la misma preparatoria Francisco Ocio y Leobardo Arias integraron un grupo de rock con calidad aunque no destacó, de nombre Manchuria Rock.

El patio de la casona de Enrique fue el escenario de muchos conciertos privados en su jardín, donde aparecieron agrupaciones menores como Chack Mol, Flor de Metal y hasta los más destacados protagonistas locales de la música alternativa como “Rockdrigo” y Cecilia Toussaint.[5]

 

1984

Una novela de distopía, titulada 1984, —la cual leímos en la preparatoria— nos preparaba para que ese año mostrara un sello inesperado o hasta tenebroso. Para Enrique lo imprevisto fue la paternidad que le trajo alegrías, cuando en ese entonces nació su único hijo Rodrigo.

No quedé atrás en los cambios de la vida y, en curiosa sincronía,[6] también nació mi hija unos meses después.

La casona cambió en su ambiente al predominar la vida familiar, con Rosallina y el bebé Rodrigo, pero ninguna alteración de su diseño, que únicamente se remozó. Había mucha continuidad por donde lo viésemos: las tendencias ideológicas y la estabilidad económica de Enrique se mantuvieron inalteradas, siguió la misma ayuda doméstica con cocinera y jardinero incluidos. Por esos años el PRT era un partido legal[7], según pautas de la “reforma democrática” que al año siguiente llevó diputados a la Cámara. 

 

UN “GIRO A LA INDUSTRIA”

Hacia 1981 la dirección del PRT promovió una iniciativa que denominó el “Giro a la Industria”, promoviendo la inclusión de militantes estudiantiles o de clases medias en el sector industrial y de sindicatos, bajo el supuesto de que ahí encontraríamos a la auténtica clase obrera revolucionaria.

Desde 1981 acudí a la zona industrial de Ecatepec, como activo colaborador de los sindicalistas posicionados en empresas como Kelvinator, Liberty, General Electric, Alcan, etc. Para mí la colonia Tulpetlac se volvió el centro de actividades políticas.

Unos años después Enrique se acercó con la gente del Sindicato de electricistas del centro del país, por sus siglas SME. Durante mucho tiempo él colaboró activamente con las corrientes de oposición y radicales de ese sindicato. Por largas temporadas acudía a colocar periódicos de facción o volantear a los centros de laborales de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro (LyFC).

Para Enrique había un gran contraste emocional entre las comodidades heredades frente a las dificultades de la existencia proletaria, aunque en particular los obreros electricistas disfrutaban de salarios altos, una parte significativa era clase media, con mayores comodidades y hasta lujos. Algunos militantes de ese sindicato le tomaron gran afecto y recuerdo que uno habitó en un departamento que había en su casona, no sé por cuánto tiempo.  

 

PININOS LITERARIOS

Además de las pasiones políticas y teóricas, Enrique sintió inclinación por la literatura. En ese aspecto coincidíamos mucho, aunque vale señalar que le llevaba la ventaja generacional, pues mis propias pasiones literarias provenían desde mis genes. En la adolescencia él se convirtió en un lector obsesivo cuando le gustaba un autor y, más aún, si ese autor le atormentaba con preguntas sobre el porvenir. Disfrutaba y le angustiaban Revueltas, Kafka, Zola, Tolkien y Tolstoi entre los que compartió.

Cuando terminamos la escuela Preparatoria se dedicó meses a elaborar un ensayo sobre Franz Kafka, con especial énfasis en la Carta al padre, donde sentía un reflejo de sus propios conflictos emocionales y el proceso de separación ante su propia autoridad paterna. Con angustia y desvelo volvió sobre esa metáfora donde Kafka alucina a su progenitor acostado sobre un planisferio del país; el cuerpo del progenitor es enorme y ocupan las zonas habitables, por lo que el escritor quedaba condenado a subsistir entre resquicios donde el padre no lo aplaste.[8] Por desgracia, el hermano menor de Rodrigo Morales le pidió prestado ese escrito (que él apreciaba) para material de estudio y, después cínicamente confesó que sustituyó la última hoja con su nombre y lo entregó como su tarea escolar de literatura.

Enrique consideraba a una escena de Los días terrenales de José Revueltas una guía contra los excesos del fanatismo. En una escena el dirigente comunista aguanta la muerte de su hija pequeña y desvía el dinero del velorio para seguir con la agitación desentendiéndose del cadáver.

