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jueves, 10 de mayo de 2018

ANÁLISIS Y RESEÑA DE EL PRINCIPITO DE SAINT-EXUPÉRY








Por Carlos Valdés Martín

La narración de Antoine de Saint-Exupéry provoca la inmersión hacia un espacio mágico y lejano, elaborado al fusionar la infancia con una conciencia más allá de la madurez usual. Al duplicar la percepción de la infancia este relato escapa de lo habitual. Bajo la forma de relato infantil, El Principito, contrasta el mundo de los adultos cotidiano y normal, con otro mundo más sutil y sensible, pleno de descubrimientos e inocencia.[1] Entonces, la infancia no señala una simple edad, sino la mezcla de la niñez normal con un baño de sabiduría, bajo el pretexto de un viaje y a la manera de los rituales iniciáticos, descritos desde la antigüedad y conservados en algunas asociaciones. Esta fusión entre la infancia y otra perspectiva podría atribuirse a que Saint-Exupéry fuera un piloto solitario, con largos periodos de aislamiento y experiencias traumáticas como extraviarse en el desierto, o bien que esto se mezcle con su experiencia de francmasón, que tensa las cuerdas del espíritu, mediante una doble negación que estalla en potenciación.[2] La eficacia completa del relato depende de que seamos convencidos por el discurso del niño-sabio que nos habla desde esa otra realidad que complementa la nuestra y la infantil—, para que El Principito genere un gran efecto.

Argumento
El cuento se relata desde el punto de vista de un piloto que sufre una descompostura y permanece atorado en mitad del desierto intentando arreglar su avión, cuando aparece un extraño niño que insiste en obtener unos dibujos. Poco a poco, el piloto va conociendo al visitante que resulta ser el Principito, quien viaja desde un asteroide que es su hogar. El chico explica las características de su asteroide, con sus tres pequeños volcanes, la existencia de una rosa excepcional, superior a las flores ordinarias, el problema que tiene con los brotes de árbol baobab y las características de su hogar. Por su parte, el piloto explica sus primeras reacciones y cómo recordó sus limitaciones como dibujante ante las peticiones recibidas. Luego el Principito explica sus curiosos viajes por varios asteroides, cada uno con un único habitante, que es un personaje prototipo de una actividad o actitud humana, bastante caricaturesca, señalando algunos vicios y carencias de los adultos. 
En el relato se remonta hasta la llegada del Principito cuando desciende a la Tierra y se comunica con una serpiente amarilla que le explica dónde está, pues cae en el desierto. Luego encuentra un sitio más amigable y un Zorro lo convence de domesticarlo, para también enseñarle cuestiones esenciales, incluso la lección afamada de “ver con el corazón”. Después topa con el piloto y se ocupa de los dibujos, que sí le agradan. Juntos viajan hasta encontrar un pozo de agua. Cuando llega el momento oportuno, el Principito se entrega al veneno de la Serpiente amarilla para deshacerse de su cuerpo y así comenzar su viaje de regreso, pues su tiempo se ha cumplido. El piloto queda entristecido, pues siente gran afinidad con el Principito y abriga la esperanza de que regrese algún día.

La doble infancia crea esa otra realidad esencial
En el relato, la infancia aparece duplicada: en la vivencia del piloto que se frustró de niño cuando dibujó boas enormes digiriendo elefantes que parecen sombreros; en el personaje central, que retrata una infancia fantástica proveniente de las estrellas. La primera infancia del piloto ha sido castrada por la incomprensión del adulto y sobrevive en secreto, cual semilla moribunda, sin nada que la alimente. La segunda, en el Principito es una infancia enérgica y que se aventura por distintos mundos, para seguir aprendiendo lo esencial. La segunda infancia contacta a la primera para recuperar la memoria y la confianza de que sí merece un lugar bajo el cielo. Al interactuar esas dos infancias, la perdida y la proveniente del asteroide se conjugan para provocar otra realidad más intensa y mágica, revitalizando el candor del piloto y perfeccionando al niño de los cielos.

Esa realidad esencial
La trama se dedica a demostrar la importancia y la efectividad de esa otra realidad que habita en la infancia y está al alcance de los adultos, que la han olvidado o se esmeran en reprimirla mediante diversas mascaradas de seriedad. Por eso casi siempre se considera que en el núcleo del relato está la enseñanza del Zorro, quien explica su clave al Principito: “He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.” Directamente el Zorro lo llama su “secreto” como un mago indica su fórmula y la entrega al momento de despedirse de su nuevo amigo, con quien ha afianzado su vínculo especial. Entonces a través del relato se reinventa un órgano nuevo de la visión esencial, al que llaman el corazón, como residencia del afecto y generador de las emociones sinceras; es decir, el ingrediente del amor puro es ingrediente básico de esa otra manera de “mirar”. Pero en este relato no se exponen amores adultos, sino de afectos infantiles, los que surgen por una mascota o una flor única, por un amigo o por una puesta de sol, por una estrella lejana o un dibujo; en suma, describe formas básicas de amor las que entran en juego. Por último, habría que enfatizar que ingrediente de esta mezcla es la sencillez porque rehúye de la complicación y lo que busca es simplificar fórmulas hasta alcanzar lo esencial, dejar de lado cuestiones irrelevantes representadas por aspectos del mundo adulto.[3] Basta descubrir un pozo con agua fresca para encontrar la fuente de la vida, basta mirar una rosa o una estrella para descubrir la esencia última.

Lo iniciático
Si leemos las características del proceso iniciático en las diversas culturas, tal como lo sintetiza, Joseph Campbell,[4] entonces este cuento condensa las reglas y etapas de una iniciación. El personaje cumple su tiempo, siente el llamado para una búsqueda, se lanza tras el umbral, sigue las peripecias mediante viajes, enfrenta peligros, supera las pruebas, encuentra las claves, sale transformado y victorioso, para recibir una exaltación con un probable regreso a su hogar del asteroide. Bajo tales reglas de la iniciación, la Serpiente amarilla es un sacerdote del umbral, que lo recibe en la Tierra y lo regresa a los cielos; el Zorro es un maestro de la naturaleza, que le da muchas enseñanzas, y el Piloto es su compañero de aventuras.
Dos rasgos evitan que descubramos con facilidad tal aspecto iniciático en El Principito, siendo un niño y que la percepción de los riesgos es mínima. Los héroes infantiles no están excluidos de la mitología y la literatura, incluso es un ingrediente de interés remontarse hasta la infancia de los personajes para comprobar su carácter superior, como un Hércules derrotando serpientes en la cuna o un Ganesha que permanece niño con cabeza de elefante.
Sin embargo, la falta de combates físicos y la minimización del riesgo nos desconciertan para caracterizar a este relato como iniciático o de carácter heroico, con lo cual adquiere una singularidad, pues la violencia nunca es aceptable para este cosmos infantil del Principito, relegándose a una hipótesis natural, que se expresa en las espinas de la rosa que habita en el Asteroide.

La jerarquía invertida y sus recorridos
Sirviéndonos de la “jerarquía” como herramienta de análisis literario nos encontramos con una reversión básica en la escala, pues todo gira alrededor de la elevación del niño y sus características esenciales para salvar al adulto.[5] Esa ruta donde la visión infantil salva al adulto no señala un recorrido tan extraño, conforme lo muestran las religiones y sus adoraciones a niños divinos, como el Niño Jesús en su Navidad o el juguetón Eros entre los antiguos. En este relato un niño del cielo (desde el Asteroide-Estrella) baja a la Tierra para continuar su aventura, ha visitado previamente varios planetoides y quiere conocer más mundo para contestar sus preguntas.
En la zona baja de la jerarquía habitan los curiosos personajes de los Asteroides que representan los vicios o ridiculeces del mundo adulto. Estos diversos personajes son recorridos por el elemento libre, por tanto, superador de las jerarquías que es el protagonista. Desde la llegada al primer Asteroide se encuentra al Rey con lo cual quedan cuestionadas todas las jerarquías políticas, por tanto, el texto adquiere un aliento más allá de lo político y, en ese sentido, irreverente. La imposibilidad de que el Rey mande en su planeta diminuto y deshabitado, la inviabilidad de emitir órdenes que nadie obedecerá y la frescura del Principito frustran los intentos de imposición. En esa visita se confirma que el niño viajero no está sometido a nadie y no es súbdito, por tanto, es capaz de recorrer cualquier jerarquía. Las siguientes visitas a los Asteroides confirman que los habitantes solitarios resultan más bien esclavos de sus pasiones o profesiones absurdas, aunque intenten someter al visitante de alguna manera. No se piense que entre los personajes de los Asteroides existe una relación jerárquica pues ellos son indiferentes entre sí. El propio Principito únicamente le da una mayor importancia al farolero, pues es el único que hace algo útil.  
La Tierra es el espacio de aprendizaje del Principito, dentro del cual un sentido de autoridad lo poseen la Serpiente amarilla (quien cuida la entrada y salida) y el Zorro porque es quien enseña cual filósofo.[6] El piloto y narrador posee un papel intermedio, sirve como el testigo clave y quien rescata el otro extremo de la infancia. La mayor enseñanza proviene desde los representantes de la naturaleza, en particular, el Zorro que funciona como mentor y quien está facultado para entregarle los secretos clave al Principito.
El recorrido se completa con la muerte física del Principito y su viaje cumplido, entonces se ha perfeccionado la sabiduría candorosa y la comprensión de la infancia esencial. Pero ¿cuáles son los peldaños que se recorren?

Tres niveles de fuerza, belleza y candor
El ritmo propuesto por el recorrido resulta sorprendente al desplazarse por tres “espacios” jerarquizados de ese cosmos mágico que habita el Principito. En el comienzo, la infancia posee una peculiar fuerza, tanto por su mirada (espontánea y penetrante, de la cual no es consciente) como por su carácter laborioso (trabajando en su propio asteroide) y su rasgo aventurero que se lanza al viaje. Esa fuerza está envuelta en debilidad, pues es un niño y además reconoce las potencias desbordantes de los árboles baobab y las fieras indefinidas, por eso requiere la ayuda de extraños como el piloto, la serpiente amarilla o las aves.
Tarda en darse cuenta que está cautivado por la belleza, aunque ésta es guía del Principito. La percepción de la belleza comienza con el personaje de la rosa y termina en ella misma, aunque incluye varios aspectos como el gusto por los atardeceres (con el movimiento de la silla sobre el asteroide que le permite mirar hasta 43 ocasos) y la delicia del agua pura del pozo. Esa percepción de belleza se incrementa y perfecciona con las enseñanzas del Zorro y el contacto con el piloto. Conforme ha alcanzado el grado suficiente de sensibilidad el protagonista está bien dispuesto para regresar con la rosa.
El candor representa la sabiduría de la infancia, por eso resulta indispensable recorrer el mundo pero mantener la misma mirada del corazón. En este relato se opone el candor infantil contra el aprendizaje de los adultos que limita y somete a las reglas de la “seriedad”. La infancia comprende suficiente lo esencial, por tanto siempre hay que volver al candor, que es el peldaño superior de una jerarquía.[7]

Trabajo material y de otro tipo
El trabajo aparece abundantemente en el relato y de muchas maneras lo cual resulta curioso para un cuento con ambiente infantil. El trabajo material y adulto está representado por la descompostura de la aeronave, como un esfuerzo casi inútil, pero obligatorio, mientras que se propone otro, bajo la ficción del dibujo y del amaestrar a los animales, un laborar propio de los enamoramientos y del arte. No por lo anterior, el trabajo sencillo se tacha de inútil, el propio Principito es un personaje laborioso que se ocupa del planeta. Un segundo tipo de trabajo que no es comprendido por el mundo de los adultos y sí por el corazón limpio del niño y del cómplice mayor que ha abierto los ojos. Ambas clases de faenas se pueden identificar cuando existe la actitud correcta o el momento es mágico: “Pero todos aquellos trabajos le parecieron aquella mañana extremadamente dulces. Y cuando regó por última vez la flor y se dispuso a ponerla al abrigo del fanal, sintió ganas de llorar.”
Aun así esta dualidad básica de trabajo adulto opuesto al del niño, se dispersa en más variaciones. Existe una laboriosidad repetitiva y útil pero con un sentido preciso, que describe la cotidianeidad del Principito para desarraigar baobabs antes de que crezcan, deshollinar los volcanes y conseguirle un capelo a la rosa. Aparecen otros tipos de actividades ociosas, con un cómico sinsentido, como la del Geógrafo que carece de informantes o la del Rey sin súbditos. Contraponiéndose a la ociosidad y al sinsentido, existen otras labores muy trascendentes como lo que propone el Zorro, que es el domesticar con el amor, para crear lazos amistosos.
Si el trabajo posee sentido o carece depende de la perspectiva, según se demuestra en el arte del dibujo. El piloto comienza el relato lamentándose de la incomprensión del torpe arte que representa serpientes digiriendo elefantes, que luego es una actividad reivindicada por los requerimientos y comprensión del Principito.