Escribió cuentos breves en calidad de novicio, que no pasaron de experimentos en aquéllos años, incluso no quiso publicarlos. 

 

LO QUE QUEDA PARA EL GRAN OCÉANO DE LA VIDA…

La huella de esta vida quisiera fuese enorme. El tamaño exacto de cada existencia resulta inútil de medir (lo sabemos), pues con el paso del tiempo los vestigios se debilitan (la roca se vuelve arena), el legado queda al capricho de los vientos nuevos (capaces de arrastrar la fina arena) y únicamente encontrando la fragua exacta regresa en su estado cristalino y perdurable (la afortunada metamorfosis). El amor por un pasado preciso y hechos puntuales permiten revivir —de manera fidedigna— lo sucedido. Cada existencia posee una misión (por principio secreta, según afirman las leyes del despertar en cada existencia) que se destila a lo largo de los días y los años. El anhelo de un mundo mejor fue un signo para la juventud de los setentas y ochentas;[9] el interés para interpretar el sentido de nuestras vidas e historias continua; el gusto por darle expresiones literarias permanecerá en los textos; enamorarse con perdido romanticismo inflama las promesas; la fortuna de haber procreado hijos figura la metafórica botella lanzada hacia el Gran Océano de la Vida… A su manera, Enrique Bustillo Hansen conoció esas mieles de la vida, la cuales aguardaban al alcance de cualquier espíritu intenso en esos años. ¿Qué quedará tras su funeral? ¿Cuáles recuerdos valdrán para los años venideros? La huella resulta inútil medirla con centímetros mezquinos o con kilómetros ordinarios, cada existencia posee una misión y lanza su botella con mensajes al Gran Océano de la Vida…  

 

NOTAS:

[1] La película norteamericana del año 1979 The Warriors, traducida como Los guerreros o Los amos de la noche según países, relata la travesía y lucha entre pandillas escenificada en Nueva York.

[2] Recuerdo que en esos días una tarea de lecturas de la preparatoria había sido un texto fúnebre, las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique, las cuales adquirieron un relieve estremecedor.

[3] El nombre es un homenaje a la novela homónima de Emilio Zola. No se debe confundir con un antecedente antiguo de España hacia finales del siglo XIX, cuando hubo una revista titulada Germinal de alturas por las plumas literarias de entonces, con referencia en el libro 1900 en Salamanca de Jean Claude Rabaté. También hay otra revista posterior con ese nombre en España registrada desde 2006, que se dedica a estudios sobre el anarquismo.

[4] La Coordinadora Intersindical Primero de Mayo se fundó cuando los sindicatos del Congreso del Trabajo oficiales decidieron no marchar el Día del Trabajo en 1994, por temor a una expresión de rebeldía fuera de su control. En contraposición las principales agrupaciones disidentes e independientes sí convocaron a marchar, y tras ese acontecimiento se estableció la CIPM que fue sumando sindicatos de universidades y otros menores, más agrupaciones de colonos y de estudiantes. Logró sumar en el papel unas 120 organizaciones y hacia 1997 fue su momento de más fuerza, luego se dio una reagrupación de tendencias sindicales que, poco a poco, fue menguando a la CIPM. Las reuniones se hacían a modo de asamblea de representantes en la Universidad Obrera Lombardo Toledano del Centro del DF.

[5] Compositor y solista de rock que falleció en el sismo de 1985.

[6] En ocasiones sonrío con el título de un libro clásico de Plutarco las Vidas paralelas.

[7] El PRT obtuvo el registro al final de 1981, cumplió tres campañas electorales, dos presidenciales de Rosario Ibarra de Piedra, y después lo fundamental de su militancia se fue integrando paulatinamente al PRD o manteniéndose en posiciones marginales. Algunos de sus dirigentes, que visitaron muchas veces la casona de Enrique, destacaron en la política mexicana como Patricia Mercado, René Arce, Ricardo Pascoe y Pedro Peñaloza por solamente mencionar a unos pocos.

[8] La figura psicológica y metafórica del padre no se debe interpretar como el carácter real del padre de Enrique, el señor Carlos Bustillo era un músico profesional, oboísta de la Sinfónica, bastante afable y de humor predominantemente alegre.

[9] Aunque los historiadores y los teóricos seguiremos interrogando si comenzó la posmodernidad con la caída del Muro de Berlín en lo político o con la irrupción de la computación en lo tecnológico, con la píldora vino la irrupción masiva de la mujer en la vida pública y una variación en las costumbres eróticas.