La pregunta filosófica y la candorosa
El cuento señala que conviene interrogar de otra manera, porque las preguntas ordinarias —sobre qué edad tienes, cuántos hermanos tienes o cuánto valen las casas— resultan inútiles para captar lo importante de la existencia. El relato invita a preguntar de otra manera, tal como hacen los niños o los filósofos juguetones, aunque no los pensadores profesionales sino los desconcertantes como los cínicos o los gimnosofistas.[8] Una diferencia del Principito frente a los demás personajes es su insistencia en obtener respuestas, con él la duda adquiere una categoría diferente a la planteada en la existencia ordinaria. Él no se queda con su duda, pregunta y vuelve, repite e insiste hasta alcanzar una respuesta satisfactoria, esa es una duda filosófica que abre la puerta para la sabiduría.
Para cuestionar correctamente debe crecer la imaginación, armonizar con el pensamiento candoroso, en cambio a los adultos: “Nunca se les ocurre preguntar: "¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?"” En lugar del camino socrático que perfecciona al pensamiento, aquí se sigue el camino del perfeccionar a la imaginación, en especial a la candorosa de la infancia.

Agua y veneno
En este relato, el agua adquiere un rango superior, gracias al efecto del desierto, que al ocultarla avariciosamente le confiere un rango inusitado. El pozo de agua escondido en la lejanía le confiere belleza al desierto y, justo, en el instante que cada sediento bebe resulta un disfrute casi milagroso.
Esta situación se basa en experiencias personales del autor, que en efecto, sufrió un accidente entre las dunas desérticas y deambuló deshidratado durante peligrosas jornadas. La contraparte al agua de vida lo representa un veneno de la serpiente amarilla, que paradójicamente sirve como instrumento de liberación del Principito, mediante su separación de cuerpo material para volver a su estrella: hay que demostrar fe en el alma etérea para asumir tal argumento. Entonces el veneno sería una contraparte del agua de vida, para escalar hasta la trascendencia.

El maestro Zorro
El personaje del Zorro resulta ser un maestro de la naturaleza, capaz de enseñarle al Principito verdades de gran interés y, por tanto, es quien más lecciones le imparte. En especial, transmite cinco enseñanzas: los ritos son relevantes, que lo importante es invisible (otra manera de ver), la clave de la individualidad de la flor (o de cualquiera), el domesticar con amor y dejar fluir los sentimientos, cuando hasta la tristeza del adiós entrega una bendición.
La afirmación del Zorro sobre la importancia de los ritos ha sido poco observada cuando comenta que cada jueves los cazadores se van a bailar y él puede descansar, lo cual da un ritmo diferente a su vida. Esta afirmación es precedida por otra explicación sobre la importancia de verse a la misma hora siempre: “—Hubiera sido mejor —dijo el zorro— que vinieras a la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde; desde las tres yo empezaría a ser dichoso. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto, descubriré así lo que vale la felicidad.” La cita puntual es una demostración de mutuo afecto, que abre el camino para la felicidad.
El Zorro le descubre al Principito lo que significa domesticar (amar): “Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música.” Sin embargo,  no es un amor posesivo, sino el de individuos que se respetan, tanto que son capaces de separarse por el bien de algún otro.  
El Zorro explica la individualidad de la rosa definida por el amor: “—Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo.” Las otras rosas de la tierra son igual de hermosas, pero no tienen la cualidad única, pues es la relación individual y afectiva la que provoca tal diferencia.
La enseñanza más explícita es un “secreto” que le regala el Zorro al despedirse y suele ser la frase más citada de esta narración: “—Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.” Esta enseñanza explica que hay dos modalidades para ver que son la material y la espiritual a la vez que emocional. La modalidad de ver con los ojos nos guía entre la vida práctica, la otra modalidad abre el corazón y abreva la sabiduría. Los ojos físicos muestran la cáscara superficial, mientras el corazón muestra la esencia. Esta revelación la aplica al tema de la rosa, que se cautiva por la dedicación del Principito, el tiempo físico para el cuidado de la flor la ha metamorfoseado en única. Mediante la enseñanza del Zorro esa gran verdad regresa al corazón y resulta esencial.
En cuanto el Principito aprende a ver con el corazón adquiere una edad distinta (que no se refleja en el cuerpo, pues no es material), entonces puede y debe alejarse del Zorro, porque su enseñanza está terminada y ha finalizado un ciclo.

Rosas y estrellas
La elección de pocos elementos simbólicos fuertes y muy arquetípicos resulta afortunada, con escasos símbolos resulta suficiente la decoración de este relato. Por ejemplo, basta señalar que hay habitantes entre las estrellas para desatar amplias ensoñaciones; basta indicar una rosa hermosa y coqueta para evocar los romances furtivos, afortunados o trágicos.
La importancia simbólica de las rosas fue creciendo desde el Renacimiento europeo, aunque ya era apreciada desde tiempos remotos. Las mejoras en el cultivo y su extensión comercial mediante variedades más aromáticas, grandes y duraderas contribuyó a su prestigio en Occidente. La presencia de esta flor en la literatura ha ido creciendo y se ha estabilizado como un símbolo del amor, la pasión amatoria, la sensualidad, la femineidad y también como representación oculta de Cristo, bajo la forma rosacruz. En el relato, la flor coqueta del asteroide representa una femineidad tradicional, plena de encantos y misterios, tan recatadas como vanidosa. También sirve para explicar el contraste entre la pasión única, al modo del amor, frente a la presencia múltiple del género, con la presencia de muchas rosas en la tierra.
Si bien, las estrellas concretas en este relato son asteroides carentes de luz propia, el cuento siempre juega con su faz de estrellas; así, el Principito le llama continuamente “estrella” a su hogar. Desde tiempos inmemoriales se ha considerado a la estrella un potente símbolo como hogar de los dioses, representación individual de una divinidad, guía celeste, designación del Destino mediante los horóscopos y expresión inalcanzable de los ideales. En este caso particular, una estrella-asteroide es el hogar individual del Principito, por lo que ilustra la idea mística o religiosa de que el verdadero hogar del espíritu humano flota entre los cielos.

La muerte es ilusión y recuerdo
La enseñanza final del cuento incluye una actitud ante la muerte, el Principito señala “Parecerá que estoy muerto, pero no es verdad (…)  Es demasiado lejos y no puedo llevar este cuerpo que pesa demasiado”. Y para alcanzar a esa muerte que no mata hay que madurar y esperar, hay que aprender y cumplir un ciclo. No se refiere a la muerte accidental y sinsentido, sino a una especial que marca un renacimiento entre las estrellas, con un sitial propio.[9]
Entre las culturas antiguas la memoria era clave, por tanto recordar resultaba vital para comprender el mundo. No resulta casual que los griegos consideraran a Mnemosine una deidad importante, que fue madre de las Musas, por tanto del recuerdo dependía la creatividad humana. El relato entero elabora un recuerdo febril alrededor de un niño extraño, pero tan pleno de las cualidades más fundamentales que el Principito de Saint-Exupéry merece ser recordado… siempre.


Notas:



[1] La peculiaridad de un pensamiento nuevo y una nueva época lo describe Lyotard al considerar que comprender la posmodernidad convierte a los pensadores en niños, los viejos modernos se convierten en infantes posmodernos, de ahí su título La posmodernidad (explicada a los niños).
[2] Cual multiplicación de dos cifras negativas, surge una cifra positiva que efectúa la famosa “negación de la negación”, aquí el tránsito de la debilidad infantil hasta la candorosa sabiduría, según recomiendan algunos pensamientos paradójicos.
[3] Un subtema de interés es la miniatura o lo dialéctica entre lo pequeño y lo grande, pasando por lo normal; eso trae mucha diversión e interés al relato, comenzando con las boas que se vuelven sombreros cuando son mal vistas, o la relación entre el retoño y el baobab. El sentido de tranquilizar (evitar peligros, etc.) mediante lo pequeño o diminuto es muy importante en el relato. Cf. Gastón Bachelard, etc.   
[4] Joseph Campbell, El héroe de las mil caras.
[5] Giles Deleuze en Lógica del sentido plantea las pautas de este tipo de análisis mediante la utilidad de la “serie”.
[6] Desde las fábulas de Esopo se ha señalado la capacidad didáctica de los animales y, en particular, al zorro se le han atribuido cualidades intelectuales.
[7] Esto es una escala de fuerza-belleza-candor y también un círculo porque regresa al hogar asteroide-estrella. La jerarquía también está señalada por la distancia sideral entre el cielo y la tierra.
[8] Tal cual señala que Diógenes hacía preguntas y daba respuestas desconcertantes. Tanto él como los gimnosofistas dieron respuestas sorprendentes a la representación legendaria del  Poder, Alejandro Magno.
[9] En las mitologías, señala el cumplimiento del ciclo heroico y la deificación como la narración de Castor y Pólux.

martes, 1 de mayo de 2018

EN LAS VEGAS CON CLEOPATRA Y UNA TORTUGA

 



Por Carlos Valdés Martín

 

En la capital de las apuestas, sucede el encuentro perfecto, entre un mexicano bilingüe y una mujer excepcional. De nombre Antonio Salomón Pérez Rivas de treinta años, quien viajó para organizar un evento por su empleo. Él se encargó para una beneficencia —una ONG— de demostración con paneles solares para enviarlos a comunidades precarias. El escenario es una explanada en esa cálida ciudad, donde Salomón ocupa el templete para y luego baja. El evento avanza bien, así que terminan sus responsabilidades personales. Abajo hay sillas colocadas para centenares de asistentes y la mitad permanecen vacías. Los paneles solares cumplieron los objetivos proporcionando el suporte para bocinas, micrófonos y pantallas. Él está satisfecho, busca un refrigerio y platica con una anfitriona, Megan Wallace. Ella lo guía para conseguir sándwich y café mientras escuchan la parte final del evento.

Los personajes rondan los 30 años. La anfitriona que acompaña al protagonista es amable, con sonrisa linda, pero sin atractivo. Al regresar buscan colocarse en asientos disponibles. Al acercarse ella saluda a otra mujer, que a él le deslumbra por su belleza. De la desconocida lo atraen: la manera de remarcar los ojos con una sombra de rímel negro, resulta exótica, dibuja una avellana completa y arriba una sombra irisada, con tonos dorados, azules y rojos. Las pupilas expresivas y alegres brillaban hacia cualquier dirección. El pelo ensortijado y abundante se levanta en un domo casual, cabellera donde destacan tonos anaranjados y chispas de turquesas. La nariz alardea perfección de líneas sobrias. Los labios carnosos, con un labial discreto, lucen el perlado de los dientes, tan simétricos como un diseño arquitectónico.

Megan Wallace nota lo impresionado que está Salomón y lo anima para saludarla. La desconocida atrae al protagonista y él se sienta en la fila de atrás. Salomón aprovecha el saludo de la anfitriona y comienza una plática sobre la ayuda a las comunidades de la Sierra Gorda de Querétaro con la energía que darán los paneles. A la judía, Cleopatra, le agrada la conversación y lo convida a que se siente a su lado para no torcer la cabeza hacia la fila de atrás.

La plática corre con rapidez y se presentan con soltura. Él deja en claro que está de visita, que es soltero, hospedado en la habitación tal de un hotel cercano. Ella señala que está muy complacida con el evento, que es madre; pero insinúa que no está casada. Dos hijos y dentro de algunas horas los recogerá en algún lado. Él duda en cortejar a una casada, pero ella se comporta coqueta, pidiendo que la acompañe y elogiándolo. El lenguaje corporal de ella es seductor: guiñando, acariciando su pelo.

Ella se inquieta por un baño y él se ofrece a acompañarla, costumbre latina. Caminan juntos hacia un hotel próximo con casino, que está en remodelación, donde hay obras de albañilería. Al pasear juntos él admira las curvas del cuerpo, cubierto por un vestido completo tapizado de geometrías con triángulos y cuadrados.

En el camino ella sigue con un lenguaje corporal seductor, al acercarse y rozar ligeramente el cuerpo de él. En la plática él trata de sacar en claro si la condición de madre de ella es un obstáculo, sin encontrar el modo de abordarlo en la plática. Cuando llegan al frente del baño, en un pasillo, ella le argumenta con claridad que sí estaría dispuesta a visitarlo a su cuarto de hotel.

En el trayecto ella es elocuente y le explica que sí admira a la reina Cleopatra, que por eso recibió es nombre, que su madre lo eligió aunque sea inusual entre los judíos.

Ella entra al baño de mujeres y demora. La espera se alarga en el pasillo de pasos perdidos, a él se le inquieta la vejiga y a un paseante le pregunta por el baño de hombres clausurado por remodelación. Le responde que para encontrar uno abierto hay que cruzar unos pasillos y un patio con obras. Cuando ella sale, él le dice que irá corriendo al baño de hombres, que es mejor no lo acompañe porque atravesará una zona de obras y se mancharía su fino vestido. Ella se disculpa por demorar para salir y responde que si él tarda demasiado no lo esperará.

Él avanza con prisa por pasillos, encuentra un  patio con andamios y espejos. Los espejos son engañosos, da vuelta para un lado y otro. Se siente confundido y un enojo inesperado lo invade. La presión en la vejiga y estar en un sitio desconocido lo fastidia.

Desemboca en una cocina llena de gente ajetreada. Intenta preguntar, la mayoría no le entiende en español y su inglés no es fluido. Varios cocineros tampoco dominan el inglés, son de otras nacionalidades. Pierde el tiempo intentando explicarse hasta que uno le indica la ruta. Cruza más pasillos y vuelve a pasar por la parte en construcción. Encuentra el baño y sale rápido, pero las vueltas le han confundido para volver al punto de encuentro. Avanza por pasillos y por desorientación se aleja del sitio buscado. Sin quererlo vuelve a la cocina ajetreada. Cuando por fin el baño de damas, ya se ha marchado Cleopatra. No sabe si por la demora ella se ha molestado o, simplemente, le ganó la prisa por los hijos. Él se recrimina por ser torpe y perder la oportunidad, aunque quizá ella volvió hacia el evento público.

Regresa por una ruta distinta y atraviesa el hotel-casino con más calma, planeando disculpas convincentes para Cleopatra. Recuerda la fragancia de ella y no encuentra una asociación directa, percibe una mezcla de flores, frutas, madera y algo dulce. Los pasillos le recuerdan libros del antiguo Egipto, con grecas en los techos y jeroglíficos en los adornos. Distingue el ajetreo de un casino y decide cruzar por ahí, donde el ruido de las máquinas y las mesas con jugadores entusiastas está rodeado estatuas con tocados de antiguos dioses del Nilo. En su interés por la dama, no había notado con claridad que se había adentrado al Hotel Luxor, y entonces la serendipitia le resulta divertida. Una judía con nombre de la más famosa reina de los Tolomeos y la última de Egipto entra al baño de mujeres y la acompaña un extranjero con nombres que resuenan con esa antigüedad. Del mítico Rey Salomón se dice tuvo de esposa a una hija del faraón, y del romano Marco Antonio, el último consorte de esa protagonista. Las coincidencias y evocaciones marcan un destino para ese encuentro. El protagonista supone que ella comprendió las coincidencias y eso bastaría para despertar interés y hasta simpatía. Para recuperar el hilo del coqueteo bastará que ella no haya tomado a mal su extravío.

Antonio Salomón regresar al evento de beneficencia, en la explanada, siente una decepción. La pretendida se ha marchado. La judía no aparece por el perímetro ni en el asiento previo. Busca a la anfitriona y Megan Wallace le alegra con una buena noticia: le pidió compartiera su número al protagonista, siempre y cuando resolviera una charada, la misma que la presentada por el rey Darío en un sueño: ¿quién es más poderoso: el rey, el vino o la mujer?”

Con una explicación zalamera, Salomón convence a la anfitriona que su respuesta obvia favorece a la mujer y se gana el número telefónico. Megan desconoce la respuesta acertada, entonces da esa por válida. De inmediato Salomón llama y ella le responde amigable, argumentando que él requiere de disculparse por su lentitud. Cleopatra acuerda que él espere a las 9 pm en su hotel, el Treasure Island.  

Salomón había arreglado su regreso al hospedaje a las 7pm, lo cual se cumple sin contratiempos. Aprovecha un rato para visitar el casino, aunque con un presupuesto mínimo para esa diversión. Así que las mesas de juego las evitará para no perder sus quinientos dólares de presupuesto en un descuido. Para entretenerse opta por las maquinitas tragaperras de baja denominación. El salón del casino es un enorme espacio, adornado con palmeras, piratas, partes de barcos (proas, cariátides, claraboyas, mástiles, velas, cuerdas, barricas, cañones), pericos y otras curiosidades. Está más interesado en la cita, así que decide jugar durante una hora, para disponer de tiempo para arreglarse por si el encuentro resulta fogoso. Cambia un billete en una tragaperras y se entretiene acostumbrándose a las opciones. Piensa que convendrá beber, bajo la fórmula de la bebida gratuita de los casinos. Las meseras evitan la zona barata, así que retira su apuesta, recibiendo una pesada cantidad de morralla en un jarro. Pasea hasta encontrar una mesera, zigzagueado en un área de ruletas y black jacks. Toma un vaso de wiski corriente con hielos y agradece con una propina. La voz de la mesera hablando inglés con fonemas del español le agrada.

Mira una mesa de ruleta donde se permite apostar desde 1 dólar, así que se queda. El crupier le recomienda que no utilice ahí las monedas pequeñas que debe cambiarlas en una barra. Salomón se apura a cambiar su bote de morralla por fichas para ruleta sumando 50 dólares. Apuesta ilusionado sobre el tapete verde y pone simultáneamente en pares o nones, rojo o negro, además del  número directo. A los pares y al rojo le va atinando, pero a ningún número directo. Mira con tristeza que sus dólares presupuestados están desapareciendo con rapidez. Se retira cuando le quedan 100 dólares y vuelve a las maquinitas baratas. Se coloca frente a una que tiene el dibujo de un gran cofre. La recomendación es hacer varias apuestas de unos pocos centavos y lo hace. Gana en algunas tiradas, hasta imagina que regresan sus dólares perdidos en la ruleta. Se entretiene con las luces y los sonidos. El cronómetro ha volado y debe retirarse. Cambia en la caja las monedas en el bote y equivalen a un único billete, aunque le alegran regalándole un cupón para el desayuno por su comportamiento de cliente “integral”.

Regresa a su cuarto y se ducha. El baño es agradable, con espejos en cada pared y agua muy caliente en los grifos. Cuando sale refrescado y contento mira un mensaje de Cleopatra saludando con esta citación de la biografía: “Cuando hablaba, el sonido mismo de su voz tenía cierta dulzura, y con la mayor facilidad acomodaba su lengua, como un órgano de muchas cuerdas, al idioma que se quisiese: usando muy pocas veces de intérprete con los bárbaros que a ella acudían, sino que a los más les respondía por sí misma, como a los Etíopes, Trogloditas, Hebreos, Árabes, Sirios, Medos y Partos. Dícese que había aprendido otras muchas lenguas cuando los que la habían precedido en el reino ni siquiera se habían dedicado a aprender la egipcia, y algunos aun a la macedonia habían dado de mano.”[1] Él responde que “Mi lengua no es Troglodita.” Ella responde con emoticones de risa y agrega que aguarde una sorpresa.

En punto de la cita tocan a su puerta. Al abrir mira a dos mensajeros cargando una alfombra grande. Sin mediar más palabras colocan cuidadosamente la alfombra en el piso y la desenrollan despacio. Al desenredarse por completo adentro de la alfombra surge Cleopatra, con una variación del mismo vestido que usaba en la tarde, ahora en tonos con mezcla de negro satinado. Salomón no atina a comentar nada cuando la mira incorporarse:

Best sorprenderte y.. la mano como un gentleman antiguo.

Antonio Salomón responde que sí está sorprendido y acude para tenderle la mano, corrigiendo su distracción. Los mensajeros toman el tapete, sin mediar más palabras lo enrollan. Ella los despide con familiaridad.

—Es… mostrar más atónito.

Responde que sí está asombrado y que recuerda reprodujo una escena de la reina original ante Julio César. La leyenda cuenta que así hizo la reina para acceder al conquistador romano.

—Me gusta la teatralidad.

Antonio Salomón se esfuerza por demostrar que está encantado y se desvive en elogios sobre la belleza. Ella argumenta que se ha atrevido demasiado envuelta en una alfombra y explica el mayúsculo desplante de la egipcia al desenvolverse hasta los pies de Julio César, el conquistador.

—De una alfombra es el regalo único de una reina.

Continúa su argumento dando a entender que él debería corresponder con demostraciones de originalidad y pasión. Tras unos minutos de plática, Salomón encuentra una idea. Él le responde con un “Plan B”, invitándola a una cena elegante rodeados de los tigres albinos de Siegfried y Roy. Ella demuestra su alegría y anticipa que ese espectáculo le agradará. Presume que ella promueve a artistas famosos de Norteamérica.

De inmediato Cleopatra toma de la mano al pretendiente y salen por el pasillo hacia el restaurante que está en el mismo hotel Treasure Island. Mirar de cerca a los tigres le provoca un miedo instintivo a Salomón que siente sus tripas crujir. Cleopatra está contenta y animada. Platica de espectáculos, conciertos y su participación en la promoción de artistas. Ella presume con velocidad de vértigo encuentro, representación o asistencia a camerinos con Rolling Stones, Crawnberries, Black Sabath, Jimmy Page, Ringo el de los Beatles, Fredy Mercury, Rod Stewart, Paul Anka, Paula Abdul, Simon & Garfunkel, Carlos Santana, Jimmy Hendricks, Elton John, Joe Cocker, Janis Joplin, Vangelis, Jean Michel Jarré, Charles Aznavour, Nana Moskouri, Phill Colins, Barry White, Bob Dylan, Joan Baez, o Jeff Beck. Por su parte, a Salomón ese tour platicado de los artistas le provoca ganas de alcoholizarse, pues así oculta frustración porque en México, su país de origen, durante décadas estuvo prohibido el Rock “de facto”, por lo que se vedaron los conciertos masivos. 

—Sabes, en México, se vetaron después de Avándaro; el gobierno creía que fomentaban la rebeldía y las drogas. Temían en los conciertos un inicio de rebelión, así que vetaron cualquier permiso para las visitas de los rockeros extranjeros.

Cleopatra descreyó de ese argumento. Por cambiar de tema explicó que es madre soltera con dos hijos concebidos, primero con un ex Presidente y luego con una celebridad, de quien no quiso revelar el nombre. Mostrar el nombre de un Presidente y ocultar el otro le resultó extraño a Salomón. A esas alturas Salomón había bebido bastante para saltar las etapas iniciales del cortejo, así que movió la mano bajo la mesa hasta alcanzar la rodilla.

—Te comportas como un adolescente —le objetó Cleopatra—, ese avance es de estudiante high school. Te aclaro que para embarazarme vaticinaré tu futuro, aceptaría una relación si sé alcanzarás la cima. Elitista, “to the top… aspera per astra”.

Ella ríe y jala la mano de él para mayor intimidad. Él reflexiona que no intenta embarazarla y responde que su cuarto del hotel es un escenario para “cotorrear”. A Cleopatra le da más risa la palabra “cotorrear” y explica que estará ocupada atendiendo a un artista, pero que lo invita a acompañarla.

Salomón siente un vértigo a recibir la cuenta de la cena y calcularla a su moneda local, mientras Cleopatra con alegría afirma que le pareció barata, pues incluye una botella de champagne que ella no probó. Juntos acuden al hotel Ceasar’s Palace. Ella comenta que es un sitio viejo, que sigue siendo encantador, un ícono del esplendor de Las Vegas y uno de sus sitios favoritos. Ahí encontrará a Carole King en un restaurante de un pasaje comercial interior.[2] El restaurante tiene un piano de cola blanco, donde la artista está tocando para ella misma, no está dando un show, el restaurante está para cerrar, donde permanecen amigos o admiradores de Carole, quienes le festejan cualquier gesto. La artista saluda con efusividad a Cleopatra, grita a la distancia y luego la abraza con efusividad como si volviera de un naufragio. Ahí, Salomón nota un parecido físico entre ellas, aunque Carole sería la tía añosa y Cleopatra la sobrina bonita.  

Cleopatra presenta a Salomón como un pretendiente recién descubierto. Carole afirma que Cleopatra huye de la soledad y que le ha conocido pretendientes de todas las nacionalidades. De inmediato Cleopatra lo niega, Carol recita entre risotadas una lista de nacionalidades y etnias:

—Albanés, letón, ucraniano, uzbeko, tibetano, sudanés, boliviano, siux, coreano, tailandés, japonés…

Le interrumpe Cleopatra, señalando que lo del japonés es falso, que ese pueblo tiene mala fama en la cama, aunque no le interesa comprobarlo. Y cambia el tema señalando que le tiene dos ofertas para grabar un dúo o presentarse con Elton John. Carole señala que vayan a la parte trasera del restaurante, a una oficina. Cleopatra indica que no demorarán.

Salomón se entretiene con una cerveza y cacahuates que no hay servicio de cocineros. Uno de los admiradores de Carole se presenta e invade la mesa de Salomón, pues habla español, aunque pronuncia horrible. Tiene curiosidad por Cleopatra aunque no osa a preguntar, así que alardea de su admirada Carole y de los conciertos a los que ha asistido. Se presenta como Theodore Nilles, y entre su plática canta estribillos de “Winter, spring, summer, or fall, all you have to do is call / And I'll be there / You've got a friend…” Y luego salpica con “I feel the earth move…”. El intruso parlotea bastante alcoholizado pero sirve a Salomón para pasar el tiempo. Después de dos horas Salomón está molesto y aburrido; aunque no lo va a confesar, cuando salen la estrella y Cleopatra de su reunión. Cleopatra ha cambiado su vestido por una falda roja brillante y una blusa de tono arcoíris con su espalda anunciada por tela traslúcida.

Ella murmura con buen humor y saca a Salomón jalando de la mano, despidiéndose de todos con una agitación de brazos. Colmada de regocijo quiere celebrar que la artista ha aceptado su proyecto con Elton. No da detalles de su trato, pero está contenta. Afirma que hay una joyería en el camino. La joyería está cerrada, ya es tarde, pero ella sigue animada. Señala un cartel con un pectoral con brillantes. Le comenta a Salomón que sería un gesto lindo que se lo regalase. Él dice que lo hará, pero está bromeando y ella lo toma en serio.

—Un collar digno de una reina, en cambio enseñaré cómo… con las momias.

De regreso en el hotel Luxor ella insiste en visitar un spa antes que al cuarto de él.

—Lo disfrutarás en serio.

En el spa, de manera sorprendente por la hora, sí hay servicio. La empleada que atiende parece china y sonríe mucho. Cleopatra explica cómo quiere el paquete, de dos masajes relajantes, con aromaterapia y luego el tratamiento de inmersión en un sarcófago lleno de agua con sales para simular la flotación en líquido amniótico.

El encargado del masaje para él es un oriental de estatura mediana y manos enérgicas. No distingue al masajista otro rasgo que una callosidad en algunos dedos y una fuerza de presión educada. Los masajes son suaves y relajantes. Antonio Salomón se tranquiliza tanto que queda dormido un instante y pierde la noción del tiempo. Despierta animado y fresco, agradece el servicio y da propina.  

Cleopatra lo encuentra y lo besa con fruición apasionada, soltando el néctar de su saliva. Es un beso breve y ella aleja la cara. Salomón queda excitado por ese roce de labios. Ella explica que espere un poco, que la máxima preparación dará un realce al su reunión en la alcoba.  

De inmediato ella le explica las ventajas de flotar y tranquilizarse en completa oscuridad, incluyendo con media hora para meditar. El compartimento de flotación está decorado como un sarcófago de Tutankamón y eso a Salomón le parece divertido. Ella comenta:

—Sabrás como revivió Osiris.

Salomón entra alegre aunque nervioso al sarcófago de flotación perfecta. Se sintió un poco tenso desde que fue al vestidor y tomó un calzoncillo negro de baño con figuras de Tutankamón y unos jeroglíficos. Preguntó a la encargada si la ropa era limpia. La dependiente respondió que desinfectaban todo en ese sitio y que cada traje de baño era nuevo. Mientras se desnudaba y ponía el bañador, Antonio Salomón al mirarse en un espejo tuvo una sensación rara, como si desde algún ángulo una mirada lo escrutara. “Nervios innecesarios y fuera de lugar”, pensó. Observa sus piernas y los vellos rodeando espinillas y muslos; cuando atisba el espejo una turbulencia se agita y, de inmediato, desaparece. Carga una toalla blanca al hombro. La dependiente le señala que calce chanclas.

El sarcófago de agua permanece abierto y del interior exhala unas sales exóticas. Posa la mano en el borde donde que es metálico y tibio;  estira la punta del dedo índice para cerciorarse del que no sea viscoso o frio, encontrando que la temperatura es agradable. Desde una esquina lo mira Cleopatra, como riéndose en son de burla y torciendo la boca, sorprendida de que un hombre de ese tamaño parezca atemorizado por entrar.

—No claustrofóbico o espantado en la oscuridad como niño.

Antonio Salomón niega con énfasis. Siegue una ironía de ella, cuestionando si llegarán sus fuerzas a la orilla de la cama. Él argumenta que el spa recupera su vigor. Ella confirma que la meta es recuperar fuerzas, y agrega que en el cuarto contiguo recibirá otro tratamiento, con aroma a rosas y lilas. Salomón se precipita al interior del sarcófago líquido y se sorprende porque sus pies no alcanzan el fondo. Cleopatra explica que es un tubo muy hondo, que van agregando y quitando agua durante un ciclo que imita el Juicio de los Muertos. Se ríe y guiña al repetir, bajo el supuesto de que bromea.

La dependiente advierte que la luz y el nivel de agua irán variando en un ciclo de media hora, señala una zona donde hay una rejilla que permite el paso del aire. Cuando cierra la tapa con suavidad se enciende una luz azul ligera en el interior. Después del nerviosismo inicial y de intentar nadar, como si temiera hundirse, Salomón comprende que su cuerpo flota perfectamente y que sin hacer ningún movimiento queda boca arriba y respira con tranquilidad. Aun así, Salomón toma una asidera lateral para tranquilizarse. Le conviene relajarse y tener pensamientos felices o ingeniosos para al salir dar tema de plática con Cleopatra. La tranquilidad le va ganando y la placidez de sentirse dentro la barriga maternal de un útero artificial adquiere sentido. La luz azul del interior se apaga por completo para dar una impresión de más tranquilidad. Poco a poco se concentra en esa ingravidez y relaja su mente. En algún instante se queda dormido y sueña que es un náufrago colgado sobre una tabla desplazándose cerca de una isla del Pacífico. Lo visita un ave albatros de alas anchas y luego desaparece. Un cangrejo sube a la tabla, se despereza y salta al mar. La corriente lo arrastra hacia una isla donde resuenan tambores nativos. Él está cansado y no se levanta. Deja que las olas lo conduzcan hasta la playa y la madera lo desembarca. El oleaje que oscila rítmicamente le quita la tabla y él sigue descansando en la arena. Vuelve el albatros para descansar sobre la arena. Avanza lentamente una mujer indígena con faldas floreadas. Una voz armoniosa lo llama por su nombre, es la metamorfosis de Cleopatra  que en ese sueño se volvió indígena.

Salomón se sorprende, pues no recuerda dónde está. Por un segundo siente el pánico de un encierro y quedar atrapado bajo un mar oscuro. Le grita a la empleada en cuanto se acuerda. La empleada abre el sarcófago y señala que no ha transcurrido el tiempo contratado para el servicio. Él disimula su temor, entonces afirma que no importa, que él tiene ganas de ir al baño. A la distancia escucha la voz de Cleopatra ordenando que él permanezca más tiempo. Entender que ella lo dejará encerrado más rato lo altera. La dependiente intenta cerrar el sarcófago pero Salomón ha puesto una mano afuera, así que su mano queda apretada por el peso de la tapa. Él finge que le duele y gritonea con lamentos. Salomón vocifera y amenaza para que la empleada vuelva a abrir la tapa. Desde afuera hay una palanca que facilita levantar la tapa. A la distancia Cleopatra sigue insistiendo en que él debe permanecer más. La mano apresada y los reclamos de Salomón vencen la voluntad de la empleada que levanta la tapa. Salomón siente el cuerpo pesado, como si el agua hubiera arrebatado sus energías musculares.

La empleada lo ayuda a salir halando de su brazo. En cuanto pisa el exterior, Salomón sigue con debilidad y su cuerpo tiembla sintiendo un frío inusual, como si el aire acondicionado conectara a una heladera. Él toma la toalla y se encamina al vestidor mientras se seca en el camino. Acude al baño, al salir se termina de secar y se viste. Trascurren unos minutos y aparece Cleopatra, burlándose de su grito en el spa, y sin transición suaviza el momento comenzando la ruta hacia la habitación del viajero. Ella el platica un relato inventado del antiguo Egipto comenzando en las pirámides Keops, bajando a las ciudades de Luxor y Tebas, aparecen jeroglíficos, los faraones derrotados por Alejandro Magno que deja al primer Tolomeo que funda una dinastía imbatible, acogida por Isis y Osiris, Seth y Amon-Ra, Horus y Maath… Mientras transcurre la plática, Antonio Salomón aprovecha para acariciar la cintura y espalda de ella.

Cuando están frente a la puerta de la habitación, Cleopatra propone otra charada:

—Te amaré en cuanto te acuerdes de la letra completa “You get a friend”.

Salomón ensaya cantarla y cuando termina Cleopatra responde que se equivocó en varias estrofas, que debe reintentar. Él vuelve a cantar y ella le responde lo mismo.

Cleopatra se fastidia y busca una salida a la charada, así que canta despacio la canción. Salomón descubre sus errores y repite la canción con exactitud. Salomón afirma:

—No es imposible complacer a una reina. ¿Quieres seguir adelante?

—La fiesta está por comenzar.

Él toma la mano con determinación; ella sonríe y acerca sus labios. Al despegarlos, señala que hay un castigo por la falla en la charada, aunque teme que a él le falta determinación. Antonio Salomón levanta el pecho y afirma que al varón enamorado nada le causa temor. Cleopatra entre abre su bolso de mano y asoma una serpentina verde que se mueve. En un parpadeo, ella abre y cierra la bolsa, mientras observa la cara desconcertada de Antonio Salomón. Ella parece muy divertida al comentar:

—Una reina debe estar lista para suicidarse con dignidad si la ocasión lo amerita.

El galán en un gesto de control sobre los nervios, toma la bolsa cerrada con delicadeza y la deposita dentro de un cajón del closet. Mientras tanto ella se sienta sobre la cama de la habitación.

—Nada distrae a una auténtica reina dispuesta a escalar sobre los hombros de un Atlante.

Con rapidez ella destiente las colchas y acomoda unas almohadas, selecciona un canal de música suave, selecciona las luces para instaurar una penumbra interesante y empieza el capítulo final de su juego de seducción. Salomón corresponde con las aproximaciones físicas más ardientes para la ocasión.

Después de que se han arrugado las sábanas y los quejido de Cleopatra se debieron escuchar hasta los cuartos vecinos, ella quiere chalar y él dormir. Tras las ventanas con cortinas densas se adivinan los rayos del sol y un leve vibrar de vehículos en movimiento.

Para despertar al galán somnoliento ella tiene la ocurrencia de traer su bolso guardado en un cajón. De un brinco se incorpora y regresa con la bolsa entre las manos.

—El reto de la canción no lo cumpliste, así que ahora viene el reto de la mano en la bolsa del Desierto de Gizhá. Hand in the bag.

Salomón sobreactúa su deseo de dormir, mantiene un ojo cerrado mientras responde:

—No es hora de juegos.

Ella insiste en que él debe meter la mano en el bolso y sacar un espejo. Antonio Salomón molesto con las excentricidades se incorpora:

—¡Es maniático cargar con una serpiente en la bolsa para un juego loco!

Cleopatra echa a reír.

—Lo que reto es tu capacidad de observación. So… so. Así, que era una serpiente en el bolso. Acepto…  jugué a que creyeras. Lo que tengo es una tortuga. Y te imaginaste a una serpiente y hasta una venenosa, como si yo soy loca. Stop… Soy madre… ¿imagine risks a poison? La tortuga… inofensiva y muy paciente en viajes.

Como Antonio Salomón sigue molesto después de que ella abre su bolso y comprueba sus dichos, luego lo disculpa por haber caído en su charada. Punto seguido Cleopatra cambia el tono de la conversación hacia lo que apetece de desayuno.

 

 NOTA:

 



[1] Plutarco Tomo IV, p. 95-96.

[2] Wikipedia: En 1995, un abultado rol de estrellas consagradas de la música rindió homenaje a Carole grabando el álbum Tapestry Revisited: A Tribute to Carole King. De este álbum salieron algunos éxitos en las listas, como la versión de Rod Stewart de "So Far Away" y la que Celine Dion hizo de "A Natural Woman". Otros artistas que aparecieron en el álbum fueron Amy Grant ("It's Too Late"), Richard Marx ("Beautiful"), Aretha Franklin ("You've Got a Friend"), Faith Hill ("Where You Lead") o los Bee Gees ("Will You Still Love Me Tomorrow?